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Un cuarto de siglo de arqueología histórica en las fronteras y espacios rurales de Argentina

Published online by Cambridge University Press:  12 April 2021

Victoria Pedrotta*
Affiliation:
Universidad Maimónides, CONICET/Centro de Ciencias Naturales, Ambientales y Antropológicas, Fundación Azara, Facultad de Ciencias Naturales y Museo-UNLP, Hidalgo 775, Buenos Aires 1405, Argentina
Vanesa N. Bagaloni*
Affiliation:
Universidad Maimónides, CONICET/Centro de Ciencias Naturales, Ambientales y Antropológicas, Fundación Azara, Facultad de Ciencias Naturales y Museo-UNLP, Hidalgo 775, Buenos Aires 1405, Argentina
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Abstract

Desde hace unos 25 años, en Argentina comenzó el desarrollo de un nuevo campo de investigación arqueológica centrado en los espacios que sucesivamente funcionaron como fronteras interétnicas y/o territorios rurales en la región pampeana, el norte de Patagonia y sus inmediaciones, desde la colonia hasta la consolidación del estado-nación, a fines del siglo diecinueve. Este campo de estudio, en sentido amplio “arqueología de los espacios fronterizos y rurales”, se encuentra consolidado dentro de la arqueología histórica argentina mediante un número creciente de proyectos y el trabajo sistemático de distintos equipos que, desde diferentes perspectivas teórico-metodológicas, han recorrido múltiples caminos. Aquí se efectúa un análisis crítico sobre el desarrollo, el estado actual y las perspectivas de dicha especialidad, centrado en dos ejes: (1) su surgimiento y evolución y (2) el perfil y la inserción de los equipos de investigación. Ambos ejes muestran su gran dinamismo que se refleja en la diversificación sostenida de los temas, espacios y períodos abordados. El análisis pone en diálogo este nuevo campo, uno de los rasgos más destacados de la arqueología argentina en las últimas décadas, tanto con las coyunturas académico-institucionales y los contextos históricos locales como con el ámbito mayor de la arqueología histórica sudamericana.

Twenty-five years ago, the development of a new field of archaeological research began in Argentina, focused on spaces that were, successively, interethnic frontiers and/or rural territories in the pampean region, the north of Patagonia and the surrounding areas, from the colonial era until the consolidation of the nation-state at the end of the nineteenth century. This field of study—which we call, in a broad sense, “archaeology of the frontier and rural areas”—is currently consolidated inside Argentine historical archaeology by means of a growing number of projects and the systematic work of different research teams, which, from diverse theoretical and methodological perspectives, have experienced varied courses. This article offers a critical analysis of the development, contemporary state, and perspectives presented by the archaeology of the pampean border and rural zones, putting the focus on two areas: (1) its emergence and evolution, and (2) the profile and areas of inclusion of the research teams. Both areas demonstrate the field's great dynamism, reflected in the sustained expansion and diversification of the issues, spaces, and periods studied. Finally, the analysis establishes a dialogue between this new field of study, one of the most prominent features of Argentinean archaeology during recent decades, and both academic institutional conjunctures and local historical contexts within the wider field of South American historical archaeology.

Type
Article
Copyright
Copyright © The Author(s), 2021. Published by Cambridge University Press on behalf of Society for American Archaeology

El desarrollo de la arqueología histórica en Argentina como disciplina con perfil propio presenta fuertes paralelismos con otros países de Sudamérica, especialmente Brasil y Uruguay (Funari Reference Funari1997; Politis Reference Politis2003). Uno de los aspectos comunes es el crecimiento exponencial de las investigaciones en la década de 1980, en contextos históricos signados por el fin de largas dictaduras militares y la consolidación de gobiernos democráticos (Curbelo Reference Curbelo2009; Symanski y Zarankin Reference Symanski, Zarankin and Smith2014; Zarankin y Salerno Reference Zarankin and Salerno2007). Asimismo, todos tienen como antecedentes estudios llevados a cabo por profesionales no arqueólogos (historiadores, arquitectos, historiadores de arte, aficionados, etc.) durante décadas anteriores, al menos desde mediados del siglo veinte. Dichos trabajos, heterogéneos, focalizaron en el estudio de grandes eventos y personajes históricos destacados, en ocasiones buscando los correlatos materiales de aquello descripto por las fuentes escritas, así como la recuperación de objetos y/o estructuras relevantes para la construcción y patrimonialización de las historias nacionales. En Argentina los primeros antecedentes vinculados a la disciplina que hoy conocemos como arqueología histórica pueden remontarse hasta comienzos del siglo veinte e incluso fines del diecinueve (Igareta y Schávelzon Reference Igareta and Schávelzon2011; Raffino e Igareta Reference Raffino and Igareta2003; Zarankin y Senatore Reference Zarankin and Senatore1996), tratándose principalmente de estudios que buscaban localizar los primeros asentamientos españoles, orientados por el uso de fuentes documentales coloniales tempranas.

Partimos de una definición amplia de arqueología histórica, como aquella disciplina que trata del estudio global y comparativo de procesos sociales pasados que involucran a una gran variedad de sectores sociales y grupos étnicos acerca de los cuales existe algún tipo de registro escrito, sea producido por ellos mismos o por otros. Ciertamente, la propia definición disciplinar de la arqueología histórica protagonizó extensos, álgidos e inconclusos debates en Argentina, con marcadas similitudes a lo ocurrido durante su consolidación académica y profesional en Estados Unidos (Pedrotta y Gómez Romero Reference Pedrotta and Romero1998). Sin embargo, tanto la noción de arqueología histórica como su agenda de investigación en Argentina fueron, desde su crecimiento explosivo a fines de la década de 1980, más abiertas teóricamente que las norteamericanas (Politis Reference Politis2003). A partir de entonces, la incipiente especialidad comenzó a ganar terreno dentro de la arqueología, fortaleciéndose con la aparición de proyectos de investigación centrados en contextos urbanos, especialmente en Buenos Aires, Mendoza y Santa Fe “la Vieja”. En la década siguiente, a la vez que se sumaron nuevos proyectos en otras áreas y problemáticas, se inauguraron encuentros académicos específicamente abocados a la arqueología histórica, y surgieron los primeros debates teórico-metodológicos en torno a su configuración, características, objetivos, rol de las fuentes escritas en el proceso de investigación y su vinculación con otras ciencias, así como se comenzaron a delinear subcampos de estudio (Bárcena Reference Bárcena1995; Goñi y Madrid Reference Goñi and Madrid1998; Pedrotta y Gómez Romero Reference Pedrotta and Romero1998; Ramos Reference Ramos1999; Senatore y Zarankin Reference Senatore and Zarankin1996). Dentro de estos últimos, los estudios de los espacios de frontera y/o rurales en la región pampeana ocuparon rápidamente un lugar destacado.

