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EL GIGANTE CON PIES DE BARRO: ¿FUE LA ARGENTINA REALMENTE RICA? EL CAPITAL HUMANO DURANTE LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN EN UNA PERSPECTIVA COMPARADA

Published online by Cambridge University Press:  18 November 2020

Joaquín Ladeuix
Affiliation:
Universidad Torcuato Di Tella / Universidad de San Andrésa
Pablo Schiaffino
Affiliation:
Universidad Torcuato Di Tellab
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Resumen

El presente trabajo pretende explorar un aspecto pasado por alto por la literatura de historia económica comparada entre Argentina, Australia y Canadá: el capital humano. Mediante la comparación con estos países en los años de la Primera Globalización, analiza los stocks de capital humano con los que contaba la Argentina durante fines del siglo XIX y la primera parte del XX, y realiza un aporte principal: la Argentina del período presenta un problema de desigualdad regional (y de persistencia de esa desigualdad) ausente en el resto de las “economías de reciente poblamiento”.

Abstract

ABSTRACT

This paper aims to explore an overlooked aspect in the literature of comparative economic history between Argentina, Australia and Canada: human capital. By comparing these countries in the years of the First Globalization, it analyzes the stocks of human capital that Argentina had during the late nineteenth century and the first part of the twentieth, and proposes a contribution: Belle Epoque's Argentina shows a problem of regional inequality (and of persistence of that inequality) that is absent in the rest of the “economies of recent settlement”.

Type
Articles/Artículos
Copyright
Copyright © The Author(s), 2020. Published by Cambridge University Press on behalf of Instituto Figuerola, Universidad Carlos III de Madrid

1. INTRODUCCIÓN

La comparación entre Argentina, Australia y Canadá durante los años de la Primera Globalización es una comparación con una larga historia. Se trata, en primer lugar, de un contrapunto recurrente entre los observadores de la época: “en esta rica tierra, que rivaliza con Canadá y Australia en cuanto a productividad, se está mezclando un pueblo nuevo, agudo, alerta, exitoso, ostentoso, pagano”, escribía un viajero escocés en 1914 (Fraser, Reference Fraser1914: 24); “comparada con la de sus hermanos de Australia, Nueva Zelanda y Canadá, la vida de un estanciero normalmente acomodado es lujosa” (Koebel, Reference Koebel1912: 194), sostenía por los mismos años otro viajero inglés.Footnote 1

Pero la comparación no solo fue atractiva para los contemporáneos. En la segunda mitad del siglo XX, varios historiadores y científicos sociales echaron una mirada retrospectiva sobre estos países, realizando comparaciones ya no circunstanciales sino sistemáticas. El historiador argentino Ezequiel Gallo dio un fuerte estímulo a estos estudios en la década de 1970.Footnote 2 Influenciadas por el economista norteamericano Ragnar Nurkse, que en la década de 1950 había propuesto el concepto de “economías de reciente poblamiento” para designar a Argentina, Australia y Canadá, entre otros, como países de praderas fértiles y clima templado, estas comparaciones partían de la existencia de ciertas similitudes en el proceso de inserción a la economía internacional durante la Primera Globalización. Todos estos países tuvieron una fuerte expansión del sector exportador primario entre la última parte del siglo XIX y la primera parte del XX. Y, al ser países relativamente despoblados, las oleadas de migrantes europeos funcionaron en ellos como la mano de obra que permitió esa expansión. “Dada la existencia de un verdadero mercado mundial de mano de obra (con claridad hasta 1914)¨, sostiene una historiadora económica, “resulta ineludible la comparación con otras políticas migratorias, en particular con Brasil, Australia, Canadá y los Estados Unidos” (Sánchez-Alonso., Reference Sanchez-Alonso2007). Christopher Platt, por su parte, sostenía que:

Tomando a Argentina y Australia, ambos se transformaron mientras se ubicaban dentro de un universo económico que, bajo el control británico, era relativamente homogéneo y en el que tanto Argentina como Australia eran exportadores de materias primas e importadores de productos manufacturados. Ambos disfrutaron de recursos naturales que les dieron una posición privilegiada en relación con el mundo no europeo. Ambos estaban semi poblados, heredando poco o nada de los hábitos y tradiciones de una era precapitalista. Ambos eran grandes y distantes.

Y sobre Canadá, luego:

En todos, excepto el último punto, la experiencia de Canadá fue exactamente paralela. Canadá, por supuesto, siempre estuvo bajo la sombra de su vecino enormemente dinámico, Estados Unidos, y Canadá, comparativamente hablando, no estaba lejos de Europa occidental. Pero Canadá era un enorme nuevo territorio, semi-poblado, rico en recursos naturales y un exportador de materias primas a cambio de productos manufacturados. (Di Tella y Platt, Reference Di Tella, Platt and Pacini-Ketchabaw1985, p. 1)

El presente trabajo pretende explorar un aspecto pasado por alto por esta literatura comparativa: el cotejo sistemático de los niveles de capital humano. Con una perspectiva comparada que incluye a Argentina, Australia y Canadá (y, en una parte específica de la argumentación, a la región del Midwest de los Estados Unidos, que también ha sido, en los últimos años, comparada con las Pampas argentinas sobre la base de ciertas similitudes), buscamos cuantificar los stocks de capital humano con los que contaba la Argentina durante fines del siglo XIX y la primera parte del XX.Footnote 3 A partir de esa comparación, llegamos a tres grandes conclusiones. La primera no es demasiado novedosa: sostiene que los indicadores educativos generales de la Argentina fueron marcadamente menores a los de Canadá y Australia en los años de la Primera Globalización, a pesar de un esfuerzo de convergencia que Argentina es capaz de emprender en los años de crecimiento acelerado por los que transita en este período. Sí hay novedad, en cambio, en las otras dos conclusiones, que sostienen que la Argentina revela una desigualdad en la distribución regional del capital humano con características que están ausentes en los casos de Canadá, Australia y el Midwest norteamericano (sección 3), y que esa desigualdad muestra signos de persistencia (sección 4).

La primera sección utiliza indicadores de capital humano a nivel nacional basados en fuentes primarias y secundarias, y aporta evidencia complementaria a la presentada por Campante y Glaeser (Reference Campante and Glaeser2018) y Llach (Reference Llach2013). Este último sostiene que la Argentina de la Primera Globalización puede ser considerada como un país rico, pero no como un país moderno, y fija para ello la mirada sobre medidas de desarrollo socioeconómico más allá del producto por persona. Aunque menciona brevemente indicadores de capital humano, deja en claro que en este respecto Argentina se encontraba lejos del resto de los países del Nuevo Mundo anglosajón. Campante y Glaeser (Reference Campante and Glaeser2018), por su parte, comparan la trayectoria económica de largo plazo de Chicago (como capital del Midwest norteamericano) y de Buenos Aires (como capital de las Pampas argentinas), para afirmar que diferencias en el capital humano de ambas regiones a principios del siglo XX pueden explicar buena parte de sus caminos divergentes.

