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Dos reyes neozelandeses: Notas sobre objetivación museográfica, restos humanos y formación del imperio (Brasil – mares del sur, siglo diecinueve)

Published online by Cambridge University Press:  19 August 2020

Edmundo Pereira*
Affiliation:
Departamento de Antropologia, Museu Nacional, Universidade Federal do Rio de Janeiro, Quinta da Boa Vista s/n. Rio de Janeiro, RJ20.940-040, Brasil
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Abstract

Hacia 1820, luego de una expedición dirigida por Louis Claude de Sauces de Freycinet, el dibujante del equipo científico, Jacques Arago (1790-1855), negoció un conjunto de objetos de curiosidad con el recién fundado Museo Real, en Rio de Janeiro, entonces capital del Imperio luso-brasilero. Entre los ítems negociados, se encontraban dos cabezas embalsamadas de reyes neozelandeses. Éstas, en particular, accionaron un intrincado conjunto de actores, posiciones y proyectos que ponen de manifiesto la organización sociocultural de ese período, principalmente la relación entre Ciencia, Museos e Imperio-Nación. El artículo propone una primera lectura desde las condiciones de obtención de los dos restos, enfatizando los múltiples regímenes de objetivación por los que han pasado; desde el intercambio de armas en el contexto de las guerras coloniales; su negociación como artículos de colección científica; y finalmente, los recientes debates sobre la humanización de la Antropología y la repatriación de antepasados desaparecidos.

Around 1820, after an expedition led by Louis Claude de Sauces de Freycinet, the draftsman of the scientific team, Jacques Arago (1790–1855), negotiated a set of "curios objects" with the recently founded Royal Museum in Rio de Janeiro, then capital of the Portuguese-Brazilian Empire. Among the negotiated items were two shrunken heads of New Zealand chiefs. These, in particular, triggered an intricate set of actors, positions, and projects that reveal the sociocultural organization of that period, mainly the relationship between science, museums and empire-nation. In this article, I propose an initial reading of the conditions surrounding the manner in which these human remains became a part of the museum collections. I emphasize the multiple regimes of objectification through which the act of collecting human remains has passed, from the exchange of arms in the context of the colonial wars, to their negotiation as an article of scientific collection, and, more recently, to the debates surrounding the humanization of anthropology and repatriating disappeared ancestors.

Type
Article
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Copyright © 2020 by the Society for American Archaeology

Si entendemos el cuerpo como una “metáfora de la sociedad”, como una “superficie de inscripción” (Joyce Reference Joyce2005:140) de procesos socioculturales e históricos ¿qué podemos aprender si tomamos como ejemplo las prácticas de colección de piezas anatómicas, intensificadas durante el siglo diecinueve? En las zonas coloniales marginales como los archipiélagos polinesios, procesos complejos de asociación de regímenes de objetivación científico-racial y de justificación moral de la violencia de las conquistas, convirtieron los restos humanos de guerras en evidencias anatómicas, índice antropométrico de la diversidad y del desarrollo humano (Obeyesekere Reference Obeyesekere2005; O'Hanlon y Welsch Reference O'Hanlon and Welsch2000; Thomas Reference Thomas1991). Se conformaron gabinetes de cráneos y colecciones de restos de esqueletos, generando, en las márgenes coloniales, “colecciones de huesos” (Redman Reference Redman2016), transformando, a través del lenguaje de la anatomía comparada, los restos humanos en “mercancía científica” (Fabian Reference Fabian2010; Redman Reference Redman2016). Respecto a este nivel etnográfico-analítico de investigación es válido preguntarse ¿bajo qué condiciones está constituido el cuerpo científico-coleccionista? ¿a expensas de qué silencios narrativos? ¿a través de qué ritos y dispositivos de objetivación? ¿bajo el amparo de qué proyectos socioculturales?

En este trabajo, inicialmente presento, de forma general, la constitución de las colecciones de curiosidad artificial en la Oceanía del siglo diecinueve, con énfasis en la situación dramática de las guerras inter-tribales. Posteriormente expongo una breve etnografía histórica de las condiciones bajo las cuales ingresan las cabezas embalsamadas de dos “reyes neozelandeses” en el acervo del Museo Real, en Rio de Janeiro, mediante la negociación entre un naturalista francés y miembros de la corte imperial. Asimismo, discuto algunos de los procesos de objetivación científico-museológicos que tuvieron lugar en ámbitos coloniales de formación de Imperios-Nación, entre cartas, diarios y libros de registro. Por último, menciono algunas de las políticas y efectos contemporáneos de revisión historiográfica y recolocación de bienes patrimoniales en el marco de los debates sobre los restos humanos y las políticas en curso de negociación de la gestión, exhibición de acervos y humanización de procedimientos museológicos y antropológicos.

Coleccionando Oceanía

En las últimas tres décadas, antropólogos e historiadores dedicados a los estudios del “océano de islas” (Hau‘Ofa Reference Hau‘Ofa2008:32) de la región de los mares de Oceanía, han desarrollado investigaciones que dieron lugar a una mayor comprensión de la formación histórico-cultural y de la diversidad lingüístico-cultural de las sociedades y culturas locales (e.g., Douglas Reference Douglas2014; Hau‘Ofa Reference Hau‘Ofa2008; Henare Reference Henare2005; Hooper Reference Hooper2006; Keesing y Tonkinson Reference Keesing and Tonkinson1982; Laux Reference Laux2011; Obeyesekere Reference Obeyesekere2005; Tcherkezoff Reference Tcherkézoff2008; Thomas Reference Thomas1991, Reference Thomas2010; Thomas et al. Reference Thomas, Cole and Douglas2005). Respecto a las producciones historiográficas recientes sobre la conquista y colonización de la región, conocida como “Oceanía” desde fines del siglo dieciocho, el pasaje del siglo dieciocho al siglo diecinueve, desde el punto de vista de misioneros, balleneros, comerciantes y naturalistas, se interpreta como un “segundo gran movimiento de descubrimientos” (Douglas Reference Douglas2014; Laux Reference Laux2011). En este contexto, en que el trabajo coleccionista se intensifica y se profesionaliza en forma de expediciones, la imaginación social sobre la región y sus pueblos se articula con dimensiones administrativas, militares, misioneras y científicas. Al considerar los museos de ciencias naturales como lugar de archivo y exhibición, el pasaje de lo curioso a lo antropológico se da principalmente por medio de la zoología y de la anatomía (Douglas Reference Douglas2014; Tcherkezoff Reference Tcherkézoff2008; Thomas Reference Thomas1991).

