1. INTRODUCCIÓN
El actual auge de los estudios sobre el nivel de vida presta renovado interés a las series de precios de bienes de uso y consumo. La acumulación de estudios de caso impone nuevos ritmos a la comparación regional e internacional, proponiéndose series sintéticas, disponibles universalmente; pero, al mismo tiempo, cercanas al gasto diario de la población y sensibles a los cambios en las pautas de consumo a través del tiempo. Serán, así, más certeras que las antiguas series de materias primas e insumos al por mayor, o que las canastas fijas ligadas a amplios y complejos conjuntos de datos que, por desgracia, parece que sólo en algunos casos pueden obtenerse. Además, las comparaciones internacionales resultarán más útilesFootnote 1 .
Faltos de gran parte de la información disponible para épocas posteriores, los tiempos preestadísticos a menudo nos ofrecen sólo escasas variables para estudiar el movimiento económico; entre ellas, las series de precios ocupan un lugar imprescindible, y no es casualidad que la literatura respectiva sea muy sólida. Gracias a la misma ha ido cambiando últimamente nuestra comprensión del funcionamiento de los mercados y aun de la economía misma en tiempos de ancien régime; multitud de aspectos clave, como los patrones de crecimiento, la irrupción de nuevos productos a partir de la extensión del contacto intercontinental o las consecuencias sociales de las alteraciones en los niveles relativos de los precios, dan nuevos alicientes al esfuerzo adicional que significa construir series para siglos pasados (reflexiones útiles al respecto en de Vries, Reference Vries1993, pp. 85-100). El tradicional interés en series para núcleos de importancia económica o política (en esencia, las ciudades de mayor dimensión) ha ido dejando paso también al convencimiento de que es necesario contar con más y mejor información sobre la evolución del costo de bienes y servicios en ciudades menores o en ámbitos rurales (donde, valga recordarlo, residía y producía la mayor parte de la población antes del siglo XX) como único camino para medir y estudiar con alguna certeza los hechos económicos que afectaron al conjunto, y comprender en forma menos impresionista el funcionamiento de los mercados de entonces. Por otro lado, la elaboración de análisis comparados, siempre aleatoria y difícil, lo es mucho más para tiempos anteriores a la gran globalización del siglo XIX, resintiéndose a menudo no sólo de la falta de evidencia de calidad sino, sobre todo, por nuestro conocimiento desigual sobre patrones de consumo y sus cambios, ya sea a lo largo del tiempo o del espacio. Razones culturales, ambientales y no sólo económicas implicaban que el acceso a ciertos bienes fuera imprescindible para algunos y en determinados sitios, y no lo fuera para otros. De modo que no sólo es necesario cubrir con más sustancia empírica una multitud de aspectos clave de la economía de los últimos siglos, sino responder nuevas preguntas a partir de la comparación de los resultados de distintas series de datos (Allen et al., Reference Allen, Bassino, Ma and Van Zanden2005; Van Zanden, Reference Van Zanden1999 y Reference Van Zanden2005; Llopis y García, Reference Llopis and García2007; Özmucur y Pamuk, Reference Özmucur and Pamuk2002; Malanima, Reference Malanima2006; Broadberry y Gupta, Reference Broadberry and Gupta2005).
En lo que respecta a América Latina, los estudios han vuelto a poner de relieve el debate sobre el «retraso» relativo en el crecimiento económico experimentado por la región desde el siglo XIX y sobre las condiciones de vida comparadas con otras partes del mundoFootnote 2 . La evidencia, tanto desde el poder de compra de los salarios como desde la antropometría, muestra, al menos hasta inicios de esa centuria, un horizonte bastante favorable para el área, al menos en la comparación en torno a ciertos indicadores básicos (una aproximación reciente al respecto en Dobado y García, Reference Dobado and García2014). A ello debe agregarse que, en el caso particular de algunas regiones de frontera, el nuevo esquema de relación con el mundo luego de la Independencia parece haber impactado favorablemente, generando una desigualdad creciente con respecto a áreas antaño nucleares del imperio, tanto en bienestar relativo como en la dinámica del crecimiento. Esto obliga a repensar los atributos de las instituciones económicas con las que contaba la América Latina colonial y el papel de éstas como obstáculos o favorecedoras del crecimiento y la desigualdadFootnote 3 . En efecto, en esas áreas de frontera, la «reversión de fortunas» de inicios del siglo XIX parece haber comenzado a manifestarse ya en las postrimerías del régimen colonial, lo cual abre incógnitas, entre otras cosas, sobre la eficiencia de sus mercados interiores a la hora de generar respuestas al cambio de paradigma y a la forma de gestión de los recursos, ya que su mera abundancia no explicaría plenamente esa nueva dinámica.
En ese esquema adquiere importancia el caso que trataremos aquí. En lo esencial, aún desconocemos los detalles de la larga transición del siglo XVIII, el proceso por el cual el Río de la Plata de la conquista tardía, todavía marcado por claras diferencias de casta, abundantes recursos mostrencos y un cerco indígena capaz de hacer retroceder peligrosamente el área bajo dominio hispano, terminó transformándose en una sociedad mestiza que se expandía sobre sus fronteras, avanzaba resueltamente hacia la integración mercantil atlántica y en la que las jerarquías, aun cuando nunca dejaran de estar presentes, perdían terreno ante factores más prosaicos de diferenciación social, como el éxito en los negociosFootnote 4 . Aquella economía de finales del Siglo de Hierro, en la que las transacciones se pautaban todavía en «pesos de la tierra» pagaderos en géneros y en la que los cabildos se esforzaban por establecer precios justos en épocas de carestía, aquella que una centuria más tarde se había despedido de las antiguas tradiciones de control estamental de la producción y estaba a punto de integrarse en el ritmo avasallador de los mercados internacionales pautados por la Revolución Industrial, comenzaba a construir sus primeras plantas manufactureras y a diversificar, cada vez con mayor amplitud, las pautas del consumo urbano y rural, con un creciente acceso a bienes internacionalmente transables, como lo atestiguan los estudios disponibles sobre inventarios de tiendasFootnote 5 . Ese crecimiento, en un contexto tecnológico tradicional, nos es aún esquivo en lo que respecta a sus ciclos, a sus puntos de ruptura y expansión, por lo que se tiende a identificarlo meramente con el desarrollo de la demanda atlántica; aunque esto fuera cierto, debería haber impactado en los niveles de vida relativos de la población local. Así, conocer más en profundidad ese proceso implica la necesidad de contar con datos de primera mano sobre sus activos; y, entre éstos, los precios de los bienes de consumo y los servicios, así como los salarios, son sin duda fundamentalesFootnote 6 .
