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La Economía de Santafé de Bogotá En 1810*

The Santafé de Bogotá economy in 1810

Published online by Cambridge University Press:  12 April 2012

Salomón Kalmanovitz*
Affiliation:
Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas. Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, Carrera 4, n.° 22–61, bloque 16, of. 201, Bogotá, Colombia. salomon.kalmanovitz@utadeo.edu.co; edwin.lopez@utadeo.edu.co
Edwin López Rivera*
Affiliation:
Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas. Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, Carrera 4, n.° 22–61, bloque 16, of. 201, Bogotá, Colombia. salomon.kalmanovitz@utadeo.edu.co; edwin.lopez@utadeo.edu.co
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Abstract

This essay shows that the growth of the economy of New Granada during the Eighteenth Century made an important impact on its political center, Santafé de Bogota, at least until 1808. Such prosperity was the result of a process of specialization and division of labor between different regions of the new kingdom, derived from the dynamics of gold mining that gave a strong impulse to Santafé's economy as a trade center for the handicraft production of Eastern Colombia and the fertile savanna surrounding it, which was a net food exporter. The Mint established in Santafé, which was a de facto monopoly, attracted merchants and miners who established there a center for the exchange of gold dust for coin.

Resumen

El presente ensayo muestra que el notable crecimiento económico de la Nueva Granada durante el siglo XVIII impactó positivamente en la economía de Santafé, principal centro político del virreinato, por lo menos hasta 1808. Este crecimiento fue resultado de un proceso de especialización y división del trabajo entre las distintas regiones del nuevo reino que obedecía a la gran dinámica de la minería del oro, que jalonó la economía santafereña como centro comercial entre el oriente artesanal y la sabana cundiboyacense, la cual se convirtió en un exportador neto de alimentos. El monopolio de la acuñación, que en la práctica tenía la Casa de Moneda de la ciudad, atrajo a comerciantes y mineros para intercambiar oro en polvo y en bruto por numerario.

Type
Articles/Artículos
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Copyright © Instituto Figuerola de Historia y Ciencias Sociales, Universidad Carlos III de Madrid 2012

INTRODUCCIÓN

Santa Fé no fue erigida como centro del virreinato de la Nueva Granada hasta 1732, para convertirse en una pequeña corte de funcionarios, magistrados (oidores) y clérigos que atendían el gobierno, la aplicación de la ley, las finanzas y las almas de una sociedad basada en una economía liderada por la minería del oro. El fuerte de Cartagena absorbía gran parte de los ingresos tributarios y los rendimientos de los estancos que obtenía la administración colonial en el virreinato. Otra parte se iba a pagar los sueldos de la burocracia española, compuesta por letrados en las altas posiciones de la corte. La reestructuración política de la Nueva Granada fue resultado del empuje que le imprimieron los borbones para controlar de cerca a la población local, impulsar la economía del oro y aumentar el rendimiento de los impuestos, los negocios estancados y las casas de moneda.

En este ensayo se demostrará que tanto la economía de la Nueva Granada como la de su centro político fueron relativamente prósperas en la segunda mitad del siglo XVIII y por lo menos hasta 1808, como resultado de un proceso de especialización y división del trabajo entre las distintas regiones del nuevo reino que obedecía a la gran dinámica de la minería del oro. El cambio demográfico a favor de los mestizos y blancos, ciertamente muy expansivo, también incidió en un crecimiento más elevado, en particular de la agricultura. Los borbones redujeron los impuestos a la producción minera y subsidiaron sus insumos, lo que aumentó la rentabilidad de la operación. La cantidad de oro extraída, a su vez, creció con rapidez y actuó como motor de un sector líder para el resto de la economía, incluyendo las actividades agropecuarias, artesanales y comerciales de muchas regiones y, no menos, la de su capital.

En efecto, como se verá, todos los indicadores demográficos, de producto y comercio, de precios y salarios revelan una dinámica importante de la ciudad de Santafé con respecto a un pasado cuyo crecimiento fue apenas vegetativo. La incipiente urbe va a servir no solo de centro político sino también de eje comercial que distribuye las artesanías y ropas de la tierra de Santander, la ganadería y la carne tasajeada de los llanos orientales y de lo que hoy reconocemos como Huila y el Tolima, la agricultura de la sabana de Bogotá y de Boyacá con los dinámicos centros mineros del Cauca, Antioquia y el Chocó. A su vez, la mayor parte del oro y la plata extraídas de las minas y orillas de los ríos van a ser acuñadas en la casa de moneda de Santafé, dando lugar a negocios lubricados por el aumento del circulante en monedas que se cambiaban por oro en polvo o en bruto.

El ensayo procederá de la siguiente manera: después de esta breve introducción, un primer acápite ofrece una síntesis de la evolución económica de la Nueva Granada entre 1750 y 1810 para seguidamente, en una segunda sección, presentar un debate sobre la población santafereña e indicios de su calidad de vida. La tercera sección trata sobre el comportamiento de la producción agregada santafereña y de sus principales ramas, agricultura y comercio principalmente, señalando la importancia de la administración económica de la ciudad de Santafé y la acuñación monetaria. Una cuarta parte investigará salarios y precios en la pequeña ciudad finalizando con algunas conclusiones.

1 LA ECONOMÍA DE LA NUEVA GRANADA

Existe la concepción convencional de que el periodo colonial fue de estancamiento económico, visión que se origina en los economistas coloniales y en los próceres de la Independencia. Por ejemplo, José de Ignacio de Pombo se expresaba en los siguientes términos sobre las trabas institucionales que impedían el desarrollo de la agricultura y de sus exportaciones en el nuevo reino:

Los obstáculos físicos, políticos y morales que oponen la naturaleza, las leyes, el Gobierno y las costumbres al fomento de la agricultura; las trabas directas e indirectas que impiden su progreso; los gravámenes que sufre, y últimamente, los auxilios y franquicias que convenga o deban concedérsele por el Gobierno, ofrecen un campo muy vasto para el discurso, pues son muchos y algunos de tanta gravedad y consideración como los mismos estancos (Ortiz Reference Ortiz1989).

Así mismo, los próceres se quejaban de la enorme carga tributaria que soportaban y la falta de oportunidades ofrecidas por los Reyes Católicos para los “manchados por la tierra”; demandaban en consecuencia igualdad de trato como súbditos leales que eran del rey de España y una representación proporcional en las cortes españolas, como lo expresa Camilo Torres en el Memorial de agravios de 1809:

Trescientos años ha que se gobiernan las Américas por relaciones, i su suerte no se mejora. ¿Ni quien puede sujerir estas ideas benéficas a un pais, cuando sus intereses no le ligan á el? Los gobernantes de la América, principalmente los que ocupan sus altos puestos, han venido todos, o los mas, de la Metrópoli; pero con ideas de volverse á ella, de establecer su fortuna, i á seguir la carrera de sus empleos. I los males de las Américas no son para ellos, que no las sienten; disfrutan solo sus ventajas i sus comodidades (Torres Reference Torres1809).

Aunque la percepción de los contemporáneos era que la economía neogranadina estaba estancada debido a la excesiva carga tributaria y a la ineficiente gestión de sus autoridades, hay muchas evidencias de que se estaba dando un importante crecimiento de la actividad minera durante el siglo XVIII que condicionó el resto de la economía que hoy podríamos considerar como de bienes transables, frente a la economía natural en la que laboraba el grueso de la población. Así, recientes estimaciones de la producción agregada a finales del siglo XVIII informan de que el crecimiento económico de la Nueva Granada pudo ser del orden del 0,3% entre 1765 y 1800, mientras que la minería como tal crecía al 2,5%, tasas bastante altas para una economía precapitalista. Un fenómeno similar se estaba dando en el virreinato de Nueva España, igualmente impulsado por la minería de la plata como sector líder de la economía (Dobado y Marrero, Reference Dobado and Marrero2006), mostrando que la política continental de los Borbones estaba arrojando buenos resultados para la riqueza del imperio y para las arcas de la monarquía.