La segunda y la tercera parte del trabajo, en cambio, utilizan indicadores al nivel más desagregado posible (la unidad territorial del partido en Argentina, del condado en Australia y el Midwest estadounidense, y del distrito en Canadá) provenientes de fuentes primarias (censos nacionales y provinciales/estatales de fines del siglo XIX y principios del XX de estos países).Footnote 4 Se privilegian medidas de alfabetización presentes en los censos, ya que estas permiten una amplia gama de comparaciones y parecen ser un indicador de capital humano relativamente confiable para el período estudiado.

La segunda sección, dijimos, realiza un primer aporte novedoso a la comparación entre estos países: Argentina es el único país que presenta una profunda desigualdad regional en sus indicadores de capital humano. El señalamiento de la desigualdad regional argentina no es una novedad: un trabajo de mediados del siglo pasado ya advertía, para ese entonces, la existencia de una “Argentina abanico”, en clara referencia a las desigualdades regionales en diversas variables socioeconómicas (Bunge, Reference Bunge1940). También Tedesco (Reference Tedesco1970: 177) hace referencia al crecimiento desigual y menciona que “el crecimiento educacional siguió un curso asincrónico”, mientras que algo similar sostiene Newland (Reference Newland1992). Los tres autores, sin embargo, se limitan a presentar evidencia a nivel provincial (cuando hay diferencias incluso a nivel intra provincial); cubren períodos temporales distintos (Tedesco cierra su análisis en 1895, Newland se concentra en el siglo XIX y Bunge en las décadas de 1920 y 1930); no realizan comparaciones internacionales; y tampoco estudian la evolución de esa desigualdad a lo largo del período.

Ese último punto –la evolución de la desigualdad a lo largo del período– constituye el núcleo de la tercera parte, en la que realizamos una segunda aportación: Argentina, encontramos, no logra solucionar su problema de desigualdad a pesar de importantes esfuerzos de educación pública que realizan los gobiernos del período, y se diferencia en este sentido de Australia (sociedad que parece haber nacido igualitaria en términos de capital humano) y de Canadá (que parece haber solucionado problemas menores de desigualdad en indicadores socioeconómicos). Proponemos dos explicaciones para la persistencia de la desigualdad: la inmigración europea y los mercados de trabajo, y nos inclinamos por esta última.

Varios autores han enfatizado la importancia del capital humano para el desarrollo económico de largo plazo (Barro Reference Barro2001; Glaeser Reference Glaeser2004). Glaeser (Reference Glaeser2004) discute con la hipótesis institucionalista y sostiene que el capital humano es una fuente de crecimiento más básica que las instituciones. En cualquier caso, los resultados del debate acerca de la importancia del capital humano en el desarrollo económico –¿es una fuente de progreso o es progreso?— son, en buena medida, ajenos a los resultados del presente trabajo. Si entendemos que el capital humano es una medida de riqueza de un país, la Argentina transita el final de la Belle Époque con dos pesadas herencias en comparación con los países mencionados del Nuevo Mundo anglosajón: la pobreza de capital humano, y su desigualdad.

2. RICA, PERO NO MODERNA

Sabemos que, desde el campo de la historia económica, el crecimiento de Argentina a lo largo del siglo XX se ha interpretado generalmente como decepcionante (Míguez, Reference Miguez2005). Argentina, sostiene Llach (Reference Llach2013), es quizás el único país de la historia moderna que entró y salió del Primer Mundo. Como ya hemos señalado, varios autores han matizado esa idea y sostenido que la Argentina de entonces no era tan rica. Con una línea argumental similar, en esta primera sección del artículo haremos un primer análisis de los niveles de capital humano de la Argentina de la Belle Époque y de su posición internacional.

La figura 1 muestra la relación entre el PBI per cápita y los niveles de capital humano hacia 1910 para todos los países sobre los que hay datos disponibles en las bases de datos de Barro y Lee (Reference Barro and Lee2014) y de Maddison (2017). En este gráfico se observa, fundamentalmente, que la Argentina estaba menos educada que los países que tenían un PBI per cápita similar: ocupaba la clase alta en términos de producto por persona, pero la clase baja o media en términos de capital humano. El producto por persona de Canadá y Argentina, por ejemplo, era muy similar; el argentino era un 94 por ciento del canadiense. Los años promedio de escolarización, sin embargo, muestran otra imagen: los años canadienses eran dos veces y media los años argentinos. Australia, por su parte, duplicaba los años promedio de escolarización argentinos junto con un producto por persona mayor.

FIGURA 1 1910, PBI per cápita y años promedio de escolarización

Fuentes: Barro y Lee (Reference Barro and Lee2014) y Maddison (2013)

La constatación de la enorme brecha que separaba los indicadores educativos argentinos de los indicadores canadienses y australianos en los años dorados de la Argentina agroexportadora, sin embargo, debe ir acompañada de una reflexión acerca de su evolución (Tabla 1). En este sentido, podemos señalar la existencia de una convergencia moderada. Convergencia, porque a lo largo del período, y con velocidades cambiantes, Argentina aumenta sus años promedio de escolarización de manera más rápida que Australia y Canadá. Y moderada, porque es una convergencia que no alcanza para salvar la enorme brecha que existía al comienzo del período y que decae hacia la década de 1920, como muestra la figura 2.

FIGURA 2 Tasas de convergencia de Argentina relativas a los paises seleccionados (años promedio de escolarización)

Fuente: Barro y Lee (Reference Barro and Lee2014)

FIGURA 3 Años promedio de escolarización primaria

Fuente: Barro y Lee (Reference Barro and Lee2014)

FIGURA 4 Años promedio de escolarización secundaria

Fuente: Barro y Lee (Reference Barro and Lee2014)

FIGURA 5 Años promedio de escolarización terciaria

Fuente: Barro y Lee (Reference Barro and Lee2014)

TABLA 1 Crecimiento porcentual del PBI per cápita y de los años promedio de escolarización, punta a punta

Fuente: Barro y Lee (Reference Barro and Lee2014) y Maddison (2013)

Hay, además, razones adicionales para enfatizar los límites de la convergencia argentina. Si desagregamos la evolución de los años promedio de escolarización generales en la evolución de los años promedio de escolarización primaria, secundaria y terciaria, encontramos que la convergencia se restringe a lo sucedido en la educación primaria. Con los años promedio de escolarización secundaria y terciaria, en cambio, observamos una clara divergencia (figuras 3, 4 y 5).