Entonces, con el fin de medir y comprender mejor el crecimiento económico rioplatense y los cambios en el nivel de vida durante el largo siglo XVIII, en el presente trabajo presentaremos y analizaremos series de precios mayoristas de la ciudad de Santa Fe, situada en el interior de la actual Argentina, para los años 1700-1810Footnote 7 . Nos valdremos asimismo de esas series para deflactar índices de producción y para evaluar el poder de compra del salario, considerando éste como una parte de los ingresos familiares, de importancia muy cambiante, pero en todo caso un indicativo aproximado del valor del trabajo ofrecido en el mercado. Las series comienzan con los primeros datos disponibles y culminan en el momento en que, por la apertura atlántica a todas las banderas y los efectos disruptivos de las guerras de independencia, se producirán alteraciones sustanciales en el recorrido de los precios y en la oferta de bienes. Por eso decidimos extender el período sólo hasta 1810, aun cuando existen datos para años posterioresFootnote 8 . Los índices elaborados presentan, entendemos que por primera vez, el recorrido completo, durante más de un siglo, de un espectro bastante amplio de los precios mayoristas de una ciudad del área rioplatense, ofreciendo por tanto un punto de comparación regional e internacional mucho más sólido que el existente hasta el momento.
2. SANTA FE EN EL SIGLO XVIII: RETRATO DE UN ENCLAVE ESTRATÉGICO PARA EL COMERCIO COLONIAL
Fundada en 1573, la ciudad de Santa Fe se pensó como un puerto intermedio para el tránsito fluvial desde Buenos Aires o el interior hacia el Paraguay y viceversa. Desde 1662, la ciudad fue puerto preciso, lo que obligaba a todos los navíos mercantes a detenerse allí y pagar impuestos (Cervera, Reference Cervera1907; Barriera, Reference Barriera2006; Suárez y Tornay, 2003). Esto la consolidó como un centro de importancia estratégica dentro del comercio colonial; la ventaja que otorgaba el control de la principal vía fluvial del espacio rioplatense, así como su carácter de punto intermedio en las rutas terrestres, permitió el desarrollo de nuevos curatos poblados por labradores, pastores y grandes establecimientos ganaderos (Suárez y Tornay, 2003, pp. 523 y ss.).
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IMAGEN 1 SANTA FE COMO ENCLAVE ESTRATÉGICO DEL COMERCIO COLONIAL
Fuente: elaborado a partir de datos extraídos de los registros de alcabalas de la ciudad de Santa Fe durante el siglo XVIII (en AGPSF, Contaduría, tt. 9-13).
El plano precedente permite apreciar las ventajas de que gozaba Santa Fe como núcleo mercantil y el valor de su posición. Durante casi todo el siglo XVIII, por su puerto pasaban, y pagaban impuestos, todos los cargamentos declarados de yerba y textiles que venían de Misiones Guaraníes y se dirigían hacia Buenos Aires, las provincias cuyanas, Santiago de Chile, el norte de la actual Argentina, el Alto Perú e incluso el Cuzco. En sentido inverso, todo lo que se dirigía hacia el Paraguay, aun los productos ultramarinos de Buenos Aires, debía registrarse en Santa Fe antes de remontar el río Paraná. Estas ventajas comerciales, sumadas a su destacada producción ganadera de mulas para el Alto Perú y cueros vacunos para el mercado atlántico, eran las bases de su importancia económica.
Hay que destacar, no obstante, que en 1780 se anularía la condición de puerto precisoFootnote 9 , lo que sumado a las rebeliones indígenas altoperuanas de inicios de la década de 1780 y a la competencia de la ganadería vacuna que rápidamente se desarrollaba en la cercana Entre Ríos (con mejores tierras y menores costos de transporte hasta el Atlántico) habría de causar dificultades a la economía santafesina. Aunque, pese a todo, también a comienzos del siglo XIX, la estratégica posición de la ciudad y su campaña le permitirían conservar un puesto de preeminencia; y a sus hacendados y comerciantes, acumular bienes materiales, así como rentas considerables al fisco (Halperín Donghi, Reference Halperin Donghi1979, p. 31; Tarragó, 1995-Reference Tarragó1996)Footnote 10 .
No contamos con censos poblacionales de Santa Fe anteriores a 1858, y sólo existen datos estimativos para 1755, 1760 y 1794Footnote 11 . Los registros parroquiales son bastante deficientes para el siglo XVII, y sólo adquieren algo de regularidad y confiabilidad a partir de mediados de la centuria siguiente. Las estimaciones de época nos hablan de unos 270 vecinos hacia finales del siglo XVII, lo que significaría quizá 1.300 habitantes. Pero en 1719, los reveses de la guerra de fronteras, por entonces en un momento decisivo, provocaron la huida de varios vecinos con sus familias, de suerte que sólo quedaban 300 hombres de armas, lo que implicaría una cifra aún menor de vecinos (Roverano, Reference Roverano1963). En esas dos décadas, por tanto, el crecimiento poblacional neto habría sido nulo o negativo; y todavía hacia 1750, luego de algunos años de paz relativa, la ciudad apenas contaba con una dimensión demográfica similar a la de medio siglo atrásFootnote 12 .
