Durante décadas las hachas de piedra pulida fueron interpretadas como innovaciones tecnológicas exclusivamente asociadas al surgimiento de economías agrícolas o pastoriles (Carneiro Reference Carneiro and Kramer1979; Hayden Reference Hayden and Torrence1989; Petrequin et al. Reference Pierre, Cassen, Croutsch and Weller1997; Toth et al. Reference Toth, Clark and Ligabuc1992). Sin embargo, el registro de ejemplares en Australia fechados para 44.000–49.000 años aP y en Japón fechados para 38.000 años aP sugiere un panorama mucho más complejo y no necesariamente asociado con la producción de alimentos (Hiscock et al. Reference Hiscock, O'Connor, Balme and Maloney2016; Takashi Reference Takashi2012). Por el contrario, estos artefactos ejemplifican la diversificación tecnológica coincidente o inmediatamente posterior a la dispersión de Homo sapiens por nuevos entornos ecológicos que requerían actividades de desmonte para adaptarse y subsistir (Geneste et al. Reference Geneste, Hugues Plisson, Clarkson, Delannoy, Petchey and Whear2010; Hiscock et al. Reference Hiscock, O'Connor, Balme and Maloney2016). Las hachas más antiguas de Sudamérica (ca. 11.000–7.300 años aP) señalan un panorama similar, indicando que los cazadores-recolectores desmontaban, alteraban e incluso manipulaban los ecosistemas para incrementar su productividad desde los inicios de su ocupación a fines del Pleistoceno y principios del Holoceno temprano (Bayón y Politis Reference Bayón, Politis, Evans, Flatman and Flemming2014; Gnecco y Aceituno Reference Gnecco and Aceituno2004; Politis et al. Reference Politis, Prates and Pérez2008), tal como lo hacen en la actualidad los grupos que habitan entornos boscosos (Politis Reference Politis2007; Posey Reference Posey1985).
En lo que hace específicamente a las Sierras de Córdoba, Argentina, las hachas o azuelas líticas son artefactos relativamente frecuentes en los contextos prehispánicos tardíos, sobre todo en aquellos sitios emplazados en los entornos boscosos del Chaco SerranoFootnote 1. Su principal característica es que están elaboradas sobre rodados de rocas duras de origen local, con un biselado formatizado por abrasión que rara vez es totalmente simétrico y un surco próximo al sector basal para asegurar su enmangue (Ameghino Reference Ameghino1885; Aparicio Reference Aparicio1925, Reference Aparicio and de la Historia1939; Berberián Reference Berberián1984; Burmester Reference Burmester1943; Canals Frau Reference Canals Frau1953; Frenguelli Reference Frenguelli1933; González Reference González1943a, Reference González1943b, Reference González1943c; Laguens y Bonnin Reference Laguens and Bonnin2009; Outes Reference Outes1911; Serrano Reference Serrano1945).
La mayoría de las hachas o azuelas fueron documentadas en sitios a cielo abierto que actualmente son interpretados como poblados semisedentarios de grupos que combinaban cultivos, caza-recolección y patrones flexibles de uso del espacio (Medina et al. Reference Medina, Pastor and Recalde2016). Sin embargo, las hachas o azuelas recuperadas en estratigrafía son excepcionales frente a otros artefactos cerámicos, óseos y líticos tallados, situación que es explicada por su alto costo de elaboración, larga vida útil y consecuente baja tasa de descarte (Boydston Reference Boydston and Torrence1989; Hiscock et al. Reference Hiscock, O'Connor, Balme and Maloney2016; Pastor y López Reference Pastor and López2015). Los ejemplares de procedencia estratigráfica mejor conocidos hasta el momento fueron obtenidos en las excavaciones del sitio de Potrero de Garay, Departamento de Calamuchita, Córdoba, datando su producción en momentos previos a la conquista española (310 ± 75 aP; Berberián Reference Berberián1984:90). El estado de conocimiento actual, con un mayor número de contextos excavados y dataciones radiocarbónicas, permite incrementar su rango cronológico de aparición al menos para 1500 aP, en forma conjunta con la adopción de cultivos y coincidente con una fase cálida y húmeda que favoreció la expansión del bosque xerófilo (Carignano Reference Carignano1999; Gambier Reference Gambier1998; Medina et al. Reference Medina, Pastor and Recalde2016, Reference Medina, Grill, Fernández and López2017; Piovano et al. Reference Eduardo, Ariztegui, Córdoba, Cioccale, Sylvestre, Vimeux, Sylvestre and Khodri2009).
