1. INTRODUCCIÓN
El trabajo que se presenta ha sido concebido como la primera parte de un proyecto más amplio cuyo objetivo es el estudio de precios, salarios, alimentación, pautas de consumo y niveles de vida en Andalucía occidental durante la Edad Moderna. Para esta pieza inicial se calcula, a partir de fuentes inéditas, la evolución de precios y niveles de vida en Sevilla entre 1521 y 1603, esto es, desde el año en el que las fuentes comienzan a proporcionar información, hasta aquel en el que, como podrá comprobarse, concluye la revolución de los precios.
El texto se divide en los siguientes epígrafes: tras la introducción, en el segundo apartado se realiza una breve aproximación histórica a la ciudad de Sevilla durante el siglo XVI. Posteriormente, se efectúa un balance crítico de las principales aportaciones historiográficas sobre el cálculo de índices de precios y niveles de vida en el Antiguo Régimen; en la sección cuarta, se describen las fuentes documentales empleadas y la metodología aplicada para calcular un nuevo índice de precios. A continuación, se comparan los resultados obtenidos con las estimaciones de Hamilton y la metodología empleada por Allen. Finalmente, se ofrecen las conclusiones.
El hallazgo de los libros contables de los hospitales de Santa Marta y la Misericordia y de los libros de posesiones de la mesa capitular del cabildo-catedral de Sevilla me ha permitido reunir información sobre precios de hasta 95 productos y de salarios de peón de albañil. Asimismo, las transformaciones en los modos de compra del hospital de Santa Marta a medida que se desencadenaba el alza de precios del XVI, han servido para identificar algunas de las posibles respuestas que la población sevillana pudo dar al mismo proceso.
Los principales cambios introducidos en la elaboración del índice de precios son dos. Por un lado, se ha incorporado a la canasta de la compra la vivienda en alquiler. Éste será el principal elemento de distorsión entre mi índice, el de Hamilton (Reference Hamilton1983) y aquel otro que resulta de replicar el método Allen (Reference Allen2001). El arrendamiento urbano constituye el componente que mayor incremento experimenta en su precio durante el periodo estudiado —se multiplicará por 14,7 entre 1526 y 1603, mientras que el resto de categorías del índice verá triplicado o cuadriplicado su valor.
Por otro lado, el nuevo índice incluye tres canastas de la compra, cuya estructura variará en función de lo observado por los expertos en historia del consumo, de los cambios identificados en los hábitos de compra del hospital de Santa Marta, de las restricciones presupuestarias y de tiempo trabajado que tenga que enfrentar una familia representativa y de las necesidades energéticas que ésta tenga que cubrir. Ante el deterioro que sufre el poder adquisitivo de las familias sevillanas durante el siglo XVI, se ha optado por ir variando la composición de la cesta y la cantidad de días trabajados —como veremos, el trabajo femenino e infantil se torna en un factor esencial para asegurar el sustento familiar.
En lo tocante a los cambios introducidos en las canastas de la compra, hay que destacar el mayor consumo de pan, legumbres y frutos secos a medida que avanza el Quinientos y la paulatina reducción en las cantidades de carne, pescado y combustibles; la sustitución de carne por tocino y de pescado fresco por bacalao en salazón; la incorporación de verduras, frutas, productos textiles finales y de menaje del hogar; y el uso exclusivo de leña como fuente de energía.
2. EL SIGLO XVI EN SEVILLA
El caso de Sevilla en el siglo XVI es la historia de una ciudad que experimenta un profundo proceso de transformación a raíz de la concesión del monopolio del comercio americanoFootnote 1 . Este privilegio le permite pasar de ciudad con importancia regional a finales del siglo XV a metrópoli con influjo mundial durante el XVI, al quedar situada como una de las principales plazas comerciales y financieras de la época. La expansión económica que caracteriza buena parte del Quinientos europeo adquirirá en Sevilla unas características singulares, al constituirse como centro de llegada del tesoro americano.
Dicha prosperidad tuvo claro reflejo en el incremento de su población, que pasará de 46.807 habitantes en 1535 a 120.519 en 1587Footnote 2 . Los datos sobre bautizados trazan una evolución similar a la censal (gráfico 1): tras un primer tercio de siglo caracterizado por la pérdida poblacional a consecuencia de epidemias, crisis agrarias y emigración hacia las Indias, la curva experimentará un crecimiento del 186 por cien desde 1534 hasta 1586 que estará alimentado, en buena medida, por el componente migratorioFootnote 3 . El crecimiento descrito no será exclusivo de Sevilla sino que afectará a toda la baja Andalucía, que verá aumentar su población entre 1534 y 1586 un 89 por cien por cien. Desde 1586 a 1603, la serie acusará un descenso del 17 por cien.
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GRÁFICO 1 ÍNDICES DE BAUTIZADOS EN SEVILLA Y ANADALUCÍA OCCIDENTAL E ÍNDICE DE PRODUCCIÓN AGRARIA EN EL ARZOBISPADO DE SEVILLA, 1521–1610 (medias móviles de 5 años; base=media 1521–1530) Fuentes: González-Mariscal (Reference González-Mariscal2013)
En paralelo al crecimiento poblacional discurrió una vigorosa expansión agraria: entre las décadas de 1520 y 1570, la producción agraria del occidente andaluz verá duplicado su valor. El año 1575 supone su nivel máximo, a partir del cual inicia un proceso de declive que ascenderá al 33 por cien cuando llegue 1603. El incremento de la producción agraria —así como su posterior descenso— vendrá determinado tanto por la producción cerealista como la no cerealista (esencialmente, vino y aceite, los principales productos exportados a las Indias)Footnote 4 .
La actividad económica en Sevilla fue más mercantil que industrial. A pesar de las magníficas oportunidades brindadas por el abastecimiento de la demanda americana, la ciudad se mostró incapaz de desarrollar un sector secundario propio a la altura de las circunstancias. Su fortuna durante el Quinientos estuvo vinculada, básicamente, al papel que desempeñó como centro comercial bisagra entre el Nuevo y el Viejo Mundo.
3. ÍNDICES DE PRECIOS Y NIVELES DE VIDA EN LA EDAD MODERNA: UN BALANCE CRÍTICO
Nuestra disciplina ha sido testigo en los últimos años de un renovado interés por la historia de los precios y los niveles de vida antes y durante la Revolución IndustrialFootnote 5 . Fruto de este impulso investigador —recordemos que el primero de ellos se produjo entre 1934 y 1964, teniendo entre sus máximos exponentes a Hamilton (Reference Hamilton1934 y Reference Hamilton1947), Posthumus (Reference Posthumus1946 y Reference Posthumus1964), Phelps Brown y Hopkins (Reference Phelps Brown and Hopkins1955 y Reference Phelps Brown and Hopkins1956), Pribram (Reference Pribram1938) o Elsas (1936/Reference Elsas1940)— han aparecido publicados los denominados índices de precios de segunda generación, con los que se han resuelto algunas deficiencias que presentaban los primerosFootnote 6 . El método empelado como referencia a la hora de calcularlos, de medir los niveles de vida y efectuar comparaciones internacionales ha sido el propuesto por Allen (Reference Allen2001). Debido a ello, se someterán a crítica sus procedimientos ya que, a pesar de los indudables progresos que han supuesto para la historia económica, siguen presentando ciertos problemas cuya mejora puede modificar el retrato que se ha efectuado de la evolución trazada por precios y salarios. A continuación, paso a detallar los inconvenientes detectadosFootnote 7 .