La misma historia se repite, por último, si nos centramos en las tasas de alfabetización de estos países alrededor de los años en que tenemos los datos confiables de alfabetización que los censos nacionales argentinos producen con ritmo irregular.Footnote 5 A comienzos del período, siguiendo estos datos, Argentina juega en otras ligas: sus tasas de analfabetismo hacia 1869 duplican las australianas y triplican las canadienses. Hay igualmente, en términos absolutos, un progreso de más de 40 puntos en los 45 años abarcados, pero al finalizar el período las diferencias en las tasas de alfabetización siguen siendo considerables. Para poner en perspectiva tanto el progreso de Argentina como su ubicación en términos comparativos, se incluyen en la tabla 2 los datos acerca de la alfabetización de la población negra estadounidense, tomados del censo de 1920 de ese país. El paralelo es llamativo: tanto los niveles como la evolución de las tasas de alfabetización de los argentinos y de la población afroamericana de Estados Unidos son prácticamente equivalentes. Llamada a rivalizar, en una conocida definición enciclopédica de 1919, con los Estados Unidos, la Argentina de 1914 rivalizaba, más bien, con su postergada población negra.Footnote 6

TABLA 2 Tasas de analfabetismo entre 1869 y 1914

Fuentes: Primer Censo de la República Argentina (1872); Segundo Censo de la República Argentina (1898); Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916); Fifth Census of Canada 1911 (1913); Census of the Commonwealth of Australia (1914); Fourteenth Census of the United States (1922)

Pero volvamos al argumento principal. Sostenemos, por una parte, que los datos permiten ver algo del ambiciosísimo proyecto estatal en materia educativa que gobiernos argentinos de signos variados emprenden en el período del desarrollo hacia afuera. El gran prócer argentino de la educación es Domingo Faustino Sarmiento, presidente del país entre 1868 y 1874, y quien sentaría los planteamientos generales de la política educativa perseguida en las próximas décadas. Como parte de una tradición intelectual que lo emparenta, por ejemplo, con Alberdi, autor de la constitución argentina, Sarmiento, un exiliado político del régimen de Juan Manuel Rosas, entendía que la prosperidad de esa joven y tambaleante nación estaba estrechamente atada al imperativo de una gran transformación social y cultural que implantara, en una región políticamente inestable y económicamente atrasada, las virtudes de la política y la cultura noratlántica. Si la inmigración europea era uno de esos pilares (y la sociedad argentina sería transformada profundamente por la inmigración europea), la educación era otro.

El proyecto educativo tiene sus hitos legislativos: la Ley 1420, de julio de 1884, establece que la educación pública primaria debe ser gratuita, laica y obligatoria para los niños de entre 6 y 14 años de edad (la ley entra en vigor, por la autonomía provincial sancionada en la Constitución Nacional, solamente en la Ciudad de Buenos Aires y los Territorios Nacionales). Y con la Ley 4874 de 1905, conocida como Ley Láinez, se apunta al problema del analfabetismo en las zonas rurales y más atrasadas, y se le permite al gobierno federal administrar escuelas nacionales al interior de las provincias.

En este sentido, Roy Elis (Reference Elis2011) habla del “rol redistributivo de la oligarquía” (por los gobiernos que en las últimas décadas del siglo XIX manejan el país en el marco de una democracia elitista, hasta que en 1912 se sanciona el voto universal masculino) en materia de educación. Elis sostiene que la educación del país era un pilar fundamental en la construcción de la Nación para los gobiernos del período 1862–1912, y que hubo una fuerte voluntad por educar las zonas rurales y pobres. En el ámbito latinoamericano, efectivamente, Argentina se encontraba en una buena posición hacia 1910, lo que matiza la imagen resultante de la comparación con el Nuevo Mundo anglosajón (tabla 3).

Sin embargo, ese gran proyecto estatal tiene sus límites. En la comparación internacional, y en términos generales, porque no es suficiente para depositar a la Argentina en la primera clase del ranking internacional de la educación. Además, el proceso argentino tiene características internas particulares. En la sección 3 estudiaremos otra dimensión de la educación en Argentina, Australia y Canadá: su distribución regional. Veremos que la relativa pobreza de capital humano de Argentina se explica, principalmente, por una enorme desigualdad regional en la distribución del capital humano, desigualdad que está ausente en los otros casos incluidos. El “esfuerzo de convergencia”, entonces, implicaba principalmente la educación de las zonas del país que quedaban fuera del dinamismo de las tierras fértiles de la región central, las Pampas, que vivían un proceso exitoso de inserción en la economía internacional. Por último, en la sección 4 presentaremos alguna evidencia sobre la persistencia de la desigualdad regional, y reflexionaremos acerca de sus causas.

3. IMÁGENES DE LA DESIGUALDAD

Según el apartado anterior, Argentina tiene a principios del siglo XX niveles de capital humano muy lejanos a los de Australia y Canadá. En esta sección, se presenta con más detenimiento cómo se manifiestan las diferencias. Específicamente, nos enfocamos en la distribución geográfica del capital humano, y encontramos que el capital humano de Argentina, además de ser generalmente bajo, estaba distribuido de forma profundamente desigual.

Para observar la disposición geográfica del capital humano de cada país, utilizamos los índices de alfabetización general y construimos mapas basándonos en los censos nacionales y en los datos más desagregados que en ellos se encuentren. Esto será la categoría de partido en Argentina, de condado en Australia (y en el Midwest estadounidense) y de distrito en Canadá. Las categorías no son, por supuesto, equivalentes -el número de distritos canadienses es una quinta parte del de condados en la región del Midwest-, pero permiten apreciar, de forma general, las diferencias regionales en el interior de cada país. Los mapas fueron confeccionados con el lenguaje de programación R a partir de datos de geolocalización de cada una de las localidades de los censos nacionales.

Las figuras 6 y 7 nos muestran los índices de alfabetización de la población general para los casos de Australia y Canadá. Cada categoría territorial –partido, distrito o condado– está representada por una burbuja. El tamaño de la burbuja indica la cantidad de habitantes; su color, la tasa de alfabetización.Footnote 7 Dos elementos saltan a la vista en Australia y Canadá: en primer lugar, por supuesto, los altos niveles generales de alfabetización; y en segundo, las mínimas diferencias regionales.

FIGURA 6 Tasas de alfabetización general (mayores de 5 años) en Australia, 1911

Fuente: Census of the Commonwealth of Australia (1914)

FIGURA 7 Tasas de alfabetización general (mayores de 5 años) en Canadá, 1911

Fuente: Fifth Census of Canada (1913)

¿Qué nos muestran, en cambio, los mapas para el caso argentino? La respuesta es clara, y está en la figura 8 –tasas de alfabetización escolar para la Argentina de 1914—y figura 9 –un cálculo de los índices de alfabetización general para ese mismo año–.Footnote 8 Los niveles generales más bajos de alfabetización que constatamos en la sección anterior se distribuyen de forma desigual entre las regiones del país.