En la misma dirección expansiva funcionaron las directrices borbónicas para permitir un mayor comercio entre las posesiones españoles y entre estas y los países considerados amigos, aflojando un poco las asfixiantes cadenas del monopolio comercial sostenidas por los consulados de Cádiz y Sevilla, con la idea de ir conformando si no una unión aduanera sí un área de libre comercio constituida por España y todas sus posesiones de ultramar. La guerra entre España e Inglaterra y el frecuente bloqueo de las flotas que comunicaban el nuevo mundo con la metrópoli fue una justificación adicional para permitir que el comercio intercolonial compensara las necesidades no surtidas a tiempo por el bloqueo naval. Las estadísticas sobre comercio exterior muestran un gran crecimiento de los llamados frutos (algodón, añil, palo del Brasil, índigo) de la Nueva Granada, en contraste con los caudales constituidos esencialmente por oro.

El producto transado en los mercados internacionales y como circulante fue el de la producción de oro a cambio de bienes de lujo y otros más necesarios como molinos, trapiches, medios de transporte, armas, etc. Las cifras de las exportaciones de oro son del orden de los dos millones de pesos plata anuales al final de la colonia, con algunos envíos de algodón, añil y tagua de menor cuantía pero de una importancia creciente. El régimen comercial español también fue reformado por los Borbones, quienes apreciaron que era demasiado restrictivo, obtenía ganancias monopolistas y, lo que era más nocivo aún, impedía la ampliación de los intercambios, frenando incluso el desarrollo económico del imperio, asediado por fuertes competidores. En efecto, Inglaterra y Holanda se apoyaban en un comercio mucho más libre e intenso que los enriquecía y erigían plantaciones de azúcar y tabaco en el Caribe, en el propio patio del imperio español en América, algo que este no tardó en imitar desarrollando las plantaciones de azúcar y tabaco en Cuba y en Puerto Rico.

Con las reformas borbónicas: “Se pasó de un monopolio, validado por un fuerte contrabando y un sistema de galeones insuficiente, a una libertad de comercio instaurada paulatinamente a partir de los setenta. Así, mientras Cádiz perdía su monopolio como puerta de salida de España, en América se abrían lentamente algunos puertos ‘menores’” (Bohórquez Reference Bohórquez2009, p. 19). El objetivo era aprovechar mejor las oportunidades provistas por una agricultura tropical para intensificar el comercio de bienes españoles y capturar así una mayor parte de las exportaciones de oro y plata de las colonias, pero también fomentar el comercio entre las propias colonias que se daba de manera marginal y no del todo legal.

La otra parte de la política de los Borbones era ciertamente voraz porque aumentaba desproporcionadamente los impuestos indirectos, maximizaba el margen de los estancos, castigaba duramente el contrabando (las siembras de tabaco sin permiso o los alambiques de aguardiente y ron no autorizados) y perfeccionó incluso las subastas para recaudar los diezmos que también aumentaron sustancialmente.

Sin embargo, la Nueva Granada no tenía las grandes producciones mineras, ni el desarrollo de actividades ganaderas y comerciales que tenían la Nueva España o el virreinato del Perú o Brasil, lo cual hacia que la economía neogranadina fuera relativamente pobre en el contexto de la América española. El virreinato de Nueva España (México de hoy) tenía un PIB por habitante de 41 pesos (Coatsworth Reference Coatsworth1998) y era de las más ricas colonias españolas, lo que hace ver como una economía más pobre el cálculo nuestro para la Nueva Granada de 27,4 pesos (ver Cuadro 1), pero que es coherente con la riqueza aparente de ambas colonias, con la producción minera de cada cual y con su comercio exterior.

CUADRO 1 CÁLCULO DEL PIB DE LA NUEVA GRANADA EN 1800

Fuente: Kalmanovitz (Reference Kalmanovitz2006, p. 167).

La producción minera per cápita en la Nueva Granada era de 2,5 pesos (sin desviaciones para financiar el contrabando o servir de medio de pago), mientras que en Nueva España alcanzaba 3,6 pesos por habitante. En la Nueva Granada, la minería en 1800 contribuía con cerca del 12% del PIB y durante el siglo anterior había presentado el mencionado crecimiento acelerado, que se torna más sistemático para la segunda mitad del siglo.

La política de los Borbones tuvo como objetivo aumentar la producción minera, reduciendo los impuestos como el quinto y el requinto, equivalentes al 22,5% del valor del metal extraído, a solo el 3% hacia 1777, al tiempo que subsidiaba insumos como el mercurio. Sin embargo, con el crecimiento económico minero y general también aumentó el rendimiento de las actividades estancadas y se elevó el resto de impuestos indirectos, como la alcabala y los que recaían sobre el comercio exterior.

Es claro entonces que el virreinato de la Nueva Granada obtuvo un buen crecimiento económico durante el siglo XVIII, impulsado por la producción de oro (Gráfico 1) y evidenciado por los resultados fiscales y de los diezmos para las regiones de Colombia central, según Brungdart, de Popayán y Antioquia, todos registrando un auge de la producción agropecuaria y del comercio (Brungardt Reference Brunghardt1974; Melo Reference Melo1980; Twinan 1982). La división político administrativa del virreinato se presenta en el Mapa 1.

GRÁFICO 1 ORO PRODUCIDO EN LA NUEVA GRANADA 1550-1800

Fuente: Jaramillo (Reference Jaramillo2007, p. 62).

MAPA 1 DIVISIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA DEL VIRREINATO DE LA NUEVA GRANADA A FINALES DEL SIGLO XVIII

Fuente: Herrera (Reference Herrera2001, p. 83).

La región que hoy en día corresponde al departamento de Santander (región nororiental de Tunja) observa una vida económica activa basada en su artesanía, en su pequeña agricultura y en su intenso comercio con las regiones mineras del virreinato. La región de la costa y Cartagena en especial tienen también un buen comportamiento, gracias al alto gasto comprometido en su defensa y a su muy escaso ordenamiento que permite actividades como el comercio de contrabando (Herrera Reference Herrera2002, p. 116). Aunque en la Nueva Granada también aumentan drásticamente los impuestos con las reformas borbónicas, estos no dan al traste con la dinámica expansiva que llevaba la economía. La clave reside en que la mayor parte del recaudo se gasta dentro del virreinato, en gastos de administración pero en especial para financiar la defensa militar de Cartagena, de tal modo que los impuestos se reciclan y el gasto tiene un multiplicador sobre el resto de actividades. Según Meisel (Reference Meisel2011), sólo al final del período colonial hay remisiones hacia Madrid y no son muy onerosas. Claro que también aumenta la minería del oro, metal que era utilizado como medida de cambio interna cuando era extraído ilegalmente y se intercambiaba en polvo por mercancías para las zonas mineras de Popayán, Antioquia y Chocó. Como se mostró antes, los incentivos tributarios aplicados a la minería explican parte del crecimiento evidenciado en la última mitad del siglo XVIII, lo cual tuvo efectos multiplicadores en la agricultura.

La agricultura de la región central del virreinato debió crecer a una tasa cercana a la de los diezmos (Gráfico 2), que lo hizo al 2,9% anual entre 1763 y 1813 según Brunghardt (Reference Brunghardt1974), aunque también se dio un proceso de mejora sustancial en el recaudo por parte de los diezmeros, quienes debían competir en las subastas que se hacían por regiones. Para la región de Cauca (occidente de Popayán), la cifra de crecimiento de los diezmos fue menor, del 2% anual entre 1722 y 1800, lo cual, aun con cambios de precios, está bien para una economía premoderna. La agricultura de Antioquia también estaba en fuerte expansión como lo revelan sus diezmos, impulsados a su vez por un crecimiento sostenido de su minería y de su comercio (Twinam Reference Twinam1982).

GRÁFICO 2 REMATE DE DIEZMOS EN LA REGIÓN CENTRAL DE LA NUEVA GRANADA

Fuente: Brunghardt, Reference Brunghardt1974. Los datos de población se extraen de Mejía (Reference Mejía2000) y Vargas (Reference Vargas1990). Se consideran los juzgados de Bosa (incluido Santafé) y Zipaquirá.

En general, el recaudo de impuestos en la región central del virreinato creció de manera sostenida durante el periodo entre 1761 y 1800. Adolfo Meisel (Reference Meisel2011, p. 39) señala que “los recaudos de 1796-1800 resultaron ser 5,3 veces más altos que los de 1761-1765”. En cuanto a la participación de los distintos impuestos, los recaudos más importantes se obtuvieron de los estancos de aguardiente y tabaco, con una participación del 36,31% del recaudo total; del comercio interno, con el 12,34%, y de la minería, con el 11,05% (Meisel Reference Meisel2011, p. 64).