Con relación a las condiciones de producción científica, en especial la forma como “modalidades investigativas” configuran “conquistas epistemológicas” (Cohn Reference Cohn1996:5), los procesos de colección, formación de acervos y clasificaciones de grupos humanos y regiones, se expresan y difunden a través de mapas, publicaciones de relatos, tablas y dibujos, noticias en periódicos, colecciones y exhibiciones en museos. Es bajo este contexto que, a comienzos del siglo diecinueve, Oceanía es desglosada y pensada como “región” y eran los principios raciales los que definían dos grandes complejos físicos y morales: Melanesia y Polinesia. En el caso del debate racial francés sobre el universo polinesio, se oponía el buen y el mal salvaje, representados por los Tahitianos y los Maorí, respectivamente. Los primeros serían “pacíficos y hospitaleros”, en tanto los segundo “hostiles”, “robustos y energéticos” (Tcherkezoff Reference Tcherkézoff2008). El debate atravesará el siglo diecinueve produciendo lo que Tcherkezoff (Reference Tcherkézoff2008) clasifica como un “primer modelo histórico de oposición” entre regiones raciales.

Desde el punto de vista de los “intercambios en las periferias coloniales” (Thomas Reference Thomas1991), las primeras colecciones fueron organizadas en espacios liminares como navíos, playas y puertos (Hooper Reference Hooper2006). En una antología reciente sobre algunos de los ítems de las colecciones reunidas a lo largo de las tres expediciones de James Cook, durante las últimas décadas del siglo dieciocho, Thomas y Adams (Reference Thomas, Adams, Thomas, Adams, Lythberg, Nuku and Salmond2016) refieren a la dificultad de recuperar las circunstancias de colección de los objetos que ahora están esparcidos por diversos museos ingleses. El emprendimiento británico científico-exploratorio produjo conjuntos de curiosidades artificiales (Thomas y Adams Reference Thomas, Adams, Thomas, Adams, Lythberg, Nuku and Salmond2016:18) con más de 2.000 objetos que sirven de marco histórico al período de intensificación de viajes exploratorio-científicos y a la formación de colecciones.

Respecto al punto de vista de los pueblos que habitaban en la región, en islas y rutas de navegación marítima, y en el marco de la formación de los Imperios ultramarinos y de conquistas tardías, la intensificación de la circulación de artefactos provocó desafíos locales frente a la inalienabilidad de ciertos bienes (e.g., restos humanos, mantos y objetos religiosos); a los modos de relación ceremonial y comercial y; a la forma como se incorporaban y negociaban entre sí objetos europeos. En varias regiones se formaron “economías de mosquete y de pólvora” (Obeyesekere Reference Obeyesekere2005; Thomas Reference Thomas1991), creando así tanto la ampliación de la violencia política, el dominio sobre regiones y la circulación de bienes, como la incorporación en políticas de prestigio, liderazgo y tabú.

En este contexto, teniendo como referente las prácticas científicas, las etnografías de los procesos de colecta de campo “revelan las contingencias históricas y las relaciones interculturales que hicieron posible las colecciones” (O'Hanlon Reference O'Hanlon, O'Hanlon and Welsch2000:3). La composición de escenas de colección puede ser rentable no solo en la producción de historias (o biografías) de objetos (Appadurai Reference Appadurai2008; Findlen Reference Findlen2013; Gell Reference Gell1998), sino también de situaciones de elaboración de colecciones (entre intercambio, compra, regalo y robo), en sus agencias de realización, negociación y clasificación de objetos (O´Hanlon Reference O'Hanlon, O'Hanlon and Welsch2000:4-5). Con relación a esto, Thomas menciona (Reference Thomas2010:3) que las historias coloniales poseen múltiples lados, múltiples historicidades y formas de expresión.

Con la intensificación de la presencia europea y rusa en la región, algunos puertos, ciudades y zonas rurales fueron destacándose como puntos nodulares, lugares de parada obligatoria para reabastecer, reparar y producir colecciones y mediciones científicas. Ciudades como Sídney (Nueva Holanda, Australia) se convirtieron en centros cosmopolitas de negociación tanto de bienes múltiplos como de difusión de imaginarios y prácticas de mediación (Hau‘Ofa Reference Hau‘Ofa2008; Obeyesekere Reference Obeyesekere2005; Thomas Reference Thomas2010). En el presente trabajo nos enfocaremos en el proceso de recopilación y negociación de colecciones de Oceanía a partir de otra ciudad nodular: Rio de Janeiro, puerto de los que van o vienen de los “Mares do Sur” —otra de sus denominaciones históricas—, y capital del Imperio ultramarino luso-brasileño al inicio del siglo diecinueve. De acuerdo con lo que Schultz (Reference Schultz2008:23) define como “cultura política local compartida” en formación, en las primeras décadas del siglo diecinueve se define un proyecto científico-museológico y se articula con la vida diplomática, cultural y educativa de Rio de Janeiro (Lisboa Reference Lisboa1997; Lopes Reference Lopes2009; Porto Reference Porto, Magalhães, Marins and Bezerra2016; Roca Reference Roca2014; Santos Reference Santos2016).

Gran parte de las colecciones del Pacífico del Museo Nacional/UFRJ, son de la década de 1820. Esto revela la presencia de europeos en la región (Porto Reference Porto, Magalhães, Marins and Bezerra2016), los procesos de conquista de las islas Aleutianas, las sucesiones de nobleza de Hawai y los trabajos de naturalistas franceses en circunnavegación. Los escenarios coleccionistas y museológicos que se presentan en este trabajo se dieron en Rio de Janeiro al inicio de esa década, revelando un intrincado engranaje de producción de colecciones compuesto por mediadores, coleccionistas y gestores de acervos, en especial alrededor de un ítem excepcional, artefacto científico y trofeo de guerra, expresión dramática de la relación entre actividades de colección, conflicto y oferta de bienes. Comenzamos con el escenario más general en que se constituyeron las colecciones maoríes.

Guerras tribales, guerras coloniales: Implicaciones de cabezas tatuadas-embalsamadas y mosquetes

En 1769, en la primera expedición comandada por James Cook, se inician las relaciones entre europeos con neozelandeses. Hacia 1770, en una versión consensuada, Joseph Banks, naturalista del equipo científico de Cook, presenta por primera vez en Europa una cabeza tatuada-embalsamada. En su trabajo sobre el “arte de moko”, el militar y coleccionista inglés H. G. Robley (Reference Robley2003 [1896]:4) informa que, en su diario de octubre de 1769, Cook registra que cada tribu tenía una “costumbre diferente” con relación al tatuaje. En la tercera expedición a las bahías del norte de Nueva Zelanda, Cook comienza a negociar con la intención de generar colecciones: “cabezas, cráneos y huesos, que [los Maorí] ya habían comenzado a realizar por influencia de demandas rusas” (Obeyesekere Reference Obeyesekere2005:44).