FIGURA 8 Tasas de alfabetización escolar (entre 6 y 14 años) en Argentina, 1914

Fuente: Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

FIGURA 9 Cálculo de tasas de alfabetización general (mayores de 7 años) en Argentina, 1914

Fuente: Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Es necesaria, sin embargo, una descripción un poco más precisa. Basándonos en la figura 9, podemos señalar que los partidos de la Pampas húmedas con las ciudades más pobladas –la Ciudad de Buenos Aires, Rosario, Córdoba Capital– tienen las tasas de alfabetización menos lejanas de lo que mostraba el Nuevo Mundo anglosajón.Footnote 9 El sur del país, escasamente poblado, también tiene niveles más bien altos. Además, un gran número de partidos pequeños y medianos de las provincias de Buenos Aires, Santa Fé, Entre Ríos y Córdoba tienen niveles de alfabetización entre medios y altos. Provincias del oeste como Mendoza, San Juan y San Luis, y la región del noreste, tienen niveles medios. Y, por último, los partidos de la región del noroeste, bastante densamente poblada, muestran niveles entre bajos y medios.

Ya hemos señalado que los niveles de alfabetización de las Pampas argentinas eran los que más se aceraban a los números de Australia y Canadá, pero ¿qué más podemos decir al respecto? ¿Eran las Pampas un país de Primer Mundo adentro de uno de Tercer Mundo? En primer lugar, es claro que, incluso si dejamos de lado al resto de las regiones del país, las Pampas siguen mostrando niveles más bajos y una desigualdad más significativa que Australia y Canadá. Pero la comparación con otra experiencia histórica, la del Midwest norteamericano, puede ayudarnos a ir un poco más lejos. El Midwest norteamericano y las Pampas argentinas son, ambas, regiones de clima templado con ventajas comparativas para la producción ganadera y agricultora, y que se beneficiaron particularmente con la drástica reducción de los precios del transporte de la segunda mitad del siglo XIX (Llach y Schiaffino, Reference Llach and Schiaffino2017). Ambas regiones producían bienes, principalmente cereales, pesados con relación a su valor; la caída en los precios del transporte implicó, entonces, un fuerte crecimiento para estas regiones, a diferencia de aquellas enfocadas en bienes cuyo valor por kilo es más alto, como la minería. Con ese impulso, el ingreso de ambas regiones se disparó.

Sin embargo, los parecidos históricos son todavía más profundos. Campante y Glaeser (Reference Campante and Glaeser2018) realizan una comparación del rendimiento económico de largo plazo de Chicago y Buenos Aires motivados por la “remarcable similitud” del crecimiento que las dos ciudades experimentan entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Según la explicación de los autores, ambas ciudades funcionaron como “nodos de una red de transporte que llevó la producción de los interiores ricos, aunque relativamente despoblados, del Nuevo Mundo a las mesas del mundo” (Campante y Glaeser, Reference Campante and Glaeser2018, p. 2). Además, continúan, ambas ciudades tenían en sus poblaciones un componente enorme de inmigrantes en sus poblaciones, motivados a cruzar el Atlántico por los salarios altos que Chicago y Buenos Aires ofrecían; y las dos eran famosas por su corrupción, “gobernadas por democracias funcionales pero imperfectas”. Pero a pesar de todas estas similitudes, a lo largo del XX los caminos de las dos ciudades divergieron, y esto motiva la pregunta del artículo: ¿pueden las diferencias entre Chicago y Buenos Aires a comienzos del siglo XX ayudarnos a entender sus caminos divergentes desde entonces?

Campante y Glaeser entienden que sí, y sostienen que la “parte del león” de las diferencias en el crecimiento económico de largo plazo entre Chicago y Buenos Aires pueden explicarse por diferencias en el capital humano; y las diferencias en el capital humano, a su vez, pueden explicarse, en gran parte, por diferencias en la composición de los flujos inmigratorios. La población extranjera más germánica de Chicago parece haber estado más instruida que la población del sur europeo –italianos y españoles, principalmente– que emigró hacia Argentina en los años de la Primera Globalización. Hacia 1904, por ejemplo, sostienen los autores, el 72 por ciento de los extranjeros de Buenos Aires sabían leer y escribir; para Chicago, la cifra era del 93 por ciento.

No obstante, hay una característica importante de la relación entre Buenos Aires y el resto del país en la que Campante y Glaeser no reparan: en la Argentina de principios del siglo XX, Buenos Aires es la excepción, no la regla. La Ciudad de Buenos Aires tiene los mejores índices de alfabetización general y escolar del país, el mayor porcentaje de maestros diplomados, los mejores elementos de enseñanza, el mayor número de extranjeros europeos, los mejores sueldos docentes y uno de los mejores ratios maestros/niños en edad escolar. Las diferencias entre los indicadores de educación de la ciudad de Buenos Aires y el resto de las Pampas argentinas, en este sentido, contrastan con la notable igualdad en la distribución del capital humano de la región del Midwest, como muestra la figura 10. La figura 11, de forma complementaria, presenta la relación entre las tasas de alfabetización de cada localidad de las Pampas y la tasa de alfabetización promedio del Midwest. El mensaje es claro: las fértiles praderas de las Pampas no solo tienen un nivel de capital humano más bajo que la región del Midwest, sino que este se distribuye además de forma más desigual.Footnote 10

FIGURA 10 Tasas de alfabetización general (mayores de 10 años) en el Midwest, 1920

Fuente: Fourteenth Census of the United States Taken (1922)

FIGURA 11 Pampas argentinas. Ratio entre tasas de alfabetización general locales y promedio del Midwest, c. 1914

Fuente: Fourteenth Census of the United States Taken (1922) y Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Volviendo a la comparación que vertebra este trabajo, aquella entre Argentina, Australia y Canadá, hay más preguntas que surgen respecto de la especificidad de la desigualdad argentina de capital humano. Sabemos que los niveles generales de educación de Australia y Canadá eran altos e igualitarios a comienzos del siglo XX. Pero ¿cómo habían llegado allí? ¿Con un crecimiento parejo e igualitario de los niveles de alfabetización de las distintas regiones del país? ¿O a través de una convergencia entre regiones pobres y ricas en términos de capital humano? Es decir, ¿cuál es el caso? ¿Un nacimiento igualitario o una convergencia exitosa?

En el caso de Australia, no parece haber muchas dudas, como muestra la figura 12.Footnote 11 La distribución igualitaria de la educación del caso australiano hacia 1870 se corresponde con una distribución del ingreso mucho más igualitaria que en Estados Unidos, Inglaterra y el resto de Europa, según sostienen Panza y Williamson (Reference Panza and Williamson2019) en un trabajo significativamente titulado “Always egalitarian?”.