Desde los primeros estudios arqueológicos en las Sierras de Córdoba iniciados a fines del siglo diecinueve, las hachas o azuelas fueron relacionadas con tareas de desmonte para el cultivo y, secundariamente, con la caza o la guerra (Ameghino Reference Ameghino1885; Aparicio Reference Aparicio and de la Historia1939; Berberián Reference Berberián1984; Frenguelli Reference Frenguelli1933; González Reference González1943a; Marcellino y Berberián Reference Marcellino and Berberián1967; Marechal Reference Marechal1943; Outes Reference Outes1911; Serrano Reference Serrano1945). Sin embargo, las interpretaciones se basaron casi exclusivamente en el uso de analogías etnográficas del área amazónica y su frecuente recurrencia en el registro arqueológico de sociedades horticultoras (Aparicio Reference Aparicio1925; Burmester Reference Burmester1943; Outes Reference Outes1911; Serrano Reference Serrano1945). Las características de los filos y otros aspectos tecnológicos potencialmente vinculados al desempeño funcional de estos artefactos —es decir, peso, enmangues, etc.— solo fueron considerados someramente (ver Frenguelli Reference Frenguelli1933; Marechal Reference Marechal1943; González Reference González1943b; Serrano Reference Serrano1945). En consecuencia, el concepto de hacha se relacionó con un instrumento para derribar árboles y crear claros en la selva, con un filo que requería estar continuamente activo para ser funcional. El principal problema de esta perspectiva es que no necesariamente refleja cómo las poblaciones prehispánicas tardías utilizaban sus hachas, descartando usos alternativos o la posibilidad de que puedan haber sido utilizadas por largos períodos aún con poco mantenimiento de sus filos (Mills Reference Mills1993).
La ausencia de estudios específicos que permitan identificar el uso real de estos artefactos enmangados resultó en que aún hoy existan dudas acerca del rol funcional que cumplieron dentro de la dinámica de los procesos socioeconómicos tardíos. De esta manera, en este trabajo se presentan los primeros resultados obtenidos en el estudio tecnológico-funcional de un conjunto de 55 cabezales de hacha enteros y fragmentados provenientes de distintas localidades de las Sierras de Córdoba (Figura 1). A partir del análisis de sus atributos tecnológicos (peso, agudeza y largo de los filos, etc.) y de los patrones de microdesgaste, se intenta comprender la función de estos artefactos, inferir los materiales trabajados y el modo de uso de los mismos, estableciendo su relación con las actividades productivas y con la modificación antrópica del paisaje propuesta para la región a fines del Holoceno. Los resultados también son utilizados para argumentar la necesidad de flexibilizar los modelos de aproximación al estudio de los conjuntos artefactuales tardíos, explorando las distintas formas de relación entre economía, movilidad y organización de la tecnología.

Figura 1. Área de donde provienen las hachas o azuelas consideradas en este estudio y ubicación de localidades mencionadas en el trabajo.
Materiales y Métodos
La mayor parte de las hachas o azuelas consideradas en este estudio (n = 26) provienen de recolecciones de superficie y excavaciones asistemáticas realizadas por coleccionistas en la localidad arqueológica de San Roque, Departamento de Punilla, Córdoba (Figura 1) y que actualmente forman parte del Museo Numba Charava de la ciudad de Carlos Paz, Córdoba, Argentina. El estudio también incorporó ejemplares de las Colecciones Florentino Ameghino, Enrique Palavecino, Joaquín Frenguelli, Osvaldo Paulotti, Santiago Gatto y Alberto Rex González, todas procedentes de distintas localidades de las Sierras de Córdoba o de su piedemonte y depositadas en la División Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, y el Área de Arqueología del Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (Tabla 1). Un hacha de una colección privada de Tala Cañada, Pocho, Córdoba, también se integró al estudio. Si bien los datos de procedencia, cronología y asociación en todos los casos son imprecisos (ver Ameghino Reference Ameghino1885; Frenguelli Reference Frenguelli1933; González Reference González1943a, Reference González1943c; Outes Reference Outes1911), los artefactos tienen potencial de información para la reconstrucción de las actividades realizadas por las poblaciones tardías a una baja resolución cronológica y espacial.
Tabla 1. Instituciones y procedencia de las hachas y/o azuelas mencionadas en este trabajo.

Para el análisis también se consideraron tres ejemplares aislados recuperados por dos de los autores durante las tareas de campo en los sitios a cielo abierto de Puesto La Esquina 1 y Los Algarrobos 1 (Pampa de Oláen) y el alero C. Pun. 32 (Valle del Río Quilpo; Figura 1). A pesar de ser hallazgos superficiales, los sitios y los contextos cuentan con dataciones radiocarbónicas o materiales arqueológicos que los posicionan en los momentos finales del Holoceno. Para mayores datos contextuales de estos sitios pueden consultarse los trabajos de Medina (Reference Medina and Salazar2015) y Argüello de Dorsch y Berberián (Reference Argüello de Dorsch and Berberián1985).