El período de intensificación de la producción, negociación y colecta de cabezas tatuadas-embalsamadas coincide con aquél clasificado en vulgata histórica como “Guerra de los Mosquetes”. El término es utilizado (por la historiografía indígena y no indígena) para referirse al período de guerras inter-tribales que tuvieron lugar a lo largo de las primeras décadas del siglo diecinueve, después de la introducción de armas de fuego por europeos. Las “guerras por comercio” (Obeysekere Reference Obeyesekere2005:128) se intensifican sobre todo a partir de 1814, con la fundación de la primera misión inglesa al norte de la lsla del Norte, cuando se inicia la rutina de los intercambios de bienes y su circulación bajo control de ciertos líderes. A partir de la intensa demanda de objetos por curiosidad, trofeo o ‘souvenir’ (Hooper Reference Hooper2006), la producción de cabezas embalsamadas-tatuadas se convierte en una especie de cambio 2:1, dos mokomokai para cada mosquete y determinada cantidad de pólvora (Te Awekotuku y Waimare Reference Te Awekotuku and Nikora2007).

En 1811, el comercio de los restos humanos sobrepasa las islas de Nueva Zelanda y llega a Sidney (Nueva Holanda, Australia). Al inicio de la década de 1820, ese tipo de comercialización ya es regular en la ciudad (Palmer y Tano Reference Palmer and Tano2004:4). Entre las décadas de 1820-1830, la ampliación de la organización de producción y negociación de cabezas tatuadas-embalsamadas lleva a intensificar la esclavización de enemigos para la producción de falsificaciones (Henare Reference Henare2005; Obeyesekere Reference Obeyesekere2005; Pegoraro Reference Pegoraro2010). En los términos de Robley (Reference Robley2003 [1896]:169) “cabezas de elaboración reciente e inferiores tomaron el lugar de cabezas antiguas y genuinas”. A partir de 1820, con la ampliación y regularización de rutas comerciales aparece la figura del intermediario (Pegoraro Reference Pegoraro2010:5) entre vendedores y compradores de cabezas. Por compradores se entiende principalmente a coleccionistas particulares y de museos. Desde el punto de vista de la ciencia, la organización de ese mercado de la curiosidad, en la Polinesia del siglo diecinueve, pasa especialmente por el desarrollo de estudios antropológicos de perfil biológico-anatomista (Douglas Reference Douglas2014; Obeyesekere Reference Obeyesekere2005) en cuyos debates se define la clasificación de modelaje socio-racial de la región. Además, en la segunda mitad del diecinueve el tráfico de cabezas maorí, entre otros objetos, alimentó cierto imaginario popular alrededor de “Pueblos Guerreros”, el cual era atizado por exposiciones, ferias, museos y publicaciones (Obeyesekere Reference Obeyesekere2005; Pegoraro Reference Pegoraro2010).

Mokomokai es una terminología colonial del siglo diecinueve que puede ser traducida como cabeza de esclavo (Fründt Reference Fründt, Hauser-Schäublin and Prott2016). Este término refiere a la producción y administración de restos humanos que, ante la creciente demanda coleccionista no-indígena, era realizada por las poblaciones autóctonas de las islas de Nueva Zelanda. A nivel local, la producción de cabezas embalsamadas pertenece al mundo de lo sagrado-espiritual, al de las relaciones con antepasados (amigos o enemigos), jefes y guerras. Para el pueblo Maorí, y otros pueblos del Pacífico, está estrechamente relacionado con la noción de mana, que puede ser traducida como energía vital animadora, energía acumulada que se generaba por los diversos usos y prácticas que múltiples sujetos establecían de determinados “objetos”. Desde antes de las guerras inter-tribales, naturistas y coleccionistas presentaban su uso (Robley Reference Robley2003 [1896]; Yates Reference Yates2013) poniendo énfasis en las técnicas que resultan del tatuaje facial (en que comparecen objetos de metal, pintura y una gramática gráfica); y señalando el proceso de secado de cabezas (desde el vaciado de la cabeza hasta el tratamiento con bálsamos, ahumado y con aceite de ballena), ambos marcados por el tabú y la experticia de oficio.

En la literatura reunida, el proceso se presenta a través de dos términos sinonímicos: embalsamiento o momificación. Además de las cualidades técnicas, las prácticas se destacan por sus aspectos estéticos: simetría y característica curvilínea, así como un patrón de representación que configura el tatuaje como una gramática de expresión e identificación de género, familia, tribu y pueblo (Robley Reference Robley2003 [1896]:68). En este sentido, una dimensión destacada de su significación en el idioma de la cultura, es aquella que sitúa los tatuajes faciales como elementos de distinción, de jerarquía. Algunas de las referencias sobre cabezas embalsamadas están asociadas a guerreros, jefes, reyes. Pueden ser parientes, antepasados o enemigos cuyas cabezas se guardan como trofeos y se exponen ritualmente (Obeyesekere Reference Obeyesekere2005; Robley Reference Robley2003 [1896]; Yates Reference Yates2013).

Respecto a los dos reyes-jefes que se encuentran bajo salvaguarda del Sector de Etnología y Etnografía del Museo Nacional/UFRJFootnote 1, se pueden observar algunas de esas políticas de colección-clasificación en formación, de regímenes diplomático-científicos entre naciones imperiales y finalmente hasta regímenes de registros y preservación museológica.

Dos cabezas embalsamadas de reyes-jefes neozelandeses

El 10 de diciembre de 1817 el periódico A Gazeta, en la sección “Noticias Marítimas”, informaba que el 6 de diciembre había arribado con el Estado Mayor la corbeta Uranie (Urania) capitaneada por Luis de Freycinet (1779-1842). El 24 del mismo mes, en la edición número 103, la Gazeta se extiende en detalles para informar sobre los fines de la expedición de circunnavegación: “Este oficial tiene orden de ir a medir la figura del hemisferio austral, hacer observaciones sobre la intensidad de la fuerza magnética y diferentes experiencias interesantes para la historia natural”.

Entre las décadas de 1810-1820, Rio de Janeiro recibió un gran número de naturalistas de distintas nacionalidades y formaciones. Teniendo como referencia las condiciones en que se configuraron las presencias y los proyectos de Spix, Martius y Naterrer en el caso de la “Misión Austríaca” (1817), trabajos como los de Lisboa (Reference Lisboa1997) y Santos (Reference Santos2016) muestran que ciertos intereses públicos de la capital imperial en formación se organizaban en torno a relaciones diplomáticas, desarrollo científico —especialmente relacionado a la creación del Museo Real (1818)— e investigación de las posibles formas de explotación de trabajo y de materias primas. Pensando en la travesía del Pacífico, ya sea viniendo de África o de América, ciudades como Rio de Janeiro y Sidney (Nueva Holanda) son nodulares en la extensa red que se va formando e intensificando entre Papúa-Nueva Guinea y la isla de Pascua. Estas configuraban puertos, cascos urbanos y zonas rurales de intensa circulación, eran paradas prácticamente obligatorias para reabastecimiento, pero además eran zonas multiculturales, de formación de patrones de relaciones comerciales, administrativas, políticas y ceremoniales. Los proyectos científicos nacionales en desarrollo, modelados por las ciencias naturales y a través de la colección y mensura, configuraban lugares privilegiados de generación y producción de hechos/datos de los mundos natural y cultural.