Actualmente la arqueología histórica constituye un campo consolidado y diverso en Argentina, que se caracteriza por la búsqueda y construcción de conocimiento acerca de múltiples problemas de la historia reciente desde perspectivas plurales (Bianchi Villelli y Senatore Reference Bianchi Villelli and Senatore2015; Buscaglia Reference Buscaglia2011; Carbonelli Reference Carbonelli2010; Chiavazza y Zorrilla Reference Chiavazza and Zorrilla2018; Landa y Ciarlo Reference Landa and Ciarlo2016; Ramos Reference Ramos1999; Rochietti Reference Rocchietti and Schávelzon2002; Tapia Reference Tapia2011). Algunos investigadores han destacado que, en comparación con la arqueología prehispánica, la conformación disciplinar de la arqueología histórica en América Latina fue y continúa siendo mirada con atención afuera de sus fronteras, ya que los debates sobre la definición del campo, las posturas teóricas y las propuestas metodológicas tuvieron un impacto único en la arqueología en general (Funari Reference Funari1997; Orser Reference Orser2007; Politis Reference Politis2003). En los últimos años, la arqueología histórica ha incluido campos de estudio novedosos que surgieron, acompañando determinados procesos comunitarios, y ha sido permeable al reposicionamiento de la arqueología en términos de su inserción y utilidad en la sociedad, en un contexto asociado a la declinación de los paradigmas académicos neopositivistas, al replanteo de la praxis arqueológica y su apertura hacia otras ciencias sociales y humanas (Nastri Reference Nastri, Mazzucchi Ferreira and Ferreira Michelon2010; Politis y Curtoni Reference Politis, Curtoni and Lozny2011; Ramundo Reference Ramundo2012).

Este trabajo tiene como objetivo reflexionar sobre los primeros 25 años del desarrollo de uno de los nuevos campos más relevantes dentro de la arqueología histórica en Argentina, que denominamos en sentido amplio “arqueología de los espacios fronterizos y rurales”. Nos referimos a espacios que funcionaron sucesivamente como fronteras interétnicas en la región pampeana y el norte de la Patagonia, extendiéndose hasta la zona de Cuyo y la cordillera andina por el oeste, desde la época colonial hasta la consolidación del estado-nación a fines del siglo diecinueve. De forma paralela y progresiva, dichos espacios se constituyeron como ámbitos rurales que persisten hasta la actualidad.Footnote 1

Figura 1. Década de 1980: sitios arqueológicos posthispánicos.

Nos centramos en dos ejes de análisis: (1) su surgimiento y evolución y (2) el perfil y los ámbitos de inserción de los equipos de investigación. Para ello efectuamos la búsqueda y recopilación bibliográfica, publicada durante las tres últimas décadas, en libros, revistas periódicas, ponencias en congresos y otros encuentros científicos regionales, nacionales e internacionales, orientados a temáticas arqueológicas generales y específicas de arqueología histórica. Toda la información fue sistematizada en una base de datos que contiene estas variables: nombre del sitio y/o localidad arqueológica, ubicación, año de descubrimiento, tipo de sitio, funcionalidad, cronología, equipo de investigación, financiamiento y referencias bibliográficas. Sobre esta base se elaboró la Tabla Suplementaria 1, consignando: sitios y/o localidades arqueológicas, tipo de sitios, referencias bibliográficas principales y década de inicio de las investigaciones y la Tabla 1, que cuantifica la información anterior en términos porcentuales por década.Footnote 2 Las Figuras 1, 2, 3 y 4 representan la localización geográfica de dichos sitios, haciendo cuatro cortes cronológicos por década, y la Figura 5 corresponde al final del período abordado, lo que permite visualizar la evolución y estado actual de las investigaciones realizadas en espacios fronterizos y/o zonas rurales.Footnote 3

Figura 2. Década de 1990: sitios arqueológicos posthispánicos.

Figura 3. Década de 2000: sitios arqueológicos posthispánicos.

Figura 4. Década de 2010: sitios arqueológicos posthispánicos.

Tabla 1. Distribución absoluta y relativa de los sitios arqueológicos post-hispánicos en el área de estudio según tipo de sitio y década de inicio de las investigaciones.

Si bien encontramos antecedentes sobre el desarrollo general de la arqueología histórica en Argentina (Gómez Romero Reference Gómez Romero2005; Igareta y Schávelzon Reference Igareta and Schávelzon2011; Landa y Ciarlo Reference Landa and Ciarlo2016; Orser Reference Orser2007; Pedrotta y Gómez Romero Reference Pedrotta and Romero1998; Raffino e Igareta Reference Raffino and Igareta2003; Zarankin y Senatore Reference Zarankin and Senatore1996), junto a otros que abarcan el contexto sudamericano y latinoamericano (Funari Reference Funari1997; Funari y Zarankin Reference Funari, Zarankin, Funari and Zarankin2004; Politis Reference Politis and Romero1999, Reference Politis2003; Zarankin y Salerno Reference Zarankin and Salerno2007), no contamos con trabajos acerca del desarrollo de la arqueología de los espacios fronterizos y rurales, a excepción de Gómez Romero y Spota (Reference Gómez Romero and Spota2006), que sólo considera un tipo particular de sitios —fuertes y fortines— Mazzanti (Reference Mazzanti, Mandrini and Paz2003), que está enfocado hacia la arqueología de las sociedades indígenas pampeanas post-conquista, y Rocchietti y Tamagnini (Reference Rocchietti and Tamagnini2008), que aborda la frontera de Córdoba. La relevancia del análisis aquí propuesto aumenta si —como intentaremos demostrar a lo largo del trabajo— se considera que es la especialidad que tuvo mayor crecimiento dentro de la disciplina y que su espectro se viene ampliando sistemáticamente durante el último cuarto de siglo, tanto por la cantidad de proyectos e investigadores dedicados a esta temática como por el número y diversidad de sitios arqueológicos investigados.

Surgimiento y evolución de la arqueología histórica fronteriza y rural

Para este análisis tomamos como línea de base la década de 1980, ya que fue a mediados de la misma que comenzó el desarrollo de un campo novedoso en lo que respecta a la arqueología coetánea, que estaba mayoritariamente dedicada al estudio de las poblaciones cazadoras-recolectoras de pampa y Patagonia o a la evolución cultural del noroeste argentino. Nos referimos a la arqueología urbana —que abarcó un espectro temporal amplio desde el período colonial hasta el siglo veinte— cuyo precursor fue el arquitecto Schávelzon, quien fundó en 1986 el actual Centro de Arqueología Urbana en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (Pedrotta Reference Pedrotta and Smith2014). Allí se formó un equipo interdisciplinario de especialistas que ha efectuado pesquisas arqueológicas en numerosos sitios del casco histórico de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores (Schávelzon Reference Schávelzon1999). Paralelamente, comenzaron a desarrollarse trabajos arqueológicos en otras ciudades de Argentina, como Mendoza (Bárcena y Schávelzon Reference Bárcena and Schávelzon1991), y se retomó el proyecto de investigación sobre Santa Fe “la Vieja” que había iniciado Zapata Gollán en la década de 1950 (Carrara Reference Carrara1996; Zarankin Reference Zarankin1995). Estas investigaciones incluyeron también el estudio tipológico sistemático y la catalogación de las cuantiosas colecciones recuperadas, que sirvieron como base para trabajos posteriores. Asimismo, deben sumarse las intervenciones hechas entonces en algunas reducciones jesuítico-guaraníes, aunque muchas fueron rescates arqueológicos que no tuvieron continuidad (Poujade Reference Poujade1992).