Otro estímulo al crecimiento, muy concentrado regionalmente, era el gasto en la defensa de Cartagena, unos 600.000 pesos al año, más 100.000 pesos tomados directamente de su caja real que recaudaba los impuestos al comercio exterior, lo que también se manifestó en una mayor demanda para surtir a las tropas y a los trabajadores de las fortificaciones (Meisel Reference Meisel2005). El gasto en defensa de Cartagena pudo llegar a ser del orden del 2,8% del PIB del virreinato, de acuerdo con nuestras cifras. El aumento de impuestos pudo entonces afectar negativamente a la región del centro, incluyendo a Santafé de Bogotá, pero benefició a la Costa Caribe, debido a los gastos en la defensa del puerto. A diferencia de Nueva España, en la Nueva Granada no hubo al parecer contracción monetaria, mientras que el excedente era reinvertido en Cartagena y en los sueldos de la burocracia. La agricultura en la región del Magdalena y el levante de ganado la región costera dieron lugar a una división del trabajo y un comercio incrementado entre ellas, aunque hacia el oriente los “indios bravos” no habían podido ser controlados por la Corona (Herrera Reference Herrera2002).

La economía crecía bien porque la población estaba creciendo con bastante rapidez. Según Meisel, el crecimiento era de 1,6% anual. Esta recuperación demográfica, además de la mayor presencia de mestizos y blancos explotando las tierras otrora de resguardos, estuvo detrás de la mayor dinámica económica: se estaba dando una creciente división regional del trabajo entre los distritos mineros de Antioquia, Chocó y Cauca con los centros artesanales de Santander, Nariño y Santafé; en esta última se concentraba la burocracia virreinal de altos ingresos, mientras que en el altiplano que la circundaba se producía el trigo, la cebada y la papa, y se engordaba el ganado que venía de los llanos orientales, del Tolima y del Huila.

La dinámica de la población se explicaba por el estancamiento de la república de indios a la que se le asignaban tierras de resguardo y se les cobraba un tributo por cabeza, y la expansión de mestizos y blancos. El proceso estaba bastante adelantado hacia 1755, en ocasión de la visita del oidor Andrés Verdugo y Oquendo a las provincias de Tunja y Vélez, encontrando “gran número de gente blanca que se ha aumentado y el corto número a que han venido los indios, y los muchos casamientos a que hay entre estos y aquella (…) Verdugo sólo veía ventajas para el Estado en ese proceso: los blancos trabajaban más y obtenían mucho más rendimiento de las tierras que los indios… consumían más géneros y efectos, tanto los producidos en el virreinato como los que venían de la península, incentivando el comercio y, por tanto, los rendimientos de la alcabala, ya que a diferencia de los indios, los blancos y mestizos estaban sujetos a su contribución” (Restrepo Reference Restrepo2009, pp. 137 y 138).

Uno de los temas que permite dilucidar la aproximación a las cuentas “virreinales” es el peso del Estado en la economía y el de las remesas al exterior que debieron afectar el crecimiento económico.Footnote 1 De todas maneras, los impuestos superaban una décima parte del PIB, lo cual era muy oneroso para patrones premodernos. Sin embargo, una parte se gastaba en los sueldos de la burocracia española y criolla, concentrada en Santafé y Cartagena. Las remesas que hizo el virreinato a España no parecen haber ocupado más del 1% del PIB colonial, que debió afectar fundamentalmente a la inversión y por esa vía el crecimiento fue menor al potencial.

En la historiografía económica colombiana existe un consenso extendido en el tiempo de que la opresión colonial tuvo un impacto negativo sobre el crecimiento, y que este se vio particularmente influido por el monopolio del comercio. Aunque el prejuicio sobre el estancamiento es falso, sí es cierto que las trabas monopolistas e impositivas impedían alcanzar el potencial productivo que tenían las colonias y justificaron la independencia en términos económicos. Es claro que se alcanzaría un crecimiento mucho mayor que el logrado si se liberaban las trabas absolutistas que imponían las políticas de Madrid y los monopolios públicos sobre la producción y el comercio internacional.

2 El DEBATE SOBRE LA CALIDAD DE VIDA EN SANTAFÉ

La ciudad de Santafé contaba con poco más de 21.000 habitantes a finales del siglo XVIII (cerca del 2,3% de la población del virreinato), entre los cuales se encontraba la burocracia colonial y la jerarquía eclesiástica de altos ingresos. Según el padrón general de 1800, la ciudad estaba compuesta por 195 manzanas, habitadas por 21.474 personas (incluidos clérigos y monjas), sin contar una población flotante (transeúntes) que ascendía a 1.000 habitantes más 500 mendigos y vagos sin casa fija (Correo Curioso, 1801).

La población santafereña había crecido de manera importante con respecto a la vecina ciudad de Tunja, capital de un corregimiento con una población de 129.000 habitantes. Hacia 1760, Tunja contaba con una población de tan solo 3.000 personas cuando la población de Santafé probablemente rondaba los 15.000 habitantes.

Las principales actividades productivas de la capital eran el comercio y la agricultura, con un área de influencia que se extendía desde la actual región de Santander, pasando por Boyacá, hasta Neiva y parte de los llanos orientales, lugares que abastecían las carnes que se consumían en la ciudad. Además, las mercancías provenientes de Europa llegaban a la ciudad por la ruta del río Magdalena.

La población santafereña experimentó un crecimiento importante a finales del siglo XVIII (Gráfico 3), en particular entre 1778-1779 y 1793-1800, con tasas de crecimiento del 2,6 y el 2,4% respectivamente, en comparación con un crecimiento vegetativo de la población de la Nueva Granada cercano al 0,9% anual (intercensos 1788-1835). Incluso si se toma el crecimiento supuesto por Meisel (Reference Meisel2011) del 1,6% anual, que nos parece bastante alto, el crecimiento de la ciudad sigue siendo mayor al del virreinato. La capital atendía además un área de influencia bastante grande, en especial del altiplano cundiboyacense y en los valles de la cordillera central, donde había una alta densidad de población, en comparación con las otras regiones del virreinato. En efecto, según el mismo Meisel (Reference Meisel2011), la región central concentraba el 58% de la población del virreinato.

GRÁFICO 3 POBLACIÓN DE SANTAFÉ 1778-1832

Fuente: Vargas (Reference Vargas1990) y Mejía (Reference Mejía2000).

La región central estaba conformada además por unas regiones bastante ricas: en Guanentá (Santander de hoy día) se combinaba la agricultura de campesinos medios y pequeños del cultivo de algodón, fique y cáñamo con las artesanías de mantas, ropas, alpargatas y sombreros, que eran consumidas por las poblaciones de la meseta cundiboyacense y por los esclavos y mineros independientes de la región occidental; al oriente de Santafé se cultivaba trigo y cebada, se cebaba el ganado que subía de los llanos y de Neiva y pastoreaban ovejas cuyas lanas servían para tejer mantas y ruanas que se utilizaban en todas las tierras altas del virreinato y que llegaban hasta Ecuador.

Los datos del censo de 1800 nos dejan entrever algunas características de las tasas de natalidad y mortalidad en la ciudad. En este año se reportaron 730 nacimientos (361 hombres y 379 mujeres) y 483 defunciones, cuyo número probablemente sea mayor puesto que en el censo “no se han tenido presentes, los que mueren de todas las edades y sus cuerpos son arrojados a las puertas de las iglesias; porque nadie lleva razón de su número, si se ha podido adquirir noticia de él” (Correo Curioso, 1800). Estos datos permiten establecer que la tasa bruta de natalidad para ese año ascendía al 34‰ y la tasa bruta de mortalidad al 22,9‰, que constituyen una tasa bruta de crecimiento natural del 11,5‰. Parte de este crecimiento pudo ser consecuencia de una mayor especialización del trabajo en la economía neogranadina y de la ola de inmigrantes, en especial mujeres, que llegaron a la ciudad para atender oficios varios (Dueñas Reference Dueñas1997).

Los periodos de menor crecimiento poblacional son 1779-1793 y 1800-1832 (Cuadro 2). Este comportamiento puede estar relacionado con las epidemias de viruela que atacaron al virreinato, en particular a su capital en 1782 y 1802: la primera costó la vida de 3.000 personas (el 18% de la población de la época), y la segunda de 2.800 personas (el 13% de la población).

CUADRO 2 CRECIMIENTO POBLACIONAL

Fuente: Mejía (Reference Mejía2000), Vargas (Reference Vargas1990) y cálculos propios.

