INTRODUCCIÓN
Los nacientes estados-nación latinoamericanos tuvieron problemas a la hora de reformar bajo nuevos principios de equidad y progresividad sus sistemas fiscales heredados de la Colonia. El liberalismo propuso introducir impuestos directos que dieran una nueva base fiscal a los Estados y eliminar, o por lo menos equilibrar, la recaudación de impuestos indirectos para liberar la carga sobre el comercio.Footnote 1 El itinerario de las reformas y sus resultados dependieron de las condiciones económicas, circunstancias políticas y capacidades de establecer acuerdos políticofiscales. A mediados del siglo XIX, Buenos Aires estableció mayor carga fiscal directa, sin lograr una participación significativa en la recaudación.Footnote 2 Cabe rescatar que los impuestos directos exceptuaron a los pequeños o «humildes» propietarios y a la clase más pobre, a quienes resulta difícil incluir como contribuyentes.Footnote 3 En cambio, en sociedades con una elite criolla resistente al pago de contribuciones directas y con una población indígena mayoritaria, la tendencia fue que la tributación descansara sobre las capitaciones indígenas y otros impuestos indirectos, como en Bolivia, Ecuador y Perú.Footnote 4 En éste último, el sistema impositivo dual tenía un fuerte sesgo étnico, ya que los impuestos indirectos procedentes del comercio y del consumo recaían en los blancos y mestizos, en tanto que la «contribución personal» pesaba sobre los indígenas. Los «blancos» también pagaban la tributación directa sobre la riqueza personal, las patentes por giros comerciales y otra contribución para la industria, hasta que, a partir de 1860, los ingresos patrimoniales por el guano fueron la base del Estado y permitieron abolir la capitación indígena y casi hacer desaparecer los impuestos directos de los «blancos».Footnote 5 Como se verá más adelante, en algunas regiones mexicanas ese rasgo étnico de los impuestos tiene un papel importante en las decisiones de actualizar el sistema fiscal.
En el México decimonónico, los cambios de la fiscalidad y de la estructura tributaria de herencia colonial hacia la modernidad supusieron un proceso con rupturas y continuidades, ritmos y rutas diferenciadas hasta ya entrado el Porfiriato. En una visión de largo plazo sobre el crecimiento económico y los ingresos desde fines del siglo XVIII hasta el México decimonónico, Ernest Sánchez Santiró (Reference Sanchéz Santiró2008) ha caracterizado los principales cambios en el sistema tributario tradicional con el predominio de los ingresos procedentes de los monopolios, la minería, el comercio y el diezmo eclesiástico, mientras que el tributo era un ramo minoritario que aportaba un 5 %. De 1821 a la Reforma de 1857, los impuestos directos tradicionales (tributo y diezmo) fueron abolidos;Footnote 6 sin embargo, los estancos, la capitación y las alcabalas fueron de los impuestos más persistentes en la fiscalidad del siglo XIX. Sánchez Santiró concluye que en vez de los impuestos directos del régimen colonial, el Estado en su ámbito nacional y estatal «procedió a introducir con escaso éxito diversas contribuciones liberales» como el predial, las patentes y la contribución personal que gravaran a una mayor base poblacional. De un régimen diversificado pero equilibrado entre impuestos directos e indirectos, el régimen fiscal de la república pasó a gravar masivamente el consumo con impuestos al comercio interno (alcabalas) y externo, acompañado de deuda externa. Pero durante la República Restaurada y el Porfiriato se acentuó la dependencia fiscal de la federación y los estados hacia los impuestos indirectos del comercio exterior. Modelo que duró hasta 1896, cuando fueron removidas las aduanas internas y derogadas las alcabalas y otras contribuciones,Footnote 7 y se concretó dejar en manos de las entidades la imposición de impuestos directos.