El estudio asumió que el peso y el filo están directamente asociados al desempeño funcional específico para el cual el artefacto fue desarrollado, pudiendo ser, junto con los rastros de uso, un indicador efectivo de la función a la que cada ejemplar estaba destinado. Por ese motivo, en una primera instancia se identificó la roca utilizada como soporteFootnote 2 y se definió la estructura métrica de los ejemplares (largo, ancho y espesor), así como el peso, largo y agudeza de los filos (Figura 2), que fueron ploteados en diferentes gráficos (Adams Reference Adams2002; Mills Reference Mills1993). Para explorar en qué medida el peso, agudeza y largo de los filos se relacionan, se realizaron análisis de correlación (r de Pearson) entre estas variables utilizando el programa Past (Hammer Reference Hammer2005). La descripción morfológica y de los filos se basó en Aschero (Reference Aschero1983) y Ortiz (Reference Ortiz2007), con algunas modificaciones considerando a Babot (Reference Babot2003) y Rostain y Wack (Reference Rostain and Wack1987). La forma general de los artefactos también se estimó con el módulo de longitud, correspondiente al largo máximo de la pieza dividido por el ancho máximo. El modo de enmangue se infirió a partir de la morfología de la parte basal y sobre la base de análogos etnográficos y arqueológicos descriptos por Adams (Reference Adams2002), Rostain (Reference Rostain, Ayubi and Haviser1991) y Rostain y Wack (Reference Rostain and Wack1987).

Figura 2. Estructura métrica de las hachas o azuelas.
Establecidas las características generales de las piezas se procedió a cuantificar la agudeza de los filos y a identificar rastros y daños asociados a su uso. La primera de estas variables fue cuantificada a partir de la metodología descripta por Mills (Reference Mills1993). Se tomaron fotos de los filos en sección longitudinal, con foco en el centro de la pieza asumiendo que este es el sector con mayor intensidad de uso. Luego, las imágenes fueron procesadas con el software CorelDraw X8 para medir la agudeza de los filos con círculos escalados de 1 a 20 mm (Figura 3). El arco de los círculos debía estar en contacto con el filo de los artefactos. Si el artefacto llenaba completamente el círculo, se utilizaba un círculo mayor hasta que el filo no llenara la superficie del mismo. De esta manera, filos gruesos y redondeados llenaban círculos más grandes que los filos finos y agudos. Se trata de un método relativamente sencillo que incorpora la redondez y el espesor específico del filo en la cuantificación.

Figura 3. Medición de la agudeza del filo mediante círculos concéntricos escalados de 1 a 20 mm.
La identificación de los patrones de uso como opuestos al tratamiento de manufactura se basó en el supuesto de que la abrasión o pulido durante la formatización fue homogénea a lo largo de la pieza. De esta manera, el estudio asumió que las estrías y el pulido generados en la manufactura no presentan una orientación ni patrón particular, teniendo una distribución azarosa y sin estar relacionados a ningún filo en particular (Avalos Reference Avalos and Cremonte1998; Barkai y Yerkes Reference Barkai, Yerkes, Longo and Skakun2008; Lunardi Reference Lunardi, Longo and Skakun2008; Mills Reference Mills1987, Reference Mills1993; Pérez Reference Pérez2012; Semenov Reference Semenov1964). Algo similar se asumió con las estrías producidas por el pisoteo u otras alteraciones posdepositacionales (Leipus Reference Leipus, Politis, Gutiérrez and Scabuzzo2014; Pérez Reference Pérez2012). De acuerdo con los estudios experimentales, los rastros de uso se caracterizan por estrías cortas que corren desde el filo en un ángulo con el eje vertical de 20–25 grados (Barkai y Yerkes Reference Barkai, Yerkes, Longo and Skakun2008; Lunardi Reference Lunardi, Longo and Skakun2008; Mills Reference Mills1987, Reference Mills1993; Semenov Reference Semenov1964). Además, las estrías tienen imagen espejo en cada uno de los lados del filo, algo que no ocurre durante la manufactura (Lunardi Reference Lunardi, Longo and Skakun2008; Semenov Reference Semenov1964). Por otro lado, las estrías producidas durante el uso van desgastando gradualmente el filo, creando nuevas estrías que se superponen a las anteriores, inclusive en los negativos de lascados producidos durante su uso (Mills Reference Mills1993).
