Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en la región de Petén han puesto de manifiesto las dificultades que conlleva la correcta interpretación de los vestigios adscritos al período Postclásico. Objeto de interpretaciones diversas, algunas de ellas contrapuestas, aún son muchas las incógnitas acerca de lo acontecido en esos cinco siglos previos a la colonización española, de ahí que obras como The Lowland Maya Postclassic (Chase y Rice Reference Chase and Rice1985), hayan supuesto una importante llamada de atención para fomentar el estudio de este dilatado período de la historia de los mayas de las tierras bajas. Cabe señalar además que el desconocimiento sobre este período es todavía más patente si lo comparamos con el estado actual del conocimiento sobre el Postclásico en Yucatán o Belice.Footnote 1 Prudence Rice y Don Rice señalaron que esto era consecuencia de los pocos datos obtenidos en la región, dado que solamente se habían desarrollado en Petén tres proyectos centrados en la investigación de este período, y que “lo poco que se ha conocido sobre el período postclásico en El Petén ha sido casi por casualidad al investigar los grandes centros del período Clásico (como Tikal y Seibal)” (Rice y Rice Reference Rice and Rice1984:334–335).
Lamentablemente, a pesar de la proliferación de proyectos arqueológicos y algunos de ellos centrados exclusivamente en el Postclásico en Petén (Rice y Rice Reference Rice and Rice2009), el panorama actual de las investigaciones sobre el Postclásico en esta región, desde un punto de vista integral, no es muy distinto al señalado por estos autores hace ya más de tres décadas. Generalmente, a los arqueólogos les ha seducido más la idea de indagar acerca de los otros períodos de la historia maya. A ello ha contribuido, por un lado, los estudios tradicionales en arqueología maya que han definido este período con términos negativos tales como las llamadas “3Ds”: declive, decadencia y despoblamiento (Chase et al. Reference Chase, Chase, Morris, Morris, Jones, Awe and Helmke2008:3), y por otro, la fascinación que suscita la exploración de los edificios clásicos y sus subestructuras, el hallazgo de tumbas reales o la búsqueda de monumentos pétreos con escritura, frente a la dificultad que supone la correcta distinción y datación de los restos de ocupación más tardíos y, por lo general, menos llamativos, lo que ha llevado a que muchos de los contextos de post-abandono hayan sido interpretados como vestigios de ocupantes pasajeros y desorganizados, y no como reflejo de comportamientos socialmente construidos o prácticas conscientes (Canuto y Andrews Reference Canuto, Andrews, Stanton and Magnoni2008:257). Además, dichos vestigios suelen aparecer mezclados y en contextos muchas veces alterados, lo que entorpece su interpretación estratigráfica. Sobre esto ya advertían Laporte Molina y Quezada en el año 1998:
La categorización del Postclásico es difícil de determinar en cualquier sitio dado a que sus restos se encuentran generalmente distribuidos en forma horizontal sobre el paisaje. Por lo tanto, la estrategia de excavación debe ser diseñada específicamente considerando los patrones de depósito que difieren marcadamente de los que caracterizan al clásico [Laporte Molina y Quezada Reference Laporte Molina, Quezada, Laporte and Escobedo1998:731].
Sin embargo, la información que es susceptible de aportar la puesta en común de los análisis y estudios de esos contextos de post-abandono es de suma importancia para profundizar en el tan debatido tema de la crisis generalizada del final del Clásico y de cómo los antiguos mayas, mediante respuestas resilientes, supieron hacer frente a esas situaciones adversas y se adaptaron a la nueva situación.
Entre otros muchos cambios, ese proceso condujo a que los rituales destinados a mantener la institución de la realeza sagrada acabaran por desparecer, mientras que las ceremonias tradicionales continuaron llevándose a cabo (Lucero Reference Lucero2006:184), especialmente aquellas relacionadas con la sequía y el culto a la lluvia. Con el fin de ilustrar este hecho y contribuir al avance del conocimiento de estas prácticas rituales y su continuidad en el tiempo, presentamos en este trabajo el resultado del estudio de un conjunto de hallazgos de época postclásica realizado por el Proyecto La Blanca en el sitio arqueológico de Chilonché, ubicado en el sureste de Petén (Figura 1).
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Figura 1. Mapa de la cuenca del río Mopán y sus tributarios, con indicación de los sitios arqueológicos pertenecientes a esta región, entre ellos La Blanca y Chilonché (modificado de Muñoz Cosme y Vidal Lorenzo 2017:Figura 1).
La acrópolis de Chilonché y su arquitectura palaciega
Chilonché fue fundado en la cuenca del río Mopán, un extenso territorio de valles fluviales en el que en la antigüedad florecieron numerosas entidades políticas. Hasta la fecha, se ha registrado en esta región más de un centenar de sitios arqueológicos de diferente rango (Ruiz García Reference Ruiz García2017:207–215); sin embargo, las excavaciones llevadas a cabo en ellos han sido muy escasas. Debido a ello, existe un gran desconocimiento acerca del tipo de relación política que mantuvieron entre sí estos núcleos urbanos, estando la mayoría aún sepultados por la vegetación. Lo que sí resulta muy probable es que la riqueza de los recursos naturales que posee esta región, junto con los beneficios propiciados por la intensa actividad comercial que debió generarse en torno a los ríos que la bañan, haya sido un factor determinante para su fundación (Laporte Molina Reference Laporte Molina1996:40–42, Reference Laporte Molina, Quezada, Laporte and Escobedo1998:152; Muñoz Cosme y Vidal Lorenzo Reference Muñoz Cosme and Lorenzo2014:37; Vidal Lorenzo y Muñoz Cosme Reference Vidal Lorenzo and Cosme2016; Laporte Molina Reference Laporte Molina, Quezada, Laporte and Escobedo1998).