En primer lugar, hay que destacar el excesivo grado de dependencia que continua presentando el análisis sobre niveles de vida con respecto a la evolución seguida por los salarios de los albañiles de los grandes núcleos de población. A pesar de que Allen ofrece evidencia empírica en cuanto a la aceptable representatividad de éstos, resulta necesario dedicar esfuerzos a recopilar información sobre otras profesiones. Más aún, sería conveniente recoger salarios femeninos e infantiles, habida cuenta de la importancia que el trabajo de mujeres y niños parece haber desempeñado en las sociedades preindustrialesFootnote 8 .
Otra tarea necesaria es aquella que pasa por obtener precios y salarios en pequeñas y medianas localidades y hallar el diferencial de éstos con los de las grandes concentraciones urbanas si lo que pretendemos es calibrar los niveles de vida de determinadas regiones o países. Es posible que los estudios realizados estén sobredimensionando las tensiones inflacionistas que se produjeron en determinadas épocas como consecuencia de las distintas cargas impositivas sobre el consumo a las que tuvieron que hacer frente los núcleos de población. También sería positivo establecer qué parte de los precios pagados por los consumidores correspondía a las mercancías y qué parte a impuestos.
El tercer inconveniente hace referencia al tiempo de trabajo y los ingresos de la unidad de análisis, esto es, la familia. En el modelo de Allen, el único miembro de la familia con posibilidad de trabajar es el varón adulto y los días trabajados al año por éste quedan fijados en 250 para toda la Edad Moderna. El catastro de Ensenada establece 120 días de trabajo para los agricultores, 180 para los artesanos y 250 para los sirvientes (Ringrose Reference Ringrose1985) y, según García-Zúñiga (Reference García-Zúñiga2011), los días potenciales de trabajo al año en España se incrementaron desde, aproximadamente, los 270 a mediados del siglo XVI hasta los 280 a finales de siglo XVIII. En todo caso, parece lógico pensar que una de las respuestas que pudieron dar las familias al deterioro de sus ingresos pasó por incrementar los días trabajados, de tal manera que el número de éstos pueda ir aproximándose al número potencial y que ello, en definitiva, quede plasmado en los cálculos realizados.
Si Allen no alberga duda al tomar la familia como unidad básica de consumo, no procede del mismo modo al considerar el tiempo de trabajo y los ingresos. En ningún momento observa la opción del trabajo femenino e infantil como vía para aumentar la renta familiar y frenar el deterioro del nivel de vida. A este respecto, hay que indicar que la tasa de actividad femenina en Castilla la Nueva a mediados del siglo XVIII estaba cerca del 50 por cien (Humphries y Sarasúa Reference Humphries and Sarasúa2012), mientras que la infantil —para niños de 10 a 15 años— era del 39 por cien (Sarasúa Reference Sarasúa2013), porcentajes que quizá fuesen más elevados en los estratos más necesitados de la población, tales como los representados por los peones de albañil.
Varios problemas presenta el método Allen en relación a la cesta de consumo establecida: en primer lugar, el uso de una canasta con los mismos productos y cantidades para toda la Edad Moderna contraviene lo marcado por los especialistas en historia del consumo, que evidencian cambios en los modos de gastar de la población entre 1500 y 1800Footnote 9 . Aunque seguimos desconociendo en gran medida la estructura del gasto familiar y las alteraciones que éste sufrió, no parece apropiado pensar que los hábitos de consumo no variasen durante esos tres siglos, no adaptándose a las coyunturas económicas, no respondiendo a cambios en los precios relativos o no incorporando productos procedentes de otras regiones.
En segundo lugar, la composición de la canasta de Allen: 1) incorpora pocos productos (doce); 2) no refleja la variedad ni la especificidad de los hábitos de consumo de las distintas partes de Europa (el consumo de pescado, frutas y verduras para la Europa católica y mediterráneaFootnote 10 o el de productos de lana en vez de lino para la Europa fría Footnote 11 ); y 3) algunas cantidades no representan debidamente lo establecido por los especialistas en historia del consumo: 26 kilos al año por persona suponen poca carne para el siglo XVIFootnote 12 ; 68 litros de vino y cinco de aceite, insuficientes cantidades para el sur de EuropaFootnote 13 ; cualquier consumo de huevos, un lujo difícilmente alcanzable con el salario de un peón de albañilFootnote 14 ; dos millones de BTU (equivalentes para la región de Sevilla a unos 115 kg de leña al año), una cantidad de combustible muy alejada del kilogramo de leña por persona y día que para la Europa Mediterránea establecen los especialistasFootnote 15 .
No obstante, el principal problema de la canasta de Allen viene determinado por el alquiler de vivienda. Ante la ausencia de datos primarios, Allen considera que el arrendamiento de vivienda supone el 5 por cien del gasto total de la familia y que no variará en toda la Edad Moderna. Según mi estudio, es el componente que más se encarecerá durante el siglo XVI y el elemento que marcará de manera determinante la brecha entre los distintos índices.
En lo referente a España, los estudios sobre precios en el Antiguo Régimen son escasos. Buena parte de los índices publicados se basan en el material que obtuvo Hamilton (Reference Hamilton1934 y Reference Hamilton1947) para las dos Castillas, Andalucía y Valencia. En concreto, nos referimos a los publicados por Martín Aceña (Reference Martín Aceña1992) y Reher y Ballesteros (Reference Reher and Ballesteros1993) para Castilla la Nueva —el primero cubre los siglos XVI y XVII y el segundo, toda la Edad Moderna— y al elaborado por Llopis et al. (Reference Llopis Agelán, Jerez, Álvaro Moya and Fernández2000) para el noroeste de Castilla la Vieja entre 1518 y 1650. Tras los trabajos de Hamilton, cabe destacar la labor realizada por Feliu (1991a y 1991b) para Cataluña (siglos XVI-XVIII). Más recientemente, Llopis et al. (Reference Llopis, García Hiernaux, García Montero, González Mariscal and Hernández García2009) han confeccionado índices de precios para Palencia, Madrid y Sevilla entre 1680 y 1800, mientras que Llopis y García-Montero (Reference Llopis and García Montero2011) han analizado la evolución de precios y salarios en Madrid para el mismo periodo. Finalmente, Moreno (Reference Moreno Lázaro2002) y Lana (Reference Lana Berasain2007) han elaborado índices para Palencia y Navarra que cubren la segunda mitad del Setecientos y sus tres últimas décadas, respectivamente. Por lo tanto, la mayor parte del país todavía carece de estudios sobre precios en la Edad Moderna y varios de los trabajos publicados sólo cubren parte del Antiguo Régimen.