En el caso de Yucatán, el análisis de los cambios en las estructuras tributarias de las entidades es un tema pendiente a pesar de los avances de importancia.Footnote 8 La región tenía su propia estructura de ingresos que dependían de su economía, de las restricciones establecidas por el régimen político y de la capacidad de su oligarquía para innovar el sistema de imposición tradicional y negociar excepciones favorables en materia hacendaria. Por su población maya mayoritaria y con un padrón por encima de los 78.000 tributarios a principios del siglo XIX, el tributo indígena fue el pilar de los ingresos fiscales durante la Coloni; pero, ante los desafíos hacendarios por la supresión del tributo durante el régimen liberal español (1811) y la suspensión del situado novohispano, desde 1814 la provincia generó una estrategia exitosa de captación de ingresos mediante los impuestos al comercio externo. Con el restablecimiento del tributo, que transitó a la época independiente como contribución personal con una base ampliada que incluyó a los no indígenas, y los ingresos indirectos del comercio, Yucatán logró la autonomía fiscal, modificando su estructura tributaria sobre dos fuentes: los impuestos directos y los indirectos, logrando que la recaudación mercantil superara a la imposición directa entre 1816 y 1820.Footnote 9
En el ámbito estatal del régimen federal mexicano, las resistencias a las contribuciones directas que afectaban a las elites fueron muy similares.Footnote 10 Durante el primer federalismo, la columna vertebral del erario yucateco fue el impuesto directo de la contribución personal, en segundo lugar se encuentran los derechos aduanales y, en menor medida, la destilación de alcohol y las alcabalas. De diciembre de 1824 a diciembre de 1825, de los 213.128 pesos de ingreso neto, la contribución personal aportó el 68 %, las aduanas aportaron el 14,7 % y los ingresos por derechos de destilación el 9,3 %; poco después, en 1832, el peso específico de la contribución fue decisivo con el 60 % del ingreso estatal, que creció hasta los 311.159 pesos, en tanto que los aduanales aportaron el 11 %, complementando con otros ramos menores el total de ese año.Footnote 11 En 1841 se había equilibrado la aportación de ambos recursos. Joaquín García Rejón, en su calidad de secretario de gobierno, informó de que la Hacienda pública de Yucatán descansaba sobre dos pilares: la contribución personal y las aduanas (derechos de importación y exportación) que dependían de los acuerdos con las autoridades nacionales.Footnote 12 Bajo otras circunstancias políticas, en el presupuesto de 1846 se esperaba recaudar un monto neto de 685.707 pesos con la participación del 42 % de la contribución personal y del 46 % de los ingresos aduanales.Footnote 13 Un modelo dual en equilibrio que predominó durante la década de 1840 y antes del episodio más virulento y desarticulador de la guerra de castas, entre 1847 y 1849.Footnote 14
Pero las negociaciones entre la oligarquía regional y los gobiernos nacionales celebradas durante la primera mitad de aquella centuria, con el propósito de obtener participación en los ingresos indirectos del comercio, fueron quedando en el pasado en la medida en que la federación centró su ámbito fiscal en los impuestos indirectos, descargó de imposiciones a la producción agrícola y la alcabala se eliminó en 1896. El acuerdo federal se inclinó por dejar los impuestos directos a los estados de la república.Footnote 15 Durante el auge henequenero del Yucatán porfirista, el estudio de María Cecilia Zuleta sobre el impacto de ese cultivo en la fiscalidad llegó a la conclusión que de 1882 a 1910 se «consolidó un sistema mixto», donde el sector agrícola exportador «permitió la expansión de las finanzas públicas» del Estado, identificando dos momentos de incremento: 1883 y 1902-1906.Footnote 16
El presente estudio se propone cubrir una laguna en la historiografía de las fiscalidad estatal, profundizar en el caso excepcional de Yucatán, como ha sugerido Sandra Kuntz Ficker,Footnote 17 analizando los cambios en la estructura tributaria a partir de las variaciones de los ingresos fiscales, directos e indirectos, y su participación en la renta pública,Footnote 18 durante el periodo entre 1850 y 1902, que permita observar las etapas de cambio en la transición hacia la modernización. El periodo de estudio comienza marcado por los efectos de la guerra de castas (1847): la pérdida de la población indígena como base mayoritaria de la capitación y la destrucción de la riqueza patrimonial en las zonas rurales como fuentes de ingresos directos; sin embargo, dejando atrás las contingencias del día, la sociedad yucateca logró afianzar el territorio en los límites de Yucatán y Campeche, y en 1850 reorganizó una precaria Hacienda estatal en los términos del pacto federal y una economía trastocada. En las décadas siguientes, la estructura económica transitó por un profundo cambio hacia producción exportadora del henequén, que abrió una fuente extraordinaria de ingresos y permitió la imposición directa sobre producto. El periodo de estudio termina justo en el inicio de una coyuntura cumbre (1902-1906), momento en que el gobernador Olegario Molina impulsó una modernización fiscal del Porfiriato, cúspide del precio internacional de la fibra, pero de inflexión hacia su irreversible depreciación.Footnote 19
Del periodo entre 1850 y 1902 se distinguen dos momentos y se abordan con dos estrategias estadísticas respectivas. De 1850 a 1862 se mide con tres muestras estáticas: 1851, marzo de 1856-marzo de 1857 y 1862; en cambio, el análisis de la etapa entre 1869 y 1902 es más dinámico, ya que cuenta con una serie anual de datos (a excepción del año 1879, excluido por sus vacíos en la consolidación de las cifras). La importancia de la primera etapa radica en que tendremos una base para comparar el comportamiento de los impuestos directos e indirectos a partir del restablecimiento de la República. El año 1851 es significativo porque Yucatán ha realizado la división de las rentas de acuerdo al pacto federal vigente, luego de su reincorporación a la República en 1848,Footnote 20 y, para entonces, el erario estatal se había convertido en un indicador de la existencia de un gobierno y, por lo tanto, de una «sociedad regularmente organizada».Footnote 21 La segunda fecha (1857) permite observar la estructura en momentos previos a las reformas liberales y, finalmente, la tercera (1862) es posterior a la Reforma y resulta destacable para medir el impacto de la separación del distrito de Campeche, lo que hace perder a Yucatán fuentes importantes de aduanas terrestres. Luego analizamos el comportamiento anual de los ingresos durante el segundo momento entre 1869 y 1902, marcado por los años inmediatos al restablecimiento de la República y la transformación económica.
