El libro está repartido en doce capítulos más un apartado de referencias bibliográficas conjuntas, un breve perfil de los colaboradores y un índice. Es una excelente publicación, tanto por el perfil de los colaboradores como por los contenidos de sus aportaciones y la calidad del libro a nivel de edición.
A lo largo de estos capítulos se ha conseguido llevar a cabo una reflexión sobre la relevancia de la tecnología como motor cultural, social y económico desde el siglo dieciséis en adelante. Se ha conseguido con creces superar la descripción pura de los trabajos de campo que se desarrollan en los proyectos para dotar a esa información de un sentido histórico que penetre en las realidades del momento de contacto entre la población indígena mesoamericana y los invasores españoles.
Es de destacar que se ha considerado como tecnología no únicamente los aspectos mecánicos y técnicos en tanto que inciden en la introducción de herramientas o máquinas, sino también la introducción de nuevas especies animales y la gestión que de esa nueva realidad se llevó a cabo y cómo incidió en aspectos sociales, económicos e ideológicos.
Menciona Alexander en su capítulo introductorio cómo la tecnología y los avances que esta supone inciden en otros muchos aspectos relevantes de la realidad de los contextos coloniales: los mercados y el control de precios por parte de las autoridades, los sistemas de transporte, la aplicación de los sistemas hidráulicos de tradición romana y árabe, la introducción del hierro, etc. Todos estos cambios, fruto de una mayor tecnificación en la vida cotidiana, suponen también un nuevo diálogo entre las personas y los objetos que tienen en su entorno, y el cambio de coyuntura también supone un aspecto más del proceso de mestizaje cultural que se inicia poco después de la conquista militar y que va cambiando y adaptándose a las nuevas realidades a lo largo de todo el período colonial.
Los estudios de caso tratan ámbitos geográficos, cronológicos y culturales muy diversos. Se hace mención al desigual ritmo de adaptación de esos cambios en los diferentes entornos, en función de las potencialidades económicas en cada caso, y también se contempla una resistencia en algunos ámbitos locales a romper con el uso y las tradiciones asociadas a la realidad material mesoamericana.
Se profundiza en la potencialidad económica de cada región antes de la llegada de los españoles y cómo la industrialización incide en la mejora de las producciones de cacao, huertas y frutales, henequén, caña de azúcar y añil, entre otros.
En los trabajos de Alejandro Pastrana, Patricia Fournier García, William J. Parry y Cynthia L. Otis Charlton se analiza la pervivencia de la explotación y el uso de la obsidiana dado el elevado costo de las herramientas metálicas. No obstante, las formas de extracción cambian, fruto de la introducción de algunas mejoras tecnológicas. Los autores profundizan en el estudio de los cambios en las producciones cerámicas y el control que las nuevas autoridades ejercieron sobre esas producciones y su comercialización.
Es particularmente interesante el artículo de Krista L. Eschbach sobre los trabajos arqueológicos en Veracruz, en el que se aborda la presencia de los diferentes grupos étnicos (totonacos y otros grupos indígenas, africanos y españoles) en estos asentamientos portuarios, pormenorizando aspectos desde la perspectiva tecnológica, estética, iconográfica y de reminiscencias en cada uno de los casos. Se discuten las implicaciones de las explotaciones de caña de azúcar y el uso y abuso sobre la mano de obra esclava negra y mestiza.
Hay colaboraciones estrictamente arqueológicas, como el trabajo de Stacie M. King y Elizabeth Konwest en Oaxaca, quienes analizan el uso y reutilización de algunas piezas metálicas de hierro como prueba evidente de la importancia de estas herramientas en la vida cotidiana y también como marcadores sociales.
El trabajo de Mario A. Castillo y Janine Gasco es de gran interés dado que analiza el vínculo entre tecnología, innovación y construcción cultural, haciéndose mención también a la presión demográfica y deforestación desde la conquista hasta la actualidad, proceso extrapolable a otros muchos contextos culturales y cronológicos.
El análisis de la incorporación tecnológica a los recursos hídricos de los espacios rurales del estado de Yucatán por Alexander y Nina Williams es muy relevante dado que analiza cómo la generalización de las norias incide directamente en la producción de azúcar, cítricos y henequén, con algunos estudios de caso en el ámbito rural con sus implicaciones sociales.
La aportación de Héctor Hernández Álvarez sobre la tecnología y su aplicación a la explotación del henequén introduce términos que definen perfectamente un período de gran efervescencia económica del estado de Yucatán, entre la segunda mitad del siglo diecinueve y el primer cuarto del siglo veinte, pero que está asociado a toda una serie de aspectos documentados a través del registro arqueológico. Esos términos, que están presentes en la bibliografía y en estudios de caso como el de San Pedro Cholul, serían: desigualdad, dominación, explotación, violencia, trabajo forzado, desigualdad ecológica o alienación religiosa.
Aunque el sitio de Lamanai es ampliamente conocido, menos conocida es la presencia de plantaciones de caña de azúcar de la segunda mitad del siglo diecinueve. Tracie Mayfield, Elizabeth Graham y David Pendergast inciden en aspectos de relevancia social como la ingente mano de obra necesaria para su desarrollo, las relaciones que se generan con los propietarios y la aplicación de la tecnología. El análisis de la cerámica es fundamental para entender los diferentes espacios excavados en el sitio. Igualmente, desiguales porcentajes de restos óseos de animales y materiales de importación ayudan a entender el funcionamiento del lugar durante ese período.
Los dos últimos artículos tienen como zona de estudio El Salvador, aunque desde perspectivas diferentes. En el primero, Kathryn E. Sampeck analiza el añil como producto explotado tradicionalmente por la población indígena, llevando a cabo un análisis técnico y tecnológico de esa tradición ancestral y sus cambios durante los siglos diecisiete y dieciocho, que son analizados para la zona de Izalcos a través de los trabajos de campo desarrollados en dos asentamientos. Destaca el estudio de las referencias legales a las condiciones de trabajo, los altos índices de toxicidad y el uso de mano de obra afroamericana y afromestiza que se generaliza progresivamente.
En el segundo, Jeb Card y William R. Fowler responden a un perfil de estudio de materiales y los cambios cerámicos que se documentan en los centros productores, los rasgos de la arquitectura con la introducción de la teja para los tejados y las pervivencias locales dentro de los conjuntos recuperados. Igualmente se menciona, como en otros casos, la escasa y muy lenta introducción de los elementos metálicos, siendo vigente la tecnología lítica. El capítulo final es un comentario por Anthony P. Andrews.
El libro es un referente fundamental para el estudio de la cultura material durante la colonia, tanto por las reflexiones generales como por el acercamiento a la realidad de cada uno de los espacios analizados. Ese trascender de lo material y analizar la vertiente social lo transforma en fundamental para los estudios de arqueología histórica en el contexto mesoamericano, tanto por la calidad de los autores como por el esfuerzo de síntesis y reflexión que se ha llevado a cabo.