4. UN NUEVO ÍNDICE DE PRECIOS DE CONSUMO
Los considerables vacíos de información entre 1501 y 1580 que presenta la base de datos sobre precios que Hamilton (Reference Hamilton1983: 337 y 353-357) confeccionó para Sevilla, determinó que se buscasen fuentes primarias alternativasFootnote 16 . Los libros de cargo y descargo del hospital de Santa Marta nos han permitido obtener precios de alimentos —61 productos, incluido el pan—, diversos combustibles y salarios de peón de albañilFootnote 17 . Esta institución tenía como finalidad proporcionar comida diaria a una cantidad de necesitados que fue incrementándose, entre 1521 y 1603, desde los 16 hasta los 35. En la parte de los libros correspondiente al descargo se registraban tanto los gastos al por mayor (trigo, aceite, vino, leña), como las compras diarias por menudo. El hospital asignaba raciones nominativas a los asistidos y llevaba un control exhaustivo sobre los mismos.
Para la obtención del precio de la vivienda en alquiler de renta baja se han utilizado los libros de posesiones de la mesa capitular del cabildo-catedral de SevillaFootnote 18 . La muestra de casas baratas en alquiler conformada asciende a 50. La mesa capitular y la fábrica eran las dos administraciones en las que se dividía el cabildo-catedral. Tras el diezmo, su principal ingreso provenía del arrendamiento de las casas que atesoraba en Sevilla. El número de inmuebles que poseía se encontraba situado en torno a los ochocientos en 1521 y algo por encima del millar a comienzos del siglo XVIIFootnote 19 . En los libros de posesiones se registraban los contratos de arrendamiento de casas y tierras, apareciendo recogidos los nombres de los inquilinos y sus profesiones, la duración de los mismos y el montante de renta a pagar. Entre 1521 y 1603, la duración teórica de los contratos será de una (43 por cien) o dos vidas (54 por cien), mientras que la duración media efectiva apenas superará los diecinueve años. Además, una parte de la renta era pagada en moneda y otra, en gallinas, sistema que permitía salvar el deterioro que la inflación ocasionaba sobre la porción en numerario de contratos tan extensos en el tiempo.
Por último, los libros de cargo y data de mayordomos del hospital de la Misericordia han servido para recoger precios de las categorías de vestido y calzado (hasta siete productos) y menaje del hogar (hasta dieciocho). Entre los objetivos de esta institución se encontraba procurar ropa a menesterosos y dotar con ajuar a doncellas pobres para su casamientoFootnote 20 .
En total, se ha conseguido reunir información sobre precios para 95 productos que se han agrupado en las categorías: I) Alimentos; II) Bebidas alcohólicas; III) Vestido y calzado; IV) Vivienda; V) Combustibles e iluminación; VI) Menaje; y VII) Otros bienes y servicios. Los escasos vacíos informativos se han cubierto mediante los datos de Hamilton (Reference Hamilton1983) e interpolaciones lineales. Se han transformado las unidades originales de medida al sistema métrico decimal y —en el caso de los alimentos— a precios por cada mil kilocalorías. Esto ha permitido establecer un ranking con los productos más baratos en función de su aporte calórico y ha mostrado cuáles tienen más posibilidades de formar parte de las cestas de consumo —siempre que no contravengan lo observado por los expertos ni lo inferido del estudio de la alimentación en la ciudad hispalense—.
Para abordar el estudio del consumo se ha procedido de la siguiente manera: en primer lugar, se ha analizado lo que la literatura especializada establece al respecto. Sus principales aportaciones han consistido en identificar, entre los siglos XVI y XVIII, aumentos en el consumo de pan y vino y disminución en la ingesta de carne y pescadoFootnote 21 . En segundo término, se han observado los hábitos de consumo en el hospital de Santa Marta y, lo que es más importante, se han identificado cuáles son los cambios que en ellos se producen ante la posibilidad de introducirlos en las cestas de consumo. Para ello, se consultaron los libros de cargo y descargo de 1535, 1562 y 1587 y se calculó el consumo anual y diario por persona. Ha sido suficiente con estas primeras disecciones temporales para reconocer una serie de variaciones —a medida que tenía lugar la revolución de los precios— que podrían estar reflejando —con diferente intensidad— cómo pudo reaccionar la población de Sevilla ante el mismo acontecimiento económico. Estos cambios consisten, principalmente, en la sustitución de la carne y el pescado fresco por tocino y bacalao en salazón, el aumento del consumo de legumbres y frutos secos y la disminución de la compra de leña.
En lo que respecta a la vivienda, se han clasificado las 542 casas pertenecientes a la mesa capitular en 1521 en función de la parroquia a la que pertenecían y de la renta que los inquilinos tenían que satisfacer. Se han seleccionado 50 entre las más baratas y se ha calculado el precio medio de arrendamiento por vivienda de renta baja. En los 76 contratos analizados para 1521-1550, se han identificado entre los inquilinos hasta 38 tipos de profesiones, en las que destacan albañiles (18 por cien), clérigos (12 por cien), sastres (7 por cien), zapateros (3 por cien), caldereros (3 por cien) y pintores (3 por cien). Para 1603, se ha vuelto a realizar el mismo ejercicio de clasificación —con las 650 casas que por entonces poseía la mesa capitular— y se ha constatado que los inmuebles elegidos seguían encontrándose entre los más baratos. También se ha comprobado cómo los albañiles que aparecen en los contratos tan sólo podían acceder a las casas de menor renta entre las más baratas, en contraposición a lo observado para el segundo cuarto del siglo XVI, cuando tenían la posibilidad de pagar casas de coste medio entre las más baratas. Debido a ello, he decidido estratificar para todos los años las 50 casas elegidas en cinco categorías en función de su precio de alquiler, de tal manera que, ante el fuerte encarecimiento que experimenta éste durante el Quinientos, el grupo familiar analizado tenga la posibilidad de trasladarse a viviendas de inferior categoría y así poder amortiguar en cierta medida el impacto del mismo.
El siguiente paso ha consistido en definir el número de integrantes que componían el núcleo familiar y estudiar los requerimientos energéticos mínimos que precisaban para mantenerse sanos. A partir de Allen (Reference Allen2001: 425), de las cifras de los censos y vecindarios analizados por González-Mariscal (Reference González-Mariscal2013: 10-77) y de lo establecido por los expertos en historia de la familia en la época y la localización geográfica que nos ocupa (Martínez y Sánchez-Montes Reference Martínez López and Sánchez-Montes Gonzalez2008), se ha considerado adecuado una familia compuesta por cuatro miembros.