LA NUEVA COMPOSICIÓN DE LOS INGRESOS ESTATALES, 1850-1862
Sobre la base del corte fiscal del año 1851, cuya renta ascendió a 195.706 pesos,Footnote 22 se observa que la estructura innovada desde el régimen gaditano (contribución personal y aduanas) había sumado una nueva fuente de ingresos: los impuestos de patentes (Cuadro 1). Los impuestos directos (51 %) estaban integrados por aquellos de distribución individual (capitación y contribución personal), las patentes y, en menor medida, los impuestos a los capitales reconocidos por las propiedades. Pero, de este modelo trípode, la contribución personal estaba en la mira de las reformas liberales, de hecho la guerra de castas había repercutido en su viabilidad.
Fuentes: Memoria (1851); Memoria (1853); Memoria (1857); Documentos (1862).
En 1845 el censo de Yucatán (sin el distrito de Campeche) ascendía a 422.403 habitantes. El padrón de tributarios se componía de 117.413 contribuyentes de capitación: 2.342 vecinos «blancos» estaban gravados con cuatro reales mensuales; 32.176 vecinos (también «blancos») y 82.895 indígenas, con dos reales mensuales, lo que arrojaba 359.265 pesos de rendimiento total al año.Footnote 23 Pero, con la guerra de castas, en 1851 se estimaba una población de 217.233 habitantes, lo que arrojaba una pérdida de más del 51 % en promedio, principalmente en los distritos de mayor población indígena por las muertes y los desplazamientos hacia las zonas de refugio en el actual estado de Quintana Roo. Una década más tarde, en 1862, el porcentaje de la pérdida respecto al censo de 1845 se mantenía alto con un 48 %.Footnote 24 Aun cuando más del 60 % del censo general era población maya y de otras castas, sostener la recaudación de los impuestos personales fue un desafío para el gobierno estatal.
Para 1849, la cifra estimada de 66.000 pesos de ingreso en el ramo de capitación demuestra la pérdida, superior al 80 %, respecto a 1845, y a pesar de haberse aprobado su abolición debido al déficit que dejaría calculado en ese mismo monto, se dio marcha atrás para sostener su recaudación con el fin de equilibrar los ingresos con los gastos.Footnote 25 Pero cuando la capitación fue restablecida el 1 de noviembre de 1850, aunque su finalidad quedó atada a un gasto de pensiones militares, el gobierno modernizó el impuesto tradicional, ya que la tasa fue variable de acuerdo con una escala de cinco grupos de contribuyentes (hombres de entre 16 y 60 años) jerarquizados de acuerdo a sus bienes, capitales o ingresos estimados.Footnote 26
En 1851, los impuestos indirectos, que aportaron un 38 % de las rentas, eran básicamente derechos aduanales y consumos (aguardientes y carnes); en tanto que una miscelánea de contribuciones menores proporcionó un discreto 11 % de la renta estatal. A pesar de la mayor participación de los impuestos directos, cuando se observa cada ramo se puede encontrar una aportación bastante equilibrada entre ellos (ver Cuadro 1).
Las reformas implementadas en 1856 por el gobierno de Santiago Méndez estuvieron marcadas por un itinerario liberal de abandonar el impuesto directo de la contribución personal, o capitación de herencia colonial, para adoptar una «sana máxima republicana» de que todos debían contribuir «en proporción de sus riquezas» y, por la expectativa de la nueva «constitución federal [que] reservaba al gobierno federal los impuestos indirectos, y deja[ba] los directos a los estados.»Footnote 27 Sobre esta agenda programática, la reforma en el sistema tributario implementado por Méndez creó el impuesto predial sobre las propiedades territoriales, urbanas y rurales; reformó los impuestos de patentes para los capitales invertidos en el sector no agrícola y para los capitales impuestos a bienes (hipotecas), y sostuvo la capitación para los que carecían de bienes conocidos, poseían capitales no mayores de mil pesos o recibían emolumentos de hasta 30 pesos mensuales.Footnote 28
Méndez abolió la capitación progresiva amarrada a un gasto específico para imponer un nuevo régimen fiscal que recaudase impuestos directos a los capitales invertidos en los sectores productivos como fuentes de las rentas públicas. Las patentes gravaron los giros de capitales del sector productivo secundario y terciario: comercios, manufacturas, talleres, oficios y profesiones. A diciembre de 1857, un estimado de los capitales en giro mayores de 100 pesos ascendía a 598.803 pesos.Footnote 29
El impuesto conocido como «a capitales» se creó en 1850 enunciando gravar la renta anual de las fincas urbanas y rústicas —así como los charcos de sal— a una tasa del 15 % en 1850; un lustro más tarde, se incrementó al 30 %. No obstante, en términos prácticos se estimó al 5 % sobre la base de los valores de las fincas y los charcos de sal, a su vez también estimados por los propietarios en un padrón creado ad hoc. El padrón conformado para estimar el impuesto a capitales registraba las propiedades con valor mayor a 100 pesos. A julio de 1857, el «valor estimativo» del conjunto de aquellos bienes era de 2.239.000 pesos como base de la recaudación.Footnote 30 Pronto, los funcionarios de Hacienda denunciaron que, en el caso de las fincas rústicas, los dueños de los capitales que pagaban el impuesto eran, por lo general, «pobres»; mientras que los propietarios territoriales pagaban poco o nada.Footnote 31 Pero en 1856 se introdujo un cambio de la «renta» al valor del bien inmueble con la introducción del impuesto predial que gravó las fincas (urbanas y rurales) y los charcos de sal. En este último año, mientras empezaba a operar el impuesto predial, se modificaba la tasa impositiva a los capitales al 15, el 20 y el 25 % a las fincas urbanas, rurales y charcos de sal, respectivamente; de manera que, en 1856, conviven la imposición directa a la «renta» de los capitales y la predial. Finalmente, en 1862, desapareció la primera y fue sustituida por la predial.Footnote 32 En marzo de 1857, el padrón catastral arrojó un valor total de 4.516.889 pesos,Footnote 33 que representó un incremento mayor del 100 % sobre los estimativos del formado para gravar los capitales.