FIGURA 12 Tasas de alfabetización general en Australia, 1871

Fuente: Archivo de censos de las colonias australianas disponible en http://hccda.ada.edu.au/

Sabemos, en cambio, que en Canadá la cuestión es un poco más compleja. En la historiografía económica canadiense, el atraso relativo de los indicadores socioeconómicos del Quebec con respecto al resto del país durante fines del siglo XIX y principios del XX, y el timing de la convergencia posterior, es motivo de discusión (Geloso, Reference Geloso2017). Sin embargo, como mostramos en la figura 7, ya para 1911 las diferencias regionales en las tasas de alfabetización son mínimas. Podemos observar la naturaleza de la evolución previa a partir de los datos del censo nacional de 1871. El censo, es importante aclarar, releva una muestra de localidades bastante distinta de la de 1911; y los datos de alfabetización que se presentan son para la población mayor a 20 años. Con estas salvedades, en la figura 13 observamos, en efecto, niveles de alfabetización más bajos en algunas regiones del este, entre ellas el Québec, que expresan una desigualdad que sería largamente saldada para 1911.

FIGURA 13 Tasas de alfabetización general (mayores de 20 años) en Canadá, 1871

Fuente: Census of Canada. 1870–71 (1873)

La pregunta que surge, entonces, es ¿hasta dónde llega la convergencia argentina? El Censo Nacional de 1947, al menos, sigue mostrando desigualdades significativas entre las provincias del norte y las del centro del país (tabla 4). Podríamos decir que el problema de Argentina no es la desigualdad educativa sino su persistencia, y ese es el tema de la próxima sección.

TABLA 3 Indicadores educativos en América Latina circa 1910

Fuente: Bértola y Ocampo (Reference Bertola and Ocampo2013)

TABLA 4 1947, tasa de analfabetos por provincia, mayores de 7 años

Fuente: IV Censo General de la Nación 1947 (1952)

4. LA PERSISTENCIA DE LA DESIGUALDAD

En la primera sección del trabajo sostuvimos que Argentina tenía niveles más bajos de alfabetización general que Australia y que Canadá, y hablamos de una convergencia moderada para describir un crecimiento de los niveles educativos argentinos que es más veloz que en los países anglosajones, pero que, al mismo tiempo, no es suficiente para desembocar en los niveles de educación altos e igualitarios que Canadá y Australia alcanzan ya a principios del siglo XX. En la segunda sección del trabajo, mostramos que, para la Argentina de fines del siglo XIX, lograr niveles altos de educación significaba emprender una convergencia regional y que, en ese desafío, Argentina se parecía menos a Australia, igualitaria de nacimiento, que a Canadá –aunque, hay que aclarar, partía de niveles bastante más bajos–. En esta tercera y última sección reflexionaremos un poco más en profundidad sobre las características de aquella convergencia moderada. El argumento dice, en primer lugar, que las tasas de escolarización convergen notablemente entre las distintas regiones del país, como resultado de uno de los proyectos estatales más ambiciosos de la historia argentina; pero agrega, en segundo lugar, que ese esfuerzo se ve al menos parcialmente truncado por la presencia de una población adulta relativamente menos educada (debido a la ausencia de inmigración europea) y de economías menos dinámicas que no recompensaban los niveles altos de capital humano en la misma medida que las Pampas.Footnote 12

¿Cómo podemos estudiar la evolución de la desigualdad? Una estrategia posible consiste en evaluar la evolución de las tasas de alfabetización escolar entre el censo escolar nacional de 1884 y el de 1914.Footnote 13 Yendo un poco más lejos, la figura 14 visualiza, para cada localidad incluida, el resultado del siguiente cálculo que llamamos, para simplificar, Diferencia 1:

$$\eqalign{ {\bf Diferencia}\;1 &= \displaystyle{{{\bf Tasa}\;{\bf de}\;{\bf alfabetizaci}{\bf o}{\!\acute}\,{\bf n}\;{\bf escolar}\;{\bf local}\;\bf ( {1914} ) } \over {{\bf Tasa}\;{\bf de}\;{\bf alfabetizaci}{\bf o}{\!\acute}\,{\bf n}\;{\bf escolar}\;{\bf Ciudad}\;{\bf Bs}.\;{\bf As}\;\bf ( {1914} ) }} \cr & \quad -\displaystyle{{{\bf Tasa}\;{\bf de}\;{\bf alfabetizaci}{\bf o}{\!\acute}\,{\bf n}\;{\bf escolar}\;{\bf local}\;\bf ( {1884} ) } \over {{\bf Tasa}\;{\bf de}\;{\bf alfabetizaci}{\bf o}{\!\acute}\,{\bf n}\;{\bf escolar}\;{\bf Ciudad}\;{\bf Bs}.\;{\bf As}\;\bf ( {1884} ) }}} $$

FIGURA 14 1884 y 1914, diferencia en ratios de alfabetización local/Buenos Aires (Ciudad)

Fuentes: Censo Escolar Nacional (1885) y Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Los resultados deben interpretarse de la siguiente manera. Para cualquier localidad, un número positivo revela una mejora en las tasas de alfabetización escolar más veloz que la ciudad de Buenos Aires. Un número negativo, en cambio, señala el fenómeno opuesto: un crecimiento de las tasas de alfabetización escolar más rápido en la ciudad de Buenos Aires que en la localidad comparada. La diferencia en las ratios alfabetización escolar local/alfabetización escolar porteña entre 1884 y 1914, en ese sentido, nos permiten observar la evolución de la desigualdad entre el centro de actividad económica más importante de las Pampas, Buenos Aires, y el resto de las localidades.

La figura 14 nos permite observar la existencia de una convergencia. Aunque con velocidades variadas, una amplia mayoría de las localidades presentan un número positivo (es decir, entre 0 y 1). Es interesante, sin embargo, comparar esta evolución de la desigualdad de las tasas de alfabetización escolar entre la Ciudad de Buenos Aires y el resto del país con lo sucedido respecto de las tasas de escolarización, otro indicador educativo importante. La figura 15, entonces, visualiza el resultado del cálculo que llamamos Diferencia 2:

$$\eqalign{ {\bf Diferencia}\;2 &= \displaystyle{{{\bf Tasa}\;{\bf de}\;{\bf escolarizaci}{\bf o}{\!\acute}\,{\bf n}\;{\bf local}\;\bf ( {1914} ) } \over {{\bf Tasa}\;{\bf de}\;{\bf escolarizaci}{\bf o}{\!\acute}\,{\bf n}\;{\bf Ciudad}\;{\bf Bs}.\;{\bf As}\;\bf ( {1914} ) }} \cr & \quad -\displaystyle{{{\bf Tasa}\;{\bf de}\;{\bf escolarizaci}{\bf o}{\!\acute}\,{\bf n}\;{\bf local}\;\bf ( {1884} ) } \over {{\bf Tasa}\;{\bf de}\;{\bf escolarizaci}{\bf o}{\!\acute}\,{\bf n}\;{\bf Ciudad}\;{\bf Bs}.\;{\bf As}\;\bf ( {1884} ) }}} $$

