La aparición de estos tres nuevos volúmenes de la serie Tikal Reports (TR 23B, 23C y 23D) viene a resolver la situación producida por dos hechos notorios: por una parte, el retraso en la publicación de los resultados obtenidos en las exploraciones arqueológicas de importantes edificios y sectores de Tikal, realizadas hace más de medio siglo por el Museo de la Universidad de Pennsylvania, y, por otra, el que con posterioridad se han llevado a cabo en muchas de esas mismas edificaciones intervenciones de investigación arqueológica y de restauración por parte de otras instituciones: el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Guatemala (IDAEH) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), lo cual ha originado un considerable incremento de la información sobre esas estructuras. Dado que el contenido de estos volúmenes aporta una relevante información histórica previa a dichas actuaciones, el poder integrarla con estas constituye una excelente oportunidad para la realización de un estudio más completo de carácter sintético en cada uno de los casos. Esta opción resultó tentadora a los actuales editores de la serie, William A. Haviland y Simon Martin, si bien, tal como lo expresan en la Nota del Editor del TR 23C, decidieron desecharla por los siguientes motivos: la conveniencia de continuar con el esquema original propuesto para los Tikal Reports, el no tener acceso a toda la información de las nuevas actuaciones y el considerable retraso que un estudio sintético habría de producir en la publicación de los futuros números de la serie.
Partiendo de estas premisas, el autor de estos tres volúmenes, H. Stanley Loten, ha optado por ofrecer la minuciosa información obtenida hace más de cincuenta años, mediante un prolijo informe y la publicación de numerosas láminas y cuadros que permiten conocer con bastante exactitud el alcance de las investigaciones realizadas en los Grandes Templos III, IV, V y VI (TR 23B); en los nueve edificios que delimitan la plaza de los Siete Templos por el oriente y por el sur, es decir, los siete templos que dan nombre a la plaza, 5D-93 a 5D-99, y las dos edificaciones más orientales de las tres que cierran la plaza hacia el sur, 5D-91 y 5D-92 (TR 23C); y en seis edificios ubicados en el entorno de la Plaza de Mundo Perdido, 5C-49, 5D-77, 5D-84, 5D-86, 5D-87 y 6D-1 (TR 23D). Cabe destacar que no todos los edificios están tratados con la misma profundidad, seguramente en relación directa con la intensidad de las investigaciones que se realizaron en los mismos.
Los tres volúmenes presentan en forma ordenada y metódica los datos y descripciones de los edificios obtenidos dentro del marco del Tikal Project Standing Architecture Survey, es decir, mediante la observación de la arquitectura visible tras la limpieza de la vegetación y no a través de la excavación arqueológica intensiva. Con ello se pretendía documentar esas arquitecturas que en muchos casos se encontraban en peligro de colapso y que en principio no iban a ser objeto de excavaciones o restauraciones por parte del Tikal Project. De hecho, algunos de los elementos arquitectónicos que aquí se muestran ya no se pueden ver o incluso ya no existen. De ahí la pertinencia de llevar a cabo este tipo de labores de documentación y registro en los sitios arqueológicos mayas, donde las condiciones medioambientales y el lamentable expolio arqueológico han sido los causantes de una importante pérdida de este excepcional patrimonio de la antigüedad.
Cada volumen incluye en primer lugar un glosario con la definición de los términos arquitectónicos más utilizados en cada uno de ellos, así como una breve introducción acerca de la ubicación y características generales de las edificaciones a las que se dedica cada volumen, lo cual permite comprender con más exactitud las detalladas descripciones que se realizan de ellas. Estas descripciones se organizan siguiendo un esquema bastante similar en todos los casos, precedido por una introducción en la que se indica cuándo tuvo lugar la prospección arquitectónica y por parte de quién, si aparecen referenciadas o descritas por investigadores anteriores (Maler, Tozzer, Merwin) o si han sido objeto de una posterior intervención por parte del IDAEH o la AECID, citando en esos casos los trabajos publicados. En este sentido llama la atención que en el caso del TR 23B no se citen los trabajos de Maudslay, autor de las primeras fotografías y croquis de los Grandes Templos, y de un esquema acerca de su ubicación.