Acto seguido, he tratado de definir ciertas características del núcleo familiar y sus miembros, lo cual será importante para establecer sus necesidades energéticas. A partir del trabajo de reconstrucción de familias de Mora (Reference Mora Ruiz2008) para varias poblaciones onubenses —éstos han sido los únicos datos que hemos encontrado para Andalucía occidental— se han calculado las edades nupciales de los cónyuges en el primer matrimonio y los períodos intergenésicos medios corregidos. La edad del primer casamiento entre 1521 y 1600 osciló entre los 25,6 y los 26,3 años para los varones (cuadro 1) y entre los 22,2 y los 22,7 años para las mujeres. Entre la fecha de la boda y el nacimiento del primer hijo pasaban de 15,6 a 16,2 meses y así, sucesivamente.
CUADRO 1 EDADES DEL PRIMER CASAMIENTO Y PERIODOS INTERGENÉSICOS MEDIOS CORREGIDOS EN LA PARROQUIA DE SAN VICENTE DE LUCENA DEL PUERTO
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Fuentes: calculado a partir de Mora (Reference Mora Ruiz2008)
Otro asunto a considerar para la definición de las necesidades energéticas de esta familia es la talla y el peso de sus integrantes adultos, sin embargo, los estudios antropométricos que se han llevado a cabo se centran en épocas posteriores al Quinientos. Para conocer la estatura de los sevillanos en el siglo XVI, únicamente contamos con los datos de Guijo (Reference Guijo Mauri2008) —que realiza cálculos desde el siglo I al XVIII a partir de la medición del hueso fémur— y con las indicaciones facilitadas por algunos compañeros expertos en antropometría. Como resultado de ello, supondré una talla de 1,65 metros para el varón y de 1,60 para la mujer.
Se considera que el estado nutricional de un individuo es adecuado cuando su Índice de Masa Corporal (IMC)Footnote 22 se encuentra entre 18,50 y 24,99 kg/m2. Un IMC inferior a 18,5 kg/m2 implica situaciones de delgadez, deficiencias nutricionales y creciente vulnerabilidad física ante enfermedades. En el cuadro 2 se recogen las Ingestas Dietéticas de Referencia (IDR) y la Estimación de los Requerimientos Energéticos (ERE) para hombres y mujeres de treinta años a partir de su estatura, de un peso que los sitúe en valores del IMC equivalentes a 18,5 y a 24,99 kg/m2 y de unos Niveles de Actividad Física (NAF) estratificados en cuatro grupos (sedentario, bajo, medio y alto). Para el caso de la familia seleccionada, tomaré como referencia el umbral mínimo del IMC (18,5 kg/m2) para fijar el peso de sus integrantes.
CUADRO 2 INGESTAS DIETÉTICAS DE REFERENCIA (IDR): ESTIMACIÓN DE REQUERIMIENTOS ENERGÉTICOS (ERE) PARA HOMBRES Y MUJERES DE 30 AÑOS
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Fuentes: calculado a partir de Dietary Reference Intakes for Energy, Carbohydrate, Fibber, Fat, Fatty Acids, Cholesterol, Protein, and Amino Acids (2002), en http://www.uned.es/pea-nutricion-y-dietetica-I/guia/index.htm.
Leyenda: partiendo de los 30 años, cada año de menos implica sumar 7 Kcal/día a las mujeres y 10 Kcal/día a los hombres; por cada año de más hay que restar 7 Kcal/día a las mujeres y 10 Kcal/día a los hombres.
NAF=Nivel de Actividad Física
ERE (hombres adultos)=662 – (9,53×Edad)+NA × [(15,91×Peso en kg)+(539,6×Altura en m)]
ERE (mujeres adultas)=354 – (6,91×Edad)+NA × [(9,36×Peso en kg)+(726×Altura en m)]
NA=coeficiente por NAF
NA=1,00 si 1,0≤NAF<1,4 (sedentario)
NA=1,12 si 1,4≤NAF<1,6 (actividad baja)
NA=1,27 si 1,6≤NAF<1,9 (actividad media)
NA=1,45 si 1’9≤NAF<2’5 (actividad alta)
Partiendo del cuadro 1 y con el propósito de establecer las necesidades energéticas y las posibilidades de consumo de la familia, me he fijado justo en el momento anterior a que la mujer quede encinta del quinto de los hijos. Por ese entonces, el hombre y la mujer tendrán la de edad de 38,1 y 34,6 años, respectivamente; el primer hijo 10,8 años y 5,3 el tercero; con respecto al segundo y al cuarto de los hijos, supondré que a consecuencia de la elevada mortalidad infantil habrán fallecido entre los 0 y los 2,8 y los 0 y los 2,3 años, respectivamente.
Por su parte, de la información del cuadro 2 se desprende que a un varón de 38,1 años, 1,65 metros y un IMC de 21 kg/m2 le corresponde un peso de 57,2 kgFootnote 23 . Si su NAF es alto —como en los días de trabajo de un peón de albañil—, su ERE asciende a 2.828 kilocalorías, mientras que si su NAF es bajo —como hemos supuesto para los días de asueto— su ERE se sitúa en 2.234 kilocalorías (cuadro 3). Para el caso de la esposa tenemos que, a una mujer de 34,6 años, 1,60 metros y un IMC de 20 kg/m2, le corresponde un peso de 51,2 kg. Si su NAF es medio en los días de trabajo, su ERE es de 2.167 kilocalorías, mientras que si su NAF es bajo en los días de descanso su ERE es de 1.920 kcal. Para el caso de los menores, nos encontramos que al niño de 10,8 años le correspondería una altura —a partir de tablas orientativas sobre pesos y medidas para menores— de 126 centímetros, un peso de 25,6 kg y, con un NAF medio, unas necesidades energéticas de 1.501 kcal, mientras que a la niña —así lo he determinado— de 5,3 años le he asignado una altura de 0,99 metros, un peso de 15,5 kilogramos y unas necesidades energéticas de 1.300 kilocaloríasFootnote 24 .
CUADRO 3 EDAD, ALTURA, PESO Y REQUERIMIENTOS ENERGÉTICOS DE LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA DE REFERENCIA EN FUNCIÓN DE SU NIVEL DE ACTIVIDAD FÍSICA (NAF)
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Fuentes: véase texto. Estimado a partir de de Mora (Reference Mora Ruiz2008) y Dietary Reference Intakes for Energy, Carbohydrate, Fibber, Fat, Fatty Acids, Cholesterol, Protein, and Amino Acids (2002), en http://www.uned.es/pea-nutricion-y-dietetica-I/guia/index.htm
Leyenda: NAF (T)=Nivel de Actividad Física en los días de Trabajo; NAF (D)=Nivel de Actividad Física en los días de Descanso
A continuación, se ha procedido a elaborar una canasta de la compra para cada uno de los períodos definidos (1521-1540, 1541-1570 y 1571-1603) en función de los productos para los que dispongo de precios; de las cantidades consumidas de cada bien a partir de las cifras manejadas por los especialistas y de lo desprendido del análisis de los libros de Santa Marta; de la satisfacción de las necesidades energéticas mínimas fijadas para la familia definida y de las restricciones de salario que ésta tendrá que enfrentar en función a los días trabajados; y todo ello considerando por primera vez en el análisis sobre niveles de vida la incorporación del trabajo femenino e infantil como garantes en la subsistencia del núcleo familiar.