Como se observa en la Figura 1 y la Tabla Suplementaria 1, para la década de 1980, además de la ciudad de Buenos Aires, Mendoza y Santa Fe “la Vieja”, las investigaciones arqueológicas históricas en el área de estudio se ubicaban en (1) el litoral norbonaerense: sitio El Ceibo, trabajado por Austral (1977; Tabla Suplementaria 1) y atribuido a ocupaciones indígenas “en proceso de aculturación”, y reducción El Bagual, fundada a comienzos del siglo diecisiete e investigada por Conlazo (1987; Tabla Suplementaria 1); (2) la llanura interserrana bonaerense: sitio Fortín Necochea, campamento de cazadores-recolectores cuyo componente superior incluye materiales post-hispánicos analizado por Crivelli y colaboradores (Crivelli et al. 1987-1988; Tabla Suplementaria 1); (3) las represas de piedra de Cerro Los Viejos identificadas por Piana (1979, 1981; Tabla Suplementaria 1) en la pampa seca; (4) los enterratorios indígenas de Caepe Malal estudiados por Biset y colaboradores (Varela y Biset 1987; Hajduk y Biset 1996; Tabla Suplementaria 1); (5) un conjunto de 28 construcciones de piedra estudiadas por Goñi (1983-1985, 1986-1987, 1988, 1991; Tabla Suplementaria 1) en los valles cordilleranos neuquinos; y (6) el Fuerte San Rafael, en el sur de Mendoza, objeto del estudio pionero de Lagiglia (1983, 2006; Tabla Suplementaria 1).Footnote 4

Durante la década de 1990, en el escenario de la arqueología pampeana, se produjo “la irrupción de la arqueología histórica”, en palabras de Politis y Berón (Reference Politis, Berón, Berón and Politis1997:23), quienes resaltaron como su rasgo distintivo los proyectos de investigación que habían comenzado a desarrollarse en asentamientos militares de la frontera bonaerense. En efecto, si bien existían unos pocos estudios aislados sobre contextos de contacto interétnico y ámbitos fronterizos, éstos no tuvieron continuidad, por lo que el inicio de las investigaciones sistemáticas y de largo alcance ocurrió ciertamente a mediados de los años noventa. También de esa década, en menor medida, datan estudios orientados específicamente hacia la arqueología indígena post-hispánica, a la vez que comenzó a delinearse una arqueología sobre las instalaciones productivas rurales y se dieron los primeros pasos en arqueología subacuática, mediante el estudio de naufragios (Ciarlo Reference Ciarlo2008).

Como muestran la Tabla Suplementaria 1 y la Tabla 1, en la década de 1990 comenzó el estudio sistemático de 73 sitios post-hispánicos en la zona de estudio (31%, N = 237). Si se comparan las Figuras 1 y 2, se observa claramente el aumento experimentado durante la década de 1990 en contraposición al decenio anterior, y la preponderancia que tuvieron entonces las fortificaciones militares, mayormente ubicadas en la frontera sur bonaerense. En los Sistemas de Tandilia y Ventania se concentraron los sitios formados por construcciones de pirca seca, en tanto los asentamientos indígenas presentan una mayor dispersión en la región pampeana: ambos cordones serranos, el litoral norbonaerense, la llanura interserrana y la pampa seca.

Es importante destacar que una parte de estas pesquisas se originó dentro de proyectos de investigación orientados al período prehispánico que, por distintas circunstancias, ampliaron su alcance a sitios y/o problemáticas post-hispánicas. Es el caso de los sitios a cielo abierto Fortín Necochea y Laguna El Trompa, en la llanura interserrana bonaerense, estudiados por Crivelli y colaboradores (Reference Crivelli, Eugenio, Pardiñas and Silveira1997), y de las numerosas construcciones de piedra en las serranías de Tandilia investigadas por Ramos y colaboradores (Reference Ramos, Bognanni, Lanza, Helfer, Salatino, Quiroga, Aguirre and Pau2008) y Mazzanti (Reference Mazzanti1997), y en Ventania por Madrid (Reference Madrid1991). Los trabajos desarrollados en forma sistemática y sostenida por Mazzanti (Reference Mazzanti2007) concluyeron con una tesis doctoral íntegramente dedicada a la “arqueología post-conquista” y que comprende, además de dichas construcciones, otros contextos arqueológicos, como aleros y sitios a cielo abierto de la localidad La Amalia ubicados en el extremo oriental de Tandilia. Asimismo, sobre la base de los resultados de las investigaciones efectuadas por Crivelli y colaboradores (Reference Crivelli, Eugenio, Pardiñas and Silveira1997), éstos postularon una etapa de desarrollo cultural indígena —la fase Fortín Necochea— que correspondería al período posterior a la conquista española, continuando la Tradición Interserrana Bonaerense (Crivelli et al. Reference Crivelli, Eugenio, Pardiñas and Silveira1997; Silveira Reference Silveira1992). También debe mencionarse dentro de esta línea el sitio de enterratorios indígenas Gascón I, ubicado en el sector occidental de Ventania y trabajado por Barrientos y Oliva (Reference Barrientos and Oliva1997), junto a las pesquisas pioneras efectuadas por Tapia (1998; Tabla Suplementaria 1) en Don Isidoro 2 y fortín La Perra, ambos ubicados en la pampa seca, cuyos primeros resultados se publicaron a fines de la década de 1990.

Un segundo grupo de proyectos se orientó desde el inicio al abordaje de instalaciones militares, como los mencionados fuertes y fortines que integraron las diferentes líneas de frontera durante el siglo diecinueve (véase Tabla Suplementaria 1). Al respecto, se destacan los trabajos realizados por diversos arqueólogos en los fuertes Las Achiras (1832-1869), Blanca Grande (1828-1829 y 1869-1879) y Lavalle (1869-ca.1879), el Cantón Tapalqué Viejo (1831-1856) y los fortines Otamendi (1858-1869), Miñana (1860-1863), La Parva (1858 1863/64), El Perdido (1863-1869) y Recompensa (1876-1879). En estos asentamientos se analizaron las estructuras de vivienda y otros espacios, discutiendo hipótesis acerca del abastecimiento de las guarniciones por parte del Estado, las actividades cotidianas y las relaciones interétnicas en la frontera (Bagaloni y Pedrotta Reference Bagaloni and Pedrotta2018).