Así, las epidemias tuvieron impacto en la tasa de crecimiento demográfico, que pasó del 2,6 al 0,7% en la primera epidemia y del 2,4 al 0,9% en la segunda, pero no afectaron de la misma manera el nivel poblacional. Las importantes redes de abastecimiento de víveres de la ciudad, en especial de las estancias y haciendas vecinas, así como del impacto de la migración femenina permitieron la recuperación del crecimiento poblacional.

La organización de la población en los distintos barrios de la ciudad deja entrever las características que estos presentaban y las claras diferenciaciones sociales y económicas entre ellos. Las 195 manzanas que componían la ciudad se agrupaban en cuatro parroquias que, a su vez, se dividían en 9 barrios.Footnote 2 En el Cuadro 3 se muestra que el barrio promedio tiene 15,6 manzanas, conteniendo en promedio al 11% de la población santafereña, es decir, cerca de 2.370 habitantes (Vargas Reference Vargas1990, p. 30).

CUADRO 3 DENSIDAD POBLACIONAL (URBANIZACIÓN)

Fuente: Vargas (Reference Vargas1990, pp. 30-31).

La densidad poblacional de Santafé debió de estar cercana a los 145 habitantes por manzana, que corresponden a 127 habitantes por hectárea, aproximadamente. A finales del siglo XIX, por comparación, este indicador ascendía a 412 habitantes por hectárea (Vargas Reference Vargas1990, p. 31).

La parroquia de la catedral agrupaba al 41% de la población santafereña, pero la concentración poblacional era menor a la del promedio de la ciudad, en particular los barrios de Palacio y San Jorge, cuarteles de residencia de la elite santafereña (Vargas Reference Vargas1990, p. 32). Por el contario, los barrios de Las Nieves y Santa Bárbara presentan una mayor concentración, con una población mayoritaria de mestizos y artesanos pobres.

Más de la mitad de la población en 1793 eran mujeres (cerca del 55%), y el 48% de los hogares de la ciudad estaban en cabeza de mujeres (Dueñas, Reference Dueñas1997). El oficio más recurrente entre las mujeres era el de chicheras (vendedoras de chicha, que era una bebida alcohólica derivada del maíz), seguido por el de costureras, lavanderas y molenderas (Dueñas Reference Dueñas1997, p. 173). Las tiendas y chicherías se ubicaban principalmente en los barrios de Santa Bárbara, Las Nieves y San Victorino.

Las características del desarrollo poblacional santafereño y su organización espacial descritos anteriormente dejan entrever algunas mejoras en la calidad de vida a finales del siglo XVIII, que, sin embargo, no fueron generalizadas. Algunos informes de virreyes y trabajos previos ofrecen consideraciones contradictorias sobre la relativa pobreza o riqueza de la ciudad. McFarlane (Reference Mcfarlane1997, p. 93) reseña la visita que realizó Miguel de Santisteban a la ciudad en 1741, en la cual señala la buena localización de la ciudad y resalta algunas características importantes de su desarrollo arquitectónico, pero enseguida anota que “no parecía una ciudad rica o productiva” y que la población local mostraba que la Nueva Granada era pobre comparada con Perú.Footnote 3 De la misma manera, en la Descripción del Reyno de Santa Fe de Bogotá, Francisco Silvestre (Reference Silvestre1789, p. 35) reconoce que la ciudad tiene las mejores condiciones para ser “pulida y aseada”, dada su ubicación, que le permite tener una oferta adecuada de recursos hídricos, pero la falta de policía y de recursos fiscales para emprender obras públicas hace que proliferen la “ociosidad y vagabundería”.

Anthony McFarlane (Reference Mcfarlane1997, p. 93) también cita un informe del virrey Guirior de 1777 sobre el artesanado en Bogotá, del cual dice que “sacaba un malvivir de la práctica de sus oficios” y que “los oficios en Bogotá estaban en tan pobre estado que en su atavío, ociosidad y vida licenciosa los artesanos eran escasamente distinguibles de los mendigos y vagabundos”. Todas estas impresiones llevan a concluir a McFarlane (Reference Mcfarlane1997, p. 96) que Santafé poseía una economía escasamente próspera, que su economía se basada fundamentalmente en una agricultura atrasada y en actividades comerciales, cuya posibilidad de ampliación de mercados estaba limitada por la geografía, en donde “incluso, los relativamente prósperos disfrutaban de muy modestos atributos de vida material”.

De la misma manera, René de la Pedraja (Reference R. de la1978 y Reference R. de la1980) y Robert Ojeda (Reference Ojeda2008) resaltan la pobreza y el desempleo en la ciudad, producto, según ellos, del aumento poblacional. Pedraja (Reference R. de la1980, p. 89) complementa su explicación utilizando algunos datos precarios de salarios y precios, que muestran que mientras los primeros tienden a disminuir, la inflación a finales del siglo XVIII aumenta, lo cual se explica por una demanda creciendo en alguna medida contra una oferta constante de comestibles. A partir de estos pocos datos, el autor concluye que los niveles de vida de los trabajadores bogotanos eran paupérrimos a finales del siglo XVIII. Por su parte, Ojeda (Reference Ojeda2008) aprecia el negativo efecto que las migraciones tuvieron en el hacinamiento y la caída de los salarios en la ciudad.

El consenso sobre el crecimiento poblacional ha llevado a distintas interpretaciones de sus efectos sobre la economía santafereña. Las percepciones de pobreza y de baja en los salarios pueden ser versiones que describen las condiciones económicas de ciertos grupos de la sociedad santafereña, pero que no dan cuenta del comportamiento general de las condiciones de vida que, en promedio, tenían los habitantes de la ciudad y del comportamiento de la economía circunvecina. La precariedad material que afrontan algunos grupos de la sociedad santafereña es reflejo de una sociedad con profundas inequidades sociales, determinadas por condiciones de origen y pureza de sangre, que generaban también una inequitativa distribución del ingreso. Según el censo de 1793 (Vargas Reference Vargas1990, p. 33) el 38% de la población era blanca y la mayoría era mestiza o “población libre de todos los colores” (53% del total), mientras que cerca del 10% de los habitantes eran esclavos e indígenas, cuya participación en la división del trabajo, en general, no estaba mediada por relaciones salariales.

Los canales de transmisión del crecimiento del virreinato a la economía de la ciudad son, en primer lugar, la dinámica de las redes de abastecimiento, favorecida por el aumento de la producción agrícola apreciado en la serie de diezmos, o sea, con aumentos de la renta del suelo y de las ganancias comerciales; en segundo lugar, la acuñación de oro en la casa de moneda de Santafé (que en la práctica era la única del virreinato), mineral que era traído a la ciudad por los comerciantes para adelantar su actividad y que debió financiar la intermediación en varios rubros; en tercer lugar, la construcción de obras civiles (Vargas Reference Vargas2007; Dueñas Reference Dueñas1997); y, finalmente, la demanda de la elite civil y eclesiástica de la ciudad con alto poder de compra.

3 EL CRECIMIENTO ECONÓMICO DE LA CIUDAD DE SANTAFÉ

Como se mencionó anteriormente, la economía santafereña a finales del siglo XVIII se basaba principalmente en la distribución de bienes agrícolas que se producían en las haciendas y estancias ubicadas a las afueras de la ciudad y en la ganadería regional que se dedicaba a la ceba del ganado flaco traído de los Llanos, del Huila, del Tolima y del Magdalena medio.

A la comercialización de este producto agropecuario se sumaba la distribución de mercancías europeas. Santafé era un importante nodo en la red de distribución de productos de ultramar al interior de la Nueva Granada, por lo que algunos comerciantes antioqueños llegaban a la ciudad para aprovisionarse de mercancías para distribuir en los centros mineros del occidente del país (Twinam Reference Twinam1982). Si bien la ciudad no era centro importante de producción de telas y géneros de la tierra (cuya producción se encontraba en Tunja y en la actual región de Santander), la sastrería parece haber sido una de las más importantes actividades artesanales (McFarlane Reference Mcfarlane1997, p. 94), y de todos modos intermediaba el comercio entre estas regiones y las zonas mineras. A estas actividades, se suman servicios gubernamentales y de educación y salud ofrecidos por la Iglesia.