Los recursos naturales que este valle ofrecía a sus habitantes en la antigüedad eran, sobre todo, abundante agua dulce y especies acuáticas, como peces, tortugas y moluscos, destacando entre estos el caracol de jute (Pachychilus), cuya carne tenía un valor nutritivo comparable a otros tipos de moluscos, tales como almejas y ostras (Healy et al. Reference Healy, Emery and Wright1990:177–178). Los suelos calizos y de aluvión de las llanuras inundables, ofrecían asimismo un alto potencial agrícola y, presumiblemente, muchos animales vivían en esta zona, dada la alta diversidad taxonómica que pudimos identificar durante nuestras excavaciones en la subcuenca del río Salsipuedes (Jiménez Cano y Vidal Lorenzo Reference Jiménez Cano and Lorenzo2021). Los depósitos de pedernal y otros recursos líticos del valle proporcionaron la materia prima para manufacturar una variada tipología de herramientas y otros objetos utilitarios encontrados en nuestras investigaciones. Y, como decíamos, aparte de estos recursos, el control de las activas rutas comerciales que fluían a lo largo de estos ríos debió de ser la principal fuente de riqueza de la que se beneficiaron los asentamientos aquí ubicados (Vidal Lorenzo y Muñoz Cosme Reference Vidal Lorenzo and Cosme2018).
Un ejemplo de ello es la extraordinaria arquitectura que exhibe La Blanca, uno de esos asentamientos urbanos ubicado en la subcuenca del río Salsipuedes, recientemente excavado por el Proyecto La Blanca (Muñoz Cosme y Vidal Lorenzo Reference Muñoz Cosme and Lorenzo2014, Reference Muñoz Cosme and Lorenzo2017). Desconocemos cuáles fueron las relaciones que mantuvieron La Blanca y Chilonché durante el Clásico, si bien no existe evidencia alguna que demuestre una relación de dependencia de una de estas entidades políticas hacia la otra. La fundación de Chilonché se remonta al período Preclásico, época a la que pertenecen importantes construcciones, mientras que La Blanca es más tardía pues, aunque se han encontrado vestigios de ocupación del Clásico temprano, es a partir del Clásico tardío que presenta una estructura urbanística con unos ejes dominantes claramente perceptibles, propio de los asentamientos de nueva planta (Vidal Lorenzo y Muñoz Cosme Reference Vidal Lorenzo, Cosme, Ruz, García and Ciudad2009:134). En ese período, ambos centros exhiben unas tipologías palaciegas similares que llaman la atención por su calidad constructiva y tamaño, especialmente La Blanca. Este último ocupa un territorio de unas 26 ha. La arquitectura monumental, de naturaleza predominantemente palaciega, se concentra en la acrópolis y en torno a la calzada principal de más de 30 m de ancho y una longitud de 300 m. Ésta conduce al Grupo Sur, donde se encuentran dos templos piramidales y los vestigios de ocupación más antiguos. Un buen número de plazas regulares articulan el espacio urbano, destacando entre ellas la Plaza Norte, de más de 5.000 m2, y las del Grupo Oeste, en torno a las cuales se establecieron los grupos habitacionales.
Según las prospecciones realizadas por el Proyecto Atlas Arqueológico de Guatemala, Chilonché es un sitio de dimensiones mayores, con estructuras altas y extensas plazas, y una distancia entre la acrópolis principal y un complejo de ritual público de 1,7 km, es decir, un asentamiento amplio y bien dispuesto con el fin de dar cabida a las varias plazas del área central (Laporte Molina Reference Laporte Molina, Ciudad, Fernández, García, Iglesias, Lacadena and Sanz1998:153).
Conscientes de la importancia de documentar los vestigios arquitectónicos de estos sitios arqueológicos del entorno del Salsipuedes, un grupo de investigadores del Proyecto La Blanca realizó en 2009 una inspección de la arquitectura visible de Chilonché, gran parte de ella expuesta debido a los numerosos saqueos que había en el sitio. Fue así como en la acrópolis se detectó un túnel de saqueo en cuyo interior se encontró una enorme escultura arquitectónica de estuco, de 3,5 m de longitud, 2 m de anchura y 1,5 m de altura, pudiéndose constatar que se trataba de la representación de un animal fantástico agazapado que, sin duda, formaba parte del programa compositivo de la fachada oriental de uno de los edificios más antiguos de este sector del asentamiento. Este excepcional hallazgo determinó que ese mismo año el Proyecto La Blanca iniciara los trabajos de salvamento e investigación de esta subestructura y se adoptaran las medidas de protección necesarias (Muñoz Cosme et al. Reference Muñoz Cosme, Lorenzo, Samayoa, Arroyo, Paiz, Linares and Arroyave2011; Muñoz Cosme, Vidal Lorenzo y Merlo Reference Muñoz Cosme, Lorenzo and Merlo2014; Muñoz Cosme, Vidal Lorenzo, Horcajada Campos et al. Reference Muñoz Cosme, Lorenzo, Campos, Samayoa, Alamar, Pol, Arroyo, Méndez and Rojas2014; Vidal Lorenzo y Muñoz Cosme Reference Vidal Lorenzo, Cosme, Vidal and Muñoz2014).