Para 1521-1540, se ha tomado como punto de partida la definición de las restricciones presupuestarias que la familia tenía que enfrentar, eligiendo como base la media del salario de un peón de albañil entre 1525 y 1535 (47 maravedíes al día) y adjudicándole 250 jornadas de trabajo remunerado al añoFootnote 25 . Su salario anual ascendería, por tanto, a 11.750 maravedíesFootnote 26 . He supuesto que aparte de esta fuente principal de ingresos les llegaba un 20 por cien de rentas extraordinarias procedentes, o bien de ciertos desempeños remunerados que pudiesen llevar a cabo la mujer y/o el hijo mayor, o bien de labores sin retribuir que abasteciesen a la familia de algunos productos tales como la recogida de leña, la caza o la recolección de ciertos frutos —por consiguiente, la renta anual de la familia ascendía a 14.100 maravedíesFootnote 27 . Los requerimientos energéticos diarios de la familia para tal nivel de actividad quedarían situados en 7.396 kilocalorías —2.641 para el hombre, 1.954 para la mujer, 1.501 para el hijo y 1.300 para la hijaFootnote 28 .
Una vez determinadas las restricciones presupuestarias y las necesidades energéticas, he establecido los productos que pueden formar parte de la cesta de consumo y fijado las cantidades que podían ser adquiridas de cada bien. En el cuadro 4 aparece la canasta del periodo 1521-1540 —compuesta por veintitrés ítems— y en el cuadro 5 se recogen los aportes energéticos por cantidad neta de producto ingerido de los alimentos que la integran.
CUADRO 4 CESTA DE CONSUMO DE 1521–1540
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Fuentes: Véase texto; ACS, V, 43-168 y 05585; y AHPS, 3, 2
Leyenda: consumo anual (1)=consumo anual bruto del padre de familia; consumo anual (2)=consumo anual bruto de la familia
CUADRO 5 RELACIÓN DE ALIMENTOS DE LAS CESTAS DE CONSUMO, PORCIÓN COMESTIBLE Y KILOCALORÍAS POR KILOGRAMO NETO DE PRODUCTO
![](https://static.cambridge.org/binary/version/id/urn:cambridge.org:id:binary:20160921051628781-0886:S0212610915000282:S0212610915000282_tab5.gif?pub-status=live)
Fuentes: Mataix Verdú (Reference Mataix Verdú2009); Livi Bacci (Reference Livi Bacci1988); http://www.uned.es/pea-nutricion-y-dietetica-I/guia/presentacion/index.htm?ca=n0; y González-Mariscal (Reference González-Mariscal2013: 78-174)
La categoría otros alimentos está compuesta por la sal y el vinagre y como no dispongo de información sobre el consumo de estos productos, se ha optado por adjudicarle un peso del 1,4 por cien, proporción similar a la de Llopis y García Montero (Reference Llopis and García Montero2011: 298) para Madrid. De igual manera se ha procedido con respecto a la categoría Menaje —compuesta por escobas, sogas y espuertas—, otorgándole un peso del 1 por cien. Para fijar las cantidades del resto de alimentos se ha partido de los consumos diarios o anuales marcados por los especialistas y de lo deducido del análisis de los libros de Santa Marta. Se han calculado las cantidades brutas consumidas por el varón adulto —segunda columna del cuadro 4—, y en función del peso de las necesidades energéticas de éste en el total familiar, se han multiplicado por 2,8 para obtener las cuantías consumidas anualmente por toda la familia —tercera columna—. De esta manera, he otorgado un consumo bruto diario para el varón de 450 gramos de pan, 132 gramos de productos cárnicos —110 de vaca y 22 de tocino—, 41 gramos de pescado y 0,4 litros de vino.
Los estándares de consumo de pan manejados por otros autores —que determinan un incremento constante entre los siglos XVI y XVIII— sitúan la ración diaria entre los 500 y los 600 gramos, con mínimos no inferiores a los 400 o 500 gramos y máximos entre los 700 y los 1.000 gramos (Montanari Reference Montanari1993, p. 106-107)Footnote 29 . Paralelamente al incremento en la ingesta de pan, tuvo lugar una disminución en el consumo de carne (Montanari Reference Montanari1993, p. 105-110), (Livi Bacci Reference Livi Bacci1988, p. 146-149) y (Bernardos Reference Bernardos Sanz2005, p. 18) y pescado (Bernardos Reference Bernardos Sanz2001, p. 7-12). Este último autor cifra en 110 y 20 gramos diarios el consumo de carne y pescado en Madrid a finales del siglo XVI. En mi caso, he supuesto un consumo de carne igual al de Bernardos (sin incluir el tocino), de tal modo que a finales de siglo éste quede situado algo por debajo de los 110 gramos. Las cifras manejadas por Allen (71 gramos brutos diarios) deberían considerarse un mínimo para la Edad Moderna, alejado en todo caso de los valores utilizados por los expertos en alimentación del siglo XVI.
En el caso del pescado, se ha considerado un consumo en Sevilla bastante superior a los 20 gramos, habida cuenta que se trata de una población del sur peninsular, cercana a la costa y situada a las orillas de un río de notable riqueza pesquera. El consumo bruto medio de pescado en el hospital de Santa Marta durante la primera mitad del siglo XVI era de 79 gramos, mientras que el de carne estaba situado en los 147 gramos sin incluir el tocino. Por su parte, Allen no incluye ninguna variedad de pescado en sus cestas de consumo.
En el caso del vino, se ha fijado un consumo per cápita similar al de Bernardos (Reference Bernardos Sanz1997: 567) para el Madrid de finales del Quinientos (0,33-0,4 litros), multiplicándolo por dos para hallar el consumo familiar. Mientras que Allen maneja la cantidad de 0,187 litros de vino diario por persona para la Europa Mediterránea, el consumo medio en Santa Marta durante el siglo XVI era de 0,764 litros. Para las cantidades del resto de alimentos de la cesta de consumo he tomado como referencias los datos de Allen, las cifras de consumo en Santa Marta y las ponderaciones fijadas por Llopis y García Montero (Reference Llopis and García Montero2011: 298) para el Madrid de 1680-1800.