La organización del ramo también requirió un primer movimiento en 1856 con el restablecimiento de la Contaduría Mayor de Hacienda. A pesar de las opiniones contrarias a mantener ciertas contribuciones tradicionales como la personal, se imponían las necesidades de arreglos hacendísticos (equiparar el ingreso y el gasto) y las dificultades de introducir nuevas imposiciones directas, como los impuestos prediales, que se comentarán más adelante. Entre marzo de 1856 y marzo de 1857 la Hacienda yucateca manejó en bruto 191.375 pesos, pero la renta pública fue de 175.761 pesos. Esta última cifra se componía del 71 % de impuestos directos con el incipiente impuesto a las fincas rurales y urbanas, en tanto que los indirectos (las aduanas y las alcabalas al consumo de carnes) aportaban el complemento del 29 %.
Ahora, veamos de manera sinóptica el comportamiento de la renta estatal por la separación de Campeche para formar una nueva entidad de la República en 1858 y la reforma constitucional previa al Segundo Imperio. En 1862, la Tesorería General informaba de que los recursos estatales eran suficientes para cubrir sus egresos. Pero la renta se había reducido a 124.140 pesos por los efectos de la segregación de Campeche.Footnote 34 El porcentaje de impuestos directos era del 66 %; el de los indirectos, del 26 %, y el de los ramos menores se reducía a un 8 %. Pero la composición se había diversificado sin que existiera un ramo predominante; de mayor a menor participación contaba con los ingresos de las patentes, la capitación, el predial y los consumos, mientras que los rendimientos de las aduanas terrestres complementaban con un 10 % la pérdida de las campechanas. La guerra de castas y la separación de Campeche afectaron drásticamente la estructura del ingreso en otro pilar fundamental desde finales de la Colonia: la contribución personal. El censo de Yucatán de 1862 arrojó una población de 248.156 habitantes (47 % hombres), con una pérdida total del 41 % respecto a 1846 y 72,000 de Campeche.Footnote 35 Pero los montos reales de la contribución personal, que no alcanzaron los 40.000 pesos en 1856-1857 ni la estimación de ingresar más de 60.000 pesos, no son comparables con los 156.000 de recaudación del periodo independiente hasta la década de 1840. No obstante la abolición como ingreso estatal en 1868, en los federales habría que indagar la continuidad de ese impuesto directo de carácter tradicional.Footnote 36
IMPUESTOS DIRECTOS Y CONSUMOS, 1869 A 1882
En los años inmediatos a la derrota del Segundo Imperio,Footnote 37 las contingencias del momento parecieron marcar las urgencias por localizar recursos para llevar a la Tesorería del Estado. Los gobiernos yucatecos de aquellos años volvieron la mirada hacia un expediente de créditos a favor de Yucatán, que databa del primer arreglo financiero del pacto federal en 1824, y la compleja relación que guardó la Tesorería yucateca con los gobiernos nacionales hasta 1864.Footnote 38 Pese a los insistentes reclamos del gobierno estatal para amortizar esa deuda, que de acuerdo a su propia liquidación ascendía a cerca de un millón y medio de pesos, el poder ejecutivo de la Unión no fue receptivo a la demanda estatal.Footnote 39 Pero esa hipotética fuente de recursos distaba de significar una base para sustentar la solvencia del erario estatal, y lo más que se logró fue un incremento a 50.000 pesos de la subvención federal para la guerra de castas.Footnote 40
El arreglo organizativo de la recaudación fiscal para garantizar un piso de rentas públicas fue un proceso lentoFootnote 41 que pasó por una cierta desorganización en los ramos de ingresos entre 1870 y 1871, después de la supresión de la contribución personal. Pero en los años siguientes se configuraron tres grupos principales de rentas estatales: 1) la contribución predial, 2) las patentes de destilación, giros e industrias, y 3) los consumos. De menor importancia, se le agregó una miscelánea compuesta por varios ramos menores de ingresos (registro público de la propiedad y de hipotecas, normal superior, productos de telégrafos y otros como los rezagos de la contribución personal).
