Este libro oportuno examina el pensamiento y liderazgo conservador en regiones hispanas durante los últimos dos siglos. Los autores de los doce capítulos incluyen historiadores e investigadores en instituciones educacionales importantes, académicos con múltiples publicaciones referentes al tema. Los editores organizaron los capítulos cronológicamente, por tema y por geografía, incluyendo análisis del Brasil, Perú, México, España, Colombia, vínculos transatlánticos, y notablemente, dos capítulos dedicados a Portugal. Las ponencias resumen la emergencia de la derecha, los temas principales que motivaron aquel liderazgo y las consecuencias de sus mandatos.
En conjunto los capítulos ayudan a explicar en forma novedosa los vínculos estrechos históricos conservadores entre Iberia y América Latina, la formación de la ideología conservadora y los resultados del movimiento para el mundo hispano. La invasión francesa de Iberia en 1808 inculcó y enfatizó aquellos conceptos de orden, progreso y tradición sobre el mundo español, donde permanecieron arraigados hasta nuestro día. Las ponencias juntos iluminan el resurgimiento reciente de tendencias fascistas como su culminación.
El libro resalta temas centrales en todos los ejemplos, empleando análisis transatlántico para anotar diferencias y al mismo tiempo enfatizar similitudes entre los gobiernos conservadores. Análisis de Iberia ayuda a explicar la concurrente emergencia y desarrollo posterior de estas tendencias en América Latina. Autoridades conservadoras enfatizaban la soberanía nacional, fundada sobre todo en el orden y basada en principios que chocan con visiones modernas, como ser la desigualdad y jerarquía entre géneros y la supremacía de la iglesia sobre el estado, así también como en el mantenimiento estricto del orden social.
Durante el siglo veinte, el anticomunismo unió estrechamente a los gobiernos derechistas después de la Revolución Rusa y luego a través de la Guerra Fría. Estos líderes representaban a los socialistas a sus electores como diablos, agentes malévolos dedicados a seducir a la gente buena. Por medio del anticomunismo, conservadores se apoderaron de los derechos democráticos en manera similar al que el tema de inmigraciones ha facilitado violaciones de derechos humanos en años recientes. El fascismo en ese contexto nunca se arraigó por ser elitista; la ideología serpenteaba sin llegar a ser revolucionario. Al contrario, la expresión más concreta de los valores conservadores fue encarnada en la Doctrina de Seguridad Nacional, empleada por los regímenes militares durante la Guerra Fría en el Cono Sur para justificar sus violaciones de los derechos humanos y la represión de movimientos laborales y de jóvenes.
Las contradicciones evidentes a través de los múltiples temas que forman los fundamentos precarios de los gobiernos conservadores ayudan a explicar su ascenso, como también su posterior caída de poder. El atento de los hombres de crear sociedades patriarcales, por ejemplo, contradijo notablemente sus deseos de libertad sexual, violaciones de los derechos de lesa humanidad, represión de clases inferiores, e inclusive a su empuje a favor de independencia nacional a principios del periodo histórico examinado. La elite que controlaba a los gobiernos conservadores veían a los pobres como masas peligrosas de razas inferiores, quienes debían ser manejadas para preservar el orden social y político; por lo tanto rechazaban el concepto de igualdad e intentaban censurar la vida diaria del pueblo.
Uno de los múltiples desacuerdos inherentes en esta historia es el grado a la cual la clase popular adoptó e inclusive apoyó a las ideologías y el liderazgo conservador. Brasil y Chile, por ejemplo, vieron poderosos movimientos femeninos en oposición a Goulart y Allende durante la Guerra Fría. La tolerancia de los gobiernos derechistas, especialmente de su enfoque religioso y propaganda política, explica las razones por las cuales las clases populares toleraron a los regímenes autoritarios hasta que el sufrimiento llegó a ser demasiado.