FIGURA 15 1885 y 1914, diferencia en ratios de escolarización/Buenos Aires (Ciudad)

Fuentes: Censo Escolar Nacional (1885) y Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

La figura 15 nos muestra que la convergencia en las tasas de escolarización es de una magnitud significativamente mayor que la convergencia en las tasas de alfabetización escolar. Esto dispara un interrogante: ¿cómo podemos explicar la diferencia entre una convergencia acelerada de las tasas de escolarización y una convergencia leve de las tasas de alfabetización escolar? Y, más aún, ¿por qué, según los datos del censo nacional de 1914, no hay una correlación significativa entre las tasas de escolarización a nivel local y las tasas de alfabetización escolar, correlación que sí existía, por ejemplo, para los casos de Australia, Canadá y Estados Unidos?Footnote 14

Los datos del censo nacional de 1914 nos pueden ayudar a arriesgar una respuesta. Ladeuix y Schiaffino (Reference Ladeuix and Schiaffino2020) presentaron una explicación para este aparente acertijo, construyendo un modelo de oferta y demanda educativa para la Argentina de la Belle Epoque a partir de datos del censo de 1914. Dicho censo releva, además de las cifras de escolarización, una categoría de “instrucción”. A diferencia de la escolarización (los niños inscritos en la escuela), la “instrucción” indica a los niños que reciben educación en el momento del censo. Está instrucción puede ser, de acuerdo con las categorías del censo, en la escuela, en el hogar, o en fábricas y talleres. En algunas zonas del país hay diferencias sistemáticas entre las tasas de escolarización –lo que podría entenderse como la oferta de educación—y las tasas de instrucción –lo que podría entenderse como la demanda de educación–. La figura 16 visualiza, para una muestra de localidades del país, esa diferencia entre oferta y demanda, y permite ver que la región del noroeste argentino tiene tasas de escolarización consistentemente más altas que de instrucción efectiva (representado en la escala de colores con un tono mas rojizo).

FIGURA 16 1914, cálculo de diferencia entre oferta y demanda de educación

Fuente: Ladeuix y Schiaffino (Reference Ladeuix and Schiaffino2020)

¿Qué explicaciones podemos arriesgar, entonces, para esos indicios de persistencia de la desigualdad regional educativa de Argentina? ¿Cuáles son, en otras palabras, las trabas a la convergencia? Sobre la base de algunos trabajos recientes, podemos presentar dos respuestas como hipótesis. La primera tiene que ver con los efectos de la inmigración (específicamente, de la inmigración relativamente más instruida de los países europeos) sobre los niveles educativos. La segunda tiene que ver con los mercados de trabajo y su relación con la demanda de educación.

Droller (2018) realiza un trabajo econométrico, restringido a las Pampas argentinas, que demuestra que un mayor porcentaje de europeos se correlaciona, más adelante, con mayores niveles de riqueza y de educación. Además, como Campante y Glaeser (Reference Campante and Glaeser2018), Droller afirma que hay diferencias entre nacionalidades europeas: los inmigrantes alemanes e ingleses serían más productivos que sus pares españoles e italianos. Sin embargo, hay un aspecto del trabajo de Droller que es necesario enfatizar. Para justificar la rigurosidad metodológica de su trabajo, Droller se concentra únicamente en las Pampas argentinas. El supuesto es que la riqueza de las tierras es igual en todo este territorio argentino y que diferencias posteriores en el desarrollo económico, entonces, se deben a factores que no son la riqueza inicial, como la presencia europea. Aunque el supuesto es, al menos en parte, discutible, el estudio de Droller nos ofrece una buena explicación para las diferencias de capital humano en el interior de las Pampas argentinas.

¿Cómo podemos explicar, en cambio, diferencias de capital humano “al exterior” de las Pampas, es decir, en todo el territorio nacional? Para responder esta pregunta no podemos simplemente extender la explicación de Droller hacia el resto del territorio argentino, ya que hacerlo implica correr el riesgo de pasar por alto diferencias iniciales en la riqueza de cada lugar. Para nacionalizar la explicación, habría que diferenciar econométricamente el efecto de la inmigración del efecto de la riqueza inicial, ya que probablemente los migrantes se ubiquen en los territorios más ricos y esa riqueza funcione, al menos en parte, como despegue de los niveles de educación más altos, a través de mercados de trabajo que demandan más educación.

Esta explicación tendría que ver, entonces, con diferencias en los mercados de trabajo, que inclinarían los incentivos a la educación para un lado o para el otro. Gerchunoff y Torre (Reference Gerchunoff and Torre2013) señalan que, a comienzos del siglo XX, la población nativa o criolla estaba en malas condiciones para competir por los empleos pampeanos, que eran ocupados principalmente por la mano de obra europea, mientras que las actividades económicas del periodo pre Primera Globalización menguaban con el nuevo patrón de crecimiento orientado al comercio exterior. En este sentido, una manera de comparar los mercados de trabajo regionales es fijar la atención sobre diferencias en los ingresos por trabajador. Salas Arón (Reference Salas Aron2019) construyó indicadores de ingresos anuales por trabajador para las provincias argentinas a partir del censo nacional de 1914. Utilizando esos datos, y cifras de alfabetización provincial, construimos la figura 17.

FIGURA 17 1914, Ingreso anual por trabajador y tasas de analfabetismo

Fuente: Salas Arón (Reference Salas Aron2019) y Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

La figura 17 demuestra que hay una correlación significativa entre los niveles de educación y los ingresos. Aunque sería sumamente interesante observar la relación entre esos indicadores a un nivel más desagregado que el de provincias —ejercicio que puede resultar fructífero para futuras investigaciones—, la figura 17 nos llama la atención acerca de la relación entre la riqueza y la demanda de educación (y no solamente entre la presencia europea y la demanda de educación). La pregunta, entonces, pasaría a ser: ¿había bajos niveles de educación a causa de los bajos niveles de riqueza? ¿o existía baja riqueza porque los niveles de educación de la población eran bajos? El problema de identificación causal es evidente y atinar una respuesta excede los objetivos planteados al inicio este trabajo. Puede, incluso, que ambas sean causa y efecto, retroalimentando así el problema de baja educación y bajos niveles de riqueza.