Todos los filos fueron analizados con lupa binocular a bajos aumentos (20–50x) con el fin de documentar tendencias en los daños producidos por la dureza de la sustancia trabajada, presión, tipo y duración de la actividad (Avalos Reference Avalos and Cremonte1998; Castro Reference Castro1996; Mills Reference Mills1993; Pérez Reference Pérez2012; Yacobaccio Reference Yacobaccio1983), que en el futuro deben ser corroboradas a niveles más diagnósticos (Leipus Reference Leipus, Politis, Gutiérrez and Scabuzzo2014). El tamaño de las piezas y otras particularidades impidieron por el momento observar los filos bajo microscopio metalográfico invertido de luz incidental (200x)Footnote 3. Sobre la base de estudios experimentales publicados se consideró que los filos utilizados para cortar madera desarrollan negativos de lascados y pulidos que borran las estrías asociadas a la formatización, así como estrías finas y cortas restringidas al área cercana a los filos—ca. 4 mm (Gaertner Reference Gaertner1994; Mills Reference Mills1987, Reference Mills1993; Pawlik Reference Pawlik2006). Por el contrario, los filos usados experimentalmente para cortar plantas leñosas al ras del suelo, entrando en contacto con sedimentos, se caracterizan por presentar estrías más largas y negativos de lascados, con filos que se embotaron rápidamente, sobre todo cuando el material abrasivo es grueso (Avalos Reference Avalos and Cremonte1998; Mills Reference Mills1987, Reference Mills1993; Pérez Reference Pérez2012; Semenov Reference Semenov1964; Sonnenfeld Reference Sonnenfeld1962; Yacobaccio Reference Yacobaccio1983). Las estrías generalmente se orientan a 20–30 grados del eje vertical y ocasionalmente afectan las depresiones de los negativos de lascado. Cuando el sedimento es fino o rico en materia orgánica, el número de estriaciones se reduce y se incrementa la posibilidad de desarrollar pulido (Avalos Reference Avalos and Cremonte1998; Mills Reference Mills1987, Reference Mills1993; Semenov Reference Semenov1964; Sonnenfeld Reference Sonnenfeld1962).
Resultados
Características Generales
Las principales características de las hachas o azuelas están resumidas en la Tabla Suplementaria 1. En su mayoría fueron elaboradas sobre rodados especialmente seleccionados con forma y tamaño cercanos al del artefacto buscado. Se trata de rocas de grano fino, con una dureza 6–7 en la escala de Mohs y disponibles localmente a no más de 10 km de las localidades, tanto en los faldeos de las Sierras Chicas —diorita, tonalita, anfibolitas y gneis— como de las Sierras Grandes—granititas (Figura 1). La diorita es la materia prima más utilizada (Tabla Suplementaria 1). Algunos ejemplares fueron elaborados con andesita, una roca volcánica cuya fuente de procedencia más cercana son los volcanes de Pocho, siendo incluso transportada en distancias cercanas a los 240 km.
Las principales técnicas de manufactura fueron la abrasión y el picado. La abrasión se utilizó para crear y mantener un filo en bisel —la mayoría de las veces levemente simétricoFootnote 4— y darle forma al artefacto siguiendo la morfología curvilínea de los rodados, una manera de minimizar la energía en su manufactura. Algunas piezas se finalizaron con un pulido realizado con un elemento abrasivo pasivo de grano fino. El picado fue implementado principalmente para elaborar un surco perimetral que facilitara el enmangue del artefacto. El proceso de elaboración se finalizaba con el enmangue de la pieza a un cabo de madera, en forma directa o con la ayuda de fibras orgánicas (i.e., cuero o vegetales) o sustancias adhesivas, todos ellos materiales perecederos que no se habrían conservado en el registro arqueológico (Rostain y Wack Reference Rostain and Wack1987).
