Por su buena conservación en los sitios, su abundancia en los contextos arqueológicos y su ritmo de evolución en el tiempo, la cerámica es sin duda el elemento de la cultura material más comúnmente utilizado por los arqueólogos para contribuir a una reconstitución del pasado. Dentro de los estudios ceramológicos, la obra de Michael Shott forma parte de los acercamientos metodológicos, como indica su inserción en la serie Foundations of Archaeological Inquiry de la Prensa de la Universidad de Utah. De hecho, este estudio propone una reflexión acerca de la composición de los conjuntos cerámicos encontrados durante las excavaciones arqueológicas, que constituyen los desechos de las muy variadas actividades humanas desarrolladas en el pasado. La metodología empleada se basa en la etnoarqueología, con la meta de proceder a un análisis a la vez cuantitativo y cualitativo de la formación de los desechos en varios contextos domésticos actuales. El titulo elegido para la obra hace hincapié en esta metodología comparativa y en la Sierra de Michoacán, la zona en la cual fue llevada a cabo, pero no da cuenta totalmente ni del contenido ni del verdadero interés del libro. De hecho, el autor mismo precisa, “This is not a conventional pottery ethnography” (p. 2). Se dedica más bien a subrayar los problemas planteados por las interpretaciones de los conjuntos cerámicos que no toman en cuenta la totalidad de la trayectoria de los recipientes, desde su fabricación hasta su abandono como desecho. Por lo tanto, el interés del libro rebasa ampliamente el simple estudio de caso y abre nuevas perspectivas útiles para todo arqueólogo, tanto a nivel metodológico como para reforzar las interpretaciones relativas a los materiales cerámicos.
El estudio de Shott hace hincapié en la necesidad de tomar en cuenta en el análisis de las muestras encontradas en excavación la totalidad de la secuencia de existencia de un recipiente cerámico, sus usos sucesivos como pieza entera, dañada o agrietada, hasta su última fragmentación que lleva a su desecho. En el Capítulo 2, señala las aproximaciones y los errores interpretativos más frecuentes que suelen aparecer en los estudios arqueológicos. El análisis de las colecciones cerámicas halladas en contexto tiene objetivos principalmente cronológicos, demográficos y funcionales. La cerámica varia en el tiempo rápidamente tanto a nivel de las formas, de la decoración o de las técnicas de fabricación y, por lo tanto, informa sobre la cronología de la ocupación, en particular mediante las seriaciones realizadas en las colecciones. La cerámica puede también ser utilizada para estimar rangos de población o tiempos de ocupación, con la idea de que más tiestos significan más recipientes utilizados por más personas o durante un tiempo más largo. La comparación de las densidades de materiales hallados podría así informar sobre variaciones en la densidad de población durante distintos intervalos temporales. Por último, como herramienta, la cerámica permite deducir categorías y proporciones de actividades o atribuir funciones a las áreas excavadas. Para cada una de estas inferencias tan comunes, el autor señala las limitaciones y los errores que surgen si se deja de lado consideraciones en cuanto a los procesos de formación de los conjuntos cerámicos y al ciclo de uso de los recipientes. Entre muchos, un error frecuente es considerar que los conjuntos arqueológicos son vestigios directos y representativos de las actividades humanas cuando son solamente muestras parciales de tales actividades. Los tiestos constituyen una fuente indirecta, cuando se considera en las estadísticas que se refieren solamente a recipientes enteros. Problemas surgen cuando no se toma en cuenta el tamaño de los recipientes y sus ritmos de fragmentación, los cuales influyen en la cantidad de tiestos y en las seriaciones. Los modelos matemáticos que explican cómo y porqué los conjuntos cerámicos se formaron, no cumplen según Shott con todas las exigencias, en particular porque no toman en cuenta el complejo ciclo de reciclaje que se observa en las prácticas actuales.
La etnoarqueología permite identificar y medir entre les grupos actuales los distintos parámetros que van a influir en la composición de los desechos. Se pueden observar en estos contextos las etapas sucesivas durante las cuales los recipientes cerámicos están fabricados, utilizados, renovados, reutilizados y finalmente desechados —en pocas palabras, “la vida” de los artefactos. El autor detalla las ventajas y los límites de este método comparativo y la pertenencia de llevar a cabo un estudio de este tipo en las tierras altas de Michoacán. Esta región forma parte de un estado mexicano bien conocido por su tradición alfarera, mantenida con pocos cambios desde la época prehispánica. Los pueblos escogidos por Shott, poblados por familias purépechas o mestizas, se encuentran tanto en las orillas del lago de Pátzcuaro, con Tzintzuntzán, Erongaricuaro y Santa Fé de la Laguna, como en las zonas más bajas del norte y noroeste, en los pueblos de Zipiajo y Huancito. A pesar de que un estudio detallado no abarca la totalidad de la cadena de producción, el autor tuvo la oportunidad de observar todas las etapas de producción en las cuales los alfareros estaban involucrados (Capítulo 3), menos la extracción de arcilla. El registro (Capítulo 4) se realizó en el transcurso de varias temporadas de campo, de manera sistemática y durante largos periodos de tiempo en algunos casos. El análisis (Capítulo 5), muy riguroso, se focaliza en cuantificaciones de los recipientes más frecuentemente utilizados como trastes de servicio, recipientes para cocinar o almacenar (cazuelas, ollas y comales), tomando en cuenta diferentes categorías de tamaño.
El estudio muestra que, cuando un recipiente pierde su función original porque está fallando de una u otra manera, está más bien reutilizado, entero o fragmentado. Examina los procesos complejos de reciclajes que preceden el abandono definitivo de la pieza y muestra, por ejemplo, que ciertos fragmentos, los de ollas pequeñas y las bases más que los cuellos, están más reutilizados que otros. Un resultado sobresaliente es que el tamaño de los recipientes influye más en su vida útil que los contextos en los cuales están utilizados. Las vasijas que tienen las vidas más cortas son las pequeñas utilizadas para cocinar. Sin embargo, la vida útil es claramente multifactorial, ya que estos recipientes son también los más frecuentemente desplazados, agarrados o lavados.
Pottery Ethnoarchaeology in the Michoacán Sierra es un libro producto de un análisis riguroso, que invita a renovar las interpretaciones relativas a la composición de los desechos cerámicos encontrados en contextos arqueológicos. Apoyado en un minucioso estudio de la “vida” de los artefactos, nos invita a considerar tanto las formas que los tamaños de los recipientes como variables esenciales en la interpretación de estos vestigios.