5. CONCLUSIONES

En los primeros días de la primavera de 1914, John Alexander Hammerton, un periodista británico de cierto renombre zarpó de Londres hacia un viaje por Argentina y Uruguay que duraría un año. La crónica de ese viaje, publicada al año siguiente en Nueva York, pretendía evitar los problemas de que adolecían, a los ojos de Hammerton, la mayoría de los escritos sobre Argentina: “los elogios indiscriminados que derraman a su alrededor; sus completos halagos al país” (Hammerton, Reference Hammerton1915, p. 19).Footnote 15 El periodista inglés se ufanaba de haber logrado dominar el lenguaje del Río de la Plata, lo que le permitía conversar en español tan bien como en inglés y, así, formar sus propias opiniones, evitando los puntos de vista “oficiales”: “Me he propuesto, en el presente trabajo, hacer un intento de lograr la verdad” (p. 19). El libro, pretenciosamente titulado The Real Argentine, emprendía varias reflexiones acerca del estado de la educación en el país. No puede negarse, escribía Hammerton, “que hay un genuino deseo de conocimiento entre el pueblo argentino de hoy, una voluntad de ser instruido, solo superada por la de los norteamericanos, cuyos avanzados ideales de educación impulsaron a Sarmiento a la emulación” (p. 190). Había también en esta joven nación del Sur, que parecía estar escapando a las determinaciones de su origen español, decía el inglés, “una apreciación mucho más fina de la literatura, un cuerpo de literatura nacional infinitamente más importante, en la Argentina que en Australia o en Canadá” (p. 346). Pero, entre tantas celebraciones, encontramos también alguna advertencia. “Se atribuye a la Argentina el haber gastado más en la educación de su pueblo que cualquier otro país del mundo, con la excepción de Australia”, escribe Hammerton. “Si hay que decir la verdad, no está obteniendo el mejor valor por su gasto” (p. 188).

El presente trabajo compara los niveles de capital humano de Argentina, Australia y Canadá en los años de la Primera Globalización. En la primera sección del trabajo, realizamos una comparación de los indicadores educativos a nivel general. En la segunda sección, presentamos la distribución regional –al nivel más desagregado posible—de las tasas de alfabetización. Y, en la tercera sección, profundizamos en el problema argentino de la desigualdad. A partir de esto, sostenemos que, tanto en el comienzo como en el final del período, y a pesar de una convergencia que pierde vigor hacia la década de 1920, los niveles de capital humano argentinos son significativamente menores que los australianos y canadienses. También afirmamos que, a pesar de los esfuerzos educadores de los gobiernos de la época, Argentina comienza y termina el período estudiado con una desigualdad regional significativa de su stock de capital humano, y que estas desigualdades están ausentes en el caso australiano y presentes, aunque luego saldadas, en el caso canadiense. Por último, sostenemos que la desigualdad argentina persiste menos por insuficiencias en la oferta de educación que en la demanda. Y que, a su vez, estas probablemente puedan explicarse por diferencias en la robustez de las demandas de educación de economías locales con distintos niveles de dinamismo (y, en menor medida, por los efectos de la inmigración europea).

Con un trazo un poco grueso, podemos ubicar las investigaciones sobre el desarrollo económico argentino en el siglo XX en dos categorías. En primer lugar, la de las investigaciones que buscan y discuten sobre las causas del fracaso económico argentino; y, en segundo, la de las que atenúan la noción de ese fracaso porque consideran que las condiciones económicas argentinas al comienzo del siglo XX no eran tan prometedoras como pueden parecer. Este trabajo se ubica sin lugar a duda en la segunda categoría, a la que Di Tella, Glaeser y Llach describen así: “Just Say No to Exceptionalism: Not Rich Then; Not Poor Now” (Di Tella, Glaeser y Llach, Reference Di Tella, Glaeser and Llach2013). Si la Argentina de la Belle Époque puede reclamar la pertenencia al club del Primer Mundo esgrimiendo como credencial sus niveles de PBI per cápita, definitivamente no puede hacer lo mismo recurriendo a sus niveles de capital humano. Hay, al menos, dos razones para esto. Primero, porque sus indicadores de capital humano no logran, a pesar de lo que llamamos una convergencia moderada, alcanzar los niveles altos e igualitarios de Canadá y Australia. Y, segundo, porque la desigualdad del caso argentino, que constituye una novedad en la comparación que aquí presentamos, está lejos de haberse saldado cuando nos acercamos al final del boom exportador, guerras y depresiones de por medio.

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos a Blanca Sánchez Alonso y a los evaluadores anónimos por sus comentarios rigurosos y enriquecedores durante el proceso de evaluación, y a Julián Regatky por su generosa ayuda con la elaboración de las figuras.

APÉNDICE

FIGURA A1 1880, PBI per cápita y años promedio de escolarización

Fuente: Barro y Lee (2014) y Maddison (2013)

FIGURA A2 1890, PBI per cápita y años promedio de escolarización

Fuente: Barro y Lee (2014) y Maddison (2013)

FIGURA A3 1900, PBI per cápita y años promedio de escolarización

Fuente: Barro y Lee (2014) y Maddison (2013)

FIGURA A4 1914. Diferencia entre alfabetización escolar (6 a 14 años) y general (mayor a 6 años)

Fuente: Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Footnotes

a

Departamento de Estudios Históricos y Sociales, Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires. Departamento de Humanidades. Universidad de San Andrés. joaquinladeuix@gmail.com

b

Departamento de Estudios Históricos y Sociales, Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires. plschiaffino@gmail.com

1 La traducción de ambas citas es nuestra.

2 Desde el Instituto Torcuato Di Tella, en Buenos Aires, Gallo impulsó una serie de conferencias y publicaciones junto con John Fogarty, investigador de la Universidad de Melbourne, que resultaron en el libro Fogarty, Gallo y Dieguez (Reference Fogarty, Gallo and Dieguez1979). Esa perspectiva comparada sería continuada en Duncan y Fogarty, (Reference Duncan and Fogarty1984); Platt y Di Tella (1985); Solberg, (Reference Solberg1987); Adelman, (Reference Adelman1994) y Gerchunoff y Fajgelbaum, (Reference Gerchunoff and Fajgelbaum2006), por citar algunos ejemplos importantes.

3 Ver, por ejemplo, Campante y Glaeser (Reference Campante and Glaeser2018).

4 Véase el apartado sobre fuentes primarias.

5 Entendemos que esto merece un comentario: seguimos el ritmo desparejo de la producción argentina de censos nacionales, que, a diferencia de la regularidad decenal que Canadá y Australia cumplen ya desde principios del siglo XIX, produce su primer censo en 1869, su segundo en 1895, su tercero en 1914 y el cuarto en 1947, acompasada a los avatares de su vida política.