La construcción y el desarrollo de obras civiles en la ciudad estaba tomando fuerza en la segunda mitad del siglo XVIII: “La transformación de Santafé de aldea a centro urbano de tamaño intermedio dentro del conjunto de las ciudades coloniales del siglo XVIII estuvo íntimamente asociada a los cambios políticos y fiscales introducidos por los Borbones” (Dueñas Reference Dueñas1997, p. 63). Fue el gobierno borbónico el que otorgó de nuevo el título de virreinato a la audiencia de Santafé en 1739, con lo cual también se fomentó la construcción de obras civiles, como puentes, empedrados y canalización de aguas, las casas de la audiencia, el cabildo, la cárcel, la reconstrucción del cementerio y la aduana (Vargas Reference Vargas2007, p. 102), que algo debieron impulsar la demanda de albañiles y materiales de construcción producidos en los alrededores de la ciudad.

Por su parte, la actividad comercial estaba a cargo de comerciantes al por mayor (los cuales se encargaban de la introducción de mercancías provenientes de Europa y de regiones cercanas), tenderos, tratantes y pulperos. El comercio fue gravado con el impuesto de alcabala, cuya tasa era del 2% (o en ocasiones del 4%) sobre la venta de bienes muebles e inmuebles al interior del virreinato y, en ocasiones, gravó también el comercio exterior. En 1800, cerca del 6,1% del recaudo total de impuestos de la Nueva Granada correspondía al ingreso de gravámenes al comercio interno y externo (Kalmanovitz Reference Kalmanovitz2006, p. 167).

A través de los recaudos de alcabala contenidos en los libros de Cargo y Data de Alcabalas de la Real Hacienda, es posible aproximarse al comportamiento del volumen de las mercancías negociadas en la ciudad entre 1782 y 1821.

El Gráfico 4 muestra que el recaudo de alcabala por habitante en 1803 era 1,5 veces mayor que en 1782. En 1809 el recaudo per cápita cayó aproximadamente 0,6 pesos, caída que se profundiza con el inicio del proceso de independencia. Sin embargo, sí se puede encontrar una evolución creciente de la actividad comercial en la ciudad antes de 1803, puesto que el recaudo de alcabala se expandió a una tasa del 3,3% anual promedio entre 1782 y 1808, año en el cual esta tendencia se revierte, apreciándose una caída importante entre 1809 y 1811 (Muñoz Reference Muñoz2010). La alcabala gravó todo tipo de ventas de bienes y, en algunos casos, su recaudo no era mensual. Además, aunque la tarifa general era del 2% para casi todas las ventas, por el derecho de composición de pulperías se cobraba el 4% cada seis meses. También era común cobrar un 2% al remate de diezmos y sumarlo cada dos meses (entre octubre y diciembre para la Caja de Girón). De igual manera, la alcabala de pulperías se cobró cada tercio de añoFootnote 4. Con todo, a pesar de estos desajustes en el cobro de la misma, la tendencia general muestra un crecimiento apreciable que sólo se frena con el inicio de la Independencia.

GRÁFICO 4 SANTAFE: ALCABALA POR HABITANTE 1782-1821

Fuente: Mejía (Reference Mejía2000), Muñoz (Reference Muñoz2010), Vargas (Reference Vargas1990) y cálculos propios.

El comercio en la ciudad se componía de la distribución de mercancías tanto locales como importadas por la ruta del Magdalena. El valor de las mercancías que importaba Bogotá ascendía a: “Un millón doscientos mil pesos (…) anualmente; el costo original de estos efectos alcanzará a cerca de setecientos mil pesos, que precisamente han de llevarse al mercado donde se obtienen aquellas, lo mismo que trescientos cincuenta mil pesos, más o menos a los puertos de Cartagena y Santa Marta para el pago de derechos de aduanas, fletes, etc., y además cuarenta mil pesos que deben tenerse a mano para satisfacer la alcabala de esta capital. Los gastos de las mulas entre esta ciudad y Honda causan otros desembolsos proporcionados al capital, mientras que la cantidad restante forma las ganancias del introductor” (Deas Reference Deas1996, t. II, p. 78).

Los caminos que conectaban las distintas poblaciones del interior neogranadino se encontraban en un estado lamentable, sobre todo en los meses lluviosos, hecho que se constituye como uno de los principales impedimentos a la formación de un verdadero mercado interno. Se dieron algunas mejoras en los caminos del virreinato en la segunda mitad del siglo XVIII, pero el esfuerzo se había debilitado con el conflicto independentista. En efecto, a principios de la década de 1830, William Wills escribía lo siguiente: “nuestras vías de comunicación, tan obstruidas hasta hoy, deben mejorarse ante toda otra cosa, pues nada muestra de un modo tan palpable los adelantos y la industria de un pueblo como la apertura de caminos, canales, etc.” (citado en Deas Reference Deas1996, t. I, p. 100).

La dificultad de los caminos hacía que los requerimientos de capital para el comercio a larga distancia fueran altos, lo cual tendía a concentrarlo en manos de unos pocos comerciantes. El recorrido de las 220 leguas que componían la ruta entre Santafé y Cartagena tardaba cerca de un mes y medio en condiciones climáticas favorables (los días húmedos podían agregar hasta 15 días al recorrido), con un costo que ascendía a 20 pesos aproximadamenteFootnote 5. El solo costo de transporte deja entrever que al comercio de importación sólo podían acceder comerciantes cuyos volúmenes de comercio y de capital eran importantes.

Algunos de estos comerciantes podían acceder a crédito por parte de sus contrapartes en el puerto de Cartagena o en Cádiz, que se registraban en los libros de conciertos de comerciantes. Los registros de estas deudas y obligaciones entre 1785 y 1804 se presentan en el Gráfico 5.

GRÁFICO 5 HISTOGRAMA: MONTO CONCIERTOS DE COMERCIANTES 1785-1804

Fuente: Cálculos propios con base en AGN. Sección: Archivo Anexo III. Libros de Conciertos de Comerciantes.

En este histograma se indica que pocos comerciantes tenían grandes deudas y que la mayoría tenían pequeñas obligaciones. La estructura de activos de los comerciantes les impedía contraer grandes préstamos, ya que la mayoría eran tenderos, pulperos o tratantes cuyos volúmenes de comercio eran pequeños.

El comercio en la ciudad era una actividad tan importante que en 1804 un grupo de 11 comerciantes santafereños encabezados por José Acevedo y Gómez solicitaron al rey la posibilidad de agremiación a través de la erección del consulado de comercio de Santafé, para protegerse del poder ejercido por el consulado de Cartagena. Esta se justificaba en el hecho de que muchos de los comerciantes capitalinos tenían contactos directos con Cádiz y no necesitaban pasar por Cartagena (Smith, Reference Smith1965). Según los comerciantes, la formalización del gremio en la ciudad redundaría en la expansión de la agricultura, el comercio y las rentas del erario, y el gasto de las mismas en la construcción de carreteras y caminos que minimizaran los costos de transporte. Sin embargo, con los desordenes de la Independencia, el consulado no alcanzó a tomar forma. Al parecer, estas experiencias asociativas en el nuevo reino debieron haber sido escasas, por cuanto William Wills señala que la retención de capitales en algunas regiones y la falta de desarrollo de algunas actividades productivas se dieron por el aislamiento de los hombres de negocios de la época y la inexistencia de los marcos legales para organizar sociedades limitadas, por no hablar de las anónimas: “Este espíritu de asociación, que ha hecho y está haciendo prodigios en otras naciones, es casi desconocido entre nosotros” (Deas Reference Deas1996, t. II, p. 73).

Las mercancías comerciadas en la ciudad eran fundamentalmente agrícolas (comestibles como maíz, harinas, dulces de tierra caliente, anís, granos), algodón, carnes de res y en menor medida cerdo, alpargatas y géneros tanto de Castilla como de la tierra, provenientes de la provincia de Mogotes (Santander). También, en el altiplano se producía el trigo, la cebada y la papa y se engordaba el ganado que venía de los llanos orientales, del Tolima y de Neiva.

El barrio de San Jorge, que hacía parte de la parroquia de La Catedral, se distinguía por tener una importante actividad comercial a juzgar por el número de tiendas y pulperías que funcionaban en él: el 34,7% de los establecimientos censados en 1798 correspondían a tiendas de comercio (Vergara Reference Vergara2007). Por su parte, en el barrio de San Victorino se establecieron las principales carnicerías de la ciudad, que recibían directamente el ganado que entraba por el camino del suroccidente.