Como se comentó, los estudios sobre fortificaciones tuvieron una mayor visibilidad durante esta década, aunque paralelamente comenzaron las indagaciones sobre otro tipo de asentamientos que permitieron avanzar hacia un conocimiento arqueológico más amplio y diverso de los espacios de contacto interétnico y los ámbitos fronterizos y rurales. Nos referimos a las investigaciones emprendidas en: (1) Santiago de Baradero, reducción franciscana fundada en el partido homónimo en 1615, donde Tapia (1999; Tabla Suplementaria 1) inició un proyecto de investigación; (2) Nuestra Señora de la Concepción, reducción jesuita fundada en la desembocadura del río Salado, activa entre 1740 y 1753 e indagada por Pedrotta (2013b, 2017; Tabla Suplementaria 1) y (3) San Bartolomé de los Chaná, reducción franciscana del siglo diecisiete situada en el arroyo Monje, provincia de Santa Fe, que comenzaron a estudiar De Grandis y Rocchietti (1996; Tabla Suplementaria 1). También a los trabajos pioneros de Brittez (Reference Brittez, Berón and Politis1997) en las estancias bonaerenses Las Lagunas (fines del siglo diecinueve) e Infierno (1860-1870) y el puesto rural Vizcacheras (1875-1910), a partir de los cuales planteó una serie de reflexiones teórico-metodológicas sobre la arqueología histórica rural, entonces novedosas dentro de la arqueología argentina. Otras estancias, como Piñero en la provincia de Buenos Aires, de mediados del siglo diecinueve, fueron estudiadas por Quatrin (1998; Tabla Suplementaria 1) y Campo Scodellaro, en la zona de río Segundo, provincia de Córdoba, para el período colonial por Bonofiglio (1999; Tabla Suplementaria 1). De esta misma década datan algunos rescates arqueológicos en ciudades bonaerenses, como Olavarría y Magdalena, bajo la dirección de Endere (1998; Tabla Suplementaria 1) y Sempé (Sempé et al. 1999; Tabla Suplementaria 1), respectivamente.

En los años siguientes se incorporaron más investigadores a la arqueología de los espacios de frontera y rurales, mientras que algunos proyectos fueron ampliando su alcance espacial y temporal, expandiendo los problemas y tipos de sitios estudiados. Entrado el nuevo milenio, mientras que se mantuvieron las líneas de estudio ya emprendidas, surgieron otros campos de indagación que fueron ganando peso propio, tales como la guerra y los campos de batalla, las instalaciones comerciales, la inmigración europea y las viviendas de personajes de trayectoria histórica relevante, entre otros. Dentro del primer grupo, por ejemplo, se encuentran numerosas construcciones de piedra situadas del Sistema de Tandilia, estudiadas por Ferrer y Pedrotta (2006; Tabla Suplementaria 1), y en Ventania por Roa y Saghessi (2004; Tabla Suplementaria 1), junto a los sitios indígenas a cielo abierto Arroyo Nievas 1 y 2, localizados por Pedrotta (2002, 2011; Tabla Suplementaria 1), y La Raquel, investigada por Crivelli, Eugenio y Silveira (Eugenio et al. 2007; Tabla Suplementaria 1). Asimismo, las pesquisas acerca de los establecimientos productivos —que se habían concentrado en las estancias agropecuarias— sumaron más estancias, como La Colorada, en la pampa bonaerense, Chaján, en el sur de Córdoba, y San Pablo, en la zona cuyana. Al mismo tiempo, se incorporaron sitios rurales de menor envergadura, tales como: (1) puesto San Eduardo, en la pampa seca, (2) El Zaino II, en Achiras y (3) Gallegos de los Desmochados, posta cercana a Casilda, en las provincias de La Pampa, Córdoba y Santa Fe, respectivamente (véase Tabla Suplementaria 1). Además, se sumaron establecimientos productivos diferentes, como las minas La Carolina al sur de San Luis, y Los Hornillos en Mendoza, ambas de fines del siglo dieciocho y principios del diecinueve, así como varias canteras y caleras localizadas en el centro bonaerense pesquisadas por Paz y Visvequi (2002; Tabla Suplementaria 1), y el Saladero San Pedro (1875-1900) en la Bahía de Samborombón, trabajado por Casanueva y Guillermo (2008; Tabla Suplementaria 1).

Con respecto a los establecimientos comerciales, se destacan los trabajos pioneros en las pulperías bonaerenses Las Vizcacheras, de Gómez Romero (Reference Politis2003; Tabla Suplementaria 1), y en la Casa de Negocio, de Brittez y Wibaux (2007; Tabla Suplementaria 1), ambas del siglo diecinueve, y en el almacén de ramos generales Las Latas de principios del siglo veinte, en la provincia de Santa Fe, realizado por De Grandis (De Grandis et al. 2009; Tabla Suplementaria 1). En cuanto a la arqueología de la guerra, debe mencionarse el proyecto precursor del equipo dirigido por Ramos sobre la batalla de Vuelta de Obligado, que integra de forma sostenida líneas de indagación interdisciplinarias y una estrecha interacción con la comunidad local (Ramos et al. Reference Ramos, Socolovsky and Trujillo2003). También se indagó la instalación de inmigrantes europeos en distintos sectores del territorio bonaerense, como los españoles que estuvieron entre los fundadores de Carmen de Patagones a finales del siglo dieciocho y los alemanes del Volga que arribaron en 1877 al partido de Olavarría, estudiadas por Murgo y Casanueva (2008; Tabla Suplementaria 1) y Duguine (2010a, 2010b; Tabla Suplementaria 1), respectivamente.

Por último, cabe mencionar el estudio arqueológico de viviendas de personajes y/o familias de relevancia histórica: la estancia Pereira Iraola en La Plata, la casa de Florentino Ameghino en Luján y la estancia La Libertad de Teófilo Gomila en Tres Arroyos, entre otras (Tabla Suplementaria 1). Paralelamente, la línea consolidada de pesquisas sobre asentamientos militares se amplió con el abordaje del fuerte General Paz y el fortín Algarrobos por Leoni y colaboradores (2016, 2018; Tabla Suplementaria 1), ambos en la frontera oeste (1869-1877), y del fuerte San Martín (1871-1876) por Langiano y Merlo (2002; Tabla Suplementaria 1), en el sector sur bonaerense, así como el fuerte tardocolonial Melincué de la frontera de Santa Fe por Biscaldi y Risso (2007; Tabla Suplementaria 1) y el fortín Chaján, de mediados del siglo diecinueve, en la frontera de Córdoba por Ribero y otros (2004; Tabla Suplementaria 1). Este aumento exponencial en la cantidad y la variedad de contextos arqueológicos en ámbitos de frontera y/o rurales durante la primera década del milenio supuso un incremento de 96 sitios (que representan el 41% y suman un porcentual acumulado del 88%, N = 237; Tabla 1), cuya distribución conllevó una significativa expansión espacial, que se nota al comparar la Figura 3 con las Figuras 1 y 2.