Así, en las siguientes temporadas de campo se realizaron excavaciones extensivas en las edificaciones del Clásico tardío que coronan la cima del lado norte de la acrópolis (Palacios 3E1 y 3E1 Sur), lo que ha permitido establecer las primeras hipótesis acerca de la larga secuencia constructiva de este conjunto monumental (Figura 2). Ésta se remonta, al menos, al período Preclásico tardío, época a la que pertenecen distintas estructuras de tipo basamento ataludado, entre ellas la que exhibe la escultura zoomorfa, y que sólo hemos podido documentar a través de los túneles de saqueo. Suponemos que estas estructuras fueron clausuradas durante el Clásico temprano para construir encima de ellas otras edificaciones pues, aunque no hemos hallado vestigios de las mismas en la exploración de esos túneles, el potente relleno repleto de materiales de ese período que existe entre la fase de ocupación preclásica y la del Palacio 3E1 así lo indica.
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Figura 2. Planta general de la acrópolis de Chilonché, con indicación de los cuartos de los Palacios 3E1 y 3E1 Sur, y de las profundas trincheras de saqueo realizadas por los expoliadores en el basamento (Proyecto La Blanca 2012).
El Palacio 3E1, levantado sobre un basamento que se apoya sobre dicho relleno, estaba integrado originalmente por tres estancias erigidas al norte de una plataforma que se prolongaba hacia el sur, siendo esa su fachada principal. Esta distribución corresponde a la tipología de tipo palacio, similar a la de la parte central del Palacio de Oriente de la acrópolis de La Blanca —el cual posee la estancia con la bóveda más ancha hasta ahora registrada en el área maya (4,16 m)— y que consiste en una sala de mayor tamaño (Cuarto 3), con un gran vano en el centro, y dos cuartos menores (Cuartos 2 y 4), uno a cada lado, a los que se accede desde la estancia principal por sendas puertas laterales. Posteriormente, esta construcción fue ampliada, adosándosele dos alas, con dos cuartos cada una de ellas en sus extremos este y oeste (Cuartos 1, 8, 5 y 6), dando lugar a una edificación con planta en forma de U, abierta hacia el sur a un patio central (Espacio 7). Los muros interiores de sus tres estancias principales (Cuartos 3, 6 y 8) fueron cubiertos con excepcionales murales pictóricos, de los que lamentablemente sólo se conservó el del cuarto occidental (Cuarto 6) y algunos restos menores en los otros dos (Muñoz Cosme y Vidal Lorenzo Reference Muñoz Cosme and Lorenzo2019). Tanto la calidad de estas pinturas como su contenido constituyen un irrefutable testimonio de la importancia política que tuvo Chilonché en el Clásico tardío.
Años más tarde, posiblemente ya en el siglo noveno, este edificio fue clausurado para que sirviera de basamento a una construcción superior que nunca llegó a terminarse. En la cara sur de dicho basamento se adosó un nuevo edificio (3E1 Sur), que debería servir de fachada principal y acceso al nuevo palacio construido en el piso superior. Con una tipología palaciega idéntica en su parte central a la de la primera fase constructiva de 3E1 (Cuartos 2S, 3S y 4S), aunque de menores dimensiones, posee además un cuarto en cada uno de sus extremos (Cuartos 1S y 5S), a los que se accedía directamente desde la plataforma exterior, siendo ésta la misma tipología que la del Palacio de Oriente de La Blanca.
El cuarto central (3S), al que más adelante haremos mención, posee una banqueta adosada a lo largo de su muro norte, de aproximadamente 1,50 m de anchura por 4,10 m de longitud, con dos apoyabrazos en sus extremos. Las estancias laterales de esta cámara estaban cubiertas por bóvedas, de las que aún se conserva aproximadamente un cincuenta por ciento de su plementería, siendo sus directrices perpendiculares a la fachada.
La ocupación de 3E1 Sur continuó hasta finales del Clásico terminal, momento en el que, debido a la profunda crisis que se desató en toda la región, fue abandonado. No obstante, dado que este edificio se encontraba en lo alto de la acrópolis continuó siendo visible desde la lejanía. El aspecto que debió presentar durante el Postclásico es el de un palacio semiderruido con abundante vegetación creciendo entre los escombros, si bien al conservar todavía parte de la cubierta abovedada el acceso al interior de las estancias a través de sus vanos seguiría siendo posible.
La ocupación postclásica del edificio 3E1 Sur de Chilonché
Ofrendas de ollas e incensarios
Las excavaciones en este palacio permitieron documentar la realización de actividades rituales en su interior durante el Postclásico, así como la adecuación del cuarto central (3S) para un nuevo uso o función, indudablemente muy diferente al que había tenido en los siglos anteriores.
Así, en la esquina noroeste del Cuarto 1S se encontró en el estrato de derrumbe, junto a algunas de las primeras piezas caídas de bóveda, una olla globular completa perteneciente al tipo Chilo, grupo ND de la Clase Uapake, colocada bocabajo, junto a fragmentos de carbón (PCH/Ofrenda 1; Figura 3a). La datación por radiocarbono de uno de esos restos carbonizados lo sitúa en 1100 ± 30 aP, siendo el resultado calibrado 885–1015 cal dC (calibrado a 2 sigma [2σ], IntCal13), es decir entre el Clásico terminal y el inicio del Postclásico temprano.
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Figura 3. Ofrendas halladas en el Palacio 3E1 Sur: (a) olla correspondiente a la Ofrenda 1; (b) incensario correspondiente a la Ofrenda 2 (dibujos de Miguel A. Núñez, Proyecto La Blanca 2012).
Otra olla postclásica, en este caso fragmentada y adscrita al tipo Pozo sin engobe, grupo Pozo de la clase Montículo sin engobe (Postclásico temprano), fue localizada en la esquina sureste del Cuarto 2S, también colocada bocabajo sobre materiales constructivos colapsados, junto con pequeños caracoles de agua dulce (del género Pomacea) y algunos fragmentos de carbón (PCH/Ofrenda 5).
