En Latinoamérica los objetos relativos a la historia indígena se constituyeron en materiales arqueológicos, de valor científico y patrimonial (Díaz-Andreu Reference Díaz-Andreu1999; Trigger Reference Trigger1992). Desde la arqueología se generaron miradas críticas sobre estos procesos de patrimonialización, poniendo en evidencia que los mismos se articularon con mecanismos de despojo y exclusión de los pueblos originarios (Atalay Reference Atalay2006; Gnecco y Ayala Rocabado Reference Gnecco and Rocabado2011). Particularmente en el cono sur, la reificación de objetos culturales indígenas como patrimonio nacional durante el siglo diecinueve se desplegó a la par de las campañas militares dirigidas a la persecución y matanza de indígenas para perpetrar la enajenación de sus tierras (Di Fini Reference Di Fini2001; Nagy Reference Nagy2017). En nuestro país, estos sucesos promovieron la simplificación y estigmatización de las historias indígenas como ejemplos de la “barbarie” superada por los desarrollos de la “civilizada” nación argentina (Mandrini Reference Mandrini2007; Navarro Floria Reference Navarro Floria2002). Estas trayectorias se hacen presentes en el modo en que los materiales asociados con la historia indígena fueron incluidos dentro del discurso patrimonial hegemónico (en el sentido de Smith Reference Smith2011): como elementos que representan alteridades cuyos pasados y presentes fueron por largo tiempo invisibilizados como parte constituyente de la identidad nacional (Mazzanti Reference Mazzanti, Nastri and Ferreira2010; Politis y Curtoni Reference Politis and Curtoni2006).
Desde las últimas décadas del siglo veinte, las representaciones hegemónicas del patrimonio arqueológico fueron discutidas principalmente por comunidades indígenas que reclamaban mayor participación en su gestión (Gnecco y Ayala Rocabado Reference Gnecco and Rocabado2011). En el marco de estos debates adquirió centralidad el carácter construido y político del patrimonio arqueológico (Curtoni y Endere Reference Curtoni and Endere2006; Menezes Ferreira Reference Menezes Ferreira2015; Salerno Reference Salerno2012a), así como la importancia de estas materialidades en los procesos de memoria, identificación étnica y luchas por el reconocimiento que protagonizan las comunidades indígenas —junto a otras minorías sociales— en la actualidad (Becerra et al. Reference Becerra, Pierini, Rodríguez, Sidy and Tolosa2012; Crespo Reference Crespo2005; Jofré et al. Reference Jofré, Biasatti, Compañy, González, Galimberti, Najle and Aroca2008; Lazzari Reference Lazzari2012; Manasse y Arenas Reference Manasse and Arenas2009; Picoy Reference Picoy2021; Salerno y Leiva Reference Salerno and Leiva2017).
En este contexto, la investigación arqueológica contemporánea enfrenta el desafío de aportar herramientas para comprender la complejidad y profundidad del poblamiento indígena y de esta manera, discutir las representaciones simplificadoras y hegemónicas de dicha historia. En este trabajo argumentamos que para avanzar en este camino es necesario articular las investigaciones y gestión del patrimonio arqueológico con comunidades y con aquellos actores locales cuyas prácticas comportan la apropiación de objetos oficialmente categorizados como patrimonio arqueológico (Chartier Reference Chartier1994; Ríos Beltrán Reference Ríos Beltrán2012). En este marco los objetos arqueológicos participan de diferentes procesos sociales que en ocasiones movilizan procesos de memoria y/o impugnan los saberes hegemónicos (Salerno Reference Salerno2018). El estudio de dichas prácticas en articulación con las investigaciones arqueológicas constituye una vía para problematizar nuestras propias categorizaciones respecto del patrimonio, abriendo el debate respecto de los múltiples procesos sociales que los objetos arqueológicos pueden movilizar.
Con este fin presentamos la trayectoria de una familia que a partir del hallazgo de fragmentos de cerámica arqueológica inició un camino de conocimiento sobre las técnicas de alfarería indígenas que devino en la creación de un taller. Pondremos el foco del análisis en el relato de vida de Amalia, quien está a cargo del taller junto con su marido —en adelante, Manuel.Footnote 1 Mediante entrevistas sucesivas y sostenidas en el tiempo hemos podido abordar una serie de experiencias vitales vinculadas con la alfarería prehispánica que, desde su perspectiva, fueron esenciales para dar sentido a su propia existencia en el presente (Bertaux Reference Bertaux2011; Piña Reference Piña1999). Estos encuentros tuvieron lugar en múltiples locaciones —espacios privados y públicos— y en el marco de diferentes situaciones —entrevistas pautadas especialmente, excursiones en el río, eventos culturales en museos locales, actividades del taller de alfarería. Los mismos fueron enriquecidos con la yuxtaposición de diferentes elementos discursivos —fotografías, apuntes, recortes periodísticos, registros personales y objetos de cerámica— que Amalia y Manuel fueron compartiendo con el transcurso del tiempo. Generamos así un conocimiento más acabado en torno a las dimensiones que consideraban significativas respecto del tema abordado. Además, estos elementos nos confrontaron con diferentes formas de aproximación —la de ellos y la nuestra— respecto de los sentidos de la cerámica arqueológica en el presente.
Interpretamos los relatos resultantes de este trabajo de campo como un producto individual y colectivo que se elabora de acuerdo con marcos sociales específicos (Halbwachs Reference Halbwachs2004). A su vez, partimos de que todo relato biográfico es elaborado conjuntamente en el presente mediante la selección de sucesos significativos para los entrevistados (Devillard Reference Devillard2004). Desde el año 2016, momento en que realizamos las primeras entrevistas, hemos participado con diferentes roles en variadas situaciones que contribuyeron a forjar y sostener un espacio de nucleamiento y organización en torno a la práctica de la cerámica: exposiciones, encuentros de ceramistas locales, dictado de charlas, participación en talleres de historia oral. Tomando como punto de partida la historia del taller de alfarería y el aprendizaje de técnicas prehispánicas de sus integrantes, abordamos una serie de procesos que se movilizan mediante las relaciones que las personas establecen con objetos arqueológicos en la actualidad. “A raíz de la cerámica”, Amalia nos relató cuando nos conocimos, “encontré mi identidad”. Afirmación que se profundizó en el transcurso del tiempo y que nos llevó a interrogarnos sobre las múltiples temporalidades que atraviesan los objetos (Olsen Reference Olsen2003).