Una rápida mirada sobre las investigaciones de los últimos diez años ratifica ambas tendencias a la ampliación de las líneas de estudio ya afianzadas y a la diversificación espacial y temporal —no tanto temática, como muestran la Tabla Suplementaria 1 y la Tabla 1— de la arqueología de los espacios fronterizos y rurales (compárese Figura 4 con las anteriores). Así, encontramos nuevas estancias y puestos rurales, como el puesto De la Fuente, instalación productivo-extractiva asociada al enclave tardocolonial de Península Valdés, estudiada por Buscaglia y Bianchi Villelli (Buscaglia et al. 2012; Tabla Suplementaria 1); en la región pampeana, el puesto El Santuario y la estancia Bertón, investigados por García (2014; Tabla Suplementaria 1), y los puestos Las Toscas 3 y Máximo Ortíz, trabajados por Bagaloni (2014a; Tabla Suplementaria 1); y las estancias Ballenera Vieja, La Concepción y San Salvador del Valle (respectivamente, Brittez y Wibaux 2011; Deluca et al. 2013; Merlo et al. 2013; Tabla Suplementaria 1). Entre este grupo de sitios, se destaca la estancia Santa Coloma, fundada en 1805 con mano de obra esclava, investigada en el marco del proyecto Quilmes (Vázquez 2015; Stadler 2017; Tabla Suplementaria 1), que inició el estudio arqueológico de la diáspora africana hacia los espacios fronterizos bonaerenses.

También se sumaron nuevas instalaciones comerciales decimonónicas: “casa de negocio” Chapar (Bagaloni 2014a, 2017; Tabla Suplementaria 1) y “boliche” Lucanera, (Tomassini y Weimann 2018; Tabla Suplementaria 1) en la pampa húmeda, así como las pulperías El Caldén y La Estrella por Coll y Landa (2018; Tabla Suplementaria 1) en la pampa seca. Además, se continuaron trabajando enterratorios humanos, tanto indígenas, a partir del sitio Chimpay en la cuenca media del río Negro, datado por Prates y equipo hacia el siglo diecinueve (Prates et al. 2016; Tabla Suplementaria 1), como hispano-criollos en Animas del Pantanillo, trabajado por Rocchietti y colaboradores en Achiras para el período tardocolonial (Banfi 2012; Tabla Suplementaria 1). Entre los asentamientos indígenas, se encuentra el alero La Marcelina 1, en la zona cordillerana de la provincia de Río Negro, con una larga ocupación hasta finales del siglo diecinueve (Silveira 2010; Tabla Suplementaria 1).

Por su parte, dentro de la línea orientada hacia las instalaciones militares (véase Tabla Suplementaria 1), se agregaron las pesquisas del fuerte Sancti Spiritus —el primer asentamiento colonial español del siglo dieciséis— los fuertes tardocoloniales San José, en Península Valdés e India Muerta, en Santa Fe, junto al fuerte Cruz de Guerra (1828-1859) y los fortines Rifles (1869-1876), Machado (1858-ca.1864) y Pescado (1858-1863), en la pampa bonaerense. En paralelo, se desarrollaron abordajes novedosos metodológicamente, tales como el estudio de caminos y vías de circulación hecho por Bognanni (Reference Bognanni, Maximiano and Cerrillo-Cuenca2015) y de estructuras defensivas de zanjeado, entre las que se encuentra un sector de la Zanja de Alsina en la provincia de La Pampa llevado a cabo por Landa y colaboradores (Reference Landa, Pineau, Coll, Alfayate, Caretti, Doval, Rearte, Andrade and Montanari2017), y el análisis comparativo de un tramo de ésta y la Zanja de Rosas en el sur bonaerense efectuado por Tomassini y Perriere (Reference Tomassini and Perriere2015). Deben mencionarse también las investigaciones sobre los combates de Cepeda (1859) y La Verde (1874), ambos en la provincia de Buenos Aires, enmarcados en la arqueología de la guerra o del conflicto, especialidad que ha adquirido un fuerte perfil propio recientemente (Landa y Hernández de Lara Reference Landa and de Lara2014).

También dentro de temáticas novedosas se iniciaron los estudios de poblados rurales, como Araldi en la pampa húmeda (García y Paleo 2012; Tabla Suplementaria 1), Mariano Miró en la pampa seca (Pineau et al. 2013; Tabla Suplementaria 1) y El Pantanillo, en Achiras, provincia de Córdoba (Rocchietti et al. 2012; Tabla Suplementaria 1). Asimismo, empezó el estudio arqueológico del proceso de ocupación colonial en la zona cordillerana durante los siglos diecisiete y dieciocho a partir del sitio Cancha de Pelota, a orillas del lago Nahuel Huapi (Hajduk et al. 2013; Tabla Suplementaria 1). De este modo, en la última década se sumaron 29 sitios (que representan el 12% del total, N = 237) al campo de estudios arqueológicos de los ámbitos de frontera y/o rurales, consolidando las líneas de trabajo ya instaladas previamente, expandiendo su alcance espacial y temporal e incorporando, en menor proporción, nuevos temas.

Finalmente, a las líneas de indagación mencionadas debe sumarse el estudio de los centros clandestinos de detención, tortura y extermino que funcionaron durante la última dictadura militar en Argentina, sobre cuya base se conformó un campo de gran crecimiento en los últimos años que algunos autores han denominado “arqueología de la represión” (Funari y Zarankin Reference Funari and Zarankin2006). Si bien la mayoría de estos sitios se encuentra en contextos urbanos y especialmente en las grandes ciudades —Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Rosario, entre otras— algunos se hallan en ámbitos rurales, como Monte Pelloni, en el partido bonaerense de Olavarría (Chaparro y Curtoni Reference Chaparro, Curtoni, Ataliva, Gerónimo and Zurita2019).

Perfil, ámbitos de inserción y espacios académicos

Los investigadores que comenzaron a desarrollar la arqueología de los espacios fronterizos y rurales en los años noventa reconocen diferentes trayectorias que, analíticamente, podemos dividir en: (1) aquellos que venían de una experiencia previa en arqueología prehispánica que, en la zona que nos ocupa, refiere a poblaciones cazadoras-recolectoras; y (2) los que realizaron sus primeros pasos en investigación directamente sobre problemáticas propias de la arqueología histórica. Independientemente de su trayectoria, todos se enfrentaron con la misma carencia de ámbitos de formación académica específicos y debieron recorrer un camino autodidacta en lo que respecta a las cuestiones teóricas y la práctica de la arqueología histórica. Nos referimos al conocimiento acerca de las distintas posturas y debates epistemológicos sobre su configuración disciplinar, objetivos y estructura conceptual, la búsqueda de bibliografía, el entrenamiento heurístico para la compulsa de archivos y el análisis de fuentes escritas, el diseño y planificación del trabajo de campo —de sitios que usualmente conservan estructuras arquitectónicas— y al estudio de los objetos materiales —como vidrios, lozas, metales, fauna europea— en el laboratorio, para lo cual era muy escasa tanto la bibliografía como las colecciones de referencia. En este último aspecto, es destacable la facilidad de acceso a las colecciones comparativas del Centro de Arqueología Urbana (FADyU-UBA) que se han ido formando a través del trabajo sostenido desde mediados de la década de 1980, junto a tipologías y catálogos de una gran variedad de materiales publicados por Schávelzon (Reference Schávelzon1991, Reference Schávelzon2001, entre otros), que pasaron a ser de consulta obligada para el estudio de los objetos procedentes de sitios “históricos”.