Cabe destacar que hallazgos muy similares a estos se han documentado durante las excavaciones del Palacio 6J2 de la acrópolis de La Blanca, donde se encontraron cinco ollas adscritas al Postclásico temprano en el estrato de derrumbe, colocadas bocabajo y en las esquinas de los cuartos (Vidal Lorenzo y Muñoz Cosme Reference Vidal Lorenzo and Cosme2011:101–104). Además, en otros sitios arqueológicos más alejados de esta región, como es el caso de Naranjo, se halló otra olla similar en un nicho improvisado efectuado en la fachada sur del Palacio B-15A de la acrópolis central, que también había sido colocada bocabajo (Ramírez y Fialko Reference Ramírez, Fialko, Arroyo, Paiz, Linares and Arroyave2011:492–499).
Asimismo, en el sector oriental del Cuarto 3S de Chilonché, en el sedimento formado por materiales constructivos colapsados, en este caso a 0,75 m por debajo del arranque de la bóveda, se documentó otra ofrenda postclásica (PCH/Ofrenda 2). Ésta consistió en un incensario con contenedor en forma de cuenco y base anular, perteneciente al tipo La Justa compuesto (variedad ND), grupo Pozo de la Clase Montículo sin engobe (Figura 3b). La superficie está decorada con pequeñas protuberancias (espigas), motivo que varios investigadores han relacionado por su parecido con las espinas que tienen los troncos jóvenes de árboles como la ceiba (véase Rice Reference Rice1999:34-36). Durante el proceso de microexcavación realizado a posteriori en el laboratorio, se encontró en su interior una pequeña cuenta tubular fabricada en concha. Los análisis arqueométricos del contenido del incensario, mediante microscopía óptica (MO), microscopía electrónica de barrido/microanálisis de rayos X (SEM/EDX) y espectroscopía infrarroja por transformada de Fourier (FTIR), determinaron que se trataba de una mezcla de tierra con partículas de calcita que probablemente se fue depositando de forma natural en su interior con el paso del tiempo. En el fondo del cuenco había carbón, siendo éste de origen orgánico vegetal, sin que se haya detectado la presencia de resinas aromáticas (Vázquez de Ágredos Pascual et al. Reference de Ágredos Pascual, Luisa, Carbó, Cortina, Vidal and Muñoz2012:357).
El altar del Cuarto 3S
No obstante, el principal indicador de que este edificio se convirtió en un lugar de culto en el Postclásico es la presencia de un singular altar, construido sobre un estrato de 25 cm de tierra compactada, encima de la banqueta adosada al muro norte del Cuarto 3S. Como decíamos, este hecho indica que cuando se construyó el altar aún era posible ingresar al interior de la estancia y que ésta todavía conservaba, al menos parcialmente, la cubierta abovedada; de lo contrario, la cantidad de escombro acumulada en la sala hubiera impedido acceder a la banqueta (Figura 4). La fábrica del altar está hecha de piedras labradas, que en su mayoría son piezas constructivas reutilizadas, dos de ellas seguramente de cornisa, ordenadas formando una estructura rectangular de 1,60 × 1,00 m, y en cuyo eje central se encuentra una piedra labrada con apariencia de tapa de bóveda, colocada en posición vertical, como si se tratara de una estela lisa (Figuras 5 y 6).
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Figura 4. Planta y alzado del Cuarto 3S del Palacio 3E1 Sur, en el que se aprecia el altar postclásico construido encima de la banqueta, y debajo de ésta un túnel de saqueo (Proyecto La Blanca 2012).
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Figura 5. Vista del altar postclásico en el Cuarto 3S del Palacio 3E1 Sur tras su excavación (foto de Cristina Vidal Lorenzo). (Color en la versión electrónica)
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Figura 6. Planta del altar postclásico en el Cuarto 3S del Palacio 3E1 Sur con indicación de donde aparecieron las Ofrendas 3 y 4 (dibujos de Miguel A. Núñez, Proyecto La Blanca 2012).
Si bien el desmantelamiento de construcciones anteriores y la reutilización de sus sillares para nuevas edificaciones fue una práctica muy común durante el Postclásico, desconocemos la existencia en la región de un altar con las mismas características que el de Chilonché, es decir, que haya sido erigido sobre una banqueta en el interior de una construcción de finales del Clásico y que además exhiba esta singular tipología.Footnote 2
Durante el registro arqueológico del altar se retiraron, previa documentación, dos de las piedras labradas que conformaban la estructura, las cuales, una vez finalizada la excavación, fueron nuevamente reintegradas en su posición original. En este registro, en el propio relleno del altar y junto a la piedra colocada verticalmente, se documentó una pequeña concentración de materiales formada por dos fragmentos cerámicos muy erosionados, una veintena de caracoles comunes de agua dulce (del género Pomacea), dos fragmentos de hueso de animal no identificado sin trabajar, una lasca de pedernal y una vasija globular miniatura con tapa con asa, la cual se encontró desplazada a escasos centímetros respecto al cuerpo de la vasija (PCH/Ofrenda 4; Figuras 6 y 7). La vasija pertenece al tipo Chilo de la clase Uapake, al igual que la Ofrenda 1. Presenta restos de estuco, tanto en el exterior como en el interior, y huellas de quemado. El examen visual mediante MO de su contenido, consistente en una masa terrosa, permitió determinar que se componía de partículas de cal, tierra, restos de carbón y varios nódulos de aspecto ambarino translúcido. A través del análisis mediante FTIR se identificó que estos últimos eran nódulos de resina, muy probablemente copal, y que el origen del carbón era orgánico-vegetal (Vázquez de Ágredos Pascual et al. Reference de Ágredos Pascual, Luisa, Carbó, Cortina, Vidal and Muñoz2012:357). Todo ello parece indicar que esta pequeña vasija fue empleada a modo de incensario y que fue depositada, junto a los otros materiales anteriormente mencionados, como ofrenda dedicatoria vinculada a la construcción del altar.