Considerando los atributos morfológicos y sus combinaciones las hachas o azuelas se clasificaron dentro de cuatro formas generales, con distinto grado de representatividad en la muestra: subcilíndricas, subrectangulares, trapezoidales y con orejas (Tabla Suplementaria 1; Figura 4). Las hachas o azuelas subcilíndricas tienen una sección transversal en forma aproximadamente cilíndrica, aunque también se incluyen secciones ovales y elípticas. La morfología de la hoja es semioval, con un caso semielíptico (Figura 4a-c; Tabla Suplementaria 1). El sector basal es convexo o bien aplanado, dominando siempre el primero. El peso varió entre los 220 y 2.655 g, con longitudes dentro del rango de 103 a 250 mm. Todos los ejemplares enteros asignados a este grupo presentaron surcos perimetrales anchos para su enmangue, aunque su profundidad fue variable. La identificación de surcos es indicativa de que la mayor parte de los enmangues se realizaba en forma directa o por inclusión (sensu Rostain Reference Rostain, Ayubi and Haviser1991), ayudado con algún tipo de ligaduras de fibras y finalmente reforzado con resinas vegetales o animales (Figura 5a-d). Un ejemplo de estos cabezales es L-5 (Figura 4b). Algunos ejemplares grandes (Figura 4a, c) difícilmente hayan podido enmangarse por este método y sugieren un tipo de enmangue que es denominado no inclusivo por Rostain (Reference Rostain, Ayubi and Haviser1991) o envuelto por Adams (Reference Adams2002), en donde el surco proporciona la sujeción adecuada para el elemento vegetal flexible que hace de cabo (Figura 5e, f). Se destaca que L-21 tiene el surco denominado “3/4 groove” por la arqueología americana (Adams Reference Adams2002) y “garganta incompleta” por Serrano (Reference Serrano1945:307), con el lado libre de garganta recto para asegurar su enmangue del tipo e o f de la Figura 5. Todos los ejemplares presentaron el filo en arco, con lascados, estrías y pulidos asociados a su uso. Algunos ejemplares se encuentran totalmente embotados (Tabla Suplementaria 1).

Figura 4. Principales formas generales de las hachas o azuelas: (a, b, c) subcilíndricas (L-4, L-5 y L-12, respectivamente); (d, e) subrectangulares (L-1 y L-2, respectivamente); (f) trapezoidales (L-6); (g, h, i) con orejas (L-10, L-13 y L-14, respectivamente).

Figura 5. Tipos de enmangues inferidos para los cabezales de hachas o azuelas del período prehispánico tardío de las Sierras de Córdoba: (a) directo o por inclusión ayudado por adhesivos; (b, c, d) directo o por inclusión reforzado con ligaduras o adhesivos; (e, f) no inclusivo o envuelto.
Las hachas o azuelas clasificadas como subrectangulares son similares a las anteriores, excepto por presentar las caras más aplanadas y una sección media subrectangular (Figura 4d, e; Tabla Suplementaria 1). Todos los ejemplares presentaron surco perimetral con sección superficial, poco profundo e inclusivo profundo para su enmangue por inclusión o del tipo no inclusivo (Figura 5a-f). Sus atributos métricos también son similares a las hachas subcilíndricas, con pesos que varían entre 232 y 1.040 g y dimensiones dentro del rango de 89–185 mm.
Las hachas trapezoidales están representadas por un único ejemplar (L-6; Figura 4f). Su principal característica es la forma trapezoidal de la hoja y una sección transversal elíptica, con un largo máximo de 87 mm y un peso de 347 g. El filo es agudo y en arco, pero a diferencia del resto de las hachas se extiende a lo largo de 63 mm (Figura 4f). Su parte basal presenta picado y no un surco, por lo que su enmangue fue distinto al del resto de los ejemplares aquí presentados, quizás directamente por inclusión sobre una cavidad realizada previamente sobre el cabo de madera y afirmándose con sustancias adhesivas, sin ningún tipo de atadura (Figura 5a). Burmester (Reference Burmester1943:110) describe un ejemplar similar y excepcional obtenido en el sector norte del valle de Punilla, destacando su similitud con las hachas modernas.
El último grupo se denominó “con orejas” y está representado por los ejemplares L-10, L-11, L-13, L-14 y L-23 (Figura 4g-i; Tabla Suplementaria 1). Se trata de hachas que no superan los 700 g. A pesar de que poseen surcos para el enmangue, solo dos poseen evidencias de uso intenso —lascados, pulidos y estrías (L-10 y L-13). Una de ellas, el ejemplar L-14, no parece haber sido utilizada, al menos contra los materiales aquí contemplados. Incluso presenta, en ambas de sus caras y en el sector basal, surcos cuya función parece responder más a cuestiones decorativas que de enmangue (Figura 4i), aspecto que debe ser explorado en futuros estudios. A diferencia de los otros grupos, en este caso las rocas usadas como forma base son anfibolitas, gneis y granitita de grano grueso, situación que las hace frágiles en contextos que involucran estrés por percusión.