Si durante los años noventa era comprensible la carencia de ámbitos de formación específica en la arqueología histórica, que la misma situación perdure en la actualidad es alarmante. Continúan siendo nulas las instancias de formación curricular de grado en las universidades argentinas donde se cursan las carreras de arqueología o de antropología y/o historia con orientación en arqueología, y sólo se dictan esporádicamente unos pocos seminarios de grado y postgrado. En este contexto, es oportuno mencionar la creación de la primera cátedra de arqueología histórica en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, que comenzamos a dictar durante 2019.

En lo que hace a la conformación de los equipos de investigación y a la vinculación de la arqueología histórica con otras disciplinas, a lo largo del período abordado se observan situaciones heterogéneas. Por una parte, es frecuente y cada vez mayor la colaboración entre arqueólogos históricos y profesionales de otras ciencias para resolver cuestiones que demandan un alto grado de especialización. Es el caso, por ejemplo, de estudios metalográficos sobre piezas arqueológicas hechos por ingenieros (Pifferetti Reference Adrián1996; Tapia et al. Reference Tapia, De Rosa, Landa, Montanari and Carrara2008), dataciones y/o determinaciones de maderas por medio de la dendocronología y la arqueobotánica (Caruso Fermé et al. Reference Caruso Fermé, Villelli and Do Río2018; Tapia y Dussart Reference Tapia and Dussart2013), o el empleo de métodos geofísicos para la realización de prospecciones arqueológicas (Bagaloni et al. Reference Bagaloni, Perdomo and Ainchil2011; Leoni et al. Reference Leoni, Consolani, Tamburini, Acedo and Scarafía2007). Por otra parte, la vinculación con las disciplinas sociales y humanas resulta variable, tanto en cuanto al perfil académico de quienes participan en proyectos de arqueología histórica —principalmente historiadores, en menor medida antropólogos y arquitectos— como en los modos de integración de éstos en los proyectos de investigación, que van desde la formulación interdisciplinaria de todas las instancias de trabajo a su participación como apoyo complementario para abordar problemas ya definidos desde la arqueología. En general, esta variedad de situaciones se relaciona con los ámbitos institucionales donde se desarrollan las investigaciones, que favorecen o no la interacción entre determinados campos académicos, así como con las relaciones interpersonales que se entablan entre los sujetos involucrados. Sin embargo, advertimos una tendencia creciente al trabajo genuinamente interdisciplinario entre arqueología histórica, historia y antropología, que se observa en la composición actual de algunos equipos de investigación y que marca una notable maduración disciplinar desde la década de 1980, cuando tales prácticas eran inexistentes.

En cuanto a la gestación y marco institucional de los proyectos de investigación, una de las particularidades más notorias es que, si bien existen proyectos radicados en el sistema científico tradicional (como institutos de investigación o universidades nacionales), con frecuencia el origen de los proyectos de arqueología histórica está vinculado al impulso de diversas entidades culturales y educativas a nivel municipal, es decir, por demanda de museos, archivos, bibliotecas o casas de cultura locales y/o regionales. Usualmente, son entidades interesadas en ciertos aspectos de su pasado que consideran importante investigar y cuyo patrimonio arqueológico, arquitectónico y/o cultural quieren poner en valor (Raffino e Igareta Reference Raffino and Igareta2003). Por citar sólo algunos ejemplos de estos proyectos originados desde las propias comunidades, podemos mencionar el proyecto el fuerte Blanca Grande, gestado mediante un convenio entre la Municipalidad de Olavarría y la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires; pulpería Las Vizcacheras, por impulso de la Municipalidad de Ayacucho; las cuevas de los inmigrantes españoles conocidos como “maragatos” en Carmen de Patagones, enmarcado en un convenio entre la municipalidad local y la Universidad de Buenos Aires y Dos Casas, realizado por interés de la Municipalidad de Roque Pérez (Tabla Suplementaria 1).

El crecimiento de la arqueología histórica en Argentina durante el último cuarto de siglo tuvo su correlato en los ámbitos de encuentro y debate científico, que dieron origen a diversas jornadas y congresos académicos específicos, además de lograr espacios dedicados a esta problemática en eventos regionales y nacionales de alcance más general. Así, a las inaugurales Primeras Jornadas de Arqueología e Historia del Siglo XIX, realizadas en Tapalqué en 1997, le sucedieron las Primeras Jornadas de Arqueología Histórica de la Provincia y Ciudad de Buenos Aires al año siguiente en la Universidad Nacional de Quilmes (sin continuidad) y las II Jornadas Regionales de Historia y Arqueología del Siglo XIX, realizadas en Guaminí en 1999 y se repitieron los años siguientes en la Universidad Nacional de Luján, publicándose en la serie Signos en el Tiempo y Rastros en la Tierra. En 2001 tuvo lugar en Mendoza el Primer Congreso Nacional de Arqueología Histórica, al que sucedieron Río Grande en 2003, Rosario en 2006, Luján en 2008, Buenos Aires en 2012, Mendoza en 2015 y Rosario en 2018, ámbitos de encuentro que cada tres años reúnen a la mayoría de los investigadores de Argentina y al cual concurren numerosos colegas de países vecinos. Paralelamente, se incrementaron las publicaciones ocasionales y periódicas. Al impulso inicial dado por la colección Historical Archaeology in Latin America, editada por la Universidad de Carolina del Sur entre 1993 y 1997 a instancias de Stanley South, siguieron las revistas nacionales Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Urbania y Teoría y Práctica de la Arqueología Histórica Latinoamericana. También se editaron numerosos libros y se crearon páginas web sobre programas de investigación y sitios arqueológicos.

Sin embargo, el acelerado crecimiento y la diversificación temática que se advierte en la arqueología de los espacios fronterizos y rurales —al igual que la arqueología histórica en general— no se condice en los ámbitos de inserción laboral. En efecto: (1) es muy baja la cantidad de arqueólogos históricos que se desempeñan como investigadores en el ambiente universitario; (2) en la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires directamente no hay arqueólogos; mientras que (3) en el CONICET, principal organismo de investigación científica nacional, éstos apenas superan la decena. Una desproporción similar ocurre con los becarios que realizan proyectos de investigación de arqueología histórica, tanto en las universidades como en el CONICET.Footnote 5 Si bien las políticas implementadas durante los gobiernos de Kirchner y Fernández de Kirchner (2003-2015) permitieron la incorporación de numerosos jóvenes arqueólogos en el sistema científico (Politis y Curtoni Reference Politis, Curtoni and Lozny2011), este aumento no fue coherente con el desarrollo de la disciplina en las últimas décadas, ya que aquellos que se dedican a la arqueología histórica en esos ámbitos siguen siendo muy minoritarios en comparación con quienes desarrollan estudios prehispánicos.