Según Laux (Reference Laux2011:11) la expedición de Freycinet fue la primera expedición francesa “puramente científica”. Su equipo estaba compuesto por un dibujante (Jacques Arago) y tres naturistas: un médico de 2ª clase, 1° cirujano y naturista (M. Quoy), un médico de 3ª clase, 2° cirujano y naturista (J. P. Gaimard); y un farmacéutico y botánico (Ch. Gaudichaud), todos miembros de la Real Academia de Ciencia. Estamos situados aquí en el contexto francés de los viajes científico-exploratorios inaugurados por Bougainville hacia 1766. Antes de estos propósitos científicos, los intereses de Francia eran de orden especialmente económico, así por ejemplo una de las prioridades era entrar en la corrida de caza de ballenas para producción de aceite (Laux Reference Laux2011:67). Es en este contexto, luego de tres años de viaje de circunnavegación, nos encontramos con un coleccionista francés y dos objetos de curiosidad de Nueva Zelanda. A partir de estas trayectorias, plantearemos una etnografía histórica sobre las condiciones de colección de ese período y observaremos algunos de los regímenes de valor por los que pasaron dos restos humanos, dos jefes-reyes neozelandeses, específicamente.

En su relato de “vuelta al mundo” titulado Recuerdos de un Ciego (1939), Jacques Etienne Victor Arago (1790-1854) comenta que después de dos años de viaje, la Expedición llegaba a Sidney, Nueva Holanda (Australia): “Las costumbres de esos miserables, sus hábitos, sus usos ofrecen al curioso una multitud de detalles repletos de interés”. Al mismo tiempo, lamentaba que sus “desesperadas curiosidades” por mundos tan diferentes de los suyos no podían resolverse puesto que la corbeta pasaba velozmente. Del punto de vista estrictamente profesional, podemos ubicarlo en lo que Bleichmar (Reference Bleichmar2012) define como “ilustradores científicos”. En otras palabras, eran aquellos formados en el campo de las artes que, en busca de trabajo, participaban de viajes de exploración científica. Como resultado de sus viajes editó dos libros, uno en Reference Arago1822 y otro en Reference Arago1839. El primero es un compendio de cartas escritas por el dibujante-naturista entre 1817 y 1820. El segundo es un libro de memorias en forma de diario.

En el texto Paseo alrededor del Mundo en la Corveta Real Urania y Física (1822) las referencias a Nueva Zelanda y su gente aparecen después de mencionar una pequeña expedición realizada en 1820 al interior de Sidney, Nueva Holanda (Australia), excursión mediada por M. Wolstonecroft, un negociante y explorador “muy recomendado” en la zona. Ya en el mar, al sur de Nueva Zelanda y rumbo a América, Arago escribe:

Esa isla vasta y donde el invierno es realmente frío, y donde independiente de eso los hombres usan apenas un manto fuerte, corto, para protegerse del rigor de las estaciones. Allí todavía viven los antropófagos, donde los combates son de muerte, como los Mundurucús cortando la cabeza de sus enemigos vencidos, y preparándolas para que se conserven por años [Reference Arago1822:68].

Como mencionamos previamente, en la Polinesia el siglo diecinueve produjo una distinción entre razas, situó a pueblos como los Maorí en el polo del salvajismo e instaló corolarios como caníbal o antropófago. El dibujante francés Jacques Arago menciona en sus publicaciones que, Maorí y Mundurucú son referentes accionados para ocupar el lugar de hostilidad, guerra y canibalismo. Son gente que colecciona “cabezas de enemigos”, especie de hiper-salvajes que aparecen cuando el camino de circunnavegación precisa detenerse en los puertos, lugar donde circulan los relatos de las microrregiones y las narrativas literarias de los viajeros. Del mismo modo, los Maorí serán caracterizados por su “fuerza y resistencia”.

Meses más tarde, después del naufragio en las islas Malvinas, Arago reporta que llegó a tierra con “dos pequeños cajones de curiosidades, algunas esteras, un zapato y un manto de Nueva Zelanda, que he vestido durante la temporada en las Malvinas” (Reference Arago1822:71). Finalmente, hace explícitos algunos de los ítems recuperados: “Dos cabezas de neozelandeses embalsamadas, yo las salvé, así como algunas armas y un manto de ese país” (Reference Arago1822:75).

A partir de las expediciones de Cook, las colecciones maorí son constituidas y asociadas a múltiples regímenes de valor (Appadurai Reference Appadurai2008) así como a la organización de sistemas de objetos (Baudrillard Reference Baudrillard, Elsner and Cardinal1994). Los tipos mencionados por Arago son cabezas embalsamadas, armas, manto. Todos son objetos de jefes (específicamente enxós y clavas de piedra y de madera; manto y cabezas momificadas de antepasados y enemigos) que participaron en negociaciones, conflictos y guerras coloniales a lo largo del siglo diecinueve (Obeyesekere Reference Obeyesekere2005; Thomas Reference Thomas, Adams, Thomas, Adams, Lythberg, Nuku and Salmond2016). Si se compara con otros acervos (Kjellgren Reference Kjellgren2007; Smith Reference Smith2012; Starzecka et al. Reference Starzecka, Neich and Pendergrast2010), toda la colección reunida por Arago se rige por una cierta gramática en donde las actividades de colección y operación de archivos se fueron constituyendo. Fue por esta organización de mercados —formales e informales—, de compraventa y permuta de artefactos, que se produjeron series que hoy se mantienen muy difundidas.

Al final del viaje, en su pasaje por Rio de Janeiro, Arago relata el robo de algunas de sus curiosidades:

Una de esas curiosidades me la robó un español llamado Cogoi. Nuestro Cónsul no fue capaz de hacer algo para que me la devolviesen, pero el primer ministro del Rey, Thomas Antonio, me pagó generosamente. Fue el Rey que ordenó el desembolso y la Princesa Real me había prevenido días antes [Reference Arago1822:75].

La trama resumida al final de Paseo alrededor del Mundo es retomada en la publicación Recuerdos de un Ciego, viaje alrededor del mundo de Reference Arago1839. Esta última estaba compuesta de narrativa textual y de imágenes o iconografías. En el capítulo XXVII, en la sección dedicada a Nueva Holanda, relata el encuentro de “veinticuatro horas” con un “rey neozelandés” (Reference Arago1839:290). Hecho que se dio durante la expedición mediada por M. Woltsoncraft. El relato del encuentro muestra una tensión continua, una mezcla de temor y admiración.