Para el período comprendido entre mediados del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, a partir de los registros parroquiales y de las estimaciones que hemos mencionado, construimos curvas de crecimiento poblacional vegetativo y de stock demográfico según una tasa bruta de natalidad (TBN) del 45‰, menor que las de tres ciudades vecinas tomadas como sustento de inferencia, pero consistente con las estimaciones y con una demografía que, todo nos indica, fue menos dinámica que la de estas últimas. Los datos obtenidos figuran en Apéndice on lineFootnote 13 . Además, la progresión de los saldos de los registros parroquiales (nacimientos menos defunciones), partiendo de una estimación de 2.000 personas para 1755, ofrece una curva de crecimiento vegetativo de la población total de poco más del 2% anual, apenas algo menor de la que ofrece la de nacimientos considerando la ya indicada TBN del 45‰. De modo que podemos fijar, para 1810, una población estimada en un mínimo de alrededor de 6.200 y un máximo de unas 6.800 personas, considerando sólo el ámbito del casco urbano de la ciudad de Santa Fe y su entorno rural inmediato. En el largo siglo transcurrido desde 1700 hasta 1810, entonces, la tasa anual de crecimiento poblacional habría sido sólo de entre el 1,43 y el 1,52%, muy inferior a la de otras ciudades cercanas. Es un poco sorprendente que esa falta de dinamismo poblacional se prolongara aun cuando la amenaza indígena ya había menguado; pero todo indica que nuestros cálculos son lo más cercano a la realidad que podría obtenerse en el estado actual del conocimiento. Seguramente, las zonas de frontera ofrecían mejores oportunidades de progreso material, ya que estas cifras sólo se refieren a la ciudad y a su entorno inmediato; durante la segunda mitad del siglo XVIII, el área rural más alejada tuvo una dinámica demográfica mucho más intensa, aunque aún no podamos expresarla en cifras.
3. LAS FUENTES Y LA METODOLOGÍA
En Santa Fe había, casi desde la época misma de la conquista, cuatro conventos de regulares: San Francisco, La Merced, Santo Domingo y el colegio de la Compañía de Jesús. Este último se cerró con la expulsión de la Orden de todos los dominios de España en 1767; mientras que los registros contables de Santo Domingo que han llegado hasta nosotros no empiezan hasta 1816. Contamos entonces con los libros de ingresos y gastos de La Merced y San Francisco cubriendo prácticamente todo el siglo, y los del colegio jesuita sólo durante la primera mitad. En general, se trata de registros diarios en los que se asentaron partidas individuales por cada una de las compras o ventas efectuadas. Éstas podían variar entre unas pocas unidades y cantidades considerables. Los registros se auditaban con regularidad. A veces se compraban bienes de consumo en partidas significativas, a precios y en medidas al por mayor; pero lo habitual era al detalle. Si bien los rangos de precios son similares en los tres conventos, para transacciones coincidentes en el tiempo, en algunos bienes políticamente estratégicos los jesuitas consignaban a veces valores menores, como ocurre con la carne en épocas de carestíaFootnote 14 . Como la información de las cuentas conventuales es débil para el período 1784-1802, hemos completado las series con datos obtenidos de libros de alcabalas y una contabilidad privadaFootnote 15 .
Del amplísimo espectro de bienes registrados se seleccionaron aquellas series de precios mayoristas que, dentro del conjunto de las correspondientes a productos básicos, alcanzaron, antes de interpolación, un umbral mínimo de representatividad, a lo largo de todo el período, del 50% de años con datos, obteniéndose así series de 14 productos, seis de origen local y ocho de origen regionalFootnote 16 . Entre los locales, tenemos maíz (por fanega), grasa (botija), sebo (arroba), leña (carretada), trigo (fanega) y carne (res). En cuanto a regionales: cera (por arroba), sal (fanega), azúcar (arroba), bayeta (vara), tabaco (arroba), vino (botija), yerba mate (arroba) y lienzo (vara)Footnote 17 . Los precios promedio anuales de cada producto se obtuvieron ponderando las partidas, de las cuales se salvaron los errores y se descartaron las que ofrecían datos incongruentes. Si bien existen unos pocos años en los que sólo se registraron una o dos transacciones de un bien determinado, en la mayor parte de los casos los precios surgieron de al menos tres transacciones distintas, razonablemente distribuidas a lo largo del añoFootnote 18 . Los valores se asentaron en reales de plata de a ocho por un peso y 3,38 g del sistema métrico, de los cuales 3,10 g de plata fina; el debasement secreto de 1772 redujo ese último valor a 3,05 g; y el de 1786, a 3,03 gFootnote 19 . Los datos que faltan se suplieron mediante interpolación lineal simple, y se aceptaron hasta tres interpolaciones seguidas.
Es importante indicar desde ahora que, a pesar de que algunos testimonios insisten en la falta de circulante metálico, no parece que dicha situación haya sido la normaFootnote 20 . Aunque Santa Fe se encontraba lejos de las fuentes de producción de plata, tanto al inicio como al final del siglo hay pruebas de la existencia de circulante metálico, que se menciona cada vez con mayor frecuencia y en cantidades más sustanciosas a medida que transcurre la centuriaFootnote 21 . El simple hecho de que, durante todo el período, las contabilidades santafesinas se llevaran en pesos de plata y no en «moneda de la tierra» es un indicativo de que aquéllos nunca dejaron de ser la moneda predominante; quizá no siempre en la masa del circulante, pero sí como equivalente general, y en las transacciones al mayoreoFootnote 22 . De modo que podemos aceptar que las series de precios corresponden a transacciones en su totalidad nominadas —y de hecho, sin duda, en gran parte, realizadas— en plata acuñada. Los datos obtenidos figuran en el Apéndice on line.