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Figura 7. Vasija miniatura perteneciente a la Ofrenda 4 (foto de Patricia Horcajada Campos). (Color en la versión electrónica)
La Ofrenda 3 de Chilonché
La Ofrenda 3 de Chilonché (PHC/Ofrenda 3) se encontró asociada al altar del Cuarto 3S (Figuras 6 y 8). Estaba formada por tres incensarios cerámicos, trece cuentas circulares y tubulares de concha marina (n = 11) y de jade (n = 2), catorce lascas de pedernal, dos fragmentos de puntas de pedernal, dos caracoles de agua dulce y un fragmento de hueso pequeño de animal indeterminado. A pesar de que los tres incensarios se encontraron incompletos, la localización in situ de las bases y otros partes de los cuerpos y bordes indican que las piezas se colocaron completas, pero debido a los derrumbes del edificio se fracturaron y algunos de esos fragmentos fueron desplazados en fechas recientes durante los saqueos. Todo ello ha hecho imposible conocer la colocación exacta original de cada uno de los materiales que conforman esta ofrenda, lo cual nos hubiera permitido reconstruir episodios relacionados con los principios de disposición espacial, incluidos los cosmológicos (Joyce y Pollard Reference Joyce, Pollard, Hicks and Beaudry2010:309). Sin embargo, la concentración de materiales en el extremo noreste del altar parece indicar que los tres objetos cerámicos fueron colocados en este sector, aunque desconocemos si las cuentas y los otros materiales que completan la ofrenda fueron depositados en el interior de los incensarios o alrededor de estos.
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Figura 8. Incensarios correspondientes a la Ofrenda 3 (dibujos de Miguel A. Núñez, Proyecto La Blanca 2012).
Los tres incensarios que forman parte de la ofrenda pertenecen a la tipología general de vasos con soporte pedestal, si bien poseen formas diferentes y están adscritos a distintos grupos cerámicos. El primero de ellos (Figura 8a) es del tipo Mumul Compuesto del grupo Patojo y de clase no especificada. El cuerpo presenta paredes recto divergentes y base convexa, soporte pedestal tronco cónico, borde con refuerzo exterior y labio redondeado. Dos bandas con decoración impresa rodean la pieza, la primera cerca del borde y la segunda en la zona de unión entre el cuerpo y el pedestal, y en la superficie conserva zonas estucadas con restos de pigmento azul. Un incensario muy similar, que también conservaba restos de estuco, fue encontrado en el Entierro 5 del Templo I de Tikal, el cual fue adscrito a la misma temporalidad que el de Chilonché (Adams y Trik Reference Adams, Trik, Shook, Coe and Carr1986:127, Figura 42b).
El segundo incensario (Figura 8b) pertenece al tipo Justa Compuesto del grupo Pozo de la clase Montículo sin engobe. Presenta cuerpo con paredes rectas y base convexa, soporte pedestal tronco cónico con refuerzo en el borde inferior al igual que el labio del borde superior. Muestra el mismo tipo de bandas decorativas que el incensario anterior y tres discos aplicados entre ambas bandas. Tiene también restos de estuco en su superficie, y el pedestal exhibe un círculo pintado de color azul dentro de otro de color rojo.
El tercer incensario (Figura 8c), cuyo grupo y clase cerámica no ha podido definirse porque sus características no guardan semejanza con los conocidos de la región, tiene cuerpo piriforme, borde directo divergente y labio redondeado.Footnote 3 Su cara frontal contiene la representación de un rostro mediante la técnica modelada aplicada, en el que se distinguen los siguientes atributos: labios abultados, dientes del maxilar superior perfectamente alineados y muy bien definidos, flanqueados por colmillos de notables dimensiones y forma curvada, elemento curvo que bordea la parte inferior de los ojos a modo de semicírculo y pequeña protuberancia en la parte superior de la nariz que, aunque está rota, parece el arranque de una vírgula rizada. Todos estos distintivos faciales permiten identificar esta efigie como la perteneciente al dios Chaahk. Además, en la frente muestra una doble hilera de elementos aplicados cuyas formas recuerdan a los granos de maíz. Como ha señalado García Barrios, existen fuertes evidencias de la vinculación de Chaahk con el maíz que parecen remontarse al Clásico, y aunque no existen representaciones icónicas de ello en ese período, sí que hay numerosos apelativos en las inscripciones epigráficas que lo prueban. En los códices postclásicos, por el contrario, sí que hay abundantes imágenes de este dios llevando en sus manos maíz, cargando el signo waj (“tamal o maíz”), o regando la planta (García Barrios Reference García Barrios2008:272–276). Así, dado que la asociación directa de Chaahk con el maíz es evidente, resulta viable que, en efecto, esta decoración haga alusión a esa gramínea.