El abastecimiento organizado por los cabildos locales siempre fue problemático por los bajos precios que le imponían a la entrada de reses a las ciudades. En la sabana de Bogotá las tierras eran fértiles y se dedicaban principalmente al cultivo de cereales. Por lo demás, la alternancia de sequías e inundaciones en el altiplano impedía también que los hacendados hicieran fuertes inversiones en ganadería. A pesar de que había grandes hatos ganaderos pastando cerca de Santafé, como el mayorazgo de Jorge Lozano, El Novillero y las haciendas jesuitas, a los hacendados no les interesaba surtir el mercado por los bajos precios administrados y el cabildo los trataba de obligar por turnos perentorios. Esto condujo a que el abasto fuera contratado de sitios más distantes en las riberas del río Magdalena donde era más barato levantar el ganado pero más caro el transporte. Eventualmente, el ganado del llano sería subido hacia Santafé, lo que requirió la construcción del camino que permitiría la conducción de los ganados (Restrepo Reference Restrepo2009, p. 51). El cabildo permitió aumentos del precio del ganado que entraba a los mataderos en 1785 y de nuevo en 1805, lo cual incentivó el mejor abasto de carne para Santafé.

El Gráfico 6 muestra que a partir de 1788 el número de cabezas de ganado vacuno introducidas a la ciudad se multiplica por dos y en 1807 es de 8.000 cabezas, lo cual de por sí es una prueba muy fuerte del aumento del consumo de la población de la ciudad. Suponiendo que cada animal sacrificado pesara 250 kg (incluyendo la osamenta), entraban a la ciudad 5.714 kg diarios. Existiendo 28.000 habitantes hacia 1810, arrojaría un poco más de 200 g por habitante, aunque claro que divididos muy desigualmente entre ricos y pobres. A esto se le debería sumar el consumo de carne de cerdo cuyas introducciones entre 1792 y 1793 ascendieron a 9.362 cabezas. Si en 1807 suponemos un consumo anual de 6.000 cerdos con un peso de 30 kg por animal, nos daría otros 170 g de carne de consumo diario. Para una comparación, Van Ausdal (Reference Van Ausdal2008) señala que las ordenanzas de mediados del siglo XVII estipulaban que a cada indio que trabajara en las minas se le debía proveer de una cantidad equivalente a 680 g de carne al día, por lo menos de manera oficial; por su parte, a los soldados cartageneros de mediados del siglo XVIII se les debía suministrar una ración de 170,1 g de carne diaria y 56,7 g diarios de tocino, en caso de un sitio militar, y para principios del siglo XIX en el hospital de Zipaquirá se ofrecía a los pacientes una ración de 453,6 g diarios de carne y 28,35 g de tocino, aunque se señala que mucha gente en la ciudad no podría adquirir tales raciones. El insumo proteínico de la población era entonces aparentemente aceptable, a lo cual se añadían los consumos de carbohidratos que proveían la papa y el maíz, mientras que las capas superiores consumían trigo y cebada.

GRÁFICO 6 PANEL: GANADO INTRODUCIDO EN SANTAFÉ, PRECIOS DE LA CARNE EN BOGOTÁ

Fuente: Panel A: Brubaker (Reference Brubaker1960). Panel B: Arroyo y Cuesta (Reference Arroyo and Cuesta2011).

La expansión del remate de diezmos deja entrever una importante mejora de la producción agrícola de Santafé y poblaciones cercana como Bosa y Zipaquirá (Brunghardt, Reference Brunghardt1974), la cual tuvo un crecimiento per cápita del 1,7%, aproximadamente, en los últimos 22 años del siglo XIX (Gráfico 7). El comportamiento del remate de diezmo es reflejo de un comportamiento similar de la actividad agrícola, mostrando la ampliación de su oferta, que suple las necesidades de alimentación de la creciente población santafereña. Aunque aumentó la eficiencia de la recolección de todos los impuestos y además hubo un alza muy fuerte de los precios de la carne durante el mismo período que debió hacer la cifra real tres veces menor entre 1720 y 1800, según Safford (Reference Safford2003). Este hecho sugiere pocas mejoras en la productividad e incapacidad de respuesta del sector ganadero frente a una demanda creciente.

GRÁFICO 7 SANTAFÉ: DIEZMO POR HABITANTE 1778-1832

Fuente: Cálculos propios a partir de la información de diezmos de Brunghardt, (Reference Brunghardt1974) y la población de Mejía (Reference Mejía2000) y Vargas (Reference Vargas1990).

Finalmente, la oferta de servicios gubernamentales era también importante pues Santafé era sede de la burocracia política, eclesial y económica. Funcionaba en ella “Un Tribunal de Cuentas, donde van a presentarse y a fenecerse los de 13 Cajas Reales” (Silvestre Reference Silvestre1789, p. 63), de las cuales una era la Caja Real de Santa Fe, caja matriz en la cual rendían cuentas las cajas subalternas de Girón, La Mesa de Juan Díaz, Pamplona, San Gil, Tunja, Zipaquirá y Mariquita.

También funcionaba desde 1539 el cabildo de la ciudad, con funciones electorales, deliberantes (política de higiene, pesos y medidas), judiciales, administrativas y económicas. Dentro de las económicas, se encargaba del control de precios, cantidad y calidad de abastos, actividad comercial de la ciudad (distribución interna, establecimientos, pesos y medidas), actividades lucrativas y profesionales (gremios y oficios). En suma, el cabildo era la principal institución encargada de la administración económica de la ciudad.

En contraste con la escasez de recursos fiscales con los que había funcionado el Cabildo hasta mediados del siglo XVIII, su situación mejoró en las postrimerías del periodo colonial, a causa del aumento en sus ingresos (Cuadro 4), que fundamentalmente provenían del arriendo de ejidos y dehesas.

CUADRO 4 INGRESOS Y GASTOS DEL CABILDO DE SANTAFÉ

Fuente: Brubaker (1960, pp. 90-95); Vargas (2007, p. 161) y cálculos propios.

Entre 1719 y 1735 los gastos del cabildo habían crecido a un ritmo ligeramente mayor que los ingresos, lo cual se revierte en el periodo comprendido entre 1735 y 1785; y a excepción de 1735, los demás años contemplados en el Cuadro 4 fueron de superávit. Aunque a finales del siglo XVIII se fortalecieron los ingresos tradicionales del cabildo, el aumento de los recaudos también se favoreció por la diversificación de los rubros, que también provenían de carnicerías, molinos, tiendas y pulperías, minas de sal, distribución de agua, billares y otros negocios y propiedades urbanas (Vargas Reference Vargas2007, p. 162). Los gastos del cabildo, fuera de los asociados a su funcionamiento, se enfocaban en el mantenimiento y la construcción de caminos, plazas y otras obras públicas, así como el de las múltiples fiestas públicas realizadas en la ciudad (Vargas Reference Vargas2007, p. 164)Footnote 6. El presupuesto de la ciudad era muy exiguo, sobre todo si se le compara con los ingresos totales del virreinato que para 1785 oscilaban alrededor de 1.200.000 pesos plata e incluso lo que se remitía de otras cajas a Santafé, que era del orden de más de 100.000 pesos anuales.

Derivado del cabildo, se estableció en 1797 la Junta Municipal de propios, organismo encargado de ejercer un mayor control y operatividad sobre los asuntos económicos del cabildo, en particular la administración de sus propiedades y de las redes de abastos. La junta estaba a cargo de un mayordomo con funciones ejecutivas. Los funcionarios que componían la burocracia local contaban con cierto nivel de formación que les permitía ser muy acuciosos en el registro de las cuentas y la administración económica del cabildo y la junta: “vale la pena anotar que (…) la última época de existencia del cabildo colonial es la mejor, en términos administrativos, de toda su historia. La independencia troncharía uno de los pocos momentos de ascenso de la administración local de Santafé” (Vargas, Reference Vargas1990).

En Santafé funcionaba una de las dos casas de moneda que operaban en la Nueva Granada en las postrimerías del siglo XVIII, la otra en Popayán, creada en 1748 para reducir los costos de transporte de los metales en bruto del occidente del virreinato y del Ecuador, pero que por problemas legales solo empezó a funcionar a principios del siglo XIX. Santafé pudo recibir parte de los beneficios de la minería, derivados del monopolio de la acuñación que en la práctica retuvo hasta principios del siglo XIX. En todo caso, la circulación monetaria interna (al menos la oficial) estaba compuesta principalmente por monedas de plata, que facilitaban el intercambio comercial.