En este análisis nos enfocamos en la figura de Amalia debido a su rol protagónico en las distintas etapas de este proyecto. Sus acciones fueron cruciales para la continuidad de las propuestas a lo largo del tiempo, para mantener la motivación de los integrantes del taller y para generar las condiciones materiales y sociales requeridas en su desarrollo. Tal como ella lo describe, sus experiencias con los materiales arqueológicos se entrelazan con la biografía familiar y social, movilizando prácticas recurrentes organizadas a partir de acuerdos conjuntos con el resto del grupo y que, como veremos más adelante, profundizaron y renovaron los lazos afectivos. Desde prácticas fragmentarias (en el sentido de De Certeau Reference de Certeau and Pescador1996), Amalia ha generado una forma particular de entender al patrimonio arqueológico y la historia local que da cuenta de los vínculos intrincados entre historia personal, familiar y política, movilizados en los procesos de memoria (Carsten Reference Carsten and Carsten2008). En el proceso se han visibilizado significaciones y disputas con diversos actores (coleccionistas, ceramistas, arqueólogos, funcionarios municipales vinculados con la gestión de la cultura y la historia), configurando un ámbito público respecto del patrimonio arqueológico local.
Puntos de partida: El discurso patrimonial hegemónico y la historia indígena en la provincia de Buenos Aires
El caso que aquí se presenta tiene lugar en un territorio del interior de la provincia de Buenos Aires donde abundantes fragmentos de alfarería, desechos líticos y restos faunísticos vinculados con la historia indígena prehispánica se encuentran esparcidos en los ámbitos rurales (localidades de Chascomús, San Miguel del Monte, Lobos, General Belgrano, Lezama y General Paz). En la década de 1980, estos materiales comenzaron a ser estudiados de forma sistemática por nuestro equipo de arqueología radicado en la Universidad de Buenos Aires (Frère Reference Frère2015; González Reference González2005). Inicialmente se trabajó con un marco teórico conceptual que recupera aportes arqueológicos y antropológicos de las teorías sobre cazadores-recolectores (González Reference González2005). Este enfoque fue un punto de inflexión en la historia de las investigaciones del área, que hasta ese momento sólo contaba con antecedentes de estudios de colecciones privadas desde aproximaciones culturalistas y evolucionistas. Dichos antecedentes iniciales centraron sus esfuerzos en establecer la adscripción étnica “Querandí” de los conjuntos analizados y discutieron su temporalidad tomando como referencia un esquema de desarrollo evolutivo universal (para una discusión más amplia puede consultarse Salerno Reference Salerno2014; Salerno y Vigna Reference Salerno and Vigna2012).
En contraste, el equipo de la Universidad de Buenos Aires dirigido por María Isabel González utilizó la categoría de “cazador, recolector, pescador” y la diferenció de la de “Querandí”, asociada a la información etnohistórica. Para abordar la asignación temporal, este equipo utilizó un marco geológico que le permitió definir períodos temporales independientes de los estadios culturales evolucionistas. A su vez, este abordaje implicó nuevas miradas y focos de interés relacionados con la diversidad hacia el interior de las sociedades prehispánicas para lo cual el trabajo de campo en búsqueda de nuevas evidencias arqueológicas tuvo un rol central. En este marco se identificaron más de 30 sitios arqueológicos que evidencian numerosas ocupaciones asignadas al Holoceno tardío por parte de grupos de cazadores recolectores y pescadores (Figura 1). Se trata de sitios con una reducida visibilidad en el paisaje debido a la ausencia de estructuras y a que los conjuntos arqueológicos (alfarería, lítico y óseo) tienen un alto grado de fragmentación. A partir de múltiples líneas de indagación arqueológica se ha generado conocimiento sobre la tecnología, la utilización de recursos, el manejo del espacio y la interacción social en diferentes escalas (Figura 1; Escosteguy et al. Reference Escosteguy, Salemme and González2017; González y Frère Reference González and Frère2019; Rivas González y Granda Reference Rivas González and Granda2016).
El conocimiento elaborado a lo largo de más de tres décadas de trabajo sistemático permite dar cuenta de la complejidad y profundidad temporal del pasado indígena local. Además, mediante entrevistas y observaciones antropológicas se ha podido identificar una serie de actividades, recursos y lugares que fueron parte de la vida cotidiana de los pobladores del área en tiempos prehispánicos y que también lo son en la actualidad. Aunque con diferente sentido y sin que comporten procesos de identificación étnica, la reutilización de lugares, objetos y sus procesos de creación movilizan sentidos respecto del pasado que impactan en el presente. Pueden mencionarse como ejemplo la caza de pequeños roedores, la pesca y la producción de alfarería, así como los usos de las lagunas, el Río Salado y los Montes de Tala en tanto a los recursos materiales y simbólicos del paisaje de humedal que caracteriza la zona (Escosteguy Reference Escosteguy2014; González y Frère Reference González and Frère2019; Salerno et al. Reference Salerno, Escosteguy and Sokol2019).