Un rostro similar al del incensario de Chilonché, que también presenta en la frente una doble hilera de granos de maíz, es la “máscara” de Chaahk/Tláloc hallada en un escondite dentro de un altar (Estructura 766A) de Zacpetén (Pugh y Rice Reference Pugh, Rice, Rice and Rice2009:160–162). Otros incensarios procedentes de Zacpetén, en la región de los lagos centrales de Petén, muestran también ciertas similitudes con los encontrados en Chilonché. Lo que cambia radicalmente es la datación, ya que los de Zacpetén son del Postclásico tardío y no del temprano. Este hecho podría estar indicando la existencia de una tradición vinculada con el culto a Chaahk, presente desde finales del Clásico terminal o principios del Postclásico temprano en el sureste de Petén (casos de La Blanca y Chilonché), y que continuó en la región lacustre del centro de Petén en el Postclásico tardío.Footnote 4
Discusión
El hallazgo de ollas depositadas siguiendo un mismo patrón, colocadas bocabajo y próximas a las esquinas de los cuartos, tanto en La Blanca como en Chilonché y en otros sitios más alejados como Naranjo, nos indujo a pensar que fueron dejadas intencionadamente a modo de ofrendas, pero ¿con qué propósito? A pesar de que la tipología de estos recipientes es distinta, que el grupo cerámico varía y que no se encontraron otros materiales asociados, las interpretamos como ofrendas depositadas en rituales presumiblemente relacionados con el culto a la lluvia (Vidal Lorenzo y Horcajada Campos Reference Vidal Lorenzo and Campos2019, Reference Vidal Lorenzo and Campos2020; Vidal Lorenzo y Rivera Dorado Reference Vidal Lorenzo and Dorado2017:74–75), basándonos para ello en que las fuentes literarias y el registro arqueológico evidencian que la asociación directa entre ollas y lluvia fue muy recurrente en el período Postclásico (López Luján Reference López Luján and Aranda1997). Un claro ejemplo de ello se puede apreciar en los códices de Dresde y Madrid, donde se muestra cómo en estos recipientes de barro se almacenaba el agua que posteriormente el dios Chaahk, y otras divinidades, como la diosa Chak Chel o Diosa O, vertían sobre la tierra colocando las vasijas bocabajo (por ejemplo: Madrid 9, 10b, 13b y 30a, y Dresde 39b, 43b, 67a y 74, en Vail y Hernández [Reference Vail and Hernández2018]).
En lo que concierne a la Ofrenda 3 de Chilonché, el análisis y estudio de las piezas que la conforman apuntan a que estuvieron vinculadas a actividades rituales asociadas a la lluvia. El elemento más claro que sustenta esta hipótesis lo constituye el incensario con la efigie de Chaahk, uno de los dioses más importantes del panteón maya de todos los tiempos y que en el Postclásico fue una de las deidades más representada, tanto en las piezas cerámicas —especialmente los incensarios— como en las pinturas murales y en los códices (García Barrios Reference García Barrios2008:487; McAnany et al. Reference McAnany, Berry, Thomas, Iannone and Connell2003:75; Pallán Gayol Reference Pallán Gayol2009:18; Vail Reference Vail2013:16). Aunque en la literatura artística esta deidad de la lluvia y del rayo ha sido identificada en numerosas ocasiones como Tláloc,Footnote 5 debido a que ambas comparten algunos atributos iconográficos y advocaciones, y a que su culto estuvo muy extendido, en realidad se trata de dos deidades distintas. En el área maya, la imagen del dios del altiplano mexicano fue introducida por los teotihuacanos en el Clásico temprano y fue asimilada como una deidad relacionada con la guerra y el poder, o al menos así lo atestiguan las fuentes iconográficas, pero no tanto con la lluvia y la fertilidad, cuya deidad titular siguió siendo Chaahk (García Barrios Reference García Barrios2009:11), continuando su culto en el Postclásico y perdurando en la Colonia (García Barrios Reference García Barrios2008:2; Vidal Lorenzo y Horcajada Campos Reference Vidal Lorenzo and Campos2020). De hecho, en las representaciones postclásicas de Chaahk se observa como su imagen icónica mantiene la esencia original de las formas de los períodos anteriores: larga nariz en forma de trompa zoomorfa con vírgula rizada, aunque a veces aparece con nariz antropomorfa como en el incensario de Chilonché, labios prominentes con colmillos curvos, y el principal rasgo que lo diferencia de Tláloc: no porta anteojos, sino que los párpados inferiores de sus ojos están bordeados por sendos semicírculos.
Con estas características aparece representado en los códices (algunos ejemplos: Dresde 29a, 29b, Madrid 3a, 4a, 4b, París 17b). En ocasiones, frente a la figura del dios se encuentran diversas ofrendas. En el caso del Códice de Madrid, éstas están apiladas sobre un altar (Madrid 2b, 3b); mientras que en el de Dresde es la deidad la que se encuentra sentada sobre una plataforma o tarima (Dresde 35a; para una consulta de las páginas mencionadas véase Vail y Hernández [Reference Vail and Hernández2018]). En este último ejemplo, entre las ofrendas ubicadas a sus pies, destaca un gran incensario del tipo vaso con soporte pedestal. Otro ejemplo lo constituye el mural pictórico que exhibía el muro oeste de la Estructura 12 de Tancah y que ha sido interpretado como un ritual agrícola en el que aparece el dios del maíz y varios personajes caracterizados como Chaahk (Miller Reference Miller1982:57–58), tal vez sacerdotes asociados con esta divinidad o bien distintos aspectos o facetas del propio dios. En ese mural aparecen cuatro grandes incensarios que evidencian el empleo de estos objetos sagrados en las actividades rituales relacionadas con el agua y, por extensión, la fertilidad, siendo su tipología bastante similar a los que conforman la Ofrenda 3 de Chilonché. Estos últimos presentan abundantes restos de pigmento azul en su superficie, color cuya vinculación con el agua y con la deidad de la lluvia es más que evidente, y uno de ellos tiene también en el pedestal un círculo azul rodeado por otro pintado con pigmento rojo (Figura 8b), color que los mayas relacionaban con el este, lugar por donde nace el sol y por donde vienen los vientos que traen las primeras lluvias de la temporada (Bassie Reference Bassie2002:8; Villa Rojas Reference Villa Rojas1995:180), por ello lo vinculaban con Chaahk, siendo bastante probable que por esta razón la Ofrenda 3 de Chilonché se haya colocado precisamente en el extremo oriental del altar.