6 La definición es de Alemany (Reference Alemany1919: 63). Allí leemos, entre otras cosas: “Todo hace creer que la República Argentina está llamada a rivalizar en su día con los Estados Unidos de la América del Norte, tanto por la riqueza y extensión de su suelo como por la actividad de sus habitantes y el desarrollo e importancia de su industria y comercio, cuyo progreso no puede ser más visible.”

7 Una aclaración importante es que el tamaño de la burbuja no es, estrictamente, un indicador de urbanización. En principio, un partido puede tener un número alto de habitantes y, al mismo tiempo, que todos ellos vivan en localidades rurales. De hecho, la correlación para Argentina entre porcentaje de población urbana y número de habitantes, por partidos, es casi nula. Las burbujas más grandes, sin embargo, sí tienden a ser mayoritariamente urbanas: la Ciudad de Buenos Aires, Rosario, Avellaneda, La Plata y los departamentos capitales de Santa Fe y Córdoba, que son las cinco burbujas más grandes en el mapa de Argentina, tienen todos unos porcentajes de población urbana mayor al 90%, y concentran un tercio de la población total del país. De todas formas, lo que sí indica con precisión el tamaño de la burbuja, más que si un partido está urbanizado, es dónde está distribuida la población.

8 El Censo Nacional de 1914 releva datos de alfabetización escolar a nivel desagregado, pero de alfabetización general solamente a nivel provincial: no se encuentra nada más desagregado. Para darnos una idea aproximada de lo que se vería el mapa argentino con las tasas de alfabetización general, corregimos las tasas de alfabetización escolar sumándole a los partidos de cada provincia los puntos de diferencia que esa provincia tiene entre alfabetismo escolar y general. Ver Apéndice, figura 3.A.

9 Definimos a la Pampa húmeda como las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fé y Córdoba.

10 Una medida simple de la dispersión de las tasas de alfabetización, como lo es la desviación estándar, es contundente: la desviación estándar de las tasas de alfabetización de las localidades del Midwest rondaba los 2 puntos; la de las localidades de las Pampas, los 15 puntos.

11 Dado que el primer censo nacional australiano es de 1911, tomamos censos de 1871 de cada uno de los estados de Australia excepto en el caso de Tasmania. Ante la imposibilidad –o incapacidad nuestra– de encontrar datos para 1871, tomamos del año 1881.

12 Este argumento está parcialmente basado en Ladeuix y Schiaffino (Reference Ladeuix and Schiaffino2020).

13 El tomo IX del censo nacional de 1914 está dedicado especialmente a indicadores de educación, al igual que el censo escolar de 1884. Esto permite construir una muestra de 228 localidades comparables, que es la que se utiliza en las próximas figuras. Es importante aclarar que los censos de la época no solían relevar la misma cantidad de datos en las provincias que en los denominados “territorios nacionales”, categoría que designaba a las provincias actuales de La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del fuego.

14 Para las localidades argentinas, el índice de correlación es del 0,0400. Para las provincias/estados de Estados Unidos, Canadá y Australia, este valor es de 0,8711. Para un análisis detallado de estos datos, véase Ladeuix y Schiaffino (Reference Ladeuix and Schiaffino2020).

15 Esta traducción y las siguientes son nuestras.

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Figure 0

FIGURA 1 1910, PBI per cápita y años promedio de escolarizaciónFuentes: Barro y Lee (2014) y Maddison (2013)

Figure 1

FIGURA 2 Tasas de convergencia de Argentina relativas a los paises seleccionados (años promedio de escolarización)Fuente: Barro y Lee (2014)

Figure 2

FIGURA 3 Años promedio de escolarización primariaFuente: Barro y Lee (2014)

Figure 3

FIGURA 4 Años promedio de escolarización secundariaFuente: Barro y Lee (2014)

Figure 4

FIGURA 5 Años promedio de escolarización terciariaFuente: Barro y Lee (2014)

Figure 5

TABLA 1 Crecimiento porcentual del PBI per cápita y de los años promedio de escolarización, punta a punta

Figure 6

TABLA 2 Tasas de analfabetismo entre 1869 y 1914

Figure 7

FIGURA 6 Tasas de alfabetización general (mayores de 5 años) en Australia, 1911Fuente: Census of the Commonwealth of Australia (1914)

Figure 8

FIGURA 7 Tasas de alfabetización general (mayores de 5 años) en Canadá, 1911Fuente: Fifth Census of Canada (1913)

Figure 9

FIGURA 8 Tasas de alfabetización escolar (entre 6 y 14 años) en Argentina, 1914Fuente: Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Figure 10

FIGURA 9 Cálculo de tasas de alfabetización general (mayores de 7 años) en Argentina, 1914Fuente: Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Figure 11

FIGURA 10 Tasas de alfabetización general (mayores de 10 años) en el Midwest, 1920Fuente: Fourteenth Census of the United States Taken (1922)

Figure 12

FIGURA 11 Pampas argentinas. Ratio entre tasas de alfabetización general locales y promedio del Midwest, c. 1914Fuente: Fourteenth Census of the United States Taken (1922) y Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Figure 13

FIGURA 12 Tasas de alfabetización general en Australia, 1871Fuente: Archivo de censos de las colonias australianas disponible en http://hccda.ada.edu.au/

Figure 14

FIGURA 13 Tasas de alfabetización general (mayores de 20 años) en Canadá, 1871Fuente: Census of Canada. 1870–71 (1873)

Figure 15

TABLA 3 Indicadores educativos en América Latina circa 1910

Figure 16

TABLA 4 1947, tasa de analfabetos por provincia, mayores de 7 años

Figure 17

FIGURA 14 1884 y 1914, diferencia en ratios de alfabetización local/Buenos Aires (Ciudad)Fuentes: Censo Escolar Nacional (1885) y Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Figure 18

FIGURA 15 1885 y 1914, diferencia en ratios de escolarización/Buenos Aires (Ciudad)Fuentes: Censo Escolar Nacional (1885) y Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Figure 19

FIGURA 16 1914, cálculo de diferencia entre oferta y demanda de educaciónFuente: Ladeuix y Schiaffino (2020)

Figure 20

FIGURA 17 1914, Ingreso anual por trabajador y tasas de analfabetismoFuente: Salas Arón (2019) y Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)

Figure 21

FIGURA A1 1880, PBI per cápita y años promedio de escolarizaciónFuente: Barro y Lee (2014) y Maddison (2013)

Figure 22

FIGURA A2 1890, PBI per cápita y años promedio de escolarizaciónFuente: Barro y Lee (2014) y Maddison (2013)

Figure 23

FIGURA A3 1900, PBI per cápita y años promedio de escolarizaciónFuente: Barro y Lee (2014) y Maddison (2013)

Figure 24

FIGURA A4 1914. Diferencia entre alfabetización escolar (6 a 14 años) y general (mayor a 6 años)Fuente: Tercer Censo Nacional de la República Argentina (1916)