Para la categoría de vestido y calzado se ha dado por válida la cifra de Allen —cinco metros de lienzo— y en las categorías de combustibles y otros bienes (jabón) se han supuesto consumos del 75 por cien de las cantidades medias manejadas por los especialistas o inferidas de los libros del asilo de Santa Marta, esto es, 365 kg de leña al año, 10 litros de aceite para iluminar y 2,5 kg de jabón —Allen establece un consumo de cada uno de ellos de 115 kg, 5,2 litros y 2,6 kg, respectivamenteFootnote 30 . Para hallar las cantidades consumidas por la familia de estos productos —vestido y calzado, combustible y jabón— he multiplicado por tres las cantidades establecidas para el varón, tal y como realiza Allen. Por último, al precio medio de alquiler de una vivienda de renta baja (960 maravedíes) le he añadido un 0,58 por cien de la renta anual en concepto de bienes para su conservación.
Una vez fijadas las cantidades anuales consumidas por la familia del peón de albañil, se ha calculado, en función del promedio de precios entre 1525 y 1535 —cuarta columna del cuadro 4—, el gasto que la familia realizaba en cada unos de los productos —quinta columna— y la proporción que suponía el gasto en cada bien en el gasto total familiar —sexta columna. La información de esta última columna es la que se ha empleado para establecer las ponderaciones del índice de precios. De ello se desprende, que se ha optado por un índice de precios Laspeyres con sistema de base fija, es decir, cuya principal característica es que la composición de la cesta de la compra y sus ponderaciones se mantienen inalterables a lo largo del tiempo que dura la base (INE 2012, pp. 5 y 54)Footnote 31 . Éstas presentan novedades con respecto a las establecidas por Llopis y García Montero (Reference Llopis and García Montero2011: 298) para el Madrid del siglo XVIII: un menor peso del pan (21,5 vs. 25,6), del vestido y el calzado (4,9 vs. 10,0) y del alquiler de vivienda (6,8 vs. 12,5); y un peso mayor de la carne (21,2 vs. 16,8), el pescado (7,0 vs. 3,8) y el vino (10,2 vs. 8,4).
Con respecto a la canasta de 1541-1570, se ha tomado como referencia el año 1555 y los precios y el salario del albañil entre 1550 y 1560 para saber qué coste tendría la canasta de 1521-1540 y así poder valorar los ajustes a realizar. El salario diario de un peón de albañil entre 1550 y 1560 ascendía a 74 maravedíes, por lo que suponiéndole 250 días de trabajo al año y añadiéndole un 20 por cien de ingresos extraordinarios, la renta anual de la familia sería de 22.200 maravedíes. Por su parte, la cesta de consumo de 1521-1540 supone un gasto en 1550-1560 de 26.726 maravedíes, por lo que el ajuste a realizar se sitúa en el 20 por cien. Para cubrir este desfase sin que la estructura del consumo se vea alterada, las rentas extraordinarias de la familia tendrían que pasar a ser el 44,5 por cien del salario del peón —lo que implicaría trabajar 7,22 días por semana, en vez de los seis del periodo 1521-1540. He optado por una vía intermedia, al suponer que la familia incrementa sus días de trabajo hasta alcanzar unas rentas extraordinarias del 32,3 por cien —lo que equivaldría a 6,62 días de trabajo a la semana, cinco correspondientes al hombre, uno a la mujer y 0,62 al hijo mayor, y unos requerimientos energéticos diarios de 7.396 kcal. El resto del ajuste (9 por cien) lo haré modificando las pautas de consumo de la familia.
De igual manera se ha procedido para la canasta de 1571-1603: el salario de un peón en 1580-1590 era de 102,3 maravedíes, la renta familiar con los ingresos extras del 32,3 por cien, de 33.836 maravedíes; el coste de la canasta de 1541-1570 a precios de 1580-1590, de 44.169 maravedíes; el ajuste a efectuar, por tanto, se sitúa en el 30,5 por cien. De nuevo, para salvar tal desfase, la familia optará por incrementar los días trabajados —hasta los 7,62 a la semana: 5 del hombre, 1,62 de la mujer y 1 del hijo mayor— y por variar sus hábitos de consumo. Las necesidades energéticas a cubrir son de 7.417 kcal.
Atendiendo a la evolución de los precios relativos, las transformaciones en las pautas de consumo del hospital de Santa Marta y lo evidenciado por otros autores, se ha decidido introducir algunos cambios en las cestas de consumo de 1541-1570 y 1571-1603. Las cantidades anuales consumidas por el varón adulto y las ponderaciones se presentan en el cuadro 6. En gran medida, será el fuerte incremento que experimenta el precio de la vivienda barata en alquiler —un 288 por cien entre 1530 y 1555 y un 205 por cien entre 1555 y 1585— lo que determine las transformaciones en las pautas de consumo y en las ponderaciones resultantes. En resumidas cuentas, se reducirá el consumo de combustible y se sustituirán las kilocalorías caras (carne y pescado) por kilocalorías baratas (pan, tocino, legumbres y frutos secos).
CUADRO 6 CESTAS DE CONSUMO DE 1521–1540, 1541–1570 y 1571–1603
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Fuentes: véase texto; ACS, V, 43-168 y 05585; y AHPS, 3, 2.
De modo más concreto, se ha optado por incrementar el consumo diario de pan del varón adulto —desde los 450 gramos en 1521-1540 hasta los 470 en 1571-1603; por reducir el de carne y pescado —hasta los 77 gramos brutos de vaca, 28 de tocino y 24 de pescado; por sustituir en cierta medida la ingesta de carne de vaca por tocino —la irrupción del bacalao en salazón y la sustitución del pescado fresco por éste se produce a partir de 1590, por lo que al carecer de su precio para una parte importante del periodo no he podido insértalo en la canasta de la compra; y por aumentar la cantidad de legumbres y frutos secos y disminuir la de fruta, queso, miel y vino —desde los 0,4 litros hasta los 0,350.
Con respecto al resto de categorías, se ha decidido que los consumos de leña, aceite para iluminación y jabón pasen a suponer, en 1541-1570, el 70 por cien de los consumos medios calculados por otros autores o de lo hallado para el hospital de Santa Marta y, en 1571-1603, el 65 por cien. Además, he añadido algunos productos nuevos y he decidido cambiar otros: para 1571-1603, en la categoría de vestido y calzado se ha sustituido el lienzo por las camisas de lino, mientras que en las categorías de pescados y frutas se ha cambiado el sábalo por las sardinas y las nueces por las pasas —siguiendo el criterio de elegir los productos más baratos de cada período—. He incorporado la categoría conservación de la vivienda, integrada por ladrillos, yeso y cal. Por último, la categoría de menaje está compuesta por doce productos (colchones, sábanas, almohadas, toallas, platos, lebrillos, tinajas, productos de cobre, productos de hierro, cedazos, candeleros y canastas). En resumidas cuentas, 35 productos integran las cestas de la compra en estos dos periodos. Fijar dichas cantidades se ha traducido en que ganen peso el pan (de 21,5 a 28,6 por cienFootnote 32 ), el tocino (de 3,9 a 4,2 por cien) y los garbanzos (del 5,6 al 8,0 por cien), mientras que pierdan peso el resto de bienes y categorías en beneficio, fundamentalmente, del fuerte incremento que acusa la vivienda en alquiler, de tal manera que su ponderación pasará del 6,8 al 17,4 por cienFootnote 33 .