Consideraciones finales

El surgimiento, la consolidación y el crecimiento exponencial de la arqueología histórica fue uno de los rasgos más destacados del desarrollo de la arqueología en Argentina durante el último cuarto de siglo. Desde mediados de la década de 1990, cuando se produjo la irrupción de un campo hasta entonces relativamente inexplorado, han aumentado de forma sostenida los arqueólogos que se dedican a la arqueología histórica, se constituyeron ámbitos de intercambio científico, así como publicaciones dedicadas a esta temática y, en mucho menor medida, se dictaron cursos y seminarios específicos en algunas universidades públicas. Pese a esta carencia, cada vez más profesionales se vuelcan a la arqueología histórica, formándose en parte mediante la praxis del trabajo cotidiano de equipos ya establecidos o, en otros casos, recorriendo un camino más autodidacta. En ese contexto nacional signado por la perspectiva procesual como opción teórica mayoritaria (Farro et al. Reference Farro, Podgorny and Tobías1999; Politis Reference Politis2003; Politis y Curtoni Reference Politis, Curtoni and Lozny2011), las investigaciones realizadas en las fronteras pampeanas, caracterizadas por su gran dinamismo y por una impronta crítica e innovadora en lo que hace al debate teórico y los avances metodológicos, fueron y continúan siendo la “punta de lanza” de la emergencia y el desarrollo de la arqueología histórica.

En la Figura 5 se advierte, rápidamente, la cantidad y diversidad de sitios que han sido o están siendo hoy objeto de pesquisas sistemáticas y de largo alcance en los espacios fronterizos y/o rurales, a la vez que refleja el enorme crecimiento y la consolidación de numerosos equipos de investigación especializados. También puede observarse que durante el período considerado se mantienen tanto la diversificación temática como la extensión espacial y temporal de los contextos estudiados. En términos cuantitativos, para la década de 1980 se realizaban investigaciones en 39 sitios arqueológicos (de los cuales 34 eran construcciones de piedra relativamente cercanas), cantidad que experimentó un crecimiento sostenido especialmente en las décadas de 1990 —cuando se sumaron 73 sitios— y de 2000 —con 96 nuevos sitios, contando numerosas construcciones de piedra localizadas en las sierras bonaerenses— hasta alcanzar en la actualidad la cifra de 237 sitios registrados en la zona de estudio (Tabla Suplementaria 1; Tabla 1).

Figura 5. Período 1980-2020: total de sitios arqueológicos posthispánicos.

Una de las particularidades que presentan la mayoría de esos proyectos de investigación es su financiamiento por fuera del sistema científico-académico, por ejemplo, a través de municipios, museos, sociedades de fomento. Esto guarda estrecha relación, sin duda, con el propio objeto de la arqueología histórica que es el pasado reciente, un pasado que las comunidades locales y la sociedad en general perciben como algo próximo, cuya indagación es significativa y relevante para la construcción de las identidades y memorias locales. Por otro lado, los arqueólogos históricos suelen estar comprometidos con las demandas y requerimientos de las comunidades donde desarrollan sus investigaciones, que muchas veces proveen el financiamiento.

En una revisión reciente de la historia de las investigaciones arqueológicas en la Pampa y la Patagonia, Ramundo (Reference Ramundo2012:108) destacó “el crecimiento exponencial que tuvo (y tiene) la arqueología urbana e histórica”, argumentando que las tareas que demanda la primera no implican largos traslados de personas al campo ni requieren solventar su alojamiento y manutención, siendo por ello la opción preponderante de los arqueólogos históricos en la difícil década de 1990 (véase Politis y Curtoni Reference Politis, Curtoni and Lozny2011). Tal como se mostró en las secciones anteriores y en franca contraposición a lo planteado por dicha autora, sostenemos que el desarrollo de la arqueología de los espacios fronterizos y rurales en la región pampeano-patagónica ha sido considerablemente mayor al de la arqueología urbana (y no al revés). Tampoco acordamos con las explicaciones económicas al respecto.

De verificarse lo planteado por Ramundo (Reference Ramundo2012), las pesquisas deberían haberse concentrado en los centros urbanos, especialmente en Buenos Aires y otras urbes cercanas a las universidades donde se enseña arqueología (como las Universidades Nacionales de La Plata, de Rosario o del Centro de la Provincia de Buenos Aires, en La Plata, Rosario y Olavarría, respectivamente), situación que no ocurrió a excepción del Centro de Arqueología Urbana de la Universidad de Buenos Aires ya mencionado. También debe contemplarse que el crecimiento en las investigaciones de arqueología histórica durante el período abordado tuvo su epicentro en los ámbitos fronterizos y rurales y no en zonas urbanas. Pensamos que, en parte, esta situación refleja la reducida cantidad de equipos de investigación que, hasta hace pocos años, trabajaban en arqueología urbana en comparación con los primeros. Adicionalmente, el surgimiento contemporáneo de la arqueología subacuática (que destaca dicha autora y es una de las especialidades arqueológicas que requiere más fondos) no es coherente con el contexto de falta de financiamiento que experimentó a todo nivel el sistema científico durante la década de 1990 y principios de la siguiente, si la situación económica hubiera sido el factor excluyente y determinante.

Por tanto, las causas del despliegue extraordinario que tuvo la arqueología histórica a mediados de los años noventa no se vinculan directamente con cuestiones presupuestarias. Posiblemente guardan relación con distintos procesos identitarios, sociales y culturales que maduraron con el advenimiento de la democracia y la ampliación de derechos que conllevó la incorporación de tratados internacionales y la reforma constitucional de 1994, en un marco disciplinar que se fue orientando hacia una praxis cada vez más comprometida con los pueblos indígenas y las comunidades locales.

No puede dejar de mencionarse, en el plano institucional, que la Universidad de Buenos Aires ocupa un papel central en el desarrollo de la arqueología histórica en general, y de las investigaciones en los espacios fronterizos y rurales en particular. Se trata del ámbito desde el cual Schávelzon sentó las bases de la arqueología urbana moderna en Argentina y en su Facultad de Filosofía y Letras se han formado, al menos, tres cohortes de arqueólogos históricos. Indagar las causas de esta situación requiere ponderar un entramado de variables académicas, contextuales, sociales y políticas que hacen a la historia disciplinar y exceden los alcances de este trabajo, pero pueden plantearse algunas ideas al respecto. Primeramente, debe considerarse la receptividad a temas novedosos por parte de estudiantes, graduados y el cuerpo de docentes e investigadores de dicha casa de estudios, que expresa una mirada crítica distintiva y mayor apertura teórica dentro del campo de la arqueología en comparación con otras universidades. En segundo lugar, se destaca la incorporación relativamente rápida —aunque minoritaria— de las perspectivas post-procesuales entrada la década de 1990 y, más recientemente, el impacto del pensamiento decolonial, que han replanteado el rol social de los arqueólogos, su relación con las comunidades —uno de los puntos fuertes de la arqueología histórica— y defienden la práctica de una arqueología situada histórica y políticamente.