El esquema que sigue Loten para describir cada estructura distingue, por lo general, entre dos apartados principales: Etapas constructivas y Arquitectura. En algunos casos (especialmente en los Grandes Templos), añade otros que contienen información acerca de restos materiales (depósitos especiales, cerámica y artefactos), monumentos asociados y fechas absolutas. Según las convenciones del Tikal Project, las principales unidades constructivas contempladas en el primer apartado incluyen la plataforma basal, el basamento, la plataforma del edificio, el edificio, las zonas superiores y la crestería. En el caso de los Grandes Templos IV y V, Loten prefiere sustituir el término basamento por el de pirámide; sin embargo, evita este término en el caso del Templo III por entender que en un pretendido sentido geométrico estricto su forma dista tanto de ser piramidal que se debería considerar “pyramidoid” (algo parecido a una pirámide). Tampoco lo utiliza en el caso del Templo VI ya que considera que el término pirámide debe estar reservado a componentes mucho más altos que los de ese basamento. En nuestra opinión, si entramos en un escrupuloso debate terminológico, el término pirámide tampoco sería el acertado como sustituto de basamento en los Templos IV y V. En lo que respecta a la plataforma del edificio, llama la atención acerca de que no siempre se trata de auténticas plataformas, sino que en muchos casos estas son falsas, ofreciendo una descripción del término arquitectónico “falsa plataforma del edificio” en el glosario. Por edificio entiende la parte de una estructura que se encuentra sobre una plataforma y que contiene cuartos interiores. De ahí que, en este subapartado, se describan también los muros, los dinteles, los morillos, las bóvedas y el recubrimiento exterior de las mismas, ofreciendo información acerca de los casos en los que se logró documentar en estos paramentos restos de mascarones u otros vestigios escultóricos. Algunos de estos vestigios han llegado hasta nuestros días en muy mal de estado, de ahí que su registro y dibujo se convierta en un documento de sumo interés. Finalmente, de las cresterías ofrece también detalladas descripciones, tanto de su exterior como de las cámaras interiores. En el apartado titulado Arquitectura, ausente en el caso de los Grandes Templos III, IV y V, se ofrece información sobre la función o categoría arquitectónica a la que, según Loten, pertenece cada estructura, así como apreciaciones acerca del período o fecha de construcción. En todos los casos, al final de estas descripciones se incluye un cuadro en el que se indican las diferentes fases de ocupación documentadas. En ocasiones, se añaden otros cuadros que reflejan con precisión las características y la posición de los diferentes elementos arquitectónicos que se encontraron en los edificios, tales como dinteles, morillos o perforaciones en los muros, cuyo dibujo también se incluye en las correspondientes láminas.
Un breve capítulo con las conclusiones, seguido de la bibliografía, cierra el apartado teórico antes de dar paso a las ilustraciones. Las conclusiones del TR 23C se centran, sobre todo, en la funcionalidad desempeñada por la estructura 5D-91, situada en el límite suroeste del epicentro de Tikal y con dos imponentes escalinatas a ambos lados. Según Loten, esta estructura sirvió de paso formal de una zona transitada por la gente del pueblo a otra restringida a la élite, es decir, la casta que debió residir en el epicentro, junto con el linaje. Se basa para ello, entre otras cosas, en que las figuras representadas en el friso superior y en la crestería muestran seres humanos rodeados por símbolos alusivos a su estatus. Por el contrario, los personajes representados en los edificios del lado este de la Plaza de Siete Templos no son humanos, sino que representan calaveras, huesos cruzados y grotescos mascarones. Tanto estos elementos como otra serie de rasgos arquitectónicos son los que le permiten a Loten clasificarlos como templos, ocupados por entidades no humanas, fuerzas de la naturaleza y seres celestiales. Sea como fuere, considera el autor que los que accedieron a esta plaza a través de 5D-91 debieron de formar parte de la casta elitista del epicentro.