Al inicio del capítulo, se menciona la desconfianza con que se aproximó al “neo-zelandés”, a aquel “infeliz” de una “tierra inhóspita, de “horribles masacres” (Reference Arago1839:291). Asimismo, se hacen observaciones sobre el físico y ethos admirables: “alto”, “fuerte” y “guerrero”, “Nueva Zelanda, aquí vecina, produjo una raza fuerte, belicosa, admirable en su estructura”. Escribe, además, consideraciones sobre el papel de jefe de aquella raza: cada villa de Nueva Zelanda tiene un jefe o dos a quien se debe obediencia en la paz y en la guerra. Para tornarse jefe es necesario dar “pruebas de coraje” y sobre todo someterse a “tatuajes horribles” sin “demostrar dolor” (Reference Arago1839:292). Arago hace una detallada descripción del proceso de tatuado, asociando sus etapas con grados de reconocimiento recibido y niveles de coraje demostrado. Hacia el final, dice “confesar que me sentí lleno de admiración por el paciente y su decorador” (Reference Arago1839:292-293).

Es a través de la mediación de Woltsoncraft que conoce al “jefe Bahabé”, “jefe tatuado”, un “valiente neozelandés”, “salvaje neozelandés”, “hombre de formas atléticas”, conocido por su “belicosidad y asesinatos” (Reference Arago1839:293). El “jefe” maorí hacía intercambios entre Nueva Zelanda y el mundo cosmopolita de Sidney. A través de un intérprete, funcionario/empleado del inglés, establece diálogo y lo dibuja. En un momento del encuentro pensó que sería atacado, motivo por el cual empuñó uno de los dos revólveres que llevaba diariamente consigo. La reacción de Bahabé es descrita de la siguiente manera: “puso en el piso su magnífica clava de madera, y me mostró una segunda con formato de espátula, y dio a entender que quería cambiarla por el revólver. Acepté su proposición”. Tuvieron que ocurrir algunos vericuetos hasta que la permuta efectivamente se concretó: “abandonó también su arma principal, me regaló la piedra lisa y azul, e inició por segunda vez el intercambio, comenzó con la clave de madera, le entregué en seguida el arma menos peligrosa” (Reference Arago1839:293).

En 1820 sus colecciones de objetos curiosos son negociadas en Rio de Janeiro, más exactamente en la calle Ouvidor. Arago hace hincapié en la acusación de robo llevada a cabo por el español Cogoi. El francés comienza mencionando el destino de dos “cabezas de reyes neozelandeses” (Reference Arago1839:404), para ello se vale de estructuras narrativas propias de las piezas teatrales, de un narrador externo y de la intermediación de voces:

  1. (1) Inicia su relato: “Yo había salvado del naufragio algunas bagatelas de países distantes; un español llamado Cogoi, joyero en la calle del Ouvidor Footnote 2 me pidió que le mostrase las dos cabezas de reyes neozelandeses ricamente tatuadas y de una conservación perfecta. Se las presté y al día siguiente, cuando fui a recogerlas, este ladrón desvergonzado sustentó, en presencia de dos testigos, que yo las había canjeado por un puñado de pequeños brillantes, algunas algas marinas y otros objetos en filigrana”.

  2. (2) A partir de ese punto la narrativa se torna densa. Dos policías llevan a Arago cerca de la plaza del Rocío para inscribir una denuncia al Magistrado. El naturista francés relata que éste último le dice en confidencia: “Ud, debe renunciar a sus dos cabezas de neozelandeses, mi caro Arago, fueron vendidas a un inglés, M. Young, que las donó al Museo, adonde ya fueron despachadas”. Y completa: “Nuestro dinero es bueno, acéptelo a cambio de esos dos objetos de fuerte curiosidad”.

  3. (3) Al final del encuentro con el Magistrado se agenda una reunión con el Primer Ministro Thomas Antonio Villanova Portugal, quien intermediaría la relación entre la familia y el Museo reales. El encuentro se daría al día siguiente, que es cuando Villanova Portugal le informa que sería recibido por Su Alteza Real Leopoldina en el Palacio de São Cristóvão. Al final, Arago recibe la suma de 7.200 francos, además de poder escoger dos cajas de las más ricas colecciones de insectos y mariposas del acervo del Museo Real.

  4. (4) Esa misma noche, Arago se dirige al Palacio de São Cristóvão. Cuenta que, después de elogios a la “civilidad real” de la Emperatriz, fue interpelado para hablar sobre su caso con Cogoi. Esta le “pide como una gracia que deje las dos cabezas neozelandesas”; que le gustaría mandar una al “Museo de Brasil” en Viena. Arago le dice entonces que escoja cuál de las dos le gustaría. La Emperatriz elige “la que se parece a Henrique II”. Inclusive vende algunas otras piezas, entre las cuales señala “dos o tres clavas”. Al final del mismo día Arago recibe la “Cruz de Cristo” (Reference Arago1839:406).

Durante la década de 1820 algunos de los objetos de curiosidad de Arago fueron puestos en exhibición. Para la misma época encontramos el trabajo de J. B. Debret (1768-1848), ilustrador científico, con quien Arago se relacionó. Su trabajo se caracterizaba por dibujos de objetos múltiples, desde objetos etnográficos hasta objetos de la sociedad y la corte luso-brasileña. A lo largo de la década de 1820 hizo algunos dibujos de colecciones del Museo Real, entre ellos se encontraban restos humanos maorí y mundurucú. Destacamos que, en términos de composición, Debret representaba los ojos abiertos. Finalmente, se caracterizaba por la simplificación de las simetrías de los patrones en cada lado del rostro, estos patrones no son fieles a la complejidad de los grafismos originales (Figura 1).

Figura 1. Cabeza maorí por Jean-Baptiste Debret, circa 1820-1829 (acuarela, 20,3 × 18,2 cm; Correa Reference Correa2017). (Color en la versión electrónica)

En el marco de la formación del Imperio ultramarino luso-brasileño y en este punto de la vida artefactual de los dos reyes-jefes, de su salvaguarda y exhibición museológica, notamos cómo son traspasados los regímenes de objetivación (sensu Bouquet y Porto Reference Bouquet and Porto2005; Clifford Reference Clifford2016; Handler Reference Handler1993; MacDonald Reference MacDonald, MacDonald and Fyfe1996; Stocking Reference Stocking and W. Stocking1988). Así como se enfatizan algunas de las potencialidades históricas de estas piezas, otras son silenciadas (Oliveira Reference Oliveira2007; Price Reference Price, Filho, Abreu and Athias2016; Trouillot Reference Trouillot1995). En función de determinadas relaciones específicas, las piezas fueron colocadas junto a otros objetos formando así sistemas de objetos (colecciones). En un inventario de 1838 de los objetos del Museo Nacional que se encontraban bajo el clasificador Nueva Zelanda, solicitado por demanda ministerial del Imperio, se mencionan: “dos cabezas con ornatos de orejas, que los neo-zelandeses pretenden conservar en memoria de sus antepasados” (Netto Reference Netto1870:71).

