Ryan Dominic Crewe nos ofrece una interesante reflexión acerca del papel político y económico de las doctrinas de los frailes mendicantes en un periodo de la conquista/colonización del territorio de la Nueva España que abarca de 1521 hasta 1590. El libro es un estudio de carácter demográfico, social y político sobre la construcción de los monasterios por parte de las ordenes mendicantes. El autor nos presenta una historia social inédita de la empresa misionera y recupera y actualiza el debate historiográfico acerca de las doctrinas poniendo énfasis en su papel no tanto en la conquista religiosa, sino más bien en la afirmación de estas doctrinas en cuanto fuerza política de primera importancia, ya que, según el autor, logran contribuir a la consolidación del poder tanto de los nativos como de los colonizadores. En el libro se plantean también las razones sociales por las que los grupos nativos locales participan en la construcción de las doctrinas.
La publicación es el resultado de largas investigaciones realizadas en diversos archivos, ubicados tanto en España como en México y en Estados Unidos; así como del análisis de un conjunto de fuentes primarias que abarcan un material amplísimo.
Tras una introducción general a la obra, el autor se centra en reconstruir el contexto en el que se sitúa la empresa misionera en la Nueva España. En este primer capítulo, se destaca claramente que la religión, en la conquista temprana, actuaba como instrumento de conquista, soberanía y protección hacia la población nativa. De un lado, se examina la Conquista de la Nueva España situándola como la culminación de un proyecto de expansión que abarca la Conquista de Granada y de las Canarias. De otro lado, se remarca cómo los misioneros trataban de proteger a la población nativa en la temprana conquista de la Nueva España, velando para que no se repitiesen los abusos acontecidos en el Caribe.
El segundo capítulo está dedicado a la explicación de la violencia de la Conquista y de las conversiones en masa. Se describen la tentativa y las prácticas iniciales de la elite indígena local de utilizar el bautismo en cuanto instrumento de sobrevivencia y para permanecer en el poder a falta de una conversión real. Por otra parte, se muestra que la religión deviene, tempranamente, un instrumento de protección para la población indígena.
El tercer capítulo aborda la estructura social autóctona anterior a la Conquista y cómo las doctrinas la utilizaron para insertarse en el mundo indígena, primero a través de la utilización de la fuerza, y luego otorgando a las elites locales funciones de gobierno y de administración de los territorios. De otro lado, se destaca la fuerza de actuación de las poblaciones nativas en la utilización de las rivalidades internas entre las órdenes mendicantes para lograr beneficios para ellos mismos.
El cuarto capítulo desvela la fuerza económica que habían logrado alcanzar las doctrinas en la época de la colonización: tras pactar alianzas con los gobernadores locales, incautaban bienes más allá de sus necesidades reales. En las peticiones que las poblaciones nativas presentaban al Virrey, así como en tres encuestas de la Corona, llevadas a cabo por tres Visitadores (inspectores generales), destacan las muchas recuestas por parte de los doctrineros de proveer de alimentos y trabajo, y, en unos cuantos casos, también de tributos, llegando así a controlar la casi totalidad de la economía local a costa del voto de pobreza de las órdenes mendicantes.
El argumento central del quinto capítulo aborda el establecimiento y la consolidación de las doctrinas a pesar de las epidemias y de la caída demográfica padecida entre las poblaciones nativas. A través de una larga pesquisa de archivo, el autor llega a sostener que la construcción de los monasterios en las doctrinas habría acontecido de manera más rápida y antes de lo establecido por la historiografía, es decir en la década de 1550. Ya entonces las doctrinas representaban para los nativos lo que había sido el teocalli: un centro de identidad y de poder. Las consideradas como cabeceras tenían derecho de imponer tributos sobre todo el territorio que controlaban. Finalmente, el repentino declive demográfico abrió nuevas posibilidades para la institución de nuevas cabeceras, o el control de viejas, que satisfaciesen los deseos de autonomía de los nativos y de poder de los doctrineros.
El sexto capítulo se enfoca en la contienda entre la Iglesia secular y las órdenes mendicantes, y entre las mismas órdenes, para el control de las doctrinas. Las poblaciones nativas no fueron ajenas a la confrontación, apoyando a uno u otro contendiente
En el séptimo capitulo se llega a entrever que el modelo económico basado en las doctrinas ya había acabado su función, pues el descenso poblacional había sido el causante del decaimiento de las mismas debido a que las epidemias de 1576 diezmaron cerca del 60 por ciento de las poblaciones nativas. Posteriormente a la fecha, los monasterios ya no serían los elementos centrales en las políticas de colonización del territorio.
Cierra el libro un corto epílogo en el que se exponen las reflexiones de unos cuantos doctrineros para las futuras empresas de colonización. Le siguen anexos, glosario, fuentes y bibliografía consultadas.