De 1869 a 1882 la renta pública pasó de 194.659 a 254.894 pesos en una tendencia de lento crecimiento acumulado del 29 % (ver Cuadro 2), acorde a la lenta recuperación económica y al cambio estructural centrado en la hacienda y las exportaciones henequeneras. La renta pública correspondiente a 1869 revela que había recuperado el volumen de lo recaudado casi dos décadas atrás, es decir en la década de 1850 y antes de la formación del estado de Campeche.Footnote 42
Fuentes: Expediente (1869: 56); Expediente (1878: 61-68); La Razón del Pueblo, 1878-1882. Anexo 9, Memoria (1884).
Nota: el año fiscal de 1879 no se incluyó debido a la pérdida del corte del mes de diciembre.
¿Cuáles fueron las características de los tres pilares de las rentas públicas? En primer lugar, fundado en 1856, el catastro era un registro de bienes inmuebles y sus valores estimados a la baja, según los cálculos ofrecidos por los propietarios de las fincas rústicas, de las urbanas y de los charcos de sal. Incluso, el registro llevó la impronta de permitir a los dueños que disminuyeran hasta dos tercios del valor de sus propiedades registradas, iniciando con un valor estatal de 4.314.771 pesos.Footnote 43 Un acuerdo tácito entre propietarios y gobierno para la introducción de esta nueva imposición. En el segundo ramo se encuentran las rentas por patentes de aguardiente (destilación y ventas al menudeo), giros (comercio) e industrias, y, finalmente, en el tercero, las imposiciones al consumo de productos nacionales (25 %) con sus excepciones, extranjeros (5 %) y nacionalizados (5 %), consumo de harinas y la alcabala de carnes. Como se puede observar en el Cuadro 3 y en el Gráfico 2, durante la etapa de 1869-1882 en Yucatán prevaleció el modelo diversificado de rentas públicas, pero dependiente de los consumos que aportaban el 50,5 % en promedio anual.
Fuentes: Expediente (1869: 56); Expediente (1878: 61-68); La Razón del Pueblo, 1878-1882. Memoria (1884).
Nota: el año fiscal de 1879 no se incluyó debido a la pérdida del corte del mes de diciembre.
La participación porcentual de los tres principales rubros de rentas durante el periodo 1869-1882 demuestra que, mientras la recaudación de consumos y alcabalas incrementaba su aportación a la masa de rentas anuales, decrecía la contribución porcentual de los recursos procedentes de los impuestos directos: contribución predial, derechos de traslación de dominio y captación sobre fábricas de licores, giros mercantiles e industriales. Como también se observa en el Cuadro 3, los impuestos predial y de traslación de dominio juntos tienen una tendencia a disminuir su participación en la medida en que inician los años del auge henequenero a finales de la década de 1870. Las propiedades localizadas en la franja fronteriza con el territorio dominado por los mayas rebeldes estaban exentas, pero en 1870 esa concesión fue compensada con un ajuste hacendario por decreto que incrementó en un tercio el valor de las fincas sujetas a contribución.Footnote 44 Sin embargo, en las manifestaciones de 1878, hubo una disminución de los valoresFootnote 45 y, en consecuencia, una menor recaudación, como también demuestra el Cuadro 3. En este periodo, el problema del catastro consistía en un subregistro de los valores de las propiedades rurales y urbanas, así como en el derecho de traslación de dominio que prácticamente era evadido. A pesar del repunte de la recaudación estatal en 1873, que superó el techo de los 200.000 pesos con un incremento momentáneo, la velocidad del crecimiento fue lenta hasta 1882.
De manera que, a comienzos de la década de 1880, el reto del gobierno consistía en encontrar otra fuente de impuestos directos menos contencioso que la contribución predial para compensar los crecientes egresos y cubrir los compromisos del gobierno de mejoras materiales. La nueva contribución debía abandonar también las características de los impuestos indirectos. Así que, el 28 de noviembre de 1882, el Congreso yucateco aprobó una contribución de tres centavos por arroba de fibra de henequén y cobrable cuando se introdujera en Progreso, el puerto de exportación del filamento al mercado exterior e interior. En el momento de la nueva imposición, el crecimiento acumulado de la exportación a partir de 1880 era del 34 % y, en 1883, se incrementó un 34,7 % respecto al año anterior.
IMPACTO FISCAL DE LA CONTRIBUCIÓN HENEQUENERA, 1883-1902
La base gravable del impuesto a la producción del henequén fue la rama o fibra producida. A partir de 1883, la unidad de medida fue la arroba (11,5 kg), por la que se pagaban 3 centavos; y en 1896 cambió al pago de 27 centavos por cada 100 kg. Hubo un incremento del peso fiscal sobre la producción porque el cambio favorecía al erario en unos céntimos; sin embargo, a efectos de las comparaciones estadísticas, ambas tasaciones resulta indistintas, por lo que se ha decidido tomar como medida los kilos de producto exportado.