A partir del nuevo milenio, Gómez Romero (Reference Gómez Romero2005) y Zarankin y Salerno (Reference Zarankin and Salerno2007) enfatizaron la incorporación de ideas derivadas del post-procesualismo en la arqueología histórica argentina, principalmente su vertiente norteamericana, que impulsó el interés por la acción individual y la diversidad sociocultural en contextos específicos, la atención a las desigualdades y los conflictos, la construcción de múltiples versiones del pasado, entre otras cuestiones. Estos enfoques heterogéneos comprenden diferentes perspectivas, desde el neo-marxismo y el post-estructuralismo hasta el “giro decolonial” antes mencionado, pasando por la fenomenología y los estudios de género. Coincidimos con dichos autores en cuanto a una mayor permeabilidad de la arqueología histórica que la arqueología prehispánica para incorporar enfoques teóricos y conceptos de corte post-procesual, pero también destacamos la implementación de métodos y técnicas de campo y de análisis de laboratorio en articulación con otras disciplinas, como la arquitectura, la historia del arte, la geofísica y la bioquímica.

La tendencia al crecimiento de la arqueología histórica en Argentina durante las tres últimas décadas tiene su paralelo en casi todos los países de Iberoamérica, según señala Politis (Reference Politis2003:257), en parte gracias a una agenda de investigación novedosa que muestra enormes ventajas por la profundidad del conocimiento que posibilita el uso complementario del registro material y las fuentes escritas. De este modo, la arqueología histórica latinoamericana viene abordando una variedad de procesos vinculados con la expansión capitalista, el colonialismo, el surgimiento de los estados-nación y sus efectos económicos, políticos y sociales, incluyendo particularmente la agencia de las poblaciones indígenas y afroamericanas (Funari et al. Reference Funari, Hall, Jones, Funari, Hall and Jones1999). Como se anticipó, el debate teórico y epistemológico sobre la arqueología histórica que se produjo en muchos países de Sudamérica en las décadas de 1990 y 2000, trasciende los límites de la especialidad y ocupa un lugar importante dentro del escenario arqueológico mundial (Funari et al. Reference Funari, Hall, Jones, Funari, Hall and Jones1999; Orser Reference Orser2007; Politis Reference Politis2003).

Retornando a Argentina, hemos visto que la arqueología de los espacios fronterizos y rurales ha sido central en la génesis y derrotero de la arqueología histórica en el último cuarto de siglo, período durante el cual experimentó un crecimiento y diversificación sostenidos, que atravesó tanto coyunturas históricas desfavorables para la ciencia y la tecnología como el proceso de reconstrucción del sistema científico iniciado en 2003 (Politis y CurtoniReference Politis, Curtoni and Lozny2011). Esto conduce a reflexionar sobre sus especificidades, dinámica y trayectoria particular, cuyo análisis se empobrece si únicamente se consideran factores económicos. Vimos también que este crecimiento se reflejó en la multiplicación de equipos y proyectos de investigación, eventos científicos y publicaciones, pero que no tiene todavía su correlato en la educación de grado y postgrado, así como tampoco se ha expresado en la inserción laboral de los arqueólogos históricos en ámbitos universitarios ni en el sistema científico. Con relación a tal desbalance, podemos sugerir algunos elementos que van desde ciertos prejuicios hacia la arqueología histórica hasta el peso que detentan en el sistema científico-académico los equipos consolidados que estudian problemáticas prehispánicas y resultan destinatarios de la mayor cantidad de subsidios, becas y plazas rentadas, retroalimentando así un círculo que resulta difícil revertir.

Por último, no podemos dejar de expresar gran preocupación acerca del rumbo futuro no sólo de la arqueología histórica sino de todo el sistema científico argentino, que viene padeciendo en los últimos cuatro años crecientes recortes presupuestarios y falta de apoyo estatal, que amenazan seriamente la continuidad de los avances que se han hecho en materia de formación de recursos humanos, desarrollo de proyectos de investigación, inversión en institutos y centros de producción de conocimiento, en especial en las humanidades y ciencias sociales. Este retroceso impactará, sin dudas, negativamente en la sociedad argentina.

Agradecimientos

A la Fundación Azara y la Universidad Maimónides por el apoyo institucional; al CONICET (PIP 0304-2015/2017) y la ANPCyT (PICT -0219-2016/2018) por el financiamiento. A los evaluadores, cuyas sugerencias permitieron mejorar el manuscrito. Todo lo expresado es nuestra responsabilidad.

Declaración de disponibilidad de datos

No se utilizaron datos originales en este trabajo.

Material suplementario

Para acceder al material suplementario que acompaña este artículo, visitar https://doi.org/10.1017/laq.2021.5.

Tabla Suplementaria 1. Sitios arqueológicos post-hispánicos en el área de estudio según tipo de sitio y década de inicio de las investigaciones.

Texto Suplementario 1. Referencias suplementarias.

Footnotes

1. Un panorama sobre los procesos históricos de conformación y desarrollo de las fronteras coloniales y republicanas en la Pampa, la Patagonia y Araucanía —que excede los límites de este trabajo— puede consultarse en Mandrini y Paz (Reference Mandrini and Paz2003), Palermo (Reference Palermo2000) y Pinto Rodríguez (Reference Pinto Rodríguez1996).

2. La Tabla Suplementaria 1 incluye las principales referencias bibliográficas acerca de cada sitio contenidas en el listado bibliográfico que se adjunta como material complementario.

3. La selección de los sitios de contextos fronterizos y rurales no pretendió ser exhaustiva mas sí representativa en cuanto a sistematicidad y relevancia. Se consideraron urbanos a los sitios que se hallan en grandes ciudades como Buenos Aires y Rosario, mientras que lo rural comprende las áreas serranas y campestres junto a pueblos de distintas escalas.

4. No se incluyeron las cerca de 50 construcciones de piedra trabajadas en Ventania por Oliva (Reference Oliva1991), para no sobreestimar el número de sitios, dado que carecen de una cronología precisa.

5. Información estadística en la página oficial del CONICET: https://www.conicet.gov.ar/.

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Figure 0

Figura 1. Década de 1980: sitios arqueológicos posthispánicos.

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Figura 2. Década de 1990: sitios arqueológicos posthispánicos.

Figure 2

Figura 3. Década de 2000: sitios arqueológicos posthispánicos.

Figure 3

Figura 4. Década de 2010: sitios arqueológicos posthispánicos.

Figure 4

Tabla 1. Distribución absoluta y relativa de los sitios arqueológicos post-hispánicos en el área de estudio según tipo de sitio y década de inicio de las investigaciones.

Figure 5

Figura 5. Período 1980-2020: total de sitios arqueológicos posthispánicos.

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