Para el alquiler de vivienda se ha supuesto que la familia en análisis comenzaba arrendando en 1521-1540 una casa situada en el estrato medio de la muestra de cincuenta elaborada, pasando a alquilar una del estrato medio-bajo en 1541-1570 y otra del estrato bajo en 1571-1603. De este modo podrá absorber buena parte del alza de su precio, quedando este situado en el 150 por cien entre 1530 y 1555 y en el 182 por cien entre 1555 y 1585.
5. ANÁLISIS COMPARATIVO DE LOS RESULTADOS
Con todos los mimbres anteriores se ha confeccionado el índice de precios de consumo que aparece en el gráfico 2, el cuadro 7 y el apéndice estadísticoFootnote 34 . Si se establece como referencia el año central de las medias móviles de once años calculadas, es decir, si nos fijamos en la tendencia de la variable, se puede afirmar que en Sevilla, entre 1526 y 1603, los precios se multiplicaron por 4,4 —esto es, a una Tasa de Crecimiento Anual Acumulativo (TCAA) del 1,94 por cien—. Las décadas más inflacionistas fueron las de 1550, 1540 y 1580, con unas TCAA del 3,53, 2,52 y 2,50 por cien.
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GRÁFICO 2 ÍNDICE DE PRECIOS DE CONSUMO EN SEVILLA, 1521–1610.(base=promedio 1521–1530) Fuente: véase texto; ACS, V, 43-168 y 05585; AHPS, 3, 2; y Hamilton (Reference Hamilton1983).
CUADRO 7 TASAS DE CRECIMIENTO (TC) Y TASAS DE CRECIMIENTO ANUAL ACUMULATIVO (TCAA) DEL ÍNDICE DE PRECIOS DE CONSUMO DE SEVILLA, 1521–1610(en % a partir de medias decenales; año base=1521–30)
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Fuente: véase texto; ACS, V, 43–168 y 05585; AHPS, 3, 2; y Hamilton (Reference Hamilton1983).
Analizando la media móvil de once años de las tasas de inflación entre 1521 y 1603 (gráfico 3), se observa que todo el siglo XVI estuvo caracterizado por el crecimiento de los precios (a excepción del año 1590); que es posible distinguir tres oleadas de tasas crecientes de inflación —1527-1550, 1568-1579 y 1590-1599— en las que la media móvil se sitúa, respectivamente, en valores cercanos al 7, el 6 y el 5 por cien, siendo la primera etapa la más importante tanto por duración (23 años) como por intensidad (se alcanzan los valores máximos de toda la serie); si, alternativamente, nos fijamos en los periodos que superan el 1,5 por cien de inflación (equivalente a la tasa media de inflación en Sevilla entre 1521 y 1800Footnote 35 ), los períodos de inflación más acusada son 1539-1560, 1569-1587 y 1591-1602. Como puede apreciarse en los gráficos 2 y 3, la revolución de los precios del siglo XVI puede darse por concluida en 1603, momento en el que comienza una fase depresiva que se prolongará hasta 1615 (entre ambos años la tasa media de inflación será del -0,5 por cien), fecha que puede considerarse como el inicio de la inflación del vellón.
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GRÁFICO 3 TASAS DE INFLACIÓN EN SEVILLA, 1521–1610(media móvil de 11 años) Fuentes: véase texto; ACS, V, 43-168 y 05585; AHPS, 3, 2; y Hamilton (Reference Hamilton1983).
Si nos atenemos a los precios de las categorías de bienes definidas, la partida que más crece entre las décadas de 1520 y 1590 es la de la vivienda en alquiler, cuyo precio se multiplica por 12,7, seguida de las categorías de menaje (×3,9), alimentación (×3,3) y combustible (×3,2), mientras que el índice general de precios se multiplicará por 3,8. Esta marcada diferencia pudo deberse a la incapacidad de la oferta de vivienda en responder al espectacular crecimiento de la población que se produjo entre las décadas de 1530 y 1580, unida al fuerte proceso especulativo en torno a la vivienda que se desató en la segunda mitad del sigloFootnote 36 . Tanto las cifras censales como los registros bautismales apuntan a un incremento demográfico del 147 al 158 por cien entre ambas fechas, mientras que el caserío de la ciudad apenas se expandió por fuera de la cerca de origen musulmán que la rodeaba desde el siglo XIIFootnote 37 .
A falta de un análisis —ya en curso— en el que se explore el encaje de las distintas teorías que se han barajado para explicar la revolución de los precios con el nuevo perfil que presenta la serie, todo parece indicar que fue la conjunción de diversos factores lo que estuvo detrás del encarecimiento de bienes y servicios: entre ellos destacan el aumento de la masa monetaria, los cambios en la relación entre oferta y demanda —y por ende, la propia evolución demográfica—, la creciente división del trabajo y el grado de urbanización o las importantes transformaciones que afectaron a las finanzas públicas y privadas en las primeras décadas del siglo XVIFootnote 38 .
Por el momento, trataré de evidenciar y explicar las importantes diferencias que resultan de comparar mi índice con el de Hamilton (Reference Hamilton1983) y el que resulta de replicar el método Allen (Reference Allen2001) (gráfico 4, cuadro 8 y apéndice estadístico). Según el nuevo índice, el aumento de precios en Sevilla entre 1526 y 1603 alcanzó el 336 por cien, mientras la serie de Hamilton dibuja un incremento del 155 por cien y la reproducción del método Allen un 234 por cien. Hay que destacar que las diferencias entre ellos empiezan a ser acusadas (considerando como tal una brecha superior al 10 por cien) a partir de 1548. En 1603 el diferencial se habrá abierto hasta situarse en el 73 por cien con respecto al índice Hamilton y en el 32 por cien con respecto al índice Allen.
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GRÁFICO 4 ÍNDICES DE PRECIOS DE CONUSMO EN SEVILLA, 1521–1603(en precios-plata y en medias móviles de 11 años). Base=promedio 1521–1530 Fuentes: véase texto; ACS, V, 43-168 y 05585; AHPS, 3, 2; Hamilton (Reference Hamilton1983); y Allen (Reference Allen2001).
CUADRO 8 ÍNDICES DE PRECIOS DE CONSUMO EN SEVILLA, 1521–1603 (en precios-plata) Promedios decenales (base=media 1521–1530)
![](https://static.cambridge.org/binary/version/id/urn:cambridge.org:id:binary:20160921051628781-0886:S0212610915000282:S0212610915000282_tab8.gif?pub-status=live)
Fuentes: véase texto; ACS, V, 43–168 y 05585; AHPS, 3, 2; Hamilton (Reference Hamilton1983); y Allen (Reference Allen2001).