¿Cuánto produjo el impuesto henequenero de 1883 a 1902? ¿Cuánto creció la renta pública? El Cuadro 4 relaciona los montos anuales de renta pública y los rendimientos del gravamen, sin los impuestos correspondientes a la federación para tener una mejor apreciación de la participación del impuesto estatal en las rentas yucatecas.Footnote 46 La recaudación significó el 24,12 % para 1883 y osciló entre el 19 % de 1889 (año de menor aportación) y un máximo del 27 % en 1897. En promedio, aportó un 24,5 % de la renta estatal.
Fuentes: Anuario (1896: 697), Reseña (1899); Reseña (1900); Reseña (1901); Memoria (1884); Memoria (1885); Boletín de Estadísticas, 1894-1903; La Razón del Pueblo, 1880-1901; AGEY, Congreso, 1885, 1887, 1888, 1895 y 1896.
Debido a la característica fiscal del impuesto a la producción de la fibra, la recaudación siguió el comportamiento del volumen comercializado en el mercado externo y nacional (Gráfico 3), con independencia del valor de la exportación, tan variable como los precios internacionales de la fibra.
Ahora bien, las cifras anuales de las rentas públicas del Cuadro 5 para el periodo 1883-1902 muestran que en 1883 dieron un salto del 51,3 % respecto al año anterior, siguiendo una tendencia de crecimiento en la que destacan los años 1885, 1891 y 1902, por los significativos incrementos anuales del 17 % en los ingresos estatales respecto a sus correspondientes años anteriores. Un crecimiento acumulado del 154 % corrobora que este fue un periodo de bonanza económica.
Fuente: datos del Cuadro 4.
EL IMPUESTO HENEQUENERO EN LA ESTRUCTURA DE LA RENTA PÚBLICA, 1883-1902
No obstante el crecimiento del periodo, la aportación del henequén a la renta pública del Estado fue de un 23 % en promedio anual; por lo tanto, ¿hubo alguna modificación en la composición del 77 % restante del ingreso público? Sin ninguna novedad que alterase «los hábitos por largo tiempo adquiridos» en materia impositiva,Footnote 47 de 1883 a 1895 la contribución agrícola se sumó al modelo fiscal precedente integrado por la recaudación catastral, los consumos, las patentes y una miscelánea de ramos menores (ver Cuadro 6).
Fuentes: Anuario (1896: 697), Reseña (1899); Reseña (1900); Reseña (1901); Memoria (1884); Memoria (1885); Boletín de Estadísticas, 1894-1903; La Razón del Pueblo, 1880-1901; AGEY, Congreso, 1885, 1887, 1888, 1895 y 1896.
Una década más tarde, en 1896, el Estado realizó una reforma para abolir las alcabalas al consumo y estableció el libre tránsito; a cambio, impuso una nueva contribución sobre las ventas (3 % al mayoreo, 2 % al menudeo y una patente para ambulantes), es decir, un impuesto indirecto a la realización efectiva de la mercancía sin los efectos indeseables de la alcabala y de los derechos al consumo.Footnote 48 El año fiscal de 1896 fue sui géneris, ya que durante los primeros seis meses permanecieron vigentes los derechos de consumo y en el segundo semestre comenzó la nueva recaudación fiscal.Footnote 49 Así que, en este periodo, se pueden distinguir dos etapas: a) de 1883 a 1895 y b) de 1896 a 1902. Respecto a la primera etapa, lo que se observa en los ramos —a excepción del impuesto al henequén— fue que dejaron de contribuir porcentualmente del mismo modo que en el periodo anterior (1870-1882). El ingreso predial, aunque recuperó puntos porcentuales, tendió a disminuir su aportación a finales de la década de 1880 en torno a un 9,4 % anual.Footnote 50 Los consumos también perdieron capacidad de contribuir y aportar cantidades similares a las del periodo anterior (1869-1882), excepto un par de años (1888 y 1889); pero, entre 1883 y 1902, ese ramo ofreció un 42 % anual de media. Por último, el ramo de patentes de licores, giros comerciales y profesionales también tuvo una etapa de baja porcentual que duró, al menos, hasta 1897, cuando se recupera de manera parecida a como lo hizo en la década de 1870.