A partir de la creación del primer Reglamento del Museo en la década de 1840, comienza a desprenderse de las Ciencias Naturales un campo autónomo, el de los “usos y costumbres”, señalado en la 4ª sección de estudios (Veloso Reference Veloso Júnior2013:74). Desde ese momento, el acervo del Museo Real-Nacional pasa del régimen de curiosidad al etnográfico, campo de estudios que se desprende paulatinamente de las Ciencias Naturales y que se define como estudios de la cultura. Durante el régimen de colección etnográfica de las décadas de 1870 y 1920, es decir lo que pasó a ser clasificado como Colección Arago, uno de los valores científicos destacados para guarda, conservación y exhibición de los restos humanos era el de las técnicas de embalsamiento y tatuaje. Desaparece el sentido de “memoria de los antepasados” y se mantiene el tatuaje facial como referente de la función de jefe. Si la pauta contemporánea propone la humanización (Hau‘ofa Reference Hau‘Ofa2008) de los procesos de relación-entendimiento entre investigadores e indígenas frente a los restos humanos esparcidos en los museos de todo el mundo, la recuperación de los procesos de preservación y de las condiciones científico-museológicas de ingreso en el acervo y en la exhibición (con su extensión descriptiva mínima y sus referentes y énfasis) revela silenciamientos de las condiciones coloniales de producción y adquisición de objetos y restos humanos (Oliveira Reference Oliveira2007; Price Reference Price, Filho, Abreu and Athias2016; Trouillot Reference Trouillot1995). Como menciona Bourdieu (Reference Bourdieu1998), en el juego de disputas por la producción de lo real, de la definición y la circunscripción de regiones y pueblos, en el caso de la autoridad y de la realidad científica, describir es prescribir.

Teniendo como referentes los elementos narrativos encontrados en Inventarios y Libros de registro, el conjunto de objetos oriundos de Nueva Zelanda (de los cuales se desconoce su extensión) se clasifica como Colección de Nueva Zelanda (Netto Reference Netto1870); adquisición referida como “adquirida por D. Pedro I” y como colecta de Arago (Libro de Clasificación de Colecciones, c. 1906-1912). Es importante destacar que, algunos de los objetos encontrados todavía tienen etiquetas de la época en las que se lee “colección Villa Nova Portugal”. Esa referencia de la múltiple autoría de la colección evidencia las condiciones de colección y adquisición que reunimos en este trabajo. En su inventario de fines de siglo diecinueve Ladislau Netto confirma que

Fueron remitidas al Museo por el ministro Villanova Portugal y es a estas a las que se refiere Jacques Arago cuando trató, al final de su cuarto volumen de Souvenir d‘un Avéugle, del inverosímil episodio que lo llevó por primera vez, al Paço (residencia real), a la presencia de la familia real. Lo que hay de verdad en lo que dice Arago es que estas dos cabezas las trajo él de Nova Zelanda, envueltas con algunas aves disecadas/embalsamadas y con muchos de los varios artefactos que hoy poseemos d'aquel país [Reference Netto1870:253].

Respecto al registro de ingreso a la colección es poca la documentación que se ha localizado en el informe de Ladislau Netto (Reference Netto1870) aparecen documentadas piezas de Nueva Zelanda. En éste constan 24 “artefactos” de 14 tipos de objetos de la “Nueva Zelanda primitiva” (en los términos del director del Museo Nacional: de tribus “bravías”, “antropófagas”, pero “valientes” y “llenas de amor propio”). En ese momento, el término clasificatorio era de colecciones etnográficas, y el proyecto de una 4ª sección anexa ya evidenciaba la necesidad de organizar un campo dedicado a los estudios etnográficos y arqueológicos (Agostinho Reference Agostinho2014; Veloso Júnior Reference Veloso Júnior2013).

El inventario de Netto es más extenso en comparación con el de la década de 1830 y el empleo del referente “Nueva Zelanda” parece bastante amplio, al considerar la escasa información disponible sobre los procesos de colección y entrada de los objetos coleccionados en el siglo diecinueve. Si comparamos el conjunto de Etnología del Museo Nacional con acervos de otros museos comprobamos la existencia de reclasificaciones, y el hecho de no poder confirmar si algunos de los materiales son de la región. Netto enfatiza en las dos técnicas reunidas en las cabezas (embalsamiento y tatuaje). Asimismo, destaca que se trata de arabescos de insignias de jefes, de “gran autoridad”, de significado museológico cubierto de ambigüedad. Como analiza Hooper (Reference Hooper2006), desde el punto de vista de los coleccionistas y de las coyunturas, pueden ser, al mismo tiempo, artefacto y trofeo.

Durante la década de 1900-1910, Edgard Roquette-Pinto, médico y antropólogo, inició el registro en catálogo de colecciones etnográficas del Sector de Etnología. Este trabajo se vio reflejado en el Catálogo General de las Collecciones de Anthropología y Ethnographía del Museo Nacional. En este punto, la objetivación técnico-científica se articula a través del referente momificación, clasificación que puede significar un esquema comparativo técnico más amplio con otras colecciones de la gran área de estudios de Antropología a principios del siglo veinte. Además, es en ese momento que se definen los datos de adquisición, de D. Pedro I y de colector, de Jacques Arago. Una primera investigación en la Sección de Memoria y Archivo del Museo Nacional (SEMEAR/MN/UFRJ) no reveló la presencia de tal información en registro, a no ser por su texto de catálogo.

Sabemos que, durante la década de 1910-1920, Roquette-Pinto escribió un informe sobre la Colección de Havaí (regalo de Kamehameha II, rey de Havaí; donación del emperador Pedro I al Museo Real), en donde menciona los materiales de Arago (Acervo SEMEAR/MN/UFRJ, Fondo Antropología, caja 12). Esto podría constituir una fuente del registro de la patrimonialización de los dos reyes. De la misma forma, se asocian dos regímenes historiográficos: el de la formación de Nación (un emperador adquiriendo bienes etnográficos) y el de la Ciencia (un naturalista-dibujante negociando algunas de sus colecciones). Además, se agrega una escena “inverosímil” para Netto (Reference Netto1870): una situación de robo y venta (versión de Arago) se consagra como adquisición (versión de Registro).

Finalmente, aunque Roquette-Pinto compuso la serie Nueva Zelanda con una menor cantidad de objetos que la de NettoFootnote 3, la colección está fragmentada en varios libros de registro. Por un lado, los dos restos humanos se encuentran al principio del libro de inventario, en el que aparecen otras colecciones de antropología biológica junto a la etnográfica. Por otro lado, se encuentran los demás objetos junto a otras colecciones etnográficas reunidas alrededor del referente “Pacífico”, con las de las islas Aleutas, islas de la Reina Carlota, Hawaii, Fiji, Papúa Nueva-Guinea. El énfasis en la autoridad de jefe se mantiene presente en todas ellas.