Por último, otro aspecto revelador que relaciona la ofrenda con el agua es la presencia de las trece cuentas de concha y jade, materiales que los antiguos mayas asociaron e identificaron con este líquido vital (Baudez Reference Baudez2004:218; Taube Reference Taube2005).
Chaahk fue, por tanto, presumiblemente la deidad más importante para los mayas del Postclásico. Como dios tutelar del agua, de él dependía la lluvia, elemento que garantizaba la cosecha y aseguraba la supervivencia de los humanos, y por ello resultaba necesario invocarlo después de una temporada de sequía y calor sofocante, o bien agradecer su acto con la llegada de las primeras lluvias.
Ahora bien, como decíamos, no siempre resulta fácil distinguir esta deidad de Tláloc. De hecho, ya se ha visto como la “máscara” de Zacpetén ha sido nombrada como Chaahk/Tláloc, lo mismo que otras piezas con efigies de estos dioses encontradas en el área maya, entre ellas algunos incensarios conservados en el Museo Cantón de Mérida.Footnote 6 Ello podría deberse a la existencia de rituales en los que, en realidad, se combinaba la participación de ambas deidades, delatando al mismo tiempo la llegada de influencias del centro de México en las tierras bajas mayas (Prudence Rice, comunicación personal 2019). Un ejemplo de ello podría ser también la ofrenda masiva de incensarios hallados en las grutas de Balankanché (Yucatán), fechada en el Clásico terminal (Andrews et al. Reference Andrews, Andrews and Castellanos2003:152). De estos incensarios, 41 portan la efigie de una divinidad que ha sido asociada a Tláloc (Andrews Reference Andrews1970).
Basándose en el estudio de los diversos objetos hallados en la cueva de Balankanché, Vail y Hernández (Reference Vail, Hernández and Braswell2014:298) consideran que los rituales que allí se realizaban ponían en relación los actos creadores en los tiempos primordiales del dios de la lluvia maya, Chaahk, y la diosa Chac Chel, con la celebración del nuevo año y de preparación de la estación agrícola en el inicio de la primavera. La presencia de tantos incensarios con la efigie del dios de la lluvia mexicano Tláloc se debería, según estas autoras, a la necesidad de quemar incienso para llamar a las nubes cargadas de lluvia. En este sentido, nos gustaría puntualizar el hecho de que es muy factible que dichos rostros sean una fusión de Chaahk/Tláloc y no sólo de Tláloc, tal como nuestro análisis iconográfico parece demostrar. De hecho, en algunos de estos incensarios se aprecia que el dios lleva sobre su frente una cinta atada en la parte central (véase Andrews Reference Andrews1970:Lámina 2a y 2d, Figuras 8a–c, 9b, 9d y 50d), atributo propio de Chaahk. Como ha señalado García Barrios, a partir del Postclásico este tipo de tocado reemplaza a la diadema o tiara realizada en concha habitual en las representaciones clásicas de esta deidad: “Durante el período Posclásico, la diadema o tiara desaparece y hay un regreso al recogido o atado en la parte delantera de tradición antigua” (García Barrios Reference García Barrios2008:85).
Conclusiones
Actualmente existe un consenso generalizado de que fueron varias y muy complejas las causas que motivaron la acusada crisis del final del Clásico maya que desembocó en el período Postclásico (véase, por ejemplo, Aimers Reference Aimers2007:Tabla 1), objeto de una abundante literatura y animados debates. Entre esas causas destacan los episodios de sequía, cuyos efectos (enfermedades, ausencia de recursos, pérdida de confianza en las élites gobernantes, fenómenos migratorios) contribuyeron a la desintegración del poder político dominante.Footnote 7 Pero ¿cómo demostrar arqueológicamente que esa pérdida de confianza en el poder dinástico estuvo estrechamente ligada a dichos episodios? En este sentido, algunos estudios en el interior de cuevas han permitido demostrar la existencia de un cambio en la práctica ritual con el fin de mitigar los efectos devastadores de los prolongados períodos de sequía (Moyes Reference Moyes, Barrowclough and Malone2007; Moyes et al. Reference Moyes, Awe, Brook and Webster2009). Por otro lado, en la literatura maya es habitual encontrar profecías que relacionan los malos tiempos con la ausencia de lluvias. En un reciente trabajo en honor a Alfonso Lacadena (Ciudad Ruiz et al. Reference Ciudad Ruiz, García Gallo, Ponce de León and Pavón2019:285–288) se analizan algunas de las categorías empleadas por los antiguos mayas que denotan una preocupación por la sequía, a partir de la revisión realizada por Lacadena de diferentes fuentes escritas en lengua maya, especialmente las recogidas en los Libros del Chilam Balam de Chumayel.
La comparación de los resultados derivados de los análisis arqueológicos con los epigráficos, etnohistóricos, etnográficos y los estudios paleoclimáticos es, por tanto, susceptible de aportar sugerentes resultados acerca de los cambios en la práctica ritual a finales del Clásico maya, como consecuencia de dichos episodios de sequía, tal como sostienen Jobbová y colaboradores (Reference Jobbová, Helmke and Bevan2018:759).