En una visión de conjunto, la información generada es relevante para discutir las narrativas históricas hegemónicas que simplifican y acotan la temporalidad indígena en la región a fines del siglo dieciocho (Banzato Reference Banzato2005; Mandrini Reference Mandrini2007). Como sucede en gran parte de la provincia de Buenos Aires, la reproducción de dichas narrativas ha contribuido a la elaboración de representaciones estereotipadas del pasado y presente indígena mediante diferentes ejes de alteridad. Por un lado, “lo indígena” como figura que condensa los elementos que, en tiempos de conformación del estado nacional, tuvieron que superarse para dar lugar al proceso civilizatorio (Navarro Floria Reference Navarro Floria2002). Por otro lado, “lo arqueológico”, como aquello que refiere a poblaciones desaparecidas, ubicadas en un tiempo ahistórico y en clave natural (Salerno Reference Salerno2014). La antropóloga argentina Briones (Reference Briones and Briones2005) ha señalado que estas narrativas pueden interpretarse como versiones que contribuyen a sostener el imaginario de la población nacional argentina: homogénea, blanca y europea.
Con el propósito de movilizar herramientas conceptuales que inviten a la revisión de dichos supuestos, nuestro equipo generó redes de colaboración con actores e instituciones educativas y museísticas del área involucrados en la gestión de la historia local. En este entramado relacional aquellos elementos que hasta mediados del siglo veinte fueron categorizados en los ámbitos locales como “cosas de indios” y “paraderos indígenas querandí” adquirieron visibilidad en términos de “objetos y sitios patrimoniales”, con valor científico, turístico, expositivo y educativo (Salerno Reference Salerno2014). En este proceso se legitimaron ciertas prácticas y actores vinculados al saber experto en torno a dichos objetos, entendidos como parte del patrimonio arqueológico. Paralelamente, otros actores —trabajadores rurales, artesanos, aficionados, coleccionistas, pescadores— interesados en la historia local construyeron sus propias tramas con los materiales. Nuestro equipo viene desarrollando un trabajo de campo de largo plazo que incluye la realización de entrevistas y observación antropológica para recuperar los sentidos del pasado-presente que estos actores locales movilizan con los materiales arqueológicos (Salerno Reference Salerno2018).
En este recorrido adquirió centralidad el concepto de memoria, entendido como una “práctica social” que proporciona un marco de interpretación del presente a partir de sucesos del pasado (Halbwachs Reference Halbwachs2004). Recuperamos las conceptualizaciones que abordan la activación de memorias como un campo de disputas (Pollak Reference Pollak2006) que se forja a partir de las trayectorias de vida de las personas (Halbwachs Reference Halbwachs2004); el vínculo con los llamados “lugares de la memoria” —monumentos, celebraciones y paisajes— (Nora Reference Nora1998); una serie de prácticas cotidianas entre las que se destacan las ceremonias conmemorativas y ciertas prácticas corporales (Carsten Reference Carsten and Carsten2008; Connerton Reference Connerton1989) y la definición de referencias estables mediante múltiples materialidades (Jones Reference Jones2007). En el caso que aquí se presenta, focalizamos en cómo las trayectorias personales y familiares de los integrantes de un taller de alfarería indígena dieron lugar a procesos de memoria que, entre otras cosas, pugnan por instalar distintas formas de construir y definir los objetos patrimoniales de la microrregión (García Canclini Reference García Canclini and Criado1999; Smith Reference Smith2006). Frente a ello nos preguntamos sobre cómo el vínculo (o la falta de este) entre estos actores y los investigadores que participan en la microrregión pueden contribuir a generar reformulaciones conceptuales en torno a las narrativas hegemónicas que representan los objetos arqueológicos.
De pescadores a ceramistas: Formación de un taller de alfarería indígena
Amalia creció en el sur de la región metropolitana de Buenos Aires. Su familia, sostenida por un albañil oriundo de la provincia de Corrientes, migró a diferentes lugares del interior del país en busca de mejores oportunidades laborales. A finales de la década de 1940, el grupo familiar se estableció definitivamente en Buenos Aires para trabajar en la construcción de la popularmente conocida “Quinta de San Vicente” del expresidente argentino Juan Domingo Perón.Footnote 2 Cuando conoció a Manuel, su marido, se mudó a un pueblo del interior cercano al Río Salado. En ese lugar, ubicado a 70 km al sur de su ciudad natal, crio seis hijos, quienes, al ir creciendo, en algunos casos, migraron en busca de trabajo y oportunidades a otros pueblos y ciudades de la provincia.
Hoy, rondando los 65 años, Amalia reflexiona sobre cómo a lo largo de su vida junto a Manuel se fue involucrando en diferentes proyectos personales y laborales que acompañaron el crecimiento familiar. Ante la pregunta sobre cómo fueron sus primeras experiencias con la cerámica, ambos coinciden en que estas estuvieron vinculadas con la pesca en el río, lugar donde los barros conservan vestigios de tiempos pasados. Gustosos de la vida al aire libre, las excursiones de pesca a orillas del río y/o lagunas aledañas fueron una actividad que en sus propias palabras “era la fija porque nos gusta y por el nivel socioeconómico” (entrevista 28 de marzo de 2016). Desde mediados de la década iniciada en 1990, en el marco de dichas salidas, Amalia comenzó a recolectar diversos materiales que aparecían en las barrancas y/o en la orilla del río, actividad en la que se terminaron involucrando todos los miembros de la familia. Es así como dieron inicio a la formación de una colección con material superficial que incluía restos paleontológicos, líticos, y principalmente fragmentos de alfarería prehispánica.Footnote 3 El interés por estos materiales se profundizó en confluencia con distintos recorridos formativos: el ingreso a la carrera de Museología que finalizó en el año 2000; múltiples cursos, encuentros y talleres sobre técnicas alfareras indígenas; y el estudio de otro tipo de técnicas en la Escuela de Cerámica de Chascomús.