4. LOS PRECIOS MAYORISTAS EN EL LARGO PLAZO
El gráfico 1 presenta la evolución de los precios mayoristas (en un índice general, otro de precios de bienes locales y otro de bienes regionales) según la fórmula de JevonsFootnote 23 . No optamos por las fórmulas más usuales de Laspeyres o Paasche porque reflejan los cambios de una canasta de bienes. Ésta no resulta útil en nuestro caso, pues a lo largo del tiempo le afectan distorsiones que algunas veces son de gran magnitud; en el caso de los jesuitas, por ejemplo, por el muy notable papel comercial de la OrdenFootnote 24 . Pero, además, al ser todos los conventos comunidades muy pequeñas (apenas con una docena de miembros), cualquier acontecimiento (construcción o reparación de edificios, abasto de alguna de sus otras propiedades urbanas o rurales, incorporación transitoria de personal, alojamiento de viajeros, comisiones gubernamentales, celebraciones y fiestas) generaba gastos considerables en determinados momentos o en determinadas partidas, por lo que las diferencias en ciertos rubros son, en algunos años, abismales con respecto a la mayor parte de los demás de la serieFootnote 25 . Esto, que es una característica propia de las fuentes con las que tratamos, desfigura las canastas de gasto a la hora de utilizarlas en un índice; por eso, fórmulas que no las consideran resultan en este caso más adecuadas para dar cuenta de la evolución general de los preciosFootnote 26 .
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GRÁFICO 1 ÍNDICES DE PRECIOS MAYORISTAS. SANTA FE, 1700-1810 (BASE 1761=100)
Fuentes: AGPSF, Contaduría, t. 6 (cuentas conventuales de los jesuitas); AGOM (mercedarios); CSF (franciscanos), guías de alcabalas y contabilidad privada. Véase detalle en sección Fuentes y datos en Apéndice on line. Nota: índice general, índice de precios de productos locales (maíz, sebo, leña, trigo, carne, grasa) e índice de precios de productos regionales (cera, sal, azúcar, bayeta, yerba, lienzo, tabaco, vino), calculados para años con datos de más de dos productos, en series con hasta tres interpolaciones seguidas. No se elaboró un índice de productos ultramarinos por falta de datos consistentes para la segunda mitad del siglo XVIII. Se eligió como base el año 1761 porque es relativamente «normal» (ya que no le afectan coyunturas bélicas o climáticas) y porque en él los precios de mayor cantidad de series se acercaron al promedio.
En primer lugar, la tendencia descendente a lo largo del siglo es un fenómeno que ya ha sido reportado para otras ciudades sudamericanas, lo que confirma la existencia de recorridos divergentes con respecto a los precios del Atlántico norte hasta, aproximadamente, 1776Footnote 27 . Luego, el movimiento descendente se detiene y se ingresa en un período de volatilidad, con tendencia alcista creciente. Este remoto rincón rioplatense se acopla así, muy tarde, a la llamada «revolución de los precios» del siglo XVIIIFootnote 28 . Los datos para la década de 1790 muestran los fuertes procesos de volatilidad que caracterizarían el final de aquella centuria y el comienzo de la siguiente, y que, por lo que sabemos, habrían de continuar al menos en ciertos insumos alimenticios básicos hasta mediados del siglo XIXFootnote 29 .
El análisis de las tendencias seculares santafesinas pone de relieve una importante diferenciación en los precios de los productos por su origen, evidente sobre todo en ciertas coyunturas; una secuencia decreciente más marcada y persistente para los precios regionales (con excepciones, de las cuales la más notable es 1777-1783) y una mucho más cíclica en los precios locales, que de todos modos no enmascaran derivas de mediano o largo plazo (como el ciclo inflacionario del segundo cuarto del siglo XVIII y el deflacionario del siguiente).
El primer período, que llega aproximadamente hasta 1730, muestra una convergencia entre los precios regionales y los locales; estos últimos (sobre todo en el caso del trigo) podrían estar afectados por el período más intenso de la guerra que se extiende de 1715 a 1733; no tanto por destrucción física sino por problemas estructurales de la oferta, ligada al estancamiento, o aun descenso, de la población, en especial de la rural. La guerra impactó así sobre el acendrado papel de Santa Fe como localidad clave del intercambio a mediana y larga distancia, encareciendo los costos de transporte o de transacción: pensemos que los convoyes estaban sujetos a una alta probabilidad de sufrir pérdidas. Tras lograr una paz relativa hacia 1735, la volatilidad se acelera desde 1743 y se mantiene durante toda la década de 1750, incluyendo una a menudo fuerte divergencia en las trayectorias de los precios locales y regionales, al menos hasta 1762. En aquellos años, a la deriva de los precios locales le afectaron varias sequías catastróficas: los precios del trigo alcanzaron en 1759 casi 60 reales por fanega, mientras que los del maíz llegaron a 48, niveles que sólo volverían a superarse entrado el siglo XIXFootnote 30 . Pero esto no impediría más tarde el descenso del índice local desde sus picos de 1758-1760 hasta 1775; y la evolución, también descendente, de los precios de los bienes regionales provocaría una fuerte caída del índice general hasta comienzos de la década de 1780. Durante el último tramo del siglo XVIII, y en los inicios del siguiente, las fluctuaciones se vuelven más violentas y la tendencia inflacionaria, más fuerte. Se había entrado, sin dudas, en una nueva dinámica marcada, entre otras cosas, por una creciente integración en la economía internacional, como ya se puso de relieve (Halperin Donghi, Reference Halperin Donghi1979).