De los límites biográficos y de las nuevas historiografías

Aun así, indígenas muertos pueden volver para espantar historiadores profesionales y amadores [Trouillot Reference Trouillot1995:13].

Los escenarios, personajes y acciones —aunque estaban mediados por narrativas y soportes diversos—, evidencian un conjunto de posiciones, saberes y proyectos del mundo colonial que tuvieron lugar entre el Pacifico y el Atlántico durante el siglo diecinueve: un naturista francés, un comerciante y explorador inglés, un rey-jefe maorí, un comerciante joyero, un magistrado, un primer ministro y una emperatriz en puertos nodulares entre Europa y los Mares del Sur. A partir de las colecciones etnográficas se configura un cuadro que posibilita seguir el recorrido de artefactos desde Papúa, Nueva Guinea y Nueva Zelanda hasta lugares como Rio de Janeiro. Asimismo, permite, de alguna forma, relacionar estos objetos con el mundo de la política, de la guerra y de las negociaciones entre naciones y pueblos de la región.

Reunimos algunos artefactos y recuperamos algo de sus características de documento (restos humanos, relatos, dibujos de viaje, inventarios, libros de registro y periódicos) para poner de manifiesto cuadros históricos de la formación del colonialismo imperial en las primeras décadas del siglo diecinueve, así como redes de negociaciones multiculturales en las que objetos europeos e isleños pudieron circular en diversas direcciones y con múltiples implicaciones (Thomas Reference Thomas1991). Situamos escenarios que van desde las guerras inter-tribales, pasando por las relaciones de comercio entre los puertos del norte de Nueva Zelanda y el interior de Sidney, hasta el naufragio en las islas Malvinas, la llegada a Rio de Janeiro y las negociaciones de objetos de curiosidad en la formación de acervos del Museo Real.

Si lo que proponemos puede ser tratado como una “biografía de las cosas” (Appadurai Reference Appadurai2008), entonces podemos afirmar que sus regímenes de valor son variados. Pasando de bien de intercambio maorí en tiempos de guerra, a objeto de curiosidad artificial y, finalmente, siendo parte de una colección etnográfica. En este sentido, si quisiéramos ir más allá de aquello que la imaginación historiográfica nos permite concebir de lo cotidiano y de la intimidad de las vidas sociales, podríamos preguntarnos: ¿quiénes fueron estos dos reyes-jefes neozelandeses? ¿en qué batallas, entre las muchas guerras de mosquetes, perdieron sus vidas? ¿quién trató sus cabezas, administró su mana, en última instancia quién hizo aquel trabajo de expertise? ¿quién los había tatuado, un maestro de las técnicas da tatuaje? En términos de familias, clanes y regiones ¿qué podrían enunciar aquellos tatuajes, aquellas marcas de identidad?.

Si tales cuestiones son especialmente especulativas desde el punto de vista historiográfico, ya que las condiciones documentales son escasas, se hacen evidentes, al mismo tiempo, los límites de las biografías de cosas, principalmente cuando el valor en cuestión, es el de restos humanos. Imposibilidades biográficas se colocan y muestran la radicalidad de ciertos silenciamientos producidos durante la larga cadena de higienización por la que las “cosas” pasan, en su extensa y diversificada biografía. Especie de depuración de historicidad en serie que ocurre a lo largo de cierta vida social de los “objetos” y de las narrativas asociadas a estos. Al comparar museos etnográficos, Price (Reference Price, Filho, Abreu and Athias2016:280) destaca la recurrencia de (1) lo que se presenta como cierta “historia de la colección de los objetos en exposición” caracterizada por el ocultamiento de escenarios, personajes y rutinas coloniales; (2) desde el punto de vista de los procesos de musealización de objetos —en el complejo acervo-exhibición—, en la medida en que estos pasan a ser expresión técnica (embalsamiento y tatuaje) y significado cultural (liderazgo y guerra), su componente individual se torna parte, ejemplo-variación, expresión de algo más general, algo social.

Particularmente, los tatuajes faciales se consagraron como símbolos por excelencia de identidad, marcas de jerarquía, de pertenencia a un hogar, además de ser expresiones técnico-estéticas. Su valor cultural es destacado, razón por la que son coleccionados, archivados y exhibidos. Como propone Trouillot (Reference Trouillot1995:40), en la medida en que nuevas historicidades alcanzan hegemonía, se reiteran silencios. Nuevas afonías entran en operación, al mismo tiempo en que se crean narrativas que completan el sentido y el valor de los objetos (histórico, etnográfico, artístico). En el presente trabajo reunimos narrativas de inventario, narrativas de registro y narrativas de nación asociadas a narrativas de colecciones científicas (un emperador que adquiere piezas de un naturista francés).

Desde el punto de vista de los pueblos situados en lugares como Australia y Nueva Zelanda, algunas de esas cuestiones son centrales, produciendo así otras historicidades articuladas a los idiomas de origen, de la familia y de la comunidad. Específicamente en el caso de los restos humanos, nos encontramos ante restos ancestrales (Fründt Reference Fründt, Hauser-Schäublin and Prott2016; Paterson Reference Paterson, Bell and Paterson2009). En este caso, estamos hablando de guerreros y líderes descendientes que poblaron y dividieron territorialmente las islas de Nueva Zelanda, aquellos que vivieron el período de las guerras de los mosquetes (Firth Reference Firth1929; Papakura Reference Papakura1938). En el marco de las agendas de los derechos políticos de las últimas décadas y en contexto de reparación, estamos, entonces, ante desaparecidos (Fründt Reference Fründt, Hauser-Schäublin and Prott2016; Paterson Reference Paterson, Bell and Paterson2009; Yates Reference Yates2013).

En el complejo ámbito de las reclasificaciones y relocalización de bienes de las últimas décadas, para aquellos que revindican el paradero de sus antepasados se articulan otras historicidades: ¿quiénes fueron? ¿dónde están? ¿cuándo retornarán?. El caso de los restos mortales, resignificados a partir de la década de 1980 como restos humanos, junto con un grupo de instrumentos y procedimientos normativos que regulaban la adquisición, salvaguarda y exhibiciónFootnote 4 es especialmente dramático: prácticas de colección se transforman en profanación, cuestiones de integridad y sensibilidad modulan de lo “físico” a lo “espiritual” (Bienkowski Reference Bienkowski, Tythacott and Arvanitis2014). No se trata, entonces, solamente de recuperación de “biografías de las cosas” o “historias de los objetos”, sino de composición de “historias de vida”.