Para conocer las causas de estos diferenciales se ha realizado el siguiente ejercicio: en primer lugar, se ha comparado el índice de Hamilton (segunda columna del cuadro 8) y el que resulta de replicar el método Allen (tercera columna) —esto es, con la misma cesta de consumo y cantidades que él emplea— a partir de los precios obtenidos por mi. De este modo, se ha podido aislar y evaluar el impacto de reemplazar los precios de Hamilton por series de mayor calidad. Mientras que el índice Hamilton se multiplica por 2,3 entre las décadas de 1520 y 1590, el índice Allen lo hará por 3,0. Es decir, el índice Hamilton infravalora el crecimiento de los precios durante el siglo XVI debido a que el material primario que utiliza entre 1521 y 1580 presenta numerosas lagunas; a que pondera todos los bienes por igual —entre ellos, muchos de escasa importancia para el consumo familiar, mientras que otros de gran relevancia no están presentes—; y a algún problema con el enlace de las series de los periodos 1501-1550 y 1551-1600.
En segundo lugar, al índice Allen se le han ido añadiendo una serie de modificaciones —cuatro en total— hasta llegar a obtener el índice Mariscal. La primera de ellas pasa por reemplazar la cesta y las cantidades de Allen por la cesta y las cantidades que he utilizado para el periodo 1521-1540 (cuarta columna) —a excepción del alquiler de vivienda, ítem al que se ha seguido tratando como en el método Allen, esto es, considerando que supone un 5 por cien extra del coste de la cesta de consumo de la familia. Ello me ha permitido aislar el efecto de utilizar una cesta de consumo más adecuada a Sevilla, excluyendo por el momento el ítem más novedoso. Los resultados muestran que, a pesar de alguna pequeña diferencia entre las décadas de 1550 y 1580, los dos índices llegan al decenio 1591-1600 con los mismos valores, esto es, sin ninguna diferencia a pesar de haber adaptado la canasta de la compra a los hábitos de consumo de los sevillanos.
Posteriormente, se ha repetido el paso anterior pero esta vez incorporando mis datos sobre vivienda. Aquí es dónde encontramos la razón principal de la separación entre los índices Allen y Mariscal: si el índice Allen recoge un incremento de precios del 197 por cien entra las décadas de 1520 y 1590, el índice Allen con mi cesta de consumo de 1521-1540 y los datos sobre alquiler de vivienda (quinta columna) experimenta un alza del 267 por cien.
El siguiente cambio ha consistido en pasar de un índice de cantidades de Laspeyres a un índice de cantidades de Laspeyres con sistema de base fija (sexta columna), esto es, a un índice con las ponderaciones adjudicadas con mi cesta de consumo de 1521-1540. A raíz de esta nueva variación el encarecimiento de precios entre las décadas de 1520 y 1590 pasa a ser del 277 por cien, mientras que si, por último, se decide emplear, no sólo las ponderaciones de la primera de las cestas, sino las de los otros dos períodos —alcanzando así el denominado índice Mariscal (séptima columna)—, el alza de precios pasa a ser del 278 por cien.
Este ejercicio concluye con la octava columna del cuadro, en la cual al índice Mariscal se le han quitado los datos sobre alquiler de vivienda, dejando el resto de cambios incorporados (esto es, las tres cestas sevillanas y la opción del índice de Laspeyres con sistema de base fija). Comparando el resultado de este último índice con el índice Allen se obtiene que, con el primero los precios se multiplican por 3,2 entre las décadas de 1520 y 1590, mientras que con el segundo lo hacen por 3,0.
El diferencial entre el índice Mariscal y el obtenido a partir de la réplica del método Allen determina que al medir la evolución de los salarios reales de los peones de albañil esa brecha se reproduzca tal y como refleja el gráfico 5. Mientras que en la nueva serie el nivel de vida de los peones de albañil se ve reducido un 32 por cien entre 1526 y 1603, la serie de Allen recoge una disminución del 12 por cien. Estos diferentes resultados indican que es necesario continuar mejorando los índices de precios elaborados hasta el momento, con la intención de retratar de una manera más precisa y fidedigna la evolución de los niveles de vida de la población durante la Edad Moderna. Según el nuevo índice las principales etapas serían: 1531-1558, en la cual los salarios reales se reducen un 23 por cien; 1558-1564, en el que la serie experimenta un leve repunte del 6 por cien; 1564-1579, nueva caída del poder adquisitivo (-24 por cien); y 1579-1603, etapa caracterizada por el estancamiento en los salarios reales.
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GRÁFICO 5 SALARIO REAL DE UN PEÓN DE ALBAÑIL EN SEVILLA, 1521–1603.Medias móviles de 11 años (año base=promedio 1521–30) Fuentes: véase texto; ACS, V, 43-168 y 05585; AHPS, 3, 2; Hamilton (Reference Hamilton1983); y Allen (Reference Allen2001).
6. CONCLUSIONES
La elaboración de un índice de precios de mayor calidad —a través de la incorporación del precio de la vivienda en alquiler y del uso de varias canastas de la compra a partir del análisis de los cambios en la alimentación y el consumo— ha servido para realizar un retrato distinto de la evolución de precios y niveles de vida en Sevilla del que resulta de emplear las cifras de Hamilton y de reproducir el método de Robert Allen. El hallazgo de información primaria de mayor calidad, la incorporación de un mayor número de ítems, la distinta ponderación y el uso de varias canastas de la compra han determinado que el nuevo índice experimente un alza del 336 por cien entre 1526 y 1603, mientras que la serie de Allen lo haga un 234 por cien y la de Hamilton un 155 por cien. Las diferencias más importantes se empiezan a producir a partir de 1548 y se amplifican hasta suponer, respectivamente, el 32 por cien y el 72 por cien a finales de siglo. La principal razón de las divergencias se halla en la inclusión del precio de la vivienda en alquiler. Ello determina que al deflactar el salario de un peón de albañil el deterioro que se produce entre 1521 y 1603 en el nivel de vida de los sevillanos sea más acusado que el reflejado mediante el método Allen (un 32 frente a un 12 por cien). Considero que estos resultados invitan a revisar el debate que está teniendo lugar en la historia económica en torno a la evolución de los niveles de vida durante el Antiguo Régimen. Las diferencias halladas y los problemas evidenciados para la denominada segunda generación de índices de precios —sólo subsanados en parte— nos hablan de la necesidad de seguir mejorando los índices de precios y así poder retratar de manera más precisa la evolución de los niveles de vida de la población durante la Edad Moderna.
APÉNDICE
CUADRO A Índices de precios de consumo en Sevilla, 1521–1603 (precios-plata). Base=media 1521–1530
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