En el Gráfico 8 se muestra la amonedación en Santafé, que creció a una tasa del 2,6% anual promedio entre 1780 y 1808, y que en la práctica era una de las principales actividades de agregación de valor de la capital del virreinato. Detrás de estas cifras se revelan dos hechos importantes: en primer lugar, el 23% del oro provenía de las minas del Choco y el 38% de las minas de Antioquia; y en segundo lugar, tan sólo el 21% del oro amonedado era conducido a la ciudad por razones fiscales, mientras que el 79% era llevado por particulares, en especial comerciantes (Torres, Reference Torres2010). Si bien el oro acuñado por razones fiscales se iba a la metrópoli, el otro tipo de circulante traído por particulares impulsaba las actividades comerciales. A esto se suma la importante expansión de la producción de estas minas, iniciada en Antioquia en la década de 1730 y en Chocó en 1775, como se puede apreciar en el Gráfico 9.

GRÁFICO 8 AMONEDACIÓN DE LA CASA DE MONEDA DE BOGOTÁ 1780-1839 (Pesos plata)

Fuente: Torres (Reference Torres2010).

GRÁFICO 9 PRODUCCIÓN QUINQUENAL DE ORO POR REGIONES

Fuente: Melo (Reference Melo1979, p. 68).

Así, la acuñación es un canal de transmisión importante del auge minero neogranadino en la economía santafereña. Adicionalmente, es importante anotar que los altos salarios de la burocracia y de los funcionarios de la Casa de Moneda sustentaron el comercio de bienes de lujo y de artesanías elaboradas.

En contraste, la escasez de moneda en la ciudad fue una consecuencia que la Independencia trajo a la ciudad, según lo observa William Wills. En circunstancias favorables “Bogotá requiere anualmente para el pago de sus exportaciones setecientos noventa mil pesos, mientras que ordinariamente recibe, al año, ochocientos veinte mil, lo que le deja un sobrante de treinta mil” (Deas Reference Deas1996, t. II, p. 80). Sin embargo, con la disminución de las introducciones de metálico provenientes de Antioquia y la pérdida del comercio que realizaban comerciantes caucanos en la ciudad, producto de los desórdenes de independencia, el circulante en Santafé se redujo de manera importante, frenando el comercio de la ciudad.

Finalmente, la evidencia presentada anteriormente permite hacer algunas conjeturas sobre la dinámica del producto generado en la ciudad. Los recaudos de alcabala y diezmos ofrecen algunas luces acerca del comportamiento de la actividad comercial y agrícola santafereñas, que componen los dos principales renglones de esta economía regional. Teniendo en cuenta que entre 1780 y 1808 el diezmo per cápita crece a una tasa de 1,7% y la alcabala por habitante al 1,8%, el crecimiento económico de la ciudad debió de haber sido muy superior al del virreinato que, como ya se dijo, fue estimado en un 0,3% anual.

Un enfoque alternativo se basa en la ecuación cuantitativa del dinero. Si se supone una velocidad del dinero constante, y se tiene en cuenta que el ritmo de acuñación de la casa de moneda en este periodo fue del 2,6%, y los precios, como se mostrará más adelante, tuvieron un crecimiento 0,92%, la expansión del producto agregado pudo ser del orden del 1,7%. Si a este guarismo se le resta el crecimiento poblacional (un 1,3%) se puede tener un crecimiento por habitante del orden del 0,4%, igualmente superior al del virreinato.

Para el año de 1800 hemos sumado el valor del producto agrícola y comercial, lo que permite concluir que el producto por habitante en la ciudad estuvo cercano a los 62 pesos, 34 pesos por encima del producto por habitante neogranadino en 1800 (Kalmanovitz Reference Kalmanovitz2006).

4 SALARIOS Y PRECIOS

Aunque una de las principales características de las economías precapitalistas es precisamente la ausencia de relaciones salariales generalizadas, los salarios del sector público y los ingresos de los artesanos y de los trabajadores por cuenta propia, así como su relación con los precios son un buen indicador de la calidad de vida y del comportamiento de la economía.

Las remuneraciones de los trabajadores santafereños a finales del siglo XVIII, que se presentan en el Cuadro 5, reflejan algunas características importantes de la demanda de los habitantes de la región.

CUADRO 5

Fuente: Los datos de Gobierno y Casa de Moneda de Bogotá son extraídos de Urrutia (2007) y los del censo del barrio de Las Nieves de Gutiérrez et al. (Reference Gutiérrez and Pineda1999, p. 395). Según nota de los autores, no se conoce con certeza la fecha exacta del censo, pero muy probablemente es de finales del siglo XVIII.

El Cuadro 5 muestra que a finales del siglo XVIII los oficios más rentables correspondían a los administradores de la Casa de Moneda y la Caja Real, así como a su contador y a sus talladores. Sin embargo, los salarios pagados derivados del censo del barrio de Las Nieves, posiblemente son los que mejor capturan el ingreso promedio de la mayoría de la población bogotana de la época.

En promedio, los hombres libres tenían unos ingresos mayores que las mujeres. En el caso de las mujeres, se reporta el caso de una maestra de lectura cuyo salario es el más bajo de la muestra (24 pesos anuales). Esto sugiere que el oficio de maestra tenía una demanda muy baja en la época. Con todo, un promedio de los salarios, ponderado por la proporción de trabajadores en dicho oficio,Footnote 7 permite establecer que el ingreso promedio en el barrio de Las Nieves es de 175,5 pesos por habitante, mientras que la población del barrio es tan sólo el 30% de la población total de la ciudad.

En el muy largo plazo, la dinámica de los jornales es relativamente rígida, pero se aprecia una mejora general a principios del siglo XVIII. Los trabajos de Miguel Urrutia sobre precios y salarios durante el siglo XIX muestran un deterioro de los salarios reales tanto de empleados públicos como de los del escuálido sector privado a todo lo largo del siglo, revelando de nuevo un muy bajo crecimiento económico, en contraste con el auge de la economía que se da en especial durante la segunda mitad del siglo XVIII (Urrutia Reference Urrutia2010). El salario fijado administrativamente fue de 2 reales diarios a partir de 1703, y permaneció en este valor a lo largo del siglo XVIII (Gráfico 10).

GRÁFICO 10 JORNALES EN LA COLONIA

Fuente: Arroyo y Cuesta (Reference Arroyo and Cuesta2011).

En el Gráfico 11 se muestran dos índices de precios de comestibles para la economía de Santafé entre 1780 y 1815. Ambas series muestran un aumento de precios entre 1775 y 1800 (del orden del 0,92%), año a partir del cual permanecen relativamente estables hasta 1815.

GRÁFICO 11 INDICES DE PRECIOS DE COMESTIBLES EN SANTAFE

Fuente: Pardo (Reference Pardo1972) y Pedraja (Reference R. de la1978).

Las posibles explicaciones de este comportamiento se pueden encontrar tanto en factores de demanda como de oferta. René de la Pedraja (Reference R. de la1978) argumenta que esta inflación estuvo causada por desajustes de la oferta, como el desabastecimiento de comestibles y controles de precios, para racionar el consumo de una población creciente. Dado este diagnóstico, su conclusión es que los niveles de bienestar material de los trabajadores santafereños se deterioraron de manera importante por esta inflación. El autor se sorprende también por la demora en la respuesta de los productores agrícolas, quienes no incrementaron su producción ante estos aumentos de precios (Pedraja Reference R. de la1980, p. 90).

Sin embargo, esta explicación no es consistente con la evidencia presentada anteriormente, en particular con la expansión de la producción agrícola reflejada por la serie de remate de diezmos y por el aumento en el número de cabezas de ganado que entraron a la ciudad, aunque su consumo pudo estar concentrado en las clases altas. Además, la población estaba en aumento y sin caer en una “trampa malthusiana”, lo cual es síntoma de mejoras en la calidad de vida. Por lo tanto, la explicación de este comportamiento se encuentra por el lado de la demanda. Es posible que el control de precios desincentivara la producción de los agricultores, pero si hubo inflación significa que las medidas oficiales no eran muy operantes.