¿Cómo se comportaron los componentes en la segunda etapa? En víspera de la reforma, los redactores del Boletín de Estadística, órgano de difusión de cifras oficiales, valoró el comportamiento de los ramos de las rentas estatales. Observaron el problema de establecer una imposición justa en el contexto de las oscilaciones del mercado internacional del henequén.Footnote 51 Resultaba evidente que entre 1889 y 1894 el henequén aportaba un cuarto de la recaudación anual con independencia del precio de la fibra, y el comportamiento creciente de los derechos de consumo, que aportaba el 25 %, estaba asociado a la demanda de productos nacionales en la medida en que la devaluación afectaba a la importación de mercancías extranjeras y al consumo de las nacionalizadas.Footnote 52 Pero no sólo la variabilidad del precio del henequén repercutía en la captación de recursos públicos, también la depreciación de la plata mexicana en el mercado por la emergencia del patrón oro. Si bien era cierto que el precio del henequén decrecía, su impacto era reducido por la «alta depreciación» de la plata nacional en el mercado exterior.Footnote 53 Es decir, la devaluación del peso favorecía la compra del henequén en rama, tenía un efecto compensatorio.Footnote 54
En cuanto al impuesto predial de las fincas rústicas y urbanas, la base gravable registrada en el catastro carecía de cifras realistas. De acuerdo con los datos de la Tesorería General, en 1878 el valor estatal de la propiedad rural y urbana sujeta a contribución ascendía a 3.369.315 pesos, incluyendo el incremento de un tercio de su valor para efectos de la recaudación fiscal de acuerdo con la ley del 5 de abril de 1870.Footnote 55 En 1890, algunos periodistas calculaban que el valor de los bienes raíces ascendía a 100 millones de pesos;Footnote 56 cuatro años después, los estadistas oficiales calcularon el monto estatal en 65 millones y el de la ciudad de Mérida en 14.765.000 pesos; 50 millones su propiedad rústica henequenera y un millón las otras, incluyendo las salinas.Footnote 57 Aunque existía una diferencia importante del 35 % entre una y otra estimación, ambos grupos denunciaban la ocultación de los valores.Footnote 58 En consecuencia, el incremento en la recaudación de la contribución predial obedecía a la revaloración del catastro por decreto del 2 de abril de 1894, que en algunos casos quintuplicó el valor de las propiedades, sosteniendo la excepción de aquéllas situadas en la franja fronteriza con los indígenas rebeldes.Footnote 59 Al incremento por decreto correspondió una reducción de la tasa a pagar por millar que pasó del 15 % a un módico 3 %.
¿Cuáles fueron los nuevos valores territoriales? La rural se evaluó en 2.202.400 pesos y la urbana en 2.211.477 pesos, lo que supone un valor total inferior a 4,5 millones de pesos. Y, para Mérida, los predios urbanos se valoraron en 1.625.572 pesos y las fincas rurales en 473.909 pesos.Footnote 60 Esto revela un pacto del gobierno con los hacendados para no incrementar el peso fiscal sobre el sector henequenero. Al respecto, los estadistas del Boletín comentaron que las cifras totales de la propiedad «resultaban una especie de sarcasmo.»Footnote 61 Del mismo modo, al incremento en la base gravable le correspondió un menor porcentaje con el que contribuir: un 1,5 % las fincas rústicas y urbanas (en vez de un 3 % a millar), y el 3 % a las salinas. Aún más, en 1898 se cambió la tasa impositiva del 3 % por una nueva del 1 %.Footnote 62
A partir de 1896, año de traslape con el nuevo régimen fiscal que liquidó los consumos, se observa que los recursos aportados por la nueva imposición a las ventas fueron muy débiles respecto a los robustos impuestos a los consumos (ver Cuadro 6). En la etapa entre 1897 y 1902 no aportaron más que un modesto 17 %. En realidad, no sustituyeron los ingresos de consumos; pero prevaleció la alcabala de consumo de carnes, ya que su aportación rondaba alrededor del 10 % y, a partir de 1896, fue en ascenso como el consumo —principalmente— de ganado vacuno; de 1895 a 1902, el consumo de carnes creció en un promedio anual del 6 %. Pero ambas imposiciones indirectas no lograron proporcionar lo que rindieron los consumos en años anteriores.
CONCLUSIONES
En la transición de la fiscalidad del Antiguo Régimen hacia el liberalismo, los cambios en la estructura tributaria dependieron de los regímenes políticos, los pactos interoligárquicos y el peso de la tradición impositiva; pero, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, los cambios estructurales en la demografía y economía de Yucatán tendieron a repercutir en la estructura de las rentas públicas y en los niveles de participación de los impuestos directos o indirectos. Durante el régimen liberal de Cádiz, encontramos una fuerte resistencia local para abolir el tributo indígena y suspender la subvención novohispana. Ante el desafío, desde 1814 la respuesta yucateca logró un equilibrio entre impuestos procedentes del comercio y la capitación (Sánchez Santiró: Reference Sanchéz Santiró2012). Pero esa relación no prevaleció en el Yucatán independiente, donde la capitación representó más del 60 % de las rentas. Y se observa que, durante los años de mayor apertura mercantil (1841 y 1846), los ingresos derivados del comercio externo tuvieron una participación equilibrada respecto de la capitación. Sin embargo, la guerra de castas con sus efectos de desarticulación demográfica, pérdida de tributarios y destrucción de bienes territoriales empujó a introducir impuestos directos de patentes sobre el comercio y la industria, así como la contribución predial sobre bienes inmuebles de manera precaria. En esta etapa (1850-1862) hubo un giro hacia la tributación directa, sin la capitación, que rindió el 63 % en promedio anual para el ciclo. Pero en la coyuntura del inestable Segundo Imperio y de la campaña contra los indígenas rebeldes, la centralización imperial incrementó sus ingresos un 78 % a partir de impuestos al comercio exterior (importación) e interior (circulación y consumo).Footnote 63
De manera que, a partir de 1869, los impuestos al consumo, hasta su abolición en 1896, fueron las fuentes más caudalosas de ingreso, protegiendo el crecimiento de la producción henequenera como sector de exportación en la etapa de modernización. Este cambio profundo en la estructura económica de Yucatán favoreció adoptar una moderna fiscalidad en dos momentos: en 1883, cuando se introduce el moderno impuesto directo a la producción de fibra, y en 1896, año en que se abandonan los impuestos al consumo en favor de los indirectos sobre las ventas. Con el cambio en la estructura económica, la cultura fiscal modelada por la práctica dio como resultado una exitosa combinación de impuestos que redistribuyó de manera equilibrada la carga fiscal entre los sectores productivos que, por lo pronto, duró hasta 1902.