Sin embargo, la larga situación deflacionaria de ese tercer cuarto del siglo XVIII todavía es una de las incógnitas más misteriosas del período. Se trata de un largo momento de lenta convergencia con los también descendentes movimientos de precios de otras ciudades cercanas (en especial, Córdoba, de la que contamos con datos hasta 1762; y, en parte, Buenos Aires) y, sin duda, una etapa en la que se expanden la población y la producción, ocupando o reocupando territorios. Parece que esos procesos fueran la expresión numérica de una cierta recomposición de los espacios productivos y comerciales con un nivel de actividad creciente en ambos. Lo curioso es que ese largo ciclo deflacionario se produjo, además, en un contexto en el que, según abundantes evidencias, hay un aumento progresivo del circulante metálicoFootnote 31 . Sobre lo cual, además de lo ya dicho en la nota 21, agregamos el aumento en la producción de plata de las minas de Potosí y el consiguiente crecimiento de la demanda de bienes de todo tipo por parte de la economía de ese páramo altoperuano, en pago de los cuales se derramaba la plata del Cerro Rico a lo largo y ancho del territorio rioplatenseFootnote 32 . Es evidente que también aumentaron las salidas de plata hacia Europa; pero, como dijimos, todo apunta a que el circulante metálico, a nivel local, adquiere mayor presenciaFootnote 33 .
5. PRODUCCIÓN Y PRODUCTIVIDAD
Aumento de la masa monetaria, descenso de precios. Eso sólo podría corresponder a un aumento de la producción per cápita que haya superado al incremento relativo de la oferta monetaria. La deflación, así, aparecería ligada a un crecimiento económico basado en mejoras de productividad (Friedman y Schwarz, Reference Friedman and Schwartz1963). Ello nos lleva, en primer lugar, a repensar los índices de producción agraria. Si bien, como hemos visto en el apartado 2, la población santafesina creció muy modestamente a lo largo de este período, incluso una ganancia demográfica pequeña, en un contexto de frontera abierta y de ocupación de nuevas tierras, debió producir ganancias de productividad paralelas. Asimismo, la convergencia de las tendencias de precios con las de Córdoba y, sobre todo, Buenos Aires (cuya demografía se expande por entonces a buen ritmo), pudo ser posible con, también, mayores índices de producción per cápita, tanto local como regionalmente. Examinaremos esto a través de los datos del trigo (Gráfico 2).
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GRÁFICO 2 PRECIOS DEL TRIGO, SANTA FE, 1700-1810; PRODUCCIÓN DE TRIGO PER CÁPITA ESTIMADA, 1712-1810. PROMEDIOS TRIENALES. BASE 100=PROMEDIO
Fuentes: Para los diezmos del trigo, AGN, IX-13-3-3 y IX-7-3-2; y AGPSF, Contaduría, tt. 7 y 9. Para la población, Cervera (Reference Cervera1907), t. I, pp. 672 y ss., datos confrontados con los registros originales existentes en la Catedral de Todos los Santos de la ciudad de Santa Fe, disponibles en copias digitalizadas en <www.familysearch.org> (acceso diciembre 2013 a mayo 2014). Para los precios, véase Gráfico 1. Todos los datos figuran en el Apéndice on line. Nota: datos de producción a partir de diezmos de granos deflactados, según se indica en el texto. Población: desde 1755, estimada a partir de promedio de TBN=45‰ y vegetativo. Antes de 1755, con aplicación regresiva de tasas promedio del período posterior.
Los datos diezmales del trigo, deflactados por precios, muestran un aumento relativo en la producción absoluta y per cápita, pero sólo en el período comprendido, aproximadamente, entre 1770 y 1790, con un descenso desde entonces hasta comienzos del siglo XIX y una marcada volatilidad para el período anteriorFootnote 34 . Esto así no explicaría el origen de la tendencia decreciente de los precios en torno a mediados del siglo XVIII. ¿Ese origen estaría, acaso, en otros productos? La producción de ganado, sin duda el otro rubro más importante de la producción local (en razón de la transabilidad de los cueros y del peso de la carne como alimento), estimada a partir de los datos de los remates de diezmos, crece desde un promedio de alrededor de cuatro reses por habitante y año en la década de 1750 hasta entre siete y diez a mediados de la de 1760 (no hemos incluido el gráfico por razones de espacio). Pero, luego, las cifras descienden al comenzar la década siguiente. Dada la gran importancia cuantitativa de la producción ganadera, estos datos relativizan aún más el peso de los escasos avances habidos en la producción de trigo. Quizá, entonces, el descenso de los precios locales responda, primero, a aumentos en la productividad del ganado vacuno y, después, en el trigo.
De todos modos, esto explicaría los movimientos de los precios locales, pero no los regionales. Los ciclos de la producción regional son muy diversos: el lienzo de Misiones Guaraníes, por ejemplo, sufrió en estos años los embates de varios sucesos terribles, como las rebeliones comuneras del Paraguay (1717-1735), diversas epidemias (como las muy duras de 1734 o 1737), la guerra, que fue consecuencia de la aplicación del Tratado de Permuta (1750-1756), o la expulsión de los jesuitas y la aparición de administradores seculares, que provocaron el colapso de la economía misionalFootnote 35 . La producción de yerba también sufrió duros altibajosFootnote 36 . No es de extrañar así que la desviación estándar de la serie de precios regionales hasta 1780 sea de 18,3 frente a los 12,5 de los locales. Sin embargo, ninguna de esas circunstancias parece exceder demasiado las fluctuaciones lógicas en una economía de base orgánica y, por tanto, plenamente expuesta al impacto de los ciclos más extremos de la naturaleza; no explican así, tampoco, la tendencia descendente de los precios en el largo plazo. Ni parecen hacerlo las particulares condiciones de la frontera indígena, algo que coincide con lo que conocemos sobre otras ciudadesFootnote 37 . No tenemos aún, de ese modo, una explicación completa.