Desde un punto de vista maorí, el uso político y emocional de la noción ancestral, que hace referencia a la recuperación de vínculos no muy distantes (de aproximadamente dos siglos) con parientes que fueron retirados de sus tierras y de sus tribus, el término articulado en las últimas décadas para referirse a los restos es tüpuna, este puede ser traducido como “antepasado” (Fründt Reference Fründt, Hauser-Schäublin and Prott2016). Respecto al caso de las Toi Moko, terminología que substituye el referente colonial mokomokai, estamos ante “cabezas tatuadas de guerreros” (Fründt Reference Fründt, Hauser-Schäublin and Prott2016), descendientes de los que poblaron y dividieron territorialmente las islas de Nueva Zelanda (Firth Reference Firth1929; Papakura Reference Papakura1938). Desde la década de 1980, uno de los movimientos de las políticas patrimoniales maorí es el de la crítica a los procesos de objetivación colonial. Esta crítica se dio en el contexto de las guerras que se fundaban en concepciones asociadas a salvajismo-canibalismo, así como la humanización de algunos de los artefactos etnográficos llevados por europeos, hoy en día denominados como personas. En términos globales, este movimiento provocó la revisión de políticas científico-museográficas que estaban articuladas a la revisión de principios legislativos locales, nacionales y globales, teniendo como base los derechos humanos. Al mismo tiempo tuvo implicaciones en los consejos de ética científica, en convenciones y tratados patrimoniales (Fründt Reference Fründt, Hauser-Schäublin and Prott2016; Mihesuah Reference Mihesuah2000; Nason Reference Nason, Ziff and Rao1997; Paterson Reference Paterson, Bell and Paterson2009).

En Nueva Zelanda, al inicio de 2000, después de dos décadas de debates amplios sobre los derechos de restos mortales y su inalienabilidad, se fundó el Programa de Repatriar Karanga Aoatearoa. Este articula un trabajo de investigación, reflexión jurídica y producción de protocolos y rutinas diplomáticas de aproximación entre instituciones y países (Fründt Reference Fründt, Hauser-Schäublin and Prott2016; MacCarthy Reference MacCarthy, Tythacott and Arvanitis2014). En ese período, más de 300 restos humanos ya retornaron a Nueva Zelanda (se estima que más de mil siguen esparcidos por el mundo entre museos, universidades y colecciones particulares). Fue posible localizar la procedencia de un tercio de esos restos, que fueron devueltos y enterrados ceremonialmente por sus respectivas comunidades. Los restos que no tienen su procedencia mapeada, se encuentran guardados en una reserva técnica en el Museo de Nueva Zelanda Te Papa Tongarewa, área considerada como lugar sagrado de acceso restricto (Fründt Reference Fründt, Hauser-Schäublin and Prott2016).

Uno de los efectos de este escenario de políticas complejas y conflictivas, de la revisión del abordaje historiográfico desde el punto de vista de las prácticas científico-artísticas, es revelar la condición colonial de la producción de conocimiento y los intrincados procesos de comunicación intercultural a través de los cuales bienes y personas circularon por islas, archipiélagos y rutas marítimas. En este punto, los trabajos de algunos antropólogos, historiadores, intelectuales y representantes de los pueblos de la región pueden ser reunidos, permitiendo así elaborar reflexiones sobre el período colonial y sus múltiples protagonismos en la reformulación de regímenes de valor asociados al paisaje, a las personas y a los objetos (O'Hanlon y Welsch Reference O'Hanlon and Welsch2000; Thomas Reference Thomas1991, Reference Thomas2010). Desde un punto de vista moral, autores críticos como Hau‘ofa (Reference Hau‘Ofa2008:32) señalan que, los saberes de producción colonial como la Antropología, precisan humanizar sus procedimientos de investigación y representación. Esto puede provocar (en alguna medida) flujos renovados de negociación, debate y entendimiento entre profesionales, investigadores de museos, académicos, representantes, artífices y experts de ese océano de islas.

Agradecimientos

Claudia Rodrigues Carvalho, João Pacheco de Oliveira, Renata Menezes, Manuel Ferreira Lima, Rita Scheel-Ybert, Crenivaldo Veloso Jr., Michele Barcelos Agostinho, Nuno Porto y Andrea Roca por las discusiones sobre el caso presentado; Karl Johnstone y Arekatera Maihi por la interlocución a lo largo de la exposición Tokoiku: Legado Vivo Maori (Rio de Janeiro, 2015); colaboradores del Latin American Antiquity por sus críticas y sugerencias; traducción realizada por Maria Aurora Consuelo Alfaro Lagorio y revisión por Carlos Sánchez. Trabajo relacionado con el proyecto "Resgate Patrimonial", tras el incendio del Museu Nacional/UFRJ en septiembre del 2018 (Edital FAPERJ Emergencial/2018).

Declaración de disponibilidad de datos

Todos los datos relevantes están incluidos en este artículo.

Footnotes

1. Hoy en día sigue el proceso arqueológico de rescate de remanentes de colecciones científicas del Museo Nacional tras el desastre del 2 de septiembre de 2018. En el caso del área clasificada como PAV 1-46, dentro de la cual tres pisos cayeron unos sobre otros, se encontraba (3° piso) la Reserva 1 (Luiz de Castro Faria) del Sector de Etnología. El trabajo de excavación en las cuadriculas 10-12 / C-B, donde se encontraba el mobiliario que salvaguardaba algunos de los restos humanos todavía es inconcluso por lo que no es posible estimar la supervivencia de algunos de estos remanentes.

2. Gracias a una investigación inicial en archivo, se sabe que en la década de 1820 un joyero llamado João André Cogoi poseía una tienda en la calle del Ouvidor. Luego, es encontrado en 1827 donando un conjunto de monedas griegas y romanas al Museo Nacional Real de Rio de Janeiro. En el mismo año aparece en una serie de anuncios del Diário Fluminense, donde se menciona que estaba organizando una rifa y que sus servicios eran prestados en la calle del Ouvidor, número 125- Finalmente se conoce que para 1834 Cogoi hace parte del cuerpo diplomático de la ciudad como vice-cónsul de Colombia.

3. Si comparamos el acervo del Sector de Etnología e Etnografía/MN/UFRJ con otras colecciones de museos etnográficos (como colecciones británicas, norte-americanas, francesas y neozelandesas), de los artefactos enumerados en ambas clasificaciones, separamos la siguiente serie: dos toimoko, dos clavas (jade y madera), una enxó (madera y jade) y un manto de fibra vegetal. Serie bastante significativa ante el cuadro socio-histórico brevemente recuperado, asociando el status de jefe y guerra intra y extra tribal.

4. Principalmente el caso de los movimientos políticos, de reformulaciones patrimoniales y legales, sobre todo en contextos norteamericanos, australianos, canadienses y neozelandeses, ver Mihesuah [Reference Mihesuah2000], MacCarthy [Reference MacCarthy, Tythacott and Arvanitis2014], Nason [Reference Nason, Ziff and Rao1997] y Paterson [Reference Paterson, Bell and Paterson2009].

References

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Figura 1. Cabeza maorí por Jean-Baptiste Debret, circa 1820-1829 (acuarela, 20,3 × 18,2 cm; Correa 2017). (Color en la versión electrónica)