La tendencia de las rentas públicas de Yucatán durante el ciclo 1850-1902 muestra dos grandes periodos: uno entre 1850 y 1882 caracterizado por un lento crecimiento y una recuperación de volumen de ingresos anteriores a la guerra de castas y a la separación de Campeche; y otro entre 1883 y 1902 cuando, con el impuesto del henequén, la renta dio un salto del 51 % respecto a 1882, con un crecimiento acumulado superior al 153 %. Así que fue un éxito en la medida en que en años de depreciación los contribuyentes pagaban una carga soportable, pero en los años de bonanza, se aligeraba. Sin duda, el impuesto directo a la producción del henequén agregado a la parte proporcional del modesto impuesto predial a las haciendas productoras se convirtió en fuente central del erario yucateco,Footnote 64 principalmente después del ajuste al catastro en 1894. Pero el impuesto a la fibra de henequén en sus mejores años aportó no más del 25 % de la renta anual del estado.
En cuanto a los cambios en la estructura de las rentas entre 1850 y 1862 (véase Gráfico 4), la tributación directa tenía mayor aportación, un desempeño combinado de impuestos tradicionales como las contribuciones personales y los de corte moderno como las patentes, así como el impuesto a las «rentas» de los capitales en fincas rústicas, urbanas y charcos de sal. Éste último pronto fue sustituido por el impuesto predial que, a corto plazo participó con un 18 %, en los recursos públicos de 1862. En cambio, los indirectos empezaron a rendir menos, como las aduanas terrestres y, posteriormente, se sobreponen para ofrecer una aportación regular del 16 % a las rentas yucatecas.
Con el restablecimiento de la República, la tendencia histórica para la serie de datos de rentas públicas de 1869 a 1902 (ver Gráfico 5) muestra el cambio en la estructura tributaria en tres etapas:
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1. 1869-1882: muestra una tendencia tradicional con una fuerte aportación de los impuestos indirectos del consumo y la introducción del impuesto predial de carácter moderno, pero negociado con los propietarios influyentes. La curva de los impuestos al consumo muestra crecimiento de 1869 a 1874, seguido de una tendencia oscilante entre años de baja recaudación y recuperación estacional, pero a largo plazo las rentas por consumo van perdiendo participación a partir de 1889.
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2. 1883-1896: se caracteriza por una primera etapa entre 1883 y 1893, en la que comienza un ciclo de pérdida de recursos por consumo al tiempo que se introduce una nueva imposición directa, pero de carácter tradicional por imponer teóricamente la producción bruta de la fibra del henequén; no obstante, los consumos se recuperaron entre 1886 y 1890, en tanto que los directos del predial y las patentes de un estancamiento vinieron a menos. La segunda etapa de transición entre 1893 y 1896 comienza con un declive en la recaudación por consumo hasta su eliminación, combinado con los impuestos directos de carácter moderno como las patentes que gravaron al sector urbano (secundario y terciario) con una participación no distante del impuesto al sector agrario del henequén hasta lograr definir el tercer periodo:
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3. 1897-1902: los impuestos de patentes de carácter urbano o del sector primario y secundario alcanzaron un protagonismo porcentual mayor en las rentas públicas anuales del Estado. Por su parte, los nuevos impuestos indirectos de ventas (al mayoreo, al menudeo y ambulantes) no fueron determinantes para el ingreso estatal; sólo considerándolos agregados a las alcabalas tradicionales a la matanza de ganados, ambos pudieron responder moderadamente a la supresión de los impuestos al consumo.
De manera que, en este periodo, emergió el modelo fiscal para el estado de Yucatán, caracterizado por un equilibrio en la imposición directa urbana (patentes) y agrícola (henequenera, básicamente) con el soporte de otros ramos indirectos (ventas y carnes) y directos (predial y traslación de dominio). En este periodo, los impuestos muestran cualidades de moderación; en otros, de una recaudación discreta, y, entre los más robustos, una distribución equilibrada entre los directos del sector agrario y los directos del sector secundario y terciario.
FUENTES
Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY), Mérida.
Biblioteca Virtual de Yucatán (BVY), Mérida.
Yucatán, Boletín de Estadística, Mérida, 1894-1903.
Yucatán, La Razón del Pueblo, Mérida, 1878-1882, 1886-1888, 1901.
Yucatán, La Sombra de Cepeda, Mérida, 1890.
Yucatán, La Unión Liberal, Mérida, 1856-1857.