Y son precisamente esas evidencias las que nos han permitido partir de la hipótesis de que los sucesos acaecidos en la región de Petén durante el Clásico terminal, en gran parte motivados por períodos de sequía, debieron afectar muy negativamente al conjunto de entidades políticas fundadas en la cuenca del río Mopán. Como decíamos, éstas estaban estrechamente vinculadas a los beneficios obtenidos por el control del tráfico fluvial presente en esta zona y de las transacciones comerciales derivados del mismo (Vidal Lorenzo y Valdés Gómez Reference Vidal Lorenzo, Gómez, Lorenzo and Cosme2007:19). El decaimiento de estas redes debió de ser determinante para el abandono de estos centros urbanosFootnote 8 y por consiguiente para la interrupción de las nuevas obras de edificación que se estaban realizando en ellos, tal como ha podido ser demostrado tras las excavaciones en La Blanca y Chilonché. Ahora bien, estos sitios siguieron siendo ocupados y visitados por diferentes pobladores a lo largo del tiempo, lo que explica la presencia de abundantes vestigios de finales del Clásico terminal y del Postclásico.
El tipo de ocupación en esta región durante esos años, al igual que en otras áreas próximas, varía entre los diferentes lapsos temporales y entre unos sitios y otros: desde ocupaciones de carácter más bien doméstico, que implican un reacondicionamiento de las arquitecturas del Clásico o un desmantelamiento parcial de las mismas para construir nuevas viviendas, a otras cuya finalidad era desarrollar actividades rituales en espacios emblemáticos del pasado, siendo éstos en ocasiones remodelados con el fin de adaptarlos a nuevos usos.Footnote 9 Este último parece ser el caso de lo ocurrido en la acrópolis de Chilonché, donde el antiguo Palacio 3E1 Sur, que era el único al que se podía acceder, pues 3E1 se encontraba ya totalmente clausurado, fue convertido en algo semejante a un santuario para los pobladores del Postclásico.
Desconocemos dónde habitaban los organizadores y participantes en estos rituales, tal vez en pequeñas comunidades del entorno inmediato, o bien se trataba de pobladores procedentes de lugares más lejanos que llegaron al sitio en busca de unas mejores condiciones de vida, llevando consigo los objetos necesarios para el ritual, entre ellos los incensarios efigie (como el de la Ofrenda 3), a modo de ídolos. Diversos investigadores han relacionado el hecho de realizar actividades rituales en edificios de épocas anteriores con la memoria social y el culto a los ancestros (por ejemplo, Brown Reference Brown2011:129–130; Dussol et al. Reference Dussol, Sion and Nondédéo2019:11–13; McAnany et al. Reference McAnany, Berry, Thomas, Iannone and Connell2003:81; Van Dyke y Alcok Reference Van Dyke, Alcock, Van Dyke and Alcock2003:3), si bien en el caso que nos ocupa no es posible saber el tipo de vínculo que éstos tuvieron con esos antiguos edificios o con sus habitantes. Esto mismo ocurre en otros sitios, como por ejemplo Xunantunich, donde no ha sido posible determinar si existió un vínculo directo entre los autores de las actividades rituales del Postclásico y los artífices de las estructuras preclásicas en las que éstas se llevaron a cabo (Brown Reference Brown2011:130).
Es muy posible que a lo largo de los años los rituales de Chilonché se realizaran frente al altar del Cuarto 3S y en los cuartos aledaños, cuyo testimonio lo constituyen las ofrendas más arriba descritas. Dado que tanto las ollas colocadas bocabajo (Ofrenda 1) como los objetos pertenecientes a la Ofrenda 3 están estrechamente ligados al acto de verter agua y a la figura de Chaahk, sugerimos que se trataba de rituales de invocación de la lluvia.
Apelar a las fuerzas de la naturaleza y rogar para que lloviera es una tradición compartida por todos los pueblos mesoamericanos, fundamental para la continuidad de la vida, de ahí que este haya sido uno de los rituales que se mantuvo siempre, a diferencia de otros destinados únicamente a perpetuar el poder de la realeza divina. Los pobladores del llamado post-colapso en esta región de Petén ya no necesitaban trabajar para las élites y pagarles tributo; pero sí continuar cultivando la tierra y obtener buenas cosechas para la supervivencia diaria de los miembros de su organización familiar y comunitaria (Lucero Reference Lucero2002:822). Invocar a Chaahk, la divinidad pluvial maya por excelencia, y al resto de seres sobrenaturales involucrados en el control de las precipitaciones habría continuado siendo una actividad primordial, eligiendo para ello espacios que en otro tiempo fueron testigos de grandeza y prosperidad, como sin duda lo fue Chilonché.
Agradecimientos
Los autores agradecen el patrocinio del Ministerio de Cultura y Deporte de España a través de la financiación obtenida por el Proyecto La Blanca y su entorno, al Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, a través de la financiación de los proyectos de investigación coordinados PGC2018-098904-B-C1 y C2 sobre Arquitectura maya, sistemas constructivos, estética formal, simbolismo y nuevas tecnologías, a la Generalitat Valenciana a través del Proyecto Prometeo-Mayatech 2016/155 y 2020/066, a la Fundación Palarq, a la Universidad Complutense de Madrid y Comunidad de Madrid a través del Programa de Atracción de Talento Investigador (2018-T2/HUM-11060) y el apoyo del Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala, que han contribuido de forma determinante a hacer posible esta investigación.
Declaración de disponibilidad de datos
Los objetos originales que forman parte de las ofrendas se conservan en el Museo Nacional de Arqueología y Etnología de Guatemala, y los datos digitales pertenecientes al Proyecto La Blanca utilizados en este trabajo están disponibles en el Departamento de Historia del Arte de la Universitat de València.