Agudeza y Largo de los Filos
La agudeza de los 45 filos que estaban intactos o parcialmente intactos fue variable, incluyendo algunos ejemplares bien filosos (1 mm) y otros embotados por el uso (18 mm; Tabla Suplementaria 1). El conjunto no presentó correlación significativa entre la agudeza del filo y su peso (Pearson r = 0,13; p = 0,39; Figura 6). Los ejemplares de menor peso y talla mostraron mayor variación en los filos, con ejemplares bien filosos y también embotados. Cinco ejemplares con peso cercano a 1 kg presentaron filos agudos de valores similares (2, 3 y 4 mm), señalando la existencia de una conducta dirigida al mantenimiento de los bordes activos de los artefactos.

Figura 6. Peso y agudeza de los filos (n = 39). Los puntos en el eje vertical indican el peso de las hachas o azuelas rotas, que debe ser considerado menos del peso mínimo posible para cada artefacto roto. En estos artefactos no se tuvo en cuenta la agudeza de los filos.
Una situación similar se observó con el largo de los filos (Figura 7). No hay una correlación significativa entre el peso y el largo de los filos (Pearson r = 0,27; p = 0,09). Es decir, el largo de los filos no se incrementa con el peso de los ejemplares. Los cuatro artefactos que sobrepasan los 700 g presentan filos entre 37 y 55 mm, no muy diferentes a los valores expresados por las hachas pequeñas. Dentro de éstas últimas, sólo dos de los ejemplares analizados presentaron filos extendidos que alcanzan los 60 mm (Figura Suplementaria 1). Esto señala que las hachas grandes fueron elaboradas con filos pequeños de manera intencional, buscando una mayor inercia y no una mayor superficie de corte. La ausencia de correlación entre el módulo de longitud y el peso (Pearson r = 0,018; p = 0,90), refuerza la propuesta de una independencia entre estas variables métricas (Figura Suplementaria 1).

Figura 7. Peso y largo de los filos (n = 37). Los puntos en el eje vertical indican el peso de las hachas o azuelas rotas, que debe ser considerado menos del peso mínimo posible para cada artefacto roto. En estos artefactos no se tuvo en cuenta el largo de los filos.
Rastros de Uso
Un total de 22 hachas presentaron rastros de uso que pudieron ser asignados a cortar madera (Tablas Suplementarias 1 y 2). Se trata de filos con rastros de pulido, identificables a simple vista por su refracción intensiva, que se ven brillosos a bajos aumentos, acompañados por microestrías paralelas y longitudinalmente orientadas (Figura 8a-c), en todos los casos similares a los obtenidos experimentalmente por Mills (Reference Mills1993:404). La mayor parte de los cabezales con este patrón de microdesgaste presentaron un peso menor a los 700 g, con una media de 357 gr (Tabla Suplementaria 1).

Figura 8. Rastros de uso en cabezales de hachas experimentales y arqueológicas: (a) rastros de uso sobre madera en L-6; (b) rastros de uso sobre madera en imagen espejo del ejemplar L-5; (c) ejemplar 41/55 del sitio 5MT765 (Colorado, Estados Unidos) con pulido y micro-estrías asociadas a cortar madera que borran los rastros de un uso anterior sobre sedimentos abrasivos (Mills Reference Mills1987:Figura 19a); (d) rastros de uso sobre sedimentos en L-12; (e) estrías largas y gruesas en ejemplar experimental utilizado sobre sedimentos de grano grueso (Mills Reference Mills1993:Figura 6c); (f) rastros de uso sobre sedimentos de grano grueso concentrados en una de las caras del filo en L-4.
Trece ejemplares presentaron estriaciones, negativos de lascados redondeados e incluso pulido similar al causado experimentalmente por el impacto en sedimentos finos y gruesos (Figura 8d-e; sensu Mills Reference Mills1993:404). En otros siete ejemplares las estrías se superponían a rastros de uso sobre maderas y viceversa, señalando el uso multifuncional de estas herramientas líticas (Tabla Suplementaria 2). Sin embargo, este tipo de daño resultó más común y diagnóstico en los ejemplares que superaban los 700 g de peso, justamente aquellos de mayor inercia sin incrementar la superficie de corte. Inclusive, los ejemplares L-4 y L-12, de peso superior a 1 kg, concentraban estrías largas y gruesas en un solo lado del filo (Figura 8f), sugiriendo un enmangue transversal al cabo de madera, más consistente con la definición de azuela (sensu Semenov Reference Semenov1964). Algo similar ocurre con el ejemplar L-7, de menor peso. Por último, el filo del ejemplar L-14 (Figura 4i) no presentó ningún tipo de huellas de uso al momento de ser observado bajo lupa binocular.