A partir de inicios de la década de 1780 comienza un período de mayor volatilidad y de mayor presión inflacionaria que, en parte, al menos, puede atribuirse a incrementos en la demanda que rebasaron una oferta que no crecía al mismo ritmoFootnote 38 . Las series de precios locales y regionales comienzan, además, a divergir más intensamente, y los primeros a mostrar mayor volatilidad. En el período 1781-1810, la desviación estándar es de 23,3 para los locales y de 10,9 para los regionales. Este cambio estructural se montó, como ya se ha dicho, sobre la apertura a mercados más lejanos y el alargamiento y adensamiento de las líneas de comercio: los recursos locales que se valorizan son mayormente transables (están expresados en nuestra serie por los proxies del ganado, es decir, carne, grasa y sebo; y, en menor medida, el trigo, que en momentos de carestía podía trasladarse por vía fluvial con costos de transporte bajos). Es probable que en esta evolución tengan parte mejoras en la navegación fluvial y descensos en los costos de transacción por medidas liberalizadoras simbolizadas localmente en la anulación del privilegio de puerto preciso y, a nivel regional y continental, por la apertura legal al comercio recíproco entre el puerto de Buenos Aires y los de otras ciudades americanas y españolas, que valorizó los recursos rioplatenses en el mercado internacionalFootnote 39 .
Pero esto no sólo sería consecuencia de la renovación borbónica, cuyo punto de partida se sitúa tradicionalmente en la fundación del virreinato en 1776, sino que tendría bases mucho más antiguas. En efecto, todo apuntaría a que, más que un aumento sustancial de la productividad, en el período 1750-1780 hubo un lento cambio cualitativo en las bases profundas del sistema comercial colonial: en primer lugar, el avance sobre recursos subutilizados, traído por la ampliación de las líneas de frontera a raíz del descenso de la conflictividad con los indígenas. Este avance, sustentado también en un leve pero constante incremento demográfico, posibilitó una creciente eficacia en el uso de los recursos. Pero también debió producirse una mejora sustancial en las ganancias del comercio de intermediación, ya fuera por razones políticas o, más probablemente, por una mayor frecuencia en los intercambios, contactos más fluidos y circulación más rápida de la información, en una región en la que los núcleos poblados alcanzaban, por fin, cierta importancia cuantitativa. Lo cual permitió contar con mercados más eficientes, y quizá incluso con algunas modificaciones en la logística de transportes por un mayor uso de economías de escala. Todo ello posibilitó descensos en los márgenes de intermediación, que se replicaron en los precios al mayoreo de varios bienes regionales. Probablemente, desde 1767, la liberación de nichos de oportunidad generados por la desaparición de ese gran operador extremadamente concentrado que era el sistema jesuita abrió grandes posibilidades para la iniciativa individual y la competencia entre actores, contribuyendo a profundizar el descenso de precios. Las características oligopólicas de esos mercados de larga distancia fueron así atenuándose sin, obviamente, desaparecer por completo. Esto, sin duda, debiera también relacionarse con un aumento de los contactos con el exterior, que, por un lado, aumentaron la oferta local de bienes transables y, por otro, aumentaron el valor relativo de la plata exportable, por lo que tendieron a reducir el precio del resto de bienes. Eso conformaría así un ciclo de crecimiento de ancien régime sin cambio tecnológico importante, basado fundamentalmente en ganancias en la productividad de los factores por reducción de costos de transacción y aumento de los márgenes de intermediación, como lo retrató Hoffman (Reference Hoffman2000, pp. 143-200) para la Francia del siglo XVIII.
Todo esto fue el preámbulo de un largo ciclo de crecimiento que, desde el final del siglo XVIII, y con el afianzamiento de la apertura atlántica, puso de relieve las ventajas comparativas de la región para producir determinados bienes (cueros, carne salada, luego lanas, más tarde cereales) que habrían de definir, por largo tiempo, su perfil en el mercado mundial. Por lo que hemos visto, pareciera que algunas instituciones económicas coloniales (en especial, los mercados) lograron incrementos de eficiencia en el área rioplatense ya desde mediados del siglo XVIII, bastante antes de lo que la generalidad de los historiadores económicos ha admitido. Por eso, creemos que el análisis de ese período culminante de los años finales del régimen colonial no debiera estar aislado del medio siglo anterior, en el que, como parece, se fueron sentando sus bases.
6. SALARIOS Y NIVELES DE VIDA
Ese crecimiento debió afectar también, necesariamente, a los niveles de vida. ¿Hasta qué punto se reflejó en el salario (creciente expresión del valor del trabajo en una economía cada vez más mercantil) y en su poder de compra? Los datos existentes (que figuran en el Apéndice on line), bastante dispersos y aislados, no alcanzan a conformar una serie; pero cubren, de una u otra forma, distintos momentos del período y nos permiten obtener así ciertas precisiones al respecto.
Sin embargo, antes es necesario efectuar algunas aclaraciones. El salario monetario, como medio de vida, no es lo mismo en México, en Londres o en Santa Fe en cualquier momento determinado del siglo XVIII, así como tampoco lo es en cualquiera de esos sitios pero en años distantes de esa centuria. En primer lugar, al menos en Santa Fe, no incluye elementos fundamentales, como los alimentos del trabajador y sus «vicios» (yerba mate y tabaco), provistos gratuitamente por el empleador; por otro lado, los costos de «alojamiento» y de vestimenta son mucho menores en una Santa Fe colonial donde las temperaturas rara vez bajaban de 10 ºC y en la que había abundantes tierras periféricas baldías, en las que las ligeras inclemencias del tiempo podían soportarse con comodidad bajo una cubierta de ramas y hojas recogidas en los bosques. Esos barrios periféricos, por lo demás, estaban siempre a corta distancia del centro, lo que no ocurría en ciudades muy populosas. El valor del dinero recibido cambiaba, obviamente, en función de la extensión del uso de la moneda metálica. Y queda claro que el salario de un varón adulto no era igual al ingreso familiar, que obtenía recursos de múltiples expedientes. Lo que aparece constantemente en las fuentes es, por un lado, una orientación mercantil muy marcada en las explotaciones familiares (con superficies productivas destinadas principalmente a bienes transables: ganado y trigo); y, por otro lado, una función muy peculiar del salario en dinero: la apertura de cuentas corrientes para obtener bienes a crédito (ropas y enseres domésticos)Footnote 40 . Es decir, el salario es sólo una parte dentro de un esquema enormemente complejo de supervivencia, y aun de acumulación, puesto en marcha por un grupo que excede con amplitud al propio asalariado. Esto, además, sin considerar el hecho de que los patrones de consumo, y por tanto lo que cada individuo o sociedad considera imprescindible, varían también enormemente, como ha apuntado Dobado-González (Reference Dobado-González2015). Más aún en una economía orgánica, con fuertes oscilaciones dentro de una estructura asimétrica de precios: ¿cómo determinar cuánto de qué alimento era reemplazado por cuál otro y a partir de qué costo? Y esto, por supuesto, sin introducir aún en la ecuación cuestiones más puramente culturales.