En las conclusiones del TR 23D, el autor plantea la adscripción cronológica (Clásico temprano, Clásico medio y Clásico tardío) de las seis estructuras descritas en este volumen, tomando como elementos diagnósticos de cada uno de esos períodos únicamente los de carácter arquitectónico, ante la ausencia de controles estratigráficos, inscripciones y dataciones de radiocarbono. Cuando los casos se complican, como es el hecho de que aparezcan características propias de un período en otro más tardío, las interpreta como anacronismos intencionales o “revivals”. Asimismo, intenta ofrecer una definición de templo a partir de una serie de rasgos arquitectónicos comunes a todos ellos y un conjunto de evidencias arqueológicas y escultóricas que suelen aparecer asociados a los mismos. Esto resulta de gran interés, en vista de la falta de acuerdo en los estudios de arquitectura mesoamericana a la hora de definir este término tan empleado. Los elementos diagnósticos que considera Loten son: el faldón trasero, los elevados basamentos piramidales, las escalinatas prominentes y los elementos asociados: escondites, entierros, restos de quemado y estelas y altares.
En cuanto a las conclusiones del TR 23B, para establecer la secuencia cronológica de los Grandes Templos de Tikal, Loten se basa en los atributos arquitectónicos de estos edificios, así como en las dataciones de radiocarbono e inscripciones asociadas, en los casos que dispone de ellas. Esta información se recoge también en un cuadro al inicio del presente volumen, y en ella se considera que el templo más antiguo es el Templo V, coincidiendo con lo que hemos sostenido desde que, en el año 1995, realizamos la prospección arqueológica y la excavación de la plataforma basal de esta edificación, promovidas por la AECID. Las posteriores excavaciones en el interior del basamento piramidal también corroboraron nuestra primera hipótesis de que dicho edificio fue construido en la transición del Clásico temprano al tardío. En definitiva, Loten propone que estos Grandes Templos se levantaron en un período de un siglo y medio, entre el 650 y el 801 dC con la siguiente secuencia: V, VI, IV y III, desechando por completo la errónea teoría de Harrison de que el Templo V es más tardío que el I y el IV. Respecto a la clasificación de estos Grandes Templos, Loten no está de acuerdo con la consideración lanzada por M. Coe en 1956 de que se trata de monumentos funerarios, sino que se inclina por considerar que estas obras de arquitectura fueron diseñadas para animar a las fuerzas de los fenómenos naturales que influyen en los actos humanos a habitar en el interior de la fábrica de estas estructuras durante los actos ceremoniales y que, en todo caso, el rey difunto podría considerarse una de esas fuerzas de la naturaleza, concluyendo que estos edificios estaban dotados de vida. A continuación, ofrece una detallada síntesis acerca del sistema constructivo de los muros y basamentos piramidales, proponiendo que la construcción de estos últimos era uno de los mayores desafíos a los que tuvieron que enfrentarse los mayas de Tikal, mucho mayor que el de la construcción de las bóvedas. El último epígrafe de estas conclusiones lo dedica al tema de las alineaciones de estos Grandes Templos, ofreciendo algunas teorías que, a la vista de los resultados obtenidos en intervenciones posteriores en algunos de esos edificios generará, sin duda, un interesante debate entre los miembros de la comunidad científica interesados en la historia de esta capital maya.
Por último, en lo que respecta al apartado de las ilustraciones que acompañan los textos puede decirse que los dibujos son de excelente calidad, en el estilo tradicional de los Tikal Reports, en donde con gran claridad se reflejan las secciones y plantas de los edificios, mostrando siempre los aspectos arquitectónicos más destacados, así como la línea de enterramiento previa a los trabajos y una posible reconstrucción ideal de su estado final. Se acompañan con fotografías que son un valioso documento para conocer el estado de estos edificios hace más de cincuenta años.
Obviamente, estos estudios previos a cualquier intervención hubieran sido de gran ayuda a los proyectos llevados a cabo en Mundo Perdido por el IDAEH en la década de los ochenta y, más recientemente, en el Templo V y la Plaza de los Siete Templos por la AECID. Aun así, celebramos la publicación de estos tres volúmenes, convencidos, al igual que sus editores, de que estos nuevos datos que salen a la luz servirán para completar la información sobre futuros estudios en estas excepcionales ruinas mayas.