Con el impulso de Amalia y su marido, todo el grupo familiar se involucró en una serie de actividades dirigidas a conocer y reproducir la práctica ancestral que se evocaba en los fragmentos de alfarería. Estos materiales fueron los disparadores de un proceso que devino en la conformación del taller familiar de alfarería indígena, cuyo nombre reivindica a un cacique que “luchó por la tierra en la zona, organizando malones que atacaron fuertes y fortines” hacia fines del siglo dieciocho (entrevista 28 de marzo de 2016). La elección de dicho nombre busca visibilizar el lugar de lo indígena dentro de la historia local y se sustenta en la revisión de fuentes escritas de los siglos dieciocho y diecinueve, consultadas en el archivo del museo local. De este modo, lo que comenzó como un pasatiempo en las excursiones de pesca, los llevó a tomar posición respecto de los saberes y prácticas que dichos objetos condensan (Stewart Reference Stewart1984). Sus propias experiencias con los objetos y los barros locales fueron cruciales para desandar los caminos de objetivación del patrimonio arqueológico y el modo en que estos materiales contribuyen a estructurar ciertas formas de pensar y abordar las relaciones entre pasado y presente (Pearce Reference Pearce and Pearce1994; Stebbins Reference Stebbins1992; Stewart Reference Stewart1984).
Amalia y Manuel señalan como momento clave de esta trayectoria un curso organizado por el área municipal de cultura, en el año 1999, sobre técnicas de manufactura de cerámica indígena con la Asociación “Hombre, Barro, Fuego” a cargo del maestro alfarero Carlos Moreyra. Desde el año 1991, esta asociación con sede en Berisso recorre los pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires con una propuesta pedagógica dirigida a compartir el conocimiento sobre las formas de producción cerámica de culturas originarias, ofreciendo experiencias en el territorio —campamentos para recolectar y trabajar los barros— que complementan el trabajo en el taller (Nicolai Reference Nicolai2019). En 1999 Amalia trabajaba en el museo municipal y, aunque estaba fuera de su área, gestionó la logística requerida para que el curso se pudiera implementar. Manuel recuerda que mientras Amalia y uno de sus hijos realizaron el curso, él trabajó como ayudante en las labores de cocción de la cerámica y así aprendió “cómo preparar el fuego y todas esas cosas [relacionadas con la cocción] que en el curso no lo dan” (entrevista 15 de junio de 2016). De este modo, los miembros de la familia se involucraron en un aprendizaje global de todo el proceso de manufactura. En los años siguientes continuaron participando de las propuestas impulsadas por esta asociación sobre técnicas de cerámica aborigen (en el año 2000) y sobre “arqueología experimental” (en el año 2002). En dichos espacios fueron aprendiendo las técnicas alfareras indígenas y aspectos metodológicos del trabajo arqueológico relacionados con el registro, medición y dibujo de piezas. Amalia señala que:
a partir del curso (. . .) nos empezamos a meter . . . bueno, nos trajo libros, yo ahí te puse esos tres libros que nos dejó Moreyra porque lo usamos para mostrarles a los alumnos (. . .) en todo ese ínterin nos vamos metiendo, cada vez más y empezamos a hacer cursos, hicimos los primeros cursos con Moreyra, investigamos, leemos, hacemos por ahí piezas parecidas a las que hacían los pueblos originarios . . . (entrevista 17 de marzo de 2017).
La importancia de este espacio de formación radica no tanto en los saberes aprendidos como en la legitimidad que otorgó a las múltiples prácticas que empezaban a desarrollar. Frente a los saberes expertos y las formas de clasificación que organizan a los objetos en los museos en términos patrimoniales, comenzaban a jerarquizarse aquellos saberes vinculados con el quehacer cotidiano con los barros locales. Saberes que sólo en parte se encuentran documentados en los libros y que fueron ampliados mediante recorridos autodidactas. La experiencia de recorrer el río y las lagunas cercanas en búsqueda de materias primas, el ensayo de diferentes pastas y herramientas, la experimentación con diferentes técnicas para trabajar los barros y para la cocción, fue llevando a esta familia a pensar en las técnicas prehispánicas de la microrregión, recuperando una memoria sobre ese hacer que se particulariza y distingue del trabajo alfarero de otros lugares. Así, por ejemplo, nos explicaron que:
la arcilla acá en la provincia de Buenos Aires no es el mismo proceso [que se da en otros lugares del país], acá tenés que meterla en un trapo, porque nosotros no sabíamos cómo secarla . . . pero al tiempo buscamos, no sé en dónde y apareció. Apareció lo que hacíamos nosotros, sin saberlo, la metes en un trapo como pera, y la colgás en la higuera y así se seca (entrevista 15 de junio de 2016).
Estas particularidades, reconocidas a partir del intercambio con otros alfareros, les permitieron reconocerse en su saber experto y demarcan los límites del mismo. A su vez, el encuentro con las formas de hacer cerámica en el pasado fue instalando nuevas rutinas en la vida de esta familia: las salidas al campo para recolectar arcilla, la preparación de los barros, las tareas de modelar, decorar y cocinar requirieron una reorganización de los tiempos de la vida diaria y del espacio dentro de la propia casa. Particularmente la instancia de cocinar las piezas se fue planificando como un momento de reunión familiar y en ocasiones se articuló con el encuentro de fin de año. Amalia recuerda con nostalgia que:
a lo primero nos sentábamos todos . . . cuando ellos [los hijos] empezaron a estudiar en La Plata, nuestro encuentro era los veranos, habíamos armado un taller que vos decías: ¡en este taller no se puede entrar! (. . .) nosotros nos encontrábamos en los veranos y cada uno hacía piezas, llegábamos a hacer 30 piezas para poder aprovechar la leña (. . .) bueno y a fin de año, después de la cena de fin de año hacíamos la gran fogata y quemábamos ¿no? y toda esa ceremonia de “ay, que se rompió” “escuchá como se rompió” “era mía porque esa la pusimos ahí” “no, es la mía” bueno y todas esas cosas ¿viste? que después se fueron como perdiendo porque ellos fueron haciendo sus caminos . . . (entrevista 28 de marzo de 2016).