Dicho esto, creemos que una comparación sólo efectuada por medio de «canastas de huesos desnudos» (o barebone baskets, BBB, definidas en los términos de Allen et al., Reference Allen, Bassino, Ma and Van Zanden2005) no sería suficiente. Por eso hemos calculado, además, siguiendo el método de Dobado y García (Reference Dobado and García2014), el poder de compra del salario en kilos de maíz, trigo y azúcar. La carne, de la que sólo poseemos datos en reses, no pudo incluirse porque se desconocía su peso en kilos; pero para el cálculo de la BBB contamos con los gastos en carne de un obraje maderero a finales del siglo XVIII, y un recuento de la necesaria para alimentar a un regimiento santafesino en 1773, que nos permiten acercarnos al consumo diarioFootnote 41 .
Nuestra muestra abarca salarios de varones en las categorías ocupacionales más bajas (peón, albañil). Siguiendo a Arroyo Abad et al. (Reference Arroyo Abad, Davies and Van Zanden2012), suponemos una BBB de alrededor de 2.000 calorías diarias por persona a inicios del siglo XIX, que se cubría anualmente con 132 kg de trigo y 105 kg de carneFootnote 42 . Si bien nuestra serie de precios de la carne llega sólo hasta 1781, a fin de no desaprovechar los datos de salarios y cereales de comienzos del siglo XIX, supondremos que la carne valía, para esos años (1805-1808), el precio promedio de toda la serieFootnote 43 . Calculamos, de ese modo, el costo de la canasta en gramos de plata, a fin de poderlo comparar con los cálculos de Arroyo Abad et al. (Reference Arroyo Abad, Davies and Van Zanden2012), y para la construcción de índices de bienestar relativo (o welfare ratios)Footnote 44 . A lo que agregamos la expresión del salario en kilos de cereales y azúcar.
CUADRO 1 ÍNDICES DE NIVEL DE VIDA DE LOS SALARIOS SANTAFESINOS, 1714-1808
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Fuentes: construido a partir de salarios y precios tomados de fuentes conventuales ya citadas, y de AGPSF, Colección Diez de Andino, Carpetas 9-56. Los datos figuran en el Apéndice on line.
Nota: * BBB: Barebone Basket. Costo medio de la BBB en gramos de plata, según el contenido intrínseco del numerario con los debasements que hemos mencionado anteriormente.
Los salarios reales, tanto en términos de BBB como medidos en kilos de alimentos básicos, eran en Santa Fe más altos que en otras varias localidades hispanoamericanas y aun europeas, aunque menores que en el norte de Europa y en los Estados UnidosFootnote 45 . Nada de esto es nuevo, aunque nuestros números son bastante menos «optimistas» que los de Arroyo Abad et al. Lo que sí muestran claramente, por el largo período de tiempo que abarcan, es la enorme volatilidad de los cálculos según el año que se tome (lo cual nos revela, una vez más, los límites de las comparaciones, a pesar de que siempre resulten atractivas). Es evidente que el período culminante de la guerra de fronteras (la década de 1730) implicó un aumento sustancial del costo laboral, medido en kilos de cereal. Pero, más allá de esto, la alta volatilidad de finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX parece mostrar también una progresiva pérdida del poder de compra de bienes de consumo básicos, lo cual se replica asimismo en otros lugares de Hispanoamérica. Pero debemos tener cuidado al respecto, ya que la evidencia es débil y contradictoria, y queda claro que no refleja la situación del espectro, cada vez más amplio, de bienes a disposición de los consumidoresFootnote 46 . Tampoco, como hemos dicho, considera las posibilidades de reemplazo de muchos de esos bienes; y, valga repetirlo, los abundantes recursos aún vírgenes en esas áreas de frontera. En suma, a pesar de que sigue siendo bastante arriesgado afirmarlo, pareciera que en el tercer cuarto del siglo XVIII (período de descenso de precios y, como hemos dicho, de crecimiento económico) el poder adquisitivo del salario hubiera tendido a decrecer, a pesar de que esto no signifique, necesariamente, que empeorase el nivel de vida; sin embargo, a comienzos del siglo XIX ya había recuperado, y aun superado, los niveles anteriores, aunque es probable que por entonces fuese más importante la relación laboral como fuente de obtención de recursos, por el mismo aumento de las transacciones mercantiles. Eso permitiría a los trabajadores (mejor dicho: a sus familias, mediante el ingreso que le aportaban) hacer frente airosamente, por un tiempo, a las tormentas de la nueva centuria; aunque, de todos modos, eso todavía deberá ser materia de análisis mucho más integrales.
