Gabriel Di Meglio y Sergio Serulnikov reunen a un grupo interdisciplinario de historiadores, sociólogos, antropólogos y politólogos para analizar las formas que adoptó el saqueo desde las guerras por la independencia hasta la crisis del neoliberalismo tardío en la Argentina. Tarea elogiable y poco común, los compiladores reunen en una obra relativamente concisa 200 años de una forma de acción colectiva disruptiva que se constituyó en parte del repertorio habitual de la economía moral del siglo XXI argentino.
Esta habitualidad, como afirman Di Meglio y Serulnikov, no era tal hasta 1989, cuando saqueos, hiperinflación y desgobierno llevaron a la renuncia anticipada del presidente Raúl Alfonsín. Es por este motivo que la obra busca ir explorando con enfoques diversos el significado histórico de los saqueos en tres grandes momentos de la historia argentina. El primero de ellos es el en que los protagonistas son las fuerzas militares en una situación de guerra y conflictos de soberanía. Es el período que se inicia en el final del siglo XVIII con las guerras por la independencia, las guerras civiles por constitución del Estado-Nación y los conflictos con las comunidades indígenas durante la imposición de la oligarquía criolla.
En esta primera sección, Raúl Fradkin analiza los saqueos a los pueblos rurales del litoral del Río de la Plata por parte de los ejércitos porteño, federal y portugués en la gradual erosión de las jerarquías estamentales de la sociedad colonial. Le sigue el capítulo que analiza un caso en particular, el del masivo saqueo producido por el ejército vencedor el 3 de febrero de 1852 luego de la batalla de Caseros. Di Meglio argumenta en este capítulo que el vacío de poder producido por la caída de Juan Manuel de Rosas frente al ejército confederado de Juan José Urquiza produjo una suerte de ajuste de cuentas con fines refundacionales. El último capítulo de esta sección es el de Ingrid de Jong y Guido Cordero, el que estudia los malones indígenas en la frontera sur en el período previo al genocidio perpetrado por Julio Argentino Roca en la llamada Conquista del Desierto. Es interesante cómo el malón es visto tanto como una fuente de provisión de recursos (alimentos, armamentos, caballos) como una forma de negociación y establecimiento de relaciones de poder entre los caciques y las fuerzas de la oligarquía criolla.
El segundo gran momento está vinculado a la emergencia de la sociedad de masas y la Unión Cívica Radical (UCR) en una primera etapa de democratización parcial de la Argentina, y del Partido Peronista (luego, Justicialista) en la consolidación del primer ciclo de democratización. Aquí el saqueo pierde su carácter militar y de guerra, para pasar a tener una significación de violencia iconoclasta. En el primero de los dos capítulos que analizan este momento, Marianne González Alemán estudia la destrucción de los sitios vinculados a Hipólito Yrigoyen (incluyendo su propia residencia) tras el golpe de Estado de 1930. Le sigue el análisis de Juan Pablo Artinian de los incendios, saqueos y destrucciones de iglesias, el Jockey Club, sedes de la UCR, el bombardeo de la Plaza de Mayo en el intento de golpe de Estado de 1955 y la posterior destrucción de todos los símbolos y espacios vinculados al peronismo. Ambos capítulos muestran cómo los saqueos cobran un carácter refundacional, purificador y de cuestionamiento al régimen institucional vigente. Es así como en esta etapa cobran un carácter de ruptura, excepcional y soberanamente político.
El último y más extenso conjunto de capítulos analiza los saqueos desde fines del siglo XX en su relación con el proceso de desindustrialización y pauperización de los sectores populares. Es así como el saqueo pasa a tener un carácter de subsistencia, de expresión de la segregación tanto social como espacial de gran parte de la población urbana argentina. Como argumenta Serulnikov en su capítulo, es la angustia por la destrucción de los referentes mínimos de certidumbre que lleva a instaurar el saqueo como forma de subsistencia en un evento casi cotidiano desde su explosión disruptiva en 1989. La reiteración de los saqueos se acelera en la historia argentina al compás de la aceleración de las reformas neoliberales que destruyen el tejido social y desindustrializan los otrora barrios obreros o asentamientos informales.
En la década de 1990 se produce una forma de saqueo masivo con carácter de revuelta popular: las puebladas. Esta forma se expande por varias ciudades de provincias periféricas al calor del avance de las políticas de reducción del gasto público que llevan al colapso de las economías regionales y el rol de los estados provinciales en la articulación de los reclamos sociales. La mayor de estas puebladas es la analizada por Marina Farinetti, el Santiagueñazo de 1993, un evento que produce una ruptura en la historia del saqueo. Esta toma un carácter total, de rebelión popular absoluta contra la elite y sus símbolos y privilegios de clase. Es así como combina tanto la politicidad de 1930 y 1955 con la desesperación de subsistencia de 1989.
En 2001 se produce la segunda gran ola de saqueos contemporáneos, analizados por Mónica Gordillo en su conexión con la territorialización de la política y la vida de los sectores populares. Jorge Ossorna analiza en profundidad los eventos de saqueo ocurridos en Lanús y Villa Fiorito durante 2001, proveyendo una micro-política de los entramados político-territoriales de la acción colectiva en la canalización de la angustia colectiva. Ambos capítulos nos permiten comprender—en diálogo con los otros de esta última parte—el efecto dominó de las puebladas desde la periferia al centro político, constituyendo 2001 una pueblada nacional, expresada en la desesperación por hambre como en la destrucción de símbolos y rechazo a la elite política.
Cierra este extraordinario libro el capítulo de Sebastián Pereyra y Pablo Semán, con los saqueos de 2013, los cuales son producto tanto de la lógica de subsistencia territorializada en su segregación espacial, como del rol de las fuerzas policiales en la construcción de la conflictividad social. Este último capítulo nos remonta al origen mismo del libro: el vínculo entre los saqueos, las fuerzas represivas como sus generadoras y la disrupción colectiva plebeya tanto en su desesperación de supervivencia como en el deseo de creación destructiva.