Discusión
Sobre la base de los resultados se argumenta que las hachas o azuelas tardías se elaboraron a una escala doméstica no especializada, utilizando materiales disponibles localmente y de acuerdo a las necesidades de consumo de las unidades familiares involucradas. Una vez enmangadas, fueron utilizadas en diversas actividades que involucraron el contacto con madera y elementos más abrasivos como sedimentos, incluso en forma combinada, cuestionando la noción profundamente arraigada en la arqueología regional de que la función primaria de las hachas o azuelas era derribar árboles (Ameghino Reference Ameghino1885; Aparicio Reference Aparicio and de la Historia1939; Berberián Reference Berberián1984; Frenguelli Reference Frenguelli1933; González Reference González1943a; Marcellino y Berberián Reference Marcellino and Berberián1967; Marechal Reference Marechal1943; Outes Reference Outes1911; Serrano Reference Serrano1945). La parte basal de algunas piezas también presentó rastros de uso —i.e., piqueteado— o bien se documentaron ejemplares elaborados con rocas de grano más grueso con filos sin evidencias de haber sido utilizados, sugiriendo usos alternativos o simbólicos que requieren ser explorados.
Del presente estudio se desprende que, por un lado, un número significativo de instrumentos fue utilizado para realizar tareas que involucraron el contacto con sedimentos abrasivos, probablemente para cortar y arrancar elementos leñosos del sotobosque a nivel del suelo. Argumenta a favor de este aserto el diseño pesado de algunos ejemplares, que, combinado con un filo relativamente corto en relación con su tamaño, resulta óptimo para este tipo de tareas (Lunardi Reference Lunardi, Longo and Skakun2008; Mills Reference Mills1993; Stroulia Reference Stroulia2003). En este sentido, cortar arbustos al ras del suelo es una actividad que no depende tanto del filo del artefacto sino de la fuerza del impacto en el área de tensión, que es lo que rompe las fibras del tallo de la planta (Mills Reference Mills1993). El registro de filos embotados, estrías producidas por materiales abrasivos y negativos de lascado es recurrente y no siempre puede ser explicado por el trabajo sobre maderas. Asimismo, la identificación de varios ejemplares fracturados por las tensiones de un uso rudo, algunos con el patrón de estrías producidas por el contacto con sedimentos abrasivos en sus filos, argumenta favor de este uso.
Por otro lado, una proporción del conjunto evidenció rastros de uso exclusivamente asociados a trabajar sobre maderas, como pulido y microestrías restringidas a la periferia de los filos. En gran parte de los casos se trata de ejemplares de peso similar al de las hachas de metal modernas (450–600 g) y con filos largos en relación con su tamaño, un diseño óptimo que facilita su empleo en forma perpendicular a la fuerza de la gravedad, minimiza la fricción y permite cortar las maderas duras y semiduras propias del bosque serrano (Boydston Reference Boydston and Torrence1989; Gaertner Reference Gaertner1994; Lunardi Reference Lunardi, Longo and Skakun2008; Stroulia Reference Stroulia2003).
Conclusión
La tecnología lítica del período prehispánico tardío de las Sierras de Córdoba ha sido caracterizada como expeditiva (sensu Nelson Reference Nelson1991), dominada por artefactos con bajo grado de formatización y corta vida útil, que se elaboraban de acuerdo a las necesidades inmediatas y se descartaban luego de finalizadas las tareas (Balena et al. Reference Balena, Heider and Medina2018; Pastor Reference Pastor2007). Sin embargo, este esquema simplista comienza a resultar insuficiente para explicar el amplio rango de respuestas observadas en el registro arqueológico, sobre todo en el marco de una economía mixta que combinaba cultivos, caza-recolección y patrones de movilidad semisedentarios. En este sentido, la evidencia actualmente disponible sostiene que los grupos tardíos también desarrollaron artefactos pulidos costosos, de diseño estandarizado, resistente y duradero como para cumplir efectivamente con la apertura y mantenimiento de claros en el bosque serrano, ya sea para el cultivo, construcción de viviendas o para incrementar la capacidad reproductiva de plantas silvestres de las cuales dependían (Geoffroea decorticans, Prosopis spp., pseudorecereales, etc.), entre otros motivos. Así, la aplicabilidad de los conceptos de diseño a conjuntos instrumentales generados por poblaciones con patrones de subsistencia y movilidad flexibles constituye una problemática que amerita un análisis tecnológico más profundo, atendiendo principalmente a determinar cómo su interacción se ajustó a las necesidades de cada grupo en circunstancias particulares.