7. CONCLUSIONES
El caso santafesino, clave para la comprensión de la economía rioplatense durante el siglo XVIII, ha sido analizado aquí a partir de un cuerpo muy consistente de series de precios mayoristas. La historia de su movimiento secular permitió observar por primera vez lo acontecido durante un largo siglo en un área altamente estratégica en los circuitos de producción y comercialización regional, lo que permitió trascender los límites de los análisis disponibles, centrados en la ciudad de Buenos Aires, capital de fuerte impronta comercial y vinculada, desde siempre, al mundo atlántico: la única que hasta ahora poseía series de precios de esta longitud. Santa Fe nos muestra así una dinámica más representativa del movimiento interior de la economía colonial y permite comenzar a medir y comprender los procesos de convergencia e integración de ese vasto espacio.
Creemos así haber avanzado en la interpretación de la economía rioplatense en la época comprendida entre el final de la dura etapa de la conquista y los albores del comercio libre. Identificamos tres grandes momentos: el primero, que dura aproximadamente hasta 1730, en que entra en crisis el viejo asentamiento de la centuria anterior, basado todavía en el expolio de vastos recursos antiguos: mostrencos, como los extensos hatos de ganado cimarrón; o fruto de un todavía copioso trabajo indígena para una escasa población criolla, que se evidenciaba en la producción agrícola marcada aún por el relevante peso del maíz. En esa crisis, los bienes regionales, objeto de un importante comercio en una ciudad que era llave del intercambio, sufren una volatilidad considerable con tendencia a la baja, a la par que los locales registran el movimiento inverso, de la mano de una población estancada. Esa sociedad jerárquica sufría así los duros embates de la guerra de fronteras, saliendo de ella sólo cuando, al final de la década de 1740, lograron establecerse reducciones indígenas capaces de perdurar. Se abrió así otra etapa en la que ambas series, local y regional, tendieron a converger, iniciando, desde mediados del siglo, un recorrido descendente de larga duración. Ese fenómeno, paralelo a un probable aumento en la oferta monetaria y a un creciente valor relativo de la plata, respondió a un incremento en la productividad general de la economía dentro de su marco tradicional, es decir, sin cambio tecnológico. Ese crecimiento se potenció por varios sucesos, entre los cuales destaca la expansión sobre tierras de frontera, un leve pero constante aumento demográfico, la expulsión de los jesuitas y la desarticulación del vasto oligopolio comercial que había sostenido su esplendor, abriéndose así nuevas oportunidades mercantiles. Pero la destrucción de ese portentoso ente, sin embargo, parece haber sido un punto más en un recorrido iniciado antes: en efecto, ya desde mediados del siglo parece que la situación está cambiando, con ganancias de productividad impulsadas por fenómenos de expansión más estructurales: el aumento demográfico de las comunidades repartidas en tan vasto territorio, con la consiguiente acentuación de los intercambios y un uso más eficaz de los recursos; las mayores ganancias del comercio de intermediación, que fueron atrayendo a nuevos inmigrantes desde la Península. El tercer período comienza con la apertura atlántica: desde 1780, aun dentro del régimen colonial, su impacto en la economía fue concreto. Los precios de los bienes transables suben y se ven indicios de ganancias de productividad en los salarios.
El nivel de vida, a juzgar por el poder de compra del salario, varió enormemente a lo largo del tiempo, afectado entre otras cosas por coyunturas conflictivas, pero con tendencia al alza. Sin embargo, parece haber ido cediendo parte de su magnitud relativa al tiempo que los precios descendían y la economía se expandía durante el tercer cuarto del siglo XVIII. No contamos con datos del siguiente cuarto, pero a inicios de la centuria siguiente los coeficientes de bienestar han duplicado sus niveles de la década de 1780. Esa mejora, sin embargo, habría de sufrir pronto los embates de un nuevo ciclo inflacionario. De todos modos, parece haber garantizado durante bastante tiempo una base sólida al nivel de vida rioplatense, más alto que el de muchas economías comparables.
FUENTES
Archivo General de la Nación, ciudad de Buenos Aires, Argentina (AGN)
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∙ Testimonios de remates de diezmos, Clase IV, 1618-1749, IX-13-3-2, expedientes de 1703, f. 8, y 1749, f. 10; íbid., 1750-1800, IX-13-3-3;
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∙ Quadrante de Diezmos, IX-7-3-2 (para el período 1801-1810);
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∙ Consulado de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes, t. IV, ff. 112 v.-113 r., IX-4-6-4.
Archivo General de la Orden de la Merced, ciudad de Córdoba, Argentina (AGOM)
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∙ Libros de Gastos e Ingresos, n.º 8, 1780-1785; nº 34, 1706-1728; n.º 47, 1753-1778; n.º 48, 1699-1718; n.º 59, 1729-1752; n.º 64. 1816-1819; n.º 66, 1803-1816.
Archivo General de la Provincia de Corrientes, ciudad de Corrientes, Argentina
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∙ Fondo Censos, t. V.
Archivo General de la Provincia de Santa Fe, ciudad de Santa Fe, Argentina (AGPSF)
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∙ Libro de Entradas y Salidas del Colegio de la Compañía de Jesús de Santa Fe y sus dependencias, Fondo Contaduría, t. 6, años 1707-1748 y 1733-1749.
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∙ Guías de Alcabalas, Fondo Contaduría, tt. 9-13, años 1783-1806.
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∙ Cuentas particulares de Manuel Ignacio Diez de Andino, Colección Diez de Andino, Carpetas 9-68, años 1752-1807.
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∙ Actas del Cabildo, tt. X, XI, XIV B, XV A y XVI A
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∙ Remates de Diezmos, Fondo Contaduría, t. 7, años 1739-1766 y 1750-1766, leg. 1, f. 2 y t. 9, años 1774-1786, leg. 1.
Convento de San Francisco, ciudad de Santa Fe, Argentina (CSF)
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∙ Libro de Gastos, 1755-1779, y 1804-1844;
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∙ Libro de Ingresos, 1791-1844 y 1755-1791.
Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, ciudad de Santa Fe, Argentina (DEEC-EC)
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∙ Expedientes Civiles, t. 32, exp. 319, ff. 16 y ss.
Supplementary material
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