La investigación bioarqueológica, por la misma naturaleza de su objetivo —el estudio de la variabilidad biológica de las poblaciones humanas considerando el contexto físico, social, cultural, económico y político— utiliza un enfoque interdisciplinario. Este enfoque admite integrar postulados teóricos, metodologías y técnicas de varias disciplinas, tales como etnohistoria, arqueología, biología molecular o bioquímica, de acuerdo al objeto de estudio y a las interrrogantes específicas planteadas en este tipo de investigaciones. En las últimas décadas el desarrollo de un nuevo paradigma en la antropología biológica dedicada al estudio de poblaciones antiguas ha permitido la consolidación del campo hoy conocido como Bioarqueología. El estudio de la alimentación, la nutrición y la dieta a partir del estudio de isótopos constituye una vía de análisis con grandes posibilidades para comprender procesos de microadaptación, desigualdades sociales y sus efectos en la salud de los individuos. De igual forma, los resultados del análisis de isótopos facilitan plantear y resolver cuestiones referentes a la migración y a la movilidad causada por un sinnúmero de factores.
El libro Bioarchaeology of Pre-Columbian Mesoamerica: An Interdisciplinary Approach, editado por Cathy Willermet y Andrea Cucina, constituye un valioso aporte al conocimiento sobre los diferentes abordajes teórico-metodológicos. Inicia precisamente con el analisis y discusión de los postulados y enfoques multidisciplinarios y interdisciplinarios: la bioarqueología tiene como objetivo central plantear preguntas concretas, desde diferentes perspectivas y ángulos, y diseñar la metodología adecuada para contestar o resolver esas interrogantes.
Este volumen, organizado en tres partes, brinda información sustantiva sobre los procesos de migración, movilidad, filiación biológica, etnicidad e identidad social en dos áreas de Mesoamerica: el Valle de México y la zona maya. Los autores siguen varias líneas de investigación fundamentadas en evidencias empíricas, con la finalidad de conocer las historias biosociales de algunas poblaciones y su interacción. El libro muestra con claridad la complejidad intrínseca al tratar de estudiar aspectos sobre la identidad o la etnicidad de los individuos y las poblaciones: los procesos de movilidad y de migración. Se abordan aspectos sobre mestizaje, utilizando por ejemplo la morfología dental para analizar la filiación biológica y la distancia entre grupos de individuos, como es el caso del trabajo de Cucina y colaboradores. En especial, estos autores discuten el por qué la identificación de estilos arquitectónicos o la presencia de cerámicas alóctonas, u otro tipo de materiales arqueológicos, no son un elemento confiable para hablar de la llegada e integración biológica (mestizaje) de una población con otra, o las causas de la movilidad de algunos individuos. La contribución de Corey Ragsdale y Heather Edgar sobre la migración y la dinámica de las poblaciones en el Valle de México es amplia y bien documentada; utiliza la metodología diseñada con base en la morfología dental para definir la filiación y distancia biológica y los grados de continuidad y reemplazo de los grupos en esa región. Los resultados que obtienen son congruentes con lo planteado desde la etnohistoria y la arqueología sobre las migraciones de grupos chichimecas del norte y occidente de México al final del periodo Clásico. Los investigadores encuentran una continuidad en la población del Preclásico y el Clásico y un remplazo a lo largo del Posclásico. Para Copán, Honduras, Shintaro Suzuki, Vera Tiesler y Douglas Price identifican evidencias de varios tipos de movimientos migratorios y sugieren que hubo una dispersión amplia, de corta distancia desde distintos puntos, durante el Clásico en las Tierras Bajas mayas, lo que generó un asentamiento heterogéneo y multiétnico. Los migrantes eran en su mayoría adultos solos o parejas recientemente unidas, sin hijos, más que familias completas. La región de la costa oriental de Quintana Roo es estudiada por Cucina y colaboradores con la finalidad de ver las posibles relaciones de distancias biológicas entre varios grupos asentados en esa área. Aplican las técnicas de morfología dental en varias series esqueléticas: San Miguelito, El Rey, San Gervasio y una muestra de Zaachila, Oaxaca. Los resultados presentan relaciones de afinidad entre algunos de estos grupos. Sin embargo, debe ser considerado el pequeño tamaño de las muestras en sus interpretaciones.
Andrew Scherer, Charles Golden y Stephen Houston emprenden su investigación bajo tres dimensiones primarias de la identidad social: localidad, linaje y clase. Discuten conceptos centrales en la antropología social y en la etnología, como la “pertenencia” y la “otredad”, y muestran la dificultad de analizar la etnicidad y la identidad social en los estudios bioarqueológicos.
El tema de las prácticas funerarias realizadas en cuevas y abrigos rocosos plantea interpretaciones relevantes sobre el significado y motivos de utilizar estos espacios, dependiendo de la identidad social, como es el caso del deposito de niños en cuevas y de adultos en abrigos rocosos. Michael, Wroebel y Biggs discuten sobre la controversia del sacrificio de niños en las cuevas. La metodología que aplican radica en identificar elementos de disrupción biológica e indicadores arqueológicos de cada contexto funerario y ritual. El capítulo final, de Frances Berdan, es una excelente síntesis del contenido del libro. Muestra de manera clara y concreta las diversas vías de análisis del trabajo colaborativo de distintas disciplinas (biología humana, química, genética, demografía, epidemiología, o bien la antropología cultural o social, epigrafía, etnohistoria y etnología). La autora reseña las líneas de investigación definidas en el libro: por una parte la migración y la movilidad, y por la otra la identidad, filiación y distancia biológica; un aspecto esencial es la identificación de la posición social de los individuos y grupos. La descripción, análisis, resultados y nuevas interpretaciones de las distintas interrogantes abordadas en esta obra son un excelente modelo para guiar futuros estudios en Mesoamérica y abren horizontes singulares que, como menciona Willermet, integran ideas, métodos, enfoques teóricos que cruzan diversos campos, perspectivas y disciplinas. De acuerdo con Berdan, quedan muchas más preguntas por resolver y retos complejos para acercarnos a la reconstrucción de las historias de vida y las dinámicas de las poblaciones prehispánicas mesoamericanas.