La ausencia de artefactos similares en contextos más tempranos a 1500 aP sugiere que las hachas fueron una innovación tecnológica propia del período prehispánico tardío estrechamente vinculada con la necesidad estacional de tierras para el cultivo y con una mayor recurrencia en la estructura de la movilidad. De hecho, la creación de entornos abiertos y perturbados fue una actividad lo suficientemente extensiva entre 1500 y 360 aP como para dejar su impronta en los sedimentos arqueológicos, con conjuntos polínicos dominados por plantas herbáceas comúnmente descriptas como indicadoras de cultivos o disturbios antropogénicos que no tienen análogos contemporáneos (Medina et al. Reference Medina, Grill, Fernández and López2017). En tal sentido, la evidencia paleoecológica y una tecnología asociada al desmonte sugieren que el disturbio en la vegetación no tiene un origen puramente natural y que el desarrollo de cultivos y otras actividades deben ser tenidos en cuenta. En consecuencia, los futuros estudios que intenten comprender la dinámica evolutiva del ambiente serrano no pueden dejar de lado las modificaciones producidas por el desmonte y sus consecuencias secundarias, rompiendo con la visión esencialista que tiende a atribuir las alteraciones del paisaje exclusivamente a cambios climáticos o a la actividad humana posterior a la conquista española (Costa Reference Costa2016; Díaz et al. Reference Díaz Sandra and Cabido1993; Laguens y Bonnin Reference Laguens and Bonnin2009; Silva et al. Reference Silva, Giorgis, Anand, Enrico, Pérez-Harguindeguy, Falczuk, Tieszen and Cabido2011). No obstante, las hachas no fueron los únicos artefactos exomáticos que desencadenaron cambios irreversibles en el ambiente. El fuego (Jewsbury et al. Reference Jewsbury, Loyola, Carbone, Carreras, Pons, Martinat, Moine and Fuentes2016) y las puntas de proyectil (Rivero y Medina Reference Rivero, Medina, Muscio and Cardillo2016), al igual que los residuos descartados en los campamentos base, cumplen también con esa definición, siendo estos últimos importantes elementos de transformación ambiental cuando se examinan en tiempo arqueológico (Borrero Reference Borrero2011).
En este marco, entender la función de las hachas o azuelas líticas del período prehispánico tardío es fundamental para interpretar cómo las poblaciones tardías interactuaron con el ambiente, no sólo adaptándose a él sino también modificándolo a partir de prácticas económicas y de uso del espacio específicas que de algún modo requerían abrir la vegetación. El estudio tecnológico-funcional aquí presentado aporta evidencia concreta para discutir estos temas, sobre todo cuando las actividades agrícolas y el manejo de especies silvestres tienen baja visibilidad en el registro arqueológico regional. Sin embargo, los resultados deben ser concebidos como un paso adelante hacia la evaluación de problemas más complejos que requieren ser corroborados a niveles ópticos más diagnósticos y en paralelo a un programa de experimentación que involucre filos formatizados por abrasión sobre rocas similares a las identificadas en los conjuntos.
Agradecimientos
Este artículo es el resultado de investigaciones que han recibido subsidios del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (PIP 11220120100381CO), la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT-201-0677) y la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (11/N770). Deseamos expresar nuestro agradecimiento a Silvia Ledda, Laura Miotti y Mónica Berón, por facilitar el acceso a las colecciones depositadas en el Museo Arqueológico Numba Charaba, Museo de La Plata y Museo Etnográfico. El agradecimiento se extiende a Mariano Bonomo, Alicia Castro, Marcela Leipus, Peter Mills, Julio Avalos, Marcelo Cardillo, Diego Gobbo y Gisela Spengler, quienes aportaron bibliografía y comentarios que ayudaron a mejorar la calidad del manuscrito.
Declaración de Disponibilidad de Datos
Los artefactos aquí presentados se encuentran disponibles en los siguientes repositorios institucionales: Museo Arqueológico Numba Charava, Carlos Paz, Córdoba, Argentina; Cátedra de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina; División Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, Argentina; y Área de Arqueología del Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina.
Material Suplementario
Para acceder a los materiales suplementarios que acompañan este artículo visitar: https://doi.org/10.1017/laq.2018.79.
Figura Suplementaria 1: Peso y módulo de longitud (largo/ancho; n = 40). Los puntos en el eje vertical indican el peso de las hachas o azuelas rotas, que debe ser considerado menos del peso mínimo posible para cada artefacto roto. En estos artefactos no se tuvo en cuenta el módulo de longitud.
Tabla Suplementaria 1: Principales Características de las Hachas o Azuelas.
Tabla Suplementaria 2: Patrones de Microdesgaste y Usos Sugeridos a 20–50x.