Tal como se desprende del relato, el conjunto de estas acciones fue cambiando en el transcurso del tiempo incluyendo la distribución de tareas así como la suma de nuevas actividades relativas a la enseñanza, exposición y venta de piezas. Además, con el material producido fueron participando en exposiciones, concursos y ferias artesanales locales. Con el tiempo fueron acondicionando el espacio del taller y fabricaron un horno de barro y ladrillos. Recuperamos en este punto la propuesta de Connerton (Reference Connerton1989), quien subraya la importancia de las prácticas corporales en la expresión de la memoria, y argumentamos que estos modos de hacer con los barros locales permitieron incorporar el recuerdo del pasado indígena. Estas experiencias dieron lugar a una conexión vivida con dicho pasado asociada con un saber hacer en el territorio que trasciende el conocimiento legitimado y representado en el patrimonio, en los textos históricos y arqueológicos.
En este proceso de memoria el paisaje del río constituye el punto de partida de las experiencias con los barros locales que a la vez posibilita el encuentro con los fragmentos de alfarería relativos a otros tiempos. Al igual que se ha observado en otros casos, las relaciones que las personas establecen con sus territorios a partir de quehaceres cotidianos involucran una serie de interconexiones con procesos de más amplia duración (Ingold Reference Ingold2011). A partir de estas tramas relacionales se articulan las continuidades y rupturas que encuadran las memorias referidas en los mismos (Pine Reference Pine and Carsten2008). Particularmente en este caso, las experiencias vivenciadas en el río se nutren de significados históricos de larga duración vinculados con aquellas historias contenidas en los fragmentos de alfarería que no integran los relatos oficiales.
Una anécdota que expone el impacto de estas actividades en la experiencia familiar ocurrió en el marco de los torneos juveniles organizados por el Ministerio de Educación provincial.Footnote 4 Dos integrantes del taller participaron en la categoría “artesanía tradicional cerámica” en los años 2000, 2001 y 2002, recibiendo menciones especiales, medallas de oro y plata. Amalia y Manuel nos cuentan que la primera vez que participaron y viajaron a la final en Mar del Plata, uno de los concursantes tuvo que explicar que su obra reflejaba los diseños indígenas de la región. El jurado lo descalificó porque “decían que esa gráfica que tenía no era bonaerense” (entrevista 28 de marzo de 2016). Al año siguiente volvió a participar con la misma pieza y llevó un fragmento arqueológico y el mapa con el lugar de hallazgo señalado para probar la autenticidad de su trabajo. Ese año obtuvo la medalla de oro.
Entendemos que en sus relatos esta anécdota es especialmente enfatizada no sólo por el orgullo que representa el reconocimiento externo del saber hacer alfarero de los miembros del taller familiar. Además, este relato “ilumina” —en el sentido de Benjamin (Reference Benjamin, Castañeda, Herrera and Guerrero2005)— la importancia de las prácticas alfareras como argumento para intervenir en las disputas por el reconocimiento y visibilidad de la memoria indígena bonaerense. A principios del siglo veintiuno, el conflicto suscitado en el concurso permitió a esta familia reconocerse y ser reconocidos como actores activos, cuyos aportes para la reivindicación de la memoria indígena se centraron en la memoria inscripta en las prácticas, en la experiencia vivida con el paisaje y con los objetos. En este punto resulta pertinente subrayar el encuentro con los fragmentos de alfarería dispersos en las márgenes del río como punto de partida para una serie de movimientos vinculados a los procesos de memoria que incluyen además del recuerdo, “procesos de reparación, reivindicación, sustitución de lo desaparecido, identificación, transmisión, demostración y patrimonialización” (Bustamante Danilo Reference Bustamante Danilo2014:17). Entre ellos resaltamos la apropiación de un saber hacer alfarero que recupera “cosas que no están en los libros” y que en el contrapunto —principalmente con las instituciones museísticas y los arqueólogos— es presentado como la base para esa construcción de conocimiento.
Finalmente en este apartado quisiéramos mencionar que el modelado de piezas abrió un proceso reflexivo y particular para cada miembro del grupo que giró en torno al lugar de lo indígena en el presente y en la historia familiar. Así por ejemplo, uno de los hijos de Amalia y Manuel impulsa —en otro pueblo de la provincia de Buenos Aires— un emprendimiento dirigido a comercializar las piezas cerámicas realizadas en el taller junto con dulces de elaboración artesanal. Otro miembro del grupo familiar cursó durante un tiempo una carrera universitaria de formación artística.
Nos detendremos en la revisión de la historia personal de Amalia, quien protagonizó un proceso de autoadscripción étnica, entendido este como un recorrido que tiene lugar en el marco de condiciones históricas, relacionales y conflictivas, a partir del cual se configuran identificaciones con base a atributos culturales (Bartolomé Reference Bartolomé2006). Es importante advertir que en tanto proceso social e histórico, el mismo debe ser contemplado considerando las condiciones particulares y cambiantes en que los estados han construido la diferencia cultural. Particularmente en Argentina, desde las últimas décadas del siglo veinte, el contexto internacional signado por las políticas multiculturales fortaleció las luchas indígenas, propiciando políticas de reconocimiento de la diversidad étnica (Briones Reference Briones and Briones2005). En este marco las reivindicaciones indígenas adquirieron impulso y visibilidad inclusive ante la permanencia de representaciones estigmatizantes (Tamagno Reference Tamagno, Nun and Grimson2008).