Evidencia adicional que sustenta lo anterior, se encuentra en las causas del aumento de los precios de la carne como se mostró en el Gráfico 6. Van Ausdal (Reference Van Ausdal2008) explica que para finales del siglo XVIII, la demanda por ganado derivada del crecimiento de la población, el crecimiento económico y la expansión de la actividad comercial ejercieron presión sobre los hatos ganaderos, haciendo que los precios aumentaran sustancialmente, lo cual fue reconocido por el cabildo al oficializar los aumentos de precio.

Así que la inflación que presentan ambas series es reflejo de dos factores: en primer lugar del aumento de la demanda producto del aumento de la riqueza y del ingreso, y también del crecimiento poblacional de la ciudad. Hay entonces mejoras en la calidad de vida que dejan entrever estos aumentos. Es importante tener en cuenta que a finales del siglo XVIII la producción agrícola del centro de la Nueva Granada aún tenía una importante oferta de tierras por explotar y “la inflación en economías en las cuales la frontera agrícola es relativamente abierta, sugiere que los ingresos de los trabajadores estaban aumentando y, por consiguiente, su demanda de víveres” (Urrutia Reference Urrutia1980). Esto se corrobora entre 1800 y 1815, cuando los precios de los alimentos son estables a pesar de que la población sigue en aumento. Nuevamente, la mayor oferta de alimentos sobre una demanda creciente impidió el aumento generalizado de precios.

CONCLUSIONES

Contrario a la sabiduría convencional, el siglo XVIII neogranadino se caracterizó por ser un periodo de crecimiento económico notable para una economía precapitalista. Este crecimiento estuvo impulsado por la expansión del sector minero, auspiciado por las reformas borbónicas y por una transformación demográfica apreciable, a favor de los mestizos y blancos y contra los indígenas y esclavos.

Los datos de diezmos, introducción de ganado y precios permiten concluir que el crecimiento económico experimentado por el virreinato se trasladó a la economía santafereña. Aunque la región no era típicamente minera, se benefició de la expansión aurífera de Chocó y Antioquia, por vía del jalonamiento de la actividad agrícola y por la acuñación en la Casa de Moneda, que favoreció su actividad comercial. Así mismo la ciudad sufrió de unos impuestos muy onerosos, aunque una parte de ellos era gastada por la burocracia colonial en bienes y servicios provistos por su población.

Se puede apreciar que hacia 1810 los habitantes de la ciudad de Santafé tuvieron mejoras relativas en su calidad de vida. Todo parece indicar también que Cundinamarca, la provincia a la que pertenecía Santafé, fue una de las regiones cuya economía sufrió menos con la Independencia (Kalmanovitz Reference Kalmanovitz2008, p. 27). Sin embargo, el crecimiento económico del virreinato estaba limitado por la fuerte tributación y los monopolios públicos sobre las actividades más transables de la época que la Independencia liquidaría exitosamente aumentando el potencial de crecimiento futuro de la República.

Footnotes

1 El mayor impacto del Estado colonial surge de su apropiación de todas las áreas rentables de la economía que estancaba y de los recursos generados por los impuestos a los que estaban sometidos tanto el comercio internacional como el local. El monopolio público significaba la atrofia de la empresa privada, mientras que la banca eclesial protegida por privilegios impedía la aparición de una banca privada, como la que venía surgiendo en Holanda, Inglaterra y en sus respectivas colonias. Al mismo tiempo, el régimen otorgaba ventajas a los miembros del gremio comercial, los llamados “consulados”, frenando de esta manera la competencia, el desarrollo comercial y el de la acumulación privada de capital. Para los consulados ver Terrientes-Mojica (Reference Terrientes-Mojica1981).

2 En la ciudad se contaban 31 templos y ermitas, ocho conventos de religiosos y cinco de monjas, dos colegios públicos, una universidad pontificia a cargo de la Órden de Santo Domingo, una Casa de Moneda, una Biblioteca y un Hospital General (Correo Curioso, 1800). Vale la pena resaltar que tanto los colegios como los hospitales y la universidad estaban a cargo de la Iglesia, mostrando que la administración colonial poco tenía que ver con la política de bienestar social de la población, la cual estaba a cargo exclusivamente de la Iglesia. Esto le da a la Iglesia un importante papel económico como oferente de servicios educativos y de salud, y demandante de productos alimenticios, de vestido y otros insumos para llevar a cabo su actividad económica. Algunas congregaciones pudieron asegurar una oferta de productos agrícolas mediante la producción en sus propias haciendas, como los padres del Rosario (Cañón et al. Reference Cañón, Fajardo and Villaveces2003).

3 Mientras que el ingreso por habitante de la Nueva Granada era, como ya se vio, de 27,4 pesos, en Perú era de 33 pesos (Kalmanovitz Reference Kalmanovitz2006, p. 166). Por tal razón, no sorprende la comparación a la que acude McFarlane para mostrar la pobreza de la población del interior de la Nueva Granada frente a la del Perú.

4 A.G.N. Sección: Archivo Anexo. Fondo: Cuentas de la Real Hacienda. Caja Real de San Juan de Girón Libro Real Común y General de Cargo y Data de Entrada y Salida de Caudales (1791–1792), Fol. 3v.

5 AGN. Sección: Colecciones. Fondo Enrique Ortega Ricaurte. Caja 1, carpeta 4, fols. 16–19.

6 Se contaban diez fiestas a los largo del año, nueve de ellas de carácter exclusivamente religioso (Vargas Reference Vargas2007, p. 267).

7 La proporción de personas que reportan algún oficio se construye con base en los reportes del censo del barrio de Las Nieves en Gutiérrez y Pineda (Reference Gutiérrez and Pineda1999, p. 395).

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FUENTES

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Figure 0

CUADRO 1 CÁLCULO DEL PIB DE LA NUEVA GRANADA EN 1800

Figure 1

GRÁFICO 1 ORO PRODUCIDO EN LA NUEVA GRANADA 1550-1800Fuente: Jaramillo (2007, p. 62).

Figure 2

MAPA 1 DIVISIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA DEL VIRREINATO DE LA NUEVA GRANADA A FINALES DEL SIGLO XVIIIFuente: Herrera (2001, p. 83).

Figure 3

GRÁFICO 2 REMATE DE DIEZMOS EN LA REGIÓN CENTRAL DE LA NUEVA GRANADAFuente: Brunghardt, 1974. Los datos de población se extraen de Mejía (2000) y Vargas (1990). Se consideran los juzgados de Bosa (incluido Santafé) y Zipaquirá.

Figure 4

GRÁFICO 3 POBLACIÓN DE SANTAFÉ 1778-1832Fuente: Vargas (1990) y Mejía (2000).

Figure 5

CUADRO 2 CRECIMIENTO POBLACIONAL

Figure 6

CUADRO 3 DENSIDAD POBLACIONAL (URBANIZACIÓN)

Figure 7

GRÁFICO 4 SANTAFE: ALCABALA POR HABITANTE 1782-1821Fuente: Mejía (2000), Muñoz (2010), Vargas (1990) y cálculos propios.

Figure 8

GRÁFICO 5 HISTOGRAMA: MONTO CONCIERTOS DE COMERCIANTES 1785-1804Fuente: Cálculos propios con base en AGN. Sección: Archivo Anexo III. Libros de Conciertos de Comerciantes.

Figure 9

GRÁFICO 6 PANEL: GANADO INTRODUCIDO EN SANTAFÉ, PRECIOS DE LA CARNE EN BOGOTÁFuente: Panel A: Brubaker (1960). Panel B: Arroyo y Cuesta (2011).

Figure 10

GRÁFICO 7 SANTAFÉ: DIEZMO POR HABITANTE 1778-1832Fuente: Cálculos propios a partir de la información de diezmos de Brunghardt, (1974) y la población de Mejía (2000) y Vargas (1990).

Figure 11

CUADRO 4 INGRESOS Y GASTOS DEL CABILDO DE SANTAFÉ

Figure 12

GRÁFICO 8 AMONEDACIÓN DE LA CASA DE MONEDA DE BOGOTÁ 1780-1839 (Pesos plata)Fuente: Torres (2010).

Figure 13

GRÁFICO 9 PRODUCCIÓN QUINQUENAL DE ORO POR REGIONESFuente: Melo (1979, p. 68).

Figure 14

CUADRO 5

Figure 15

GRÁFICO 10 JORNALES EN LA COLONIAFuente: Arroyo y Cuesta (2011).

Figure 16

GRÁFICO 11 INDICES DE PRECIOS DE COMESTIBLES EN SANTAFEFuente: Pardo (1972) y Pedraja (1978).