En el caso de Amalia, en el inicio de este recorrido fue importante una serie de diálogos que tuvieron lugar en encuentros regionales sobre cerámica indígena y que la llevaron a preguntarse sobre sus raíces. A partir de ello y con el empuje de su marido y de sus hijos, comenzó a repensar ciertas vivencias personales e historias silenciadas por varias generaciones en su familia de origen. El trabajo con la cerámica fue un punto de anclaje en esta revisión que contribuyó a repensar en términos positivos esos recuerdos. De este modo, los relatos del pasado familiar, que configuraban una memoria marcada por migraciones, negaciones y situaciones de discriminación, se resignificaron, dando lugar a “prácticas regenerativas” (Carsten Reference Carsten and Carsten2008). Esta búsqueda llevó a Amalia a autodescribirse guaraní y encontrar respuestas para ese “algo que siempre sintió que faltaba”. El reconocerse como descendiente de un colectivo humano portador de una cultura diferenciada cuya existencia preexiste al estado nacional (Bartolomé Reference Bartolomé2006) le permitió reconfigurar su presente y proyectar nuevos futuros. Amalia nos subraya que este camino implicó nuevos posicionamientos en relación con la cerámica y los alfareros que en el pasado habitaron la microrregión:
a mí ahora se me hacen cruces ¿no? o un dilema entre lo que es por ejemplo vos arqueóloga de qué manera ves vos esto y que en algún momento yo lo estaba viendo como vos cuando estudié museología. Pero al ir buscando y encontrar mi identidad, es como que lo veo de otra forma. Ahora estoy en el dilema: ¿en dónde me planto? ¿Desde el pueblo, de mi pueblo digamos, o de la cultura occidental? ¿Dónde me planto yo? Ehhh en estos últimos años he ido a dar charlas, he asumido mi identidad . . . yo les hablo por ejemplo a las escuelas secundarias . . . (entrevista 4 de mayo de 2018).
Destacamos la diferencia como elemento central que posibilita desplegar la autoadscripción identitaria, al punto que es a partir de la confrontación con otros —no indígenas— cuando esta se desarrolla (Cardoso de Oliveira Reference Cardoso de Oliveira1976). Al reconocerse como integrante de un colectivo —el de los pueblos originarios— cuyo presente está signado por historias de “desmembramientos, desplazamientos y experiencias de despojo, muchas veces silenciadas” (Nagy Reference Nagy2017:183), Amalia también hace propia la lucha por el reconocimiento. Desde esta posición, cuestiona la validez de abordar los fragmentos de alfarería sólo en términos de patrimonio arqueológico y desde los marcos instituidos por la ciencia. Sus saberes y experiencias con la cerámica le permiten participar activamente en la producción de nuevos marcos de interpretación sobre dichos materiales contribuyendo a la memoria indígena. Así, el reproducir las técnicas indígenas, recuperando aquellos diseños que se hacen visibles en los fragmentos que aparecen en el río, es, en sus palabras, una forma de reivindicar “a esa gente que vivió y que lo hizo” (entrevista 7 de septiembre de 2018). No porque se trataran de sus ancestros directos sino porque representan una historia de larga duración —con la que se identifica— y que ha sido estereotipada e invisibilizada (Di Fini Reference Di Fini2001). En el próximo apartado enfocamos la discusión sobre esta dimensión política de los procesos de memoria movilizados y el modo en que los mismos interpelaron la gestión del patrimonio arqueológico local.
Pensar la historia desde “el otro lado”
La formación del taller familiar de cerámica indígena puede considerarse una instancia de nucleamiento, consolidación y jerarquización de las diversas actividades impulsadas tanto para el afuera como en el propio proceso de crecimiento. En los últimos años el sostenimiento de este espacio también incluyó la elaboración de memorias sobre sus actividades —sistematizando fotografías y recortes de diarios— que dan cuenta de sus experiencias públicas. Hoy el taller está movilizado principalmente por Amalia y Manuel debido a que sus hijos, a medida que fueron creciendo, comenzaron a hacer sus propios recorridos. Las principales actividades que sostienen son: el dictado de talleres en el municipio y charlas en escuelas; la participación en encuentros de ceramistas y de indígenas, en muestras y exposiciones de alfarería indígena, en actividades de historia oral impulsadas en el municipio; y la elaboración de piezas mayormente para su exposición y, ocasionalmente, para la venta.
El desarrollo y consolidación de estas actividades a principios del siglo veintiuno no pueden considerarse sin tener en cuenta el impulso internacional de las políticas públicas que pusieron el eje en la “cultura” como un recurso para el desarrollo y expresión de la diversidad (Wright Reference Wright, Boivin, Rosato and Arribas2004; Yúdice Reference Yúdice2002). En el interior de la provincia de Buenos Aires, las políticas desplegadas para activar las economías locales devastadas —luego de años de neoliberalismo— se hicieron eco de este clima de época (Altschuler Reference Altschuler, Rofman and Villar2006; Diez Tetamanti Reference Diez Tetamanti2006; Gorenstein et al. Reference Gorenstein, Napal and Olea2007; Ratier Reference Ratier2004). La actividad turística fue asumida como el principal promotor del mejoramiento del nivel de vida de las personas. Esta se impulsó desde un enfoque integral que conjugó la variable económica con aspectos culturales, sociales y políticos (Benseny Reference Benseny2005; Salerno Reference Salerno2012b). En este marco se realizaron programas de activación y promoción de diversos patrimonios culturales e históricos locales en pos de generar elementos de distinción local. Entre ellos se destacan la fundación de nuevos museos y monumentos, la formalización de fiestas tradicionales y el impulso a productores culturales (Aguyaro Reference Aguyaro2019; Brichetti Reference Brichetti2009; Leiva y Salerno Reference Leiva and Salerno2018; Pérez Winter Reference Pérez Winter and Rotman2016).
En esta particular coyuntura, el taller familiar de cerámica indígena otorgó a Amalia y Manuel un lugar de enunciación con cierto nivel de reconocimiento. Desde este lugar, intervinieron en los debates públicos respecto de la gestión local de los materiales prehispánicos objetivados como patrimonio cultural. La revisión y búsqueda de la historia indígena bonaerense los conectó con movimientos de pueblos originarios y en el marco de estas nuevas relaciones comenzaron a reivindicar una forma propia —elaborada a partir de la alfarería y sus experiencias con los objetos— que conlleva visibilizar lo que han decidido llamar “cultura bonaerense”. Esta denominación hace referencia al gentilicio del actual territorio de la provincia de Buenos Aires y da cuenta del modo en que las valoraciones y saberes sobre las prácticas alfareras se organizan en narrativas que recuperan a dicho espacio como eje simbólico, de representación y pertenencia. Por estos motivos, los materiales arqueológicos son comprendidos por Amalia y Manuel como elementos constitutivos del territorio que permiten entrelazar el pasado y presente indígena. Sus narrativas organizan representaciones culturales e históricas alternativas a los discursos hegemónicos de la historiografía local. En ellas no sólo reivindican la profundidad del poblamiento en el territorio sino que, al poner el foco en la calidad y variedad técnica de los procesos creativos de los alfareros del pasado, discuten la noción de “barbarie” asociada con lo indígena y entrelazan dichos procesos con valores simbólicos y sociales del presente.
Desde este lugar formulan críticas respecto de las exposiciones museísticas porque rara vez “hay una pieza originaria” y lo indígena se esquematiza desde la perspectiva “occidental” en el tema de “la guerra, el indio, los malones” (entrevista 7 de septiembre de 2018). A lo largo del tiempo estas críticas se han expresado de diferentes maneras: públicamente en el marco de los propios talleres, mediante impugnaciones y distanciamiento con algunas gestiones locales y, en los últimos años, en encuentros regionales participativos de historia oral que se vienen desarrollando en la zona desde 2014 (Poggi y de Arce Reference Poggi and de Arce2018). Cabe mencionar que los museos de la microrregión, al igual que sucede en muchos lugares de la región pampeana y patagónica, son un ámbito clave para la difusión de las representaciones indígenas debido a la escasa visibilidad de los materiales arqueológicos en estos territorios. En gran parte de estas instituciones las exhibiciones ubican el pasado indígena en un tiempo distante o lo acotan a eventos específicos. En el caso de los cinco museos de la microrregión, sólo algunos exponen las colecciones de materiales arqueológicos que poseen. En pocos casos se utiliza el marco interpretativo generado desde la arqueología y en otros se los asocia con material paleontológico situando el pasado indígena en una historia natural. Además, en estas instituciones dicho pasado es relacionado con la época de frontera en narrativas que enfatizan el conflicto por sobre la complejidad de las relaciones interétnicas que caracterizaron dicha etapa. De este modo, lo indígena es ubicado como un sujeto otro que no integra las historias locales (Sokol et al. Reference Sokol, Micaela Grzegorczyk, Tello and Salerno2020). Frente a estas narrativas, desde el taller familiar, Amalia y Manuel pugnan por una historia que se cuente “desde el otro lado”, como ellos mismos la definen. Por estos motivos también se han involucrado en la revisión de documentos conservados en el archivo del museo local, y uno de los proyectos impulsados desde el taller tiene que ver con la posibilidad de fundar un museo en el que los objetos recolectados y recreados puedan ser expuestos, ofreciendo narrativas alternativas a las oficiales.
En consonancia, conciben a la arqueología como una práctica que con pocas excepciones, restringe su relación con los objetos hallados en el río y contribuye a la elaboración de perspectivas occidentales sobre los mismos. Estas conllevan jerarquizar el valor científico y patrimonial de los objetos, desvincularlos de las tramas sociales y subjetivas de las que participan y ubicarlos dentro de la ambigua categoría de lo universal (Menezes Ferreira Reference Menezes Ferreira2015). Tales críticas se manifiestan en una serie de tensiones que a lo largo del tiempo fueron experimentando en su relación con nuestro equipo de arqueología y con otros actores locales vinculados con la gestión de la memoria indígena y sus materialidades (algunos funcionarios locales, coleccionistas y otros ceramistas de la región). Algunas de estas disputas se manifestaron públicamente en los medios locales, abriendo la discusión respecto de quiénes son las personas e instituciones autorizadas a recolectar y gestionar los materiales de origen indígena que con frecuencia se observan dispersas en la orilla del río. En el año 2003, la sanción de la ley nacional 25.743 de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico consolidó las jerarquías de los especialistas involucrados y contribuyó a que las prácticas de diversos actores locales —vinculadas con los objetos— fueran cuestionadas (Salerno Reference Salerno2018).
En el contexto descripto Amalia y Manuel disputaron los sentidos que cuestionaban sus prácticas a partir de argumentos vinculados con la conservación de los objetos. Consideramos importante subrayar que distinguen sus prácticas de aquellas realizadas por “coleccionistas” y/o personas interesadas en comercializar con los objetos. Su principal motivación está orientada a reivindicar la identidad de quienes en el pasado habitaron un territorio que es asumido como propio. Desde su perspectiva sus prácticas de recolección superficial contribuyeron a rescatar materiales que de otro modo se hubieran perdido y/o destruido debido al pisoteo y/o la propia acción del río. Además consideran que al no realizar excavaciones, sus prácticas no alteraron los sitios arqueológicos.
En este marco relacional, Amalia y Manuel vivenciaron suspicacias, momentos de alejamientos y colaboración con los actores mencionados, así como situaciones que propiciaron una mayor/menor inserción y reconocimiento institucional para las actividades nucleadas en el taller. Atravesados por estas tensiones, fueron reorganizando y reinterpretando sus propias prácticas en sintonía con un posicionamiento que se consolida y formaliza en el proceso. Entendemos que sus acciones discuten con la primacía de los valores expertos sobre los objetos patrimoniales, principalmente porque estos excluyen a múltiples actores —como ellos— en la conservación, gestión e interpretación de dichos objetos. Estas críticas interpelaron la práctica del equipo de arqueología y nos llevaron a reflexionar sobre los espacios de intercambio impulsados a lo largo del tiempo y sobre cómo estos están mediados por nuestros desiguales espacios de enunciación.
En perspectiva histórica, las diferentes actividades desplegadas por nuestro equipo de arqueología —trabajo de campo; estudios experimentales desarrollados con ceramistas y cazadores locales; jornadas, talleres y charlas— se configuraron en articulación con actores de diferentes instituciones locales tales como museos, escuela de cerámica y escuelas de enseñanza primaria y media. De este modo se fueron habilitando espacios de intercambio que en la práctica ponían en tensión las jerarquías de conocimiento. En la última década, la permanencia continua en el territorio ha permitido reconfigurar las relaciones establecidas, recuperando perspectivas críticas sobre las consecuencias sociales de la arqueología y los efectos del discurso hegemónico del patrimonio (Menezes Ferreira Reference Menezes Ferreira2015; Salerno Reference Salerno2012a; Smith Reference Smith2006). En colaboración con actores locales interesados, se impulsaron intercambios por fuera de las mediaciones institucionales, ampliando la base de actores con los que participaban regularmente (Salerno Reference Salerno2019; Salerno et al. Reference Salerno, Frère, González, Escosteguy, González and Sokol2016, Reference Salerno, Escosteguy and Sokol2019). En este marco se inscriben las relaciones que hemos generado con Amalia y Manuel, quienes encontraron en el interés —sin cuestionamientos— del equipo de arqueología, por las actividades del taller y por su colección, otro espejo positivo de su práctica. Los lazos establecidos con este tipo de actores contribuyeron a la conservación de los materiales locales, previniendo en algunos casos las prácticas de recolección asistemática. Asimismo, este tipo de vinculación es esencial para el registro y estudio de las colecciones privadas que circulan en la microrregión, y permite ampliar el conocimiento sobre los múltiples procesos sociales movilizados a partir de los materiales arqueológicos en el presente.
Reflexiones finales
¿Vos te imaginás, contar en una vasija —como lo hicieron hace 3.000 años— contar en la vasija lo que te cuentan ellos? . . . Dejar escrito —porque es una manera de escribir— . . . el papel se va a quemar, las computadoras se van a romper . . . pero la cerámica viene del fuego y viene del agua (. . .) en cada pedacito de tiesto, en cada fragmento de piedra hay una historia, hay un relato, hay un oficio, y hay muchísimo amor por lo que se enseña (Carlos Moreyra citado en Nicolai Reference Nicolai2019:14).
Iniciamos este apartado final recuperando las palabras del alfarero Carlos Moreyra porque entendemos que las mismas dan cuenta de las implicancias del trabajo con la cerámica en el relato de vida presentado. Estas palabras también nos permiten acercarnos a los sentidos que atravesaron las experiencias fundantes de dicho relato. El barro se presenta como una matriz desde la que se forjan múltiples vinculaciones entre el pasado y el presente. Como pudimos mostrar en este artículo, la relación cotidiana con fragmentos de alfarería prehispánica involucró a Amalia y Manuel en un camino de elaboración de saberes que enriqueció y modificó sus prácticas, sus formas de pensar la historia local y sus propias vidas. Este recorrido comportó la inclusión de una serie de prácticas cotidianas que dieron lugar a un proceso de memoria desplegado en diálogo con otros actores —ya sea indagando en libros, compartiendo experiencias con otros ceramistas, dialogando con arqueólogos y comunidades indígenas. Desde un plano subjetivo, se destaca la revisión de la trayectoria familiar de Amalia, dando lugar a un proceso de identificación étnica. En términos colectivos, el taller de cerámica familiar genera intervenciones dirigidas a visibilizar la historia indígena local, poniendo en tensión las narrativas oficiales sostenidas desde el museo local y las narrativas arqueológicas.
Por un lado, estas experiencias nos llevaron a reflexionar sobre la importancia del mundo material en la elaboración de marcos de interpretación para la memoria (Jones Reference Jones2007). Paisajes y objetos, al perdurar en el tiempo, son experimentados como límites estables entre pasados y presentes (Radley Reference Radley, Middleton and Derel1990). La búsqueda de conocimientos en torno a dichos objetos puede implicar el aprendizaje de técnicas específicas referidas a los universos simbólicos evocados en los mismos. En el caso aquí presentado, la inclusión de dichas técnicas en la vida cotidiana dio lugar a una serie de conexiones emocionales con múltiples saberes y temporalidades de los fragmentos de alfarería y el paisaje del Río Salado. A partir de la noción de memoria incorporada (Connerton Reference Connerton1989) hemos argumentado que estas prácticas pueden interpretarse como una forma de memoria no discursiva, inscripta en las acciones corporales que reactualizan en el presente un saber hacer con los barros locales relativo al pasado indígena.
Por otra parte, las experiencias relatadas en este trabajo también nos invitan a considerar los objetos arqueológicos en general, y más concretamente la alfarería, desde un universo de sentidos que excede el saber científico académico. La relación con dichos objetos es vivida de forma integral, articulando la dimensión sensorial de la materia con aspectos emotivos y subjetivos que conjugan una serie de valores simbólicos y sociales. La cerámica se presenta así en términos de proceso, de relaciones y representaciones respecto del pasado que se reelabora en y desde el presente.
Por último, las diversas significaciones y disputas que atraviesan el relato de Amalia dan cuenta del modo en que la relación (o la falta de ella) entre las prácticas locales y las prácticas desplegadas por el equipo de arqueología no sólo pueden facilitar u obstaculizar la construcción de sentidos de pertenencia, de memoria y de resignificación del pasado indígena. Además, dichas relaciones constituyen un camino para repensar nuestra práctica disciplinar y la gestión de los materiales estudiados en pos de revisar el lugar de autoridad asignado al conocimiento arqueológico.
Agradecimientos
Esta investigación se realizó en el marco de los proyectos FILOCYT FC19-070 (2019-2021) de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Res. (CD) 1570/19; y PICT 2015-0272 acreditado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT). Mi gratitud hacia Amalia y Manuel cuyo anonimato nos comprometimos a sostener. Agradecemos especialmente la confianza, colaboración y buena predisposición brindada durante los trabajos de campo. También se agradece a las Dras. Magdalena Frère y Natacha Buc cuyas lecturas y correcciones enriquecieron este manuscrito. A Olivia Sokol quien colaboró con la confección de la Figura 1 y a los evaluadores anónimos cuyas sugerencias mejoraron la versión final de este manuscrito.
Declaración de disponibilidad de datos
Los datos utilizados en este trabajo provienen de entrevistas y observaciones antropológicas cuyos registros han sido procesados y archivados en el Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Conflicto de intereses
Las autoras declaran que no